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Distrust (libro 2 de la Saga Trust)

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Blurb

Nadie sabe a dónde está.

Nadie sabe si está viva o muerta.

Alia se borró del mapa.

A un mes de su desaparición, todos están desesperados. Nadie sabe dónde está aquella chica malhumorada, de personalidad fuerte y frágil a la vez, con una rebeldía incontrolable y sus caprichos desatados.

La policía la busca en cada rincón de Newport y no hay respuesta alguna.

Thomas, Christian, Fred, Jack y Lauter se reúnen de manera inmediata para encontrar a la joven que les hechizó el corazón...¿pero realmente lo están?

Registrada en Safe Creative: 1510295647310

Prohibido cualquier tipo de copia y adaptación de la misma.

(Es necesario leer Trust antes que Distrust)

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Prólogo
Quince años atrás ... —Por favor, te lo suplico. Quédate con ella.—gritó la mujer con el teléfono fuertemente pegado a la oreja. —Me estás pidiendo demasiado, Megumi. —Por favor Melisa, él va a matarla. Melisa aguardó silencio mientras que pensaba qué demonios iba a hacer. ¿Cómo se las apañaría para mantener a una niña después de todo lo que pasó con su hijo Jamie? Él había sido terrible en sus primeros años de vida, con caprichos y llantos intolerables. Le costaba creer que su hermana le estuviese pidiendo ese inmenso favor. Alia era su sobrina recién nacida y todavía no había tenido la oportunidad de conocerla ya que su hermana vivía muy lejos y tenía mucho trabajo. Pero, si estaba en peligro de muerte ... la culpa la perseguiría por el resto de su vida. —Bien,—aceptó—tráela mañana por la mañana. —¡Oh muchas gracias, hermana! —Ya cállate Megumi,—interrumpió, disgustada— tráeme a la niña cuanto antes. —Tengo un pasaje de avión que sale hoy a la noche y no puedo cambiar el día porque ... —¡Megumi maldita sea! —Melisa contestó frustrada, odiaba toda aquella situación —Bien, tráela hoy a la noche y cuando llegues aquí procura que nadie te vea ingresar a mi casa. Megumi no comprendía por qué tenía que ocultarse, pero se mordió la lengua para que su hermana no se enfadara aún más y cambiara de opinión. —Gracias hermana de verdad ... Melisa colgó. Megumi guardó el teléfono en su campera y subió las escaleras con rapidez para llegar a su habitación. Su hija recién nacida se encontraba dormida en su gigantesca cuna de mimbre, parecía estar en paz y relajada cuando todo a su alrededor se derrumbaba de una manera terrible. Su cabello era tan dorado que deslumbraba los ojos de quién la mirara. Era tan chiquita, tan diminuta. Su madre se acercó hasta la cuna y la colocó en sus brazos. Era como agarrar una almohada. Megumí pegó su nariz contra la frente del bebé y la angustia se fermentó en su pecho. —Te amo preciosa, te amo. Sé qué estarás bien con tu tía, ella te dará el cariño que yo no puedo darte. Es por tu bien pequeña, algún día te volveré a ver otra vez y seremos felices, muy felices. Era el claro juramento de una madre angustiada y preocupada. —¿Mami?  Megumi se volteó para encontrarse con su hijo de cuatro años llamado Charlie. El niño de cabello n***o se acercó a su madre sin entender cuál era el motivo de sus lágrimas. —¿Por qué lloras, mami? Megumi se envió con la niña en brazos sobre la punta de la cama y con la mano libre le acarició la mejilla a su hijo. —Tu hermanita se tiene que ir a un lugar mejor. —Ella no es mi hermana.—fanfarroneó el niño, mirando con desprecio a la niña dormida. —Claro que es tu hermana, Charlie.—se escandalizó la mujer. —p**i dice que no lo es, y que es la hija del diablo.