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La Casa

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Una nueva vida, una casa misteriosa, un pueblo lleno de secretos...

Dos hermanos se ven involucrados en algo que no entienden, sólo completando el puzzle encontrarán las respuestas. Pero ¿dónde está la pieza que falta?

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LA CASA
Después de un largo viaje en coche, llegamos al pueblo. En la entrada un gran cartel decía “Bienvenidos a Scipionis”. La casa estaba justo al principio, así que el primer día no vi nada más de aquel lugar. Era una vivienda de dos plantas, a la que se accedía a través de una pequeña verja, una puerta de hierro. En la fachada principal había  tres ventanas. A primera vista y desde fuera parecía bien cuidada, pero como solía pasarme en cada mudanza, al entrar su olor me echó para atrás. No se trataba del típico olor a casa cerrada, lo que me chocaba, era el olor que demostraba que aquella no era mi casa. ABY A lo largo de mis 12 años de vida no había pasado más de 3 en el mismo lugar, el trabajo de mi padre nos obligaba a mudarnos constantemente, aquello conllevaba no echar raíces en ningún parte. A mi hermano mayor de 17 años, eso daba la impresión de afectarle mucho más que a mí, aunque, en realidad, a mí me afectaba más, porque yo siempre fui capaz de hacer amigos en cada sitio, él se había vuelto un tanto solitario, por eso a la hora de las despedidas , yo lo pasaba peor . La casa por dentro resultó ser mucho más pequeña de lo que aparentaba por fuera, y su mobiliario era escaso y antiguo. A la entrada, a la izquierda se situaba una escalera, un aseo de frente y una puerta a la derecha. La puerta daba a un salón que a primera vista daba la impresión de amplitud, al final del mismo se encontraba la cocina con barra americana, en el salón había un viejo sofá de tres plazas, un mueble bar y una mesa camilla con cuatro sillas llenas de polillas. La cocina, aunque pequeña estaba bien amueblada y la nevera parecía casi nueva.  Ayudé a mi madre a traer algunos bultos del coche al salón y también descargué mi equipaje, hasta el día siguiente no llegaría el camión de mudanzas con nuestras cosas, así que aquellos viejos muebles nos vendrían de perlas. Mi hermano no perdió el tiempo, con su equipaje en una mano y la guitarra en la otra subió la escalera, y antes de que yo llegase arriba ya se había instalado en el cuarto más grande…típico de él, no valía la pena intentar reclamarlo, era una batalla perdida y yo lo sabía, no obstante, me quejé mientras me instalaba en mi nuevo y diminuto dormitorio y colocaba la jaula de mis ratitas en su nuevo lugar.  No es una mascota habitual, pero a mí me encantan y son muy prácticas a la hora de viajar, pues caben en cualquier sitio y no hacen ruido. Cleo y Luna me llevan acompañando toda su vida, o sea, dos años, por lo tanto, esta es su segunda mudanza. Observé mi nueva habitación, había una cama pegada a la pared izquierda, cubierta con una fea y vieja colcha de un gris desvaído, justo al lado de la cama se situaba un armario de dos puertas, de madera oscura, feo y viejo, de frente estaba una ventana bastante amplia, de madera antigua , el color de esta contrastaba con el armario, pero hacía juego con el escritorio que tenía justo debajo, era un escritorio antiguo, de esos que no tienen dónde colocar un ordenador, pero aun así me gustó. Tenía un cajón grande bajo la mesa y cuatro más pequeños a la derecha, su madera color miel estaba tallada con garabatos, que no sabía muy bien que representaban, pero me gustaban , le daba un aspecto como de cofre pirata, la silla en cambio, no se veía cómoda . A la derecha, había un mueble cajonera grande, de color oscuro, bastante feo a juego con el armario. Al momento decidí que del cuarto solo me quedaría el escritorio, así que decidí no guardar mis cosas en el armario ni en la cómoda, mañana cuando llegasen mis muebles colocaría la ropa en ellos, pero sí que tenía que acomodarme hasta entonces, abrí una de las puertas del armario, con la intención de poner mi maleta dentro tal cual, pero me quedé helada, sentí un pellizco en el estómago. En el armario había ropa, ropa de chico, pasada de moda. Observé las perchas y las camisas colgadas en ellas, los pantalones y los jerséis de lana, no pude identificar de qué época sería ¿Quizás de cuando mi padre era niño? Abrí la puerta de la derecha, con la esperanza de encontrar un hueco vacío para guardar mi maleta, pero también estaba lleno, chaquetones en las perchas y unos cajones, encima de estos, dos pares de zapatos, unos negros escolares o de domingo y otros marrones más desgastados, también de chico. Abrí el primer cajón y me sonrojé, estaba lleno de calzoncillos blancos, perfectamente doblados y planchados, ni siquiera metí la mano, lo cerré para abrir el siguiente, este estaba lleno de camisetas interiores, también perfectamente dobladas y planchadas, en el último cajón  había calcetines, bien