every part of me

Laurie amaba ir al jardín y era algo que Rachel agradecía. Su hijo era muy apegado a ella y tenerlo en el jardín por unas cuatro horas era una buena idea. Rachel era todo lo que Laurie tenía, además de sus abuelos y tíos. El padre de Laurie los dejo cuando este tenía apenas un mes. "No quiero hacerme cargo, tengo un futuro" esas fueron las palabras de Kurt, palabras que Rachel recordaba perfectamente.  Ella siempre había estado para Laurie, logrando que su hijo dependiera siempre de ella, era algo normal y no le molestaba. Pero le encantaba saber que Laurie le gustaba ir al jardín y tenía amigos. —Nos vemos mami—decía Laurie, agitando su manita hacía su madre. Rachel le mando un beso antes de dirigirse a la salida. El niño entró rápidamente a su sala, la sala "azul" de la señorita Mía. Sonrió al ver varios de sus amigos y corrió a dejar su mochila en su colgador, que tenía la figurita de un león, debido a que su nombre empezaba con L igual que el del animal. Corrió hacía la caja de juguetes, buscando el balde de los dinosaurios. Frunció el ceño al no encontrarlos, trago saliva, no quería llorar, pero esos eran sus juguetes, con los que el siempre jugaba. Buscó con la mirada, mirando a cada niño en la sala. Ninguno tenía los dinosaurios. Dispuesto a ir a hablar con la señorita Mía, se olvido de alguien. Llevó su mirada al rincón de la sala, hacía el niño del fondo, quién tenía sus dinosaurios. Laurie corrió hacía el, parándose frente a el. Siempre lo miraba, no sabía su nombre, apesar que siempre la maestra lo llamaba para que vaya a jugar con más niños. El niño moreno, de unos hermosos ojos brillantes color almendra, levantó la mirada. —Um, esos son míos—habló Laurie, señálando los dinosaurios que el niño tenía entre sus manos. El niño negó—No tienen tu nombre. Laurie trató de leer el nombre del niño, que estaba escrito en el prendedor de este. Pero le era en vano, el ni si quiera sabía leer. Se sentó frente a el. —Quiero los legos—se resignó Laurie. —Estoy jugando con ellos—mintió el niño, tomando el balde de legos. Laurie se quejó—¡No puedes jugar con los dos! La señorita Mía no tardo en acercarse a ellos, mirándolos con el ceño fruncido, confundida. —¿Zack? ¿Laurie? ¿Qué sucede?—preguntaba Mía agachándose a la altura de ellos. Laurie fue el primero en contestar—El no quiere devolverme mis juguetes. —No son tuyos—se excuso Zack ante la acusación del niño castaño. Mía negó—Los juguetes son de todos, ¿por qué no juegan los dos juntos?. El castaño rápidamente negó—Yo no quiero jugar con el. —Yo tampoco—contestó Zack rápidamente. —Entonces si no llegamos a un acuerdo, me llevaré los juguetes y los dejaré en la repisa—aclaraba la maestra. Laurie y Zack rápidamente se miraron entre ellos, asustados. Zack se estiró, alcanzando el balde de legos, acercándolo hacía Laurie. —Puedes jugar con ellos—dijo Zack apenas. —Y tu con los dinosaurios—sonrío Laurie, sentándose más cerca del niño moreno. La maestra sonrió, dándole una última mirada a los dos niños, que se miraban y sonreían entre sí.  Zack le tendió un dinosaurio y Laurie al tomarlo, sus manos se rozaron. El niño moreno rápidamente quito su mano, soltando el muñeco. Laurie, se estremeció, sonriéndole. —¿Quieres hacer una torre conmigo?—preguntó Zack, cogiendo el balde de legos, dejando de lado los dinosaurios. Laurie no contestó, junto en un lado los dinosaurios, dejando espacio entre ellos. —¿Laurie?—preguntó Zack, batallando en pronunciar el nombre del castaño. El castaño sonrió alegremente al escuchar su nombre. Laurie asintió rápidamente, sonriendo. Zack le devolvió la sonrisa.                                                                                        *** —¡Mamá mirá lo que me regalo Laurie!—decía Zack, entrando en la cocina con una hoja en su mano. Leslie  dio un salto, su hijo ya había llegado. Miro a su niño, quién era mas bajo que la mesada, así que solo podía mirarle a los ojos. Jim entró unos segundos después, suspirando. Laurie era el mejor amigo de Zack, se