—masculló con un berrinche y su madre se contuvo para no ir a buscar a su marido con un arma y matarlo. —p**i es mentiroso cariño, no tienes que creerle. La mujer se levantó y acostó nuevamente a su hija que seguía durmiendo como un angelito. —Vamos Charlie, ayúdame a guardar ropa para tu hermana en su maleta antes de que regrese tu padre. Iremos a la casa de tu tía Melisa, la madre tomó a su hijo de la mano y los dos salieron de la habitación a toda prisa. Megumi fue hasta el aeropuerto en un autobús que la dejaba a veinte cuadras de allí. El cielo amenazaba con lluvias torrenciales y hacía demasiado frío como para sacar a los niños a la calle. Cuando le tocó el turno para dar su pasaporte, miraba a todos lados de manera frenética. No sabía si su esposo ya había llegado a casa y había descubierto que ella ya no estaba allí. —Disfrute su vuelo, señora Collins. La muchacha que la atendía la saludó entregándole el pasaporte en la mano y Megumi cuando comencé a caminar con pasos firmes y largos. —Mami me duele la mano. Megumi aflojó el agarre de su hijo al instante, los nervios estaban allí matando. Cuando subieron al avión y se sentaron, la mujer se relajó. La beba abrió sus ojos con lentitud y miró somnolienta a su madre. Megumi se percató de que ya estaba despierta y le sonrió con melancolía. —Buenas noches, preciosa.—le susurró y le dio un beso en su narisita tan diminuta. Fred asomó su rostro al de su hermana y rápidamente se tapó la nariz. —Mami, Alia se hizo popo. En el viaje, Megumi la cambió y le dio su biberón. Charlie se quedó dormido después de haber comido pastas con salsa de carne y Alia volvió a cerrar los ojos para tomarse una larga siesta. ¿Estaba tomando la decisión correcta? Tenía que asegurarse de que Alia no muriera en manos de su esposo, tenía que mantenerla con vida. Ella estaba obligada a que la generación Nectilea de su familia continuara existiendo. Eso se lo había prometido a su padre. Los Collins tuvieron que seguir siendo Nectileas a pesar de todo. Sí, la niña crecía y la curiosidad por saber quién era le carcomiera la cabeza de manera insoportable, Megumi se encargaría de contar todo cuando cumpliera veinte años. Maldita sea la hora en la que Melber se había enterado de que Alia no era su hija sino ... la de Frank Bartons, el amor de su vida. Se había enamorado perdidamente de él, de su belleza, de la inteligencia y la sabiduría que lo destacaba. Esos mínimos detalles de su esencia como persona la habían hechizado completamente. —Te ves muy bonita esta mañana, Megumi.—le había dicho en una oportunidad cuando ella estaba limpiando un cuadro de él, colgado en el pasillo del segundo piso. Su comentario tan inoportuno le llevó por sorpresa. Sólo se conformó con sonreírle de manera nerviosa y un asentimiento torpe de cabeza que no pudo controlar. —¿Ya ha vuelto de trabajar, señor? —Si no habría vuelto, ¿crees que tendríamos esta conversación?—soltó en un tono burlón. La mujer rápidamente se sonrojó y volvió su mirada al cuadro, sintiéndose estúpida. —¿Cuántos años tienes? —preguntó él, con aire distraído. —Eso no se le debe preguntar nunca a una mujer, señor. —En verdad, insisto en saber su edad. Mi mujer se encarga de contratar a los empleados de la casa y nunca puedo acertar cuales son sus verdaderas edades. Parecía que intentaba disimular su interés a través de las actividades de su esposa. O quizás, ella estaba tomando las cosas con exageración. —Treinta años.—se dignó a decir en un murmuro. —Pareces una quinceañera.—bromeó Frank sin apartar sus ojos negros del cuerpo deslumbrante de la empleada. Megumi aguardó silencio y siguió pasando el plumero en el cuadro ¿Cómo se atrevía a hacer ese tipo de comentarios cuando su esposa estaba fuera de la mansión? Pero, por alguna extraña razón, se sentía culpable al no sentirse ofendida por sus palabras. Ella no se consideraba una mujer atractiva, en absoluto. Es más, después del embarazo de Charlie que, fue un año aproximadamente en aquel tiempo, se convirtió en una mujer menos deseable a los ojos de su marido Melber que no amaba en absoluto. Sólo se había casado con él por el simple hecho de que quería tener al padre de su hijo cerca para que crecieran con una familia normal y no con padres divorciados. —No le quitaré más de su tiempo, Megumi. Que tenga un hermoso día.