hermanados todos, la mayoría negros o grises. Miré la maleta y luego el armario, y decidí no poner mis cosas ahí, era algo siniestro, esa ropa tan antigua, tan limpia y ordenada que parecía que se hubiera guardado ayer…Se me pusieron los pelos de punta. Cerré el armario de forma rápida y brusca, cuando llegase mi padre, eso sería lo primero que sacaría de mi cuarto. Miré hacia la cómoda y arrugué la nariz…¡Uf, qué pereza me daba mirar esos feos cajones! pero tenía que colocar mi ropa en algún sitio , mañana era mi primer día de clase …. Tiré de los cajones de uno en uno y estaban todos vacíos, ¡Qué suerte….! Dirigí entonces mi mirada al escritorio , ese sí me gustaba , me acerqué e intenté abrir el cajón grande bajo la mesa , pero parecía que estaba atascado , y después de halarlo un rato me rendí y me dirigí a los cajones más pequeños de la derecha, abrí el primero y mi cara se iluminó, había cinco plumas de las antiguas, a cada cual más chula, no me paré demasiado a mirarlas porque en el cajón estaban también varios tinteros de distintos colores y sellos…. ¡Qué guay! Guardé las plumas en su sitio, antes de que las viera mi hermano, si él las veía, querría quedárselas. Inmediatamente abrí el segundo cajón, parecía estar lleno de folios, solo eso, así que no me entretuve en él, el tercer cajón tenía libros, unos eran escolares, y otros de lectura y el cuarto tenía un juego de llaves … decidí seguir investigando el contenido de los cajones en otro momento con más tranquilidad. Después de colocar mi ropa en los muebles que tenía provisionalmente y hacer mi cama, me dediqué a observar con más detenimiento la casa. Definitivamente no sé cómo meteré todas mis pertenencias aquí. Hay un baño en cada planta, sólo el de arriba tiene una vieja bañera, el de abajo era más bien un cuarto de aseo con un lavabo y un wáter. El descansillo es aún más pequeño, de risa, si diera un tropezón, de seguro caería en el dormitorio de mi hermano, bueno, eso sería si tuviese la puerta abierta, cosa que dudaba que fuese a suceder nunca, no había perdido el tiempo y ya había colocado el cartel de “NATHANIEL, NO SE PASA”…Típico de él, enseguida comenzó a sonar su guitarra desde el interior. En el descansillo no había mobiliario alguno, y las paredes estaban desnudas, pintadas de blanco, por un momento me pregunté cómo sería el dormitorio de mi hermano, pero no era un buen momento para entrar, cuando él tocaba la guitarra más me valía no molestarlo. El dormitorio de mis padres se situaba  justo en frente y tenía la puerta abierta, así que decidí echar un vistazo, pero me quedé muda… Allí no había nada, nada de nada, un armario empotrado en la pared completamente vacío y una ventana a la izquierda. Me asomé a la ventana y comprobé que daba a un patio interior, muy chico por cierto, y ya está, eso era todo ¿Dónde dormiría mi madre esta noche? Mi madre llamó desde abajo. -¡Nathaniel! ¡Abi!  ¡Bajad a ayudar ahora mismo! La orden era clara y directa, así que descendí los escalones corriendo y a la mitad, típico de mí, pisé mal y terminé de bajar rodando. Como siempre no me pasó nada. A menudo me ocurren cosas así, tropiezo, me caigo estrepitosamente, pero no me mato milagrosamente. Al levantar la cabeza desde el pie de la escalera lo vi. Me quedé petrificada, los vellos se me pusieron de punta y un escalofrío recorrió mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta la punta del pelo. El pánico hizo que la respiración se me cortase, aunque yo no me di cuenta de que no estaba respirando, y sin embargo no podía apartar los ojos… -¡Abi! ¡Quita del medio! ¡Estorbas! ¡Torpe! ¡Qué sensible mi hermano, como de costumbre….! Los gritos que me dio, hicieron que volviera, por un momento, la cabeza hacia él y cuando miré de nuevo ya no estaba allí. Mi madre se asomó a la escalera, sin mucha preocupación pues ya estaba acostumbrada a mis caídas, y se me quedó mirando.  -¿Te levantas, o llamo a la grúa? Otra sensible, desde luego estoy rodeada de gente atenta… Me levanté sin quitar los ojos del espejo, era un espejo viejo, sin marco, bastante arañado, con formas redondeadas en sus esquinas. Me fijé que en los bordes del cristal, a pesar de no tener marco, estaban grabados los mismos dibujos del escritorio de mi habitación, después de caer me había parecido ver algo reflejado en él, pero definitivamente había sido por la caída, ¡Jejejeje! , ¡Qué susto tan tonto!  Empecé a ayudar a mi madre a ordenar la casa para que ella pudiese preparar la cena, mi padre llegaría mañana, con el camión de la mudanza, él era el que controlaba el mal genio de mi madre, así que cuando  no estaba, no interesaba hacerla enfadar, incluso mi hermano, que parecía que procesaba la información antes de hacer lo que se le pedía, intentaba acudir con cierta velocidad a las órdenes de mi madre, si mi padre estaba ausente. Mientras ordenaba el salón y la cocina pensaba que mañana sería mi primer día en mi nuevo colegio.

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