—concluyó Frank, con su voz monótona y se fue por el largo pasillo. La empleada, de manera instintiva, se lo quedó observando mientras se iba por el extenso tramo y por poco su saliva amenazaba con escaparse. Era tan atractivo, espalda recta e inmensa, de ojos oscuros, hombros pesados y muy bien formados. Piernas ágiles, y un cabello con aire rebelde como para que lleve un hombre de treinta y pico de años. Sobre todas las cosas particulares que él tenía ... había algo que se le sobresaltaba, era una mirada penetrante que dejaba sin aliento a todas las mujeres. La señora Bartons tuvo mucha suerte de tenerlo como marido, tal vez ... era mucha suerte lo que tenía realmente. Rápidamente terminó de limpiar y largó una gran bocanada de aire para tratar de tranquilizar ese corazón que no paraba de latir de manera fugaz, llegó un punto en que le resultó insoportable su comportamiento tan juvenil. Esa noche, soñó con ese hombre. La mujer y sus dos hijos bajaron en una de las ciudades más bellas de Oregón: Portland. Tomaron un taxi y le dijo al taxista la dirección de la casa de su hermana, que con suerte se la sabía de memoria. La casa de Melisa era muy bonita, era grande y tenía enormes ventanas en el jardín delantero. El césped era tan verde que parecía de tono fluorescente. Las paredes de la entrada eran de color celeste cielo y había una pequeña terraza con vista preciosa. Con dificultad, la madre bajó las maletas de la pequeña y el carrito del bebé que estaba guardado en la parte trasera del coche. El taxista, muy amable, ayudó a armar nuevamente el carrito y cuando Megumi le pagó diciéndole gracias, se marchó. La mujer miró la casa y se sintió un poco aliviada al notar que no se caía a pedazos como la suya. Su hija se encontraría segura viviendo allí hasta que ella la viniera a buscar cuando todo se calmara con su esposo. Golpeó la puerta y Charlie la imitó con su pequeño puño. La puerta blanca se abrió y la cara de Melisa se asomó con una sonrisa radiante. La melena rubia le caía sobre los hombros y parecía una mujer mucho más joven. La señora de Park Mcgregor era una mujer sofisticada y preciosa. Su sonrisa se esfumó de una manera radical al ver a la niña en los brazos de su hermana, esta miró con algo de desprecio que trató de disimular a su manera. —Pasen.— masculló, con esos labios pintados de un rojo fuego. Megumi ingresó con el carrito y Charlie se reunió con Jamie, su primo que tenía la misma edad que él y que venía a recibirlos. Los dos pequeños saltaron de alegría por la presencia del otro.  —¡Vamos a jugar al jardín!—le dijo Jamie, con emoción. Charlie aceptó con una inmensa alegría y los dos chiquillos desaparecieron. Melisa y Megumi se sentaron en una barra instalada en la sala, la casa era el doble que la de Megumi y eso la hizo sentir un poco incomoda. —Me alegra verte de nuevo, Melisa. Su hermana asintió con sequedad y no pudo apartar los ojos de aquella niña tan hermosa que estaba durmiendo en el carrito con su mantita rosa, y sus mejillas sonrojadas. —Es bonita ¿verdad?—comentó Megumi al darse cuenta de que ella estaba mirando. —Todos los bebes son lindos mientras duermen. Espera hasta que se despierte y comience a llorar. —¿Y Park? —le preguntó rápidamente para cambiar de tema. —Está trabajando, ser bancario lo tienen muy ocupado y está muy poco en casa. Las dos mujeres se quedarán en silencio, la situación les resultaba muy incomoda. —Vamos a hablar de la niña.— planteó Melisa al fin— La haré pasar por mi hija. —¿Disculpa? —Preguntó Megumi, con la frente arrugada. ¿Había escuchado bien? —La haré pasar por mi hija, Megumi.— volvió a repetir. —No, no puedes hacer eso.—protestó con un gran nudo en la garganta. —¿Qué pensaran de mí entonces? Yo no quiero que la gente piense mal de mí, prefiero decir que la adopté y ... —¿Qué tiene de malo que sea tu sobrina? ¡Por el amor de Dios, Melisa eso confundirá a la niña!—gritó Megumi, con los ojos brillantes por el desconcierto. No podía creer que su propia hermana estuviera haciendo eso. —Son mis condiciones. Si quieres que la niña se quede; la tomaré como mi hija. O sino, puedes llevártela de nuevo a Newport y que tu marido haga lo que quiera con ella. Realmente era algo inaudito y sin sentido lo que estaba haciendo Melisa. ¿Desde cuándo era así con ella? —¿Es por él verdad? Es porque siempre me prefirió a mí y no a ti ¿cierto? Melisa palideció y apretó sus labios con fuerza. Megumi tomó su silencio cómo un sí. Se le notaba en el rostro. Esta era su venganza debido al resentimiento que siempre había tenido con ella. Megumi y su padre siempre pasaban el tiempo juntos, por el simple hecho de que Megumi ya sabía lo que él era realmente. Desde niña siempre estuvo cerca de su padre y cuando descubrió que era distinto, se unió aún más y eso fue lo que Melisa siempre le molestó. Aunque ella nunca comprendió qué los unia tanto. —Él te quiere Melisa, y te sigue queriendo ... —Sí me quisiera, levantaría el maldito teléfono y me llamaría.— respondió entre dientes y con rencor. —Melisa, por favor, recapacita de una vez por todas. Papá no está bien ... —¡Ya no hables de él aquí! —la interrumpió con brusquedad y Megumi se calló de inmediato—la niña se queda conmigo y será una Mcgregor a partir de ahora. Esta es la condición que Park y yo pusimos. Melisa se levantó del taburete y de manera rápida agarró a la niña que seguía adormecida. Comenzó a mecerla entre sus brazos mientras que tarareaba una canción infantil. Megumi se lo estaba pensando, realmente sé lo que estaba pensando. Era por el bien de Alia, era para que ella se mantuviera con vida y para que el clan familiar continue. Sino, los Nectileas Collins dejarían de existir. —Ven por ella cuando las cosas por allí se calmen.—concluyó Melisa sin apartar sus ojos de los ojos de la niña. —Te he traído pañales, biberones, ropa y sus peluches favoritos. —Aquí no le faltara nada ... te lo puedo asegurar. La confianza que le trasmitía Melisa no era muy convincente, pero no le quedaba otra alternativa que aceptar su trato. Estaba dispuesta a que Alia llamara madre a su hermana, con total de tenerla a salvo. Sin embargo, tarde o temprano, Alia volvería a sus brazos porque así se juró así misma. Alia era su hija, y eso nadie podría cambiarlo. La llevó con ella en su vientre durante nueve meses y era el fruto entre ella y Frank. Su hija era mucho más importante de lo que los demás pensaban. Aunque Frank no supiese de la existencia de otra hija, ella sabía que cuando se enterara se haría cargo. Porque él era un hombre de corazón blando y no un Melber más. Melber se había enterado de que Alia no era su hija, solo por el simple hecho de Megumi se lo había confesado después de tantos golpes que él le había dado. Golpes que dejaron cicatrices. Ella tapaba sus golpes con maquillaje y le gustaba el invierno porque en esos días usaba suéteres y pantalones largos. Así tapaba la violencia vivida. Megumi se levantó y fue hacia su hermana. —Bien, acepto tu trato. Pero ... cuídala mucho por favor. La mujer besó a la criatura que comenzó a abrir sus hermosos ojos verdosos, cómo si se estuviera dando cuenta del gran abandono que estaba por cometer su madre. Pobre criatura, no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Le costaba mucho las despedidas, era la decisión más difícil que había tomado. Era necesario tenerla a salvo ... todo era por Alia. Esa noche, Megumi dejó la mitad de su alma en la casa de su hermana. Nueve años después ... —¡Mamá no quiero ir a la casa de la tía Megumi!—protestó la niña mientras se encerraba en su habitación. No quería ir a ningún lado, quería estar en su casa y no salir de allí jamás. —¡Alia, no me hagas romper la puerta y sal de una vez!—se quejó su madre mientras que golpeaba de manera frenética la puerta. —Llévate a Jamie, y a mí déjame aquí. Sé como sobrevivir sin ustedes. La madre tomó una bocanada de aire, ya irritada por el comportamiento tan infantil de su sobrina. —Si te digo que compraré chocolates en el camino ¿te portaras cómo una niña decente? Para la sorpresa de Melisa, la puerta se abrió con lentitud y una sonrisa maliciosa floreció de la pequeña rubia tras asomarse. —Podemos negociarlo. La familia Mcgregor llegó a Newport con sus maletas para pasar el día de Acción de Gracias con la hermana de Melisa. Parecía una familia feliz y educada, bueno en realidad, solo tres integrantes de la familia eran educados, Alia no tenía en su "diccionario de la vida" el significado "compórtate". Alia y Jamie devoraron chocolates hasta más no poder, y sus padres los observaban con expresión divertida. —¿Vamos por qué realmente quieres pasar Acción de Gracias con tu hermana o porque quiere ver a Alia? —le murmuró Park a su esposa mientras cruzaban la puerta de salida del aeropuerto. —Las dos cosas.—masculló la mujer, no muy convencida de por qué iba realmente. Park se encariñó muchísimo con Alia y su esposa sólo la toleraba. La tomaron como a su propia hija a pesar de todo. El día en qué Park se enteró de que Megumi la traería para que viviera con ellos, se había quedado sin habla y hasta que creía que era una idea muy mala ... pero cambió de parecer cuando los ojos de la niña lo hipnotizaron. La cuna más cara la tuvo ella, le hicieron su propia habitación pintada de rosa y cuando lloraba a altas horas de la noche, Park era el primero en levantarse para atender las necesidades de Alia. Hasta no tuvo problema en cambiarle el pañal y su ropa vomitada. Pero ... esto no le hizo ninguna gracia a Jamie. De un día para otro tenía una hermana, así como si nada. Para Jamie, la cigüeña la había traído. Por supuesto que el niño les creyó de inmediato ya que según sus padres le habían dicho lo mismo a él por su llegada, nunca se acordó cuándo la trajeron a la casa porque era muy pequeño para recordarlo. Y así él creció, con una nueva hermana demasiado malcriada y con un sentido del humor muy sarcástico para una niña de nueve años. —Jamie ¿cuál es tu color favorito? —le preguntó Alia a su hermano mayor de trece años, mientras sus padres guardaban sus valijas en un taxi. —El morado ¿y el tuyo? —El blanco. —Creí que me dirías que era el rojo. —¿Por qué pensaste eso? —Te vi matar a un ave con tus propias manos, lo estrangulaste y le pisaste la cabeza hasta que toda su sangre quedó esparcida por el jardín. Así que deduje que te gusta ver la sangre y lo rojizo de ella.—le susurró Jamie al oído para sus padres no lo escucharan. Alia palideció y miró horrorizada a su hermano. Había descubierto su maldad, había descubierto que había matado a ese pájaro cabrio que había descubierto a sus lombrices que estaban almacenadas en un frasco de cristal que, había hecho solo con la intención de ver la vida de una lombriz. Patético y absurdo dirían, pero a Alia le gustaba ver como vivían los insectos. Nadie entendía sus pasatiempos raros de niña pequeña. Pero el maldito pájaro se lo tenía merecido. La pequeña niña rubia, agarró de la nuca a su hermano y le hincó las uñas, Jamie se estremeció por la agresividad de su hermana. —Escúchame bien pedazo de idiota:—dijo entre dientes la niña, con la boca pegada en la oreja de su hermano—le dices algo a papá o a mamá, y te haré pedazos. Haré tu vida una miseria y le contaré a la niña que te gusta que aún sigues comiéndote los mocos. Sí, te he visto. Los Néctileas era la especie más agresiva. Más crecían, más violentos eran.  Jamie se apartó de inmediato con los ojos como platos. ¿Su hermanita pequeña lo acababa de amenazar? —Vamos niños.—su padre los interrumpió abriéndoles la puerta trasera del taxi y los dos niños se reunieron con una sonrisa forzada en los labios. Alia miraba por la ventana los paisajes de Newport, estuvo tan entretenida que ni se había percatado de que había llegado al pueblo de Harbor Way. —Mami, me duelen las manos.—se quejó la niña y Melisa rápidamente le inspeccionó las manos. —¿Te has golpeado o algo parecido? —No, simplemente me arden, siento como si un montón de hormigas caminaran sobre ella. Melisa miró a la niña de ojos verdes y frunció el entre cejo. —Seguro están dormidas, no te preocupes. Alia asintió con la cabeza y abrazó a su mamá. Hundió la cabeza en el cuerpo de su madre y cerró los ojos con la intención de quedarse dormida y así lograr que el entumecimiento pasara. Lo que le sucedió a las manos de Alia era que ya estaban listas para ser utilizadas. Pero claro, ella no lo sabía. Cuando el taxi se estacionó en la casa de Megumi, Melisa despertó a los pequeños de su siesta y la familia bajó del coche. Park le pagó al taxista al sacar las maletas de cada uno de sus hijos del portaequipaje. No iban a quedarse por mucho tiempo, solo por dos o tres días y nada más. La casa de Megumi parecía vieja y maltratada, la madera de la casa estaba podrida, el moho la estaba consumiendo. Las ventanas estaban manchadas con algo n***o asqueroso y daba la impresión de que nunca fueron limpiadas. —Me da asco la casa en la que vive, pero se lo merece por ser tan idiota.—murmuró Melisa para si misma. Alia corrió con entusiasmo hasta la puerta de la entrada y el jardín, le sorprendió que esta yacía abierta. La niña ingresó y rápidamente las fosas nasales se le inundaron con el aroma delicioso de un pavo recién sacado del horno. Megumi se acercó rápidamente a la sala para ver si su hijo había regresado de su entrenamiento de fútbol. —Charlie límpiate los pies antes de... Las palabras de la mujer quedaron en el aire al ver una pequeña de cabello dorado, mejillas blancas como el papel, unos intensos ojos esmeraldas que hipnotizaban de manera inquietante a cualquiera que los viera. Su corazón se detuvo y diversas emociones se le cruzaron de manera impredecible. Su hija, estaba frente a ella, y era la persona más hermosa que había visto. Megumi tiró el trapo de mano al piso y corrió hacía la niña con los ojos llorosos. Se arrodilló y la estrechó entre sus brazos. Le acarició la cabellera mientras que se ahogaba entre sollozos. Park, Melisa y Jamie observaron la escena, pasmados. Alia no comprendió el comportamiento de su tía y los miraba en busca de una explicación. Melisa se aclaró la garganta y rápidamente Megumi se apartó, dándose cuenta de lo desconsiderada que era por recibirla de esa forma. —Lo siento, es que hace mucho no veía a mis sobrinos.—se excusó, mientras que se sorbía la nariz. Alia miró a su madre y a su padre, estos se pusieron furiosos con Megumi por la manera tan obvia en la que se había comportado. Megumi le acarició la mejilla a su pequeña y se levantó del suelo con torpeza. —Vamos, vengan ya esta el pavo listo.—los invitó a pasar. Cuando la cena terminó y las familias se reunieron en el patio trasero para ver como los niños jugaban a las escondidillas, todo se sintió más calmado después de aquella comida tan tensa entre las dos hermanas. Mary y Alia jugaban a correr y esconderse en el bosque mientras Melisa y Megumi las cuidaban. Mary era la hija de una amiga de Megumi y la mayor parte del tiempo estaba con ella. —¿Y Melber? —le preguntó Melisa a su hermana mientras bebían un café sentadas en el segundo escalón de la puerta. Park, Jamie y Charlie se encontraban jugando un juego de mesa adentro de la casa y Melisa estaba aprovechando ese momento para establecer una conversación personal con su hermana. —Ya no vive aquí, lo he echado hace dos semanas. —¿Prefieres que Alia continué conmigo?—preguntó con curiosidad, la mujer de melena rubia. —No es el momento aún, necesito que Melber desaparezca del mapa para traerla aquí nuevamente.—prefirió, con voz decaída—¿Cómo le va en la escuela? Cuéntame de ella, Melisa. —Es estupenda, en el colegió le va más que genial. Saca puros dieces. Pero me temo decir que no le va muy bien a la hora de hacer amigos. —¿Qué quieres decir con eso? —Alia nunca quiere ir a los cumpleaños de sus compañeritos de la escuela, dice que la invitan por lastima, que no la quieren allí realmente. —Es imposible no quererla. Es preciosa y es una chica calmada ... —No tan calmada —le corrigió Melisa mientras tomaba un sorbo de su café— es rebelde y casi imposible de domar cuando realmente quiere algo. —Es la edad. Los niños siempre se comportan así. Melisa se le ensombreció el gesto y miró con seriedad a su hermana antes de hablar. —A veces se vuelve agresiva y hasta me da miedo cuando se pone así. Me resisto para no mandarla a un psicólogo. Quizá con eso se le bajen un poco los humos. Megumi tragó saliva y apartó la mirada de su hermana. Esas sospechas de Melisa no eran para tomárselas en forma de broma. —Es especial. No creo que sea necesario mandarla a un psicólogo, me parece un poco exagerado de tu parte. Ten paciencia y continua cuidándola así que vas muy bien.—le aconsejó Megumi y su hermana frunció los labios. —¿Cuándo le dirás que eres su madre?  Megumi se removió incomoda en su lugar. —No lo sé, necesito tiempo, no será fácil. Yo se lo diré, de eso estoy segura. —Por supuesto que tú se lo dirás.—dijo Melisa alzando la voz, rápidamente se colocó los dedos contra sus labios en modo de disculpas. —Cuando la casa esté en condiciones para mantener a dos niños y cuando Melber no vuelva a pisar la casa otra vez ... mi hija volverá conmigo. —¿Frank sabe qué es su hija? La pregunta de su hermana la llevó por sorpresa. Megumi se aclaró la garganta antes de responderle. —Creo que sospecha, pero no lo sé realmente. Él nunca sospechó ya que, más de varias veces, me comentaba que el bebé iba a salir más parecida a mí que a Melber. O tal vez,era sólo para que yo confesara que ella no era hija de Melber, sino de él. —Yo digo que Frank sabe pero que no está seguro si eso es verdad. —Algún día él lo sabrá, pero por el momento será un secreto. Seis años después ... La casa estaba en armonía ya que Alia y Jamie se encontraban descansando después de un largo día de escuela. Pero aquel día no había sido bueno para la Nectilea. —Ya estoy harta de su comportamiento Park, ya no puedo seguir con esto.—lloriqueó la mujer, mientras discutía con su marido en la habitación. —Debemos tener paciencia, es una adolescente. —¡Incrustó una pluma en la cintura de su compañera de clase! ¿Quieres tener paciencia con ese monstruo?—gritó la mujer y sin paciencia. —¡No le vuelvas a decir monstruo! —le contestó Park mientras se agarraba las sienes y se paseaba de aquí para allá, frustrado. —¿Entonces que quieres que le diga? ¿Niña normal o la hija del diablo? ¡Esa chiquilla es insoportable! La mujer se levantó de la cama mientras que lanza un bufido de frustración y se encaminó hasta el teléfono de su habitación, decidida. Ya estaba cansada del comportamiento de Alia, estaba cansada de todo. Aquello ya lo venia planeando desde hace bastante tiempo, desde diciembre aproximadamente. Ella y su hermana ya habían planeado para que la niña volviera con su verdadera madre. Marcó el número de Megumi y después de varios segundos, atendió. —¿Hola? —Megumi, tu hija es un caso perdido, ya estoy cansada de ella, realmente es el diablo. Megumi suspiró con fuerza, la paciencia de su hermana era de terminarse rápido. Siempre Melisa la llamaba por el mal comportamiento de Alia. Siempre. —Haremos una cosa. Sí vuelve a meterse en otro lio, tráemela como escusa para Newport. Así Alia podrá ayudarme con las cosas de la panadería ... y cuando estemos más unidas, le contaré la verdad. —¿Sabes? me parece una idea genial. Ya quiero deshacerme de ella de una jodida vez. Perdona que sea así de directa, pero es lo que pienso. Park le sacó el teléfono ya harto de la actitud de su esposa, y lo arrojó contra la pared. Este se hizo pedazos y Melisa lo miró horrorizada. —Tú no eres la mujer con la que yo me casé ¿Dónde está la mujer que tenía sentimientos y amaba a cualquier cosa que tenía vida? Park abandonó la habitación y Melisa se echó a llorar nuevamente por sus bruscas palabras. A la semana siguiente, Alia fue expulsada de la escuela por intento de asesinato a la misma alumna del establecimiento. ❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀   Hola, soy Florencia Tom, escritora de este libro y quiero agradecerte por quedarte enganchada con este capitulo. No te olvides por favor de darle un corazoncito y compartir esta historia con aquella persona que quiera sentir lo mismo que tú!¿Quieres continuar leyendo esta historia?¡Desliza hacía abajo y continua disfrutando de esta historia!¡No olvides visitar mi perfil y encontrar nuevos libros escritos por mí!¡Beso grande, te quiero!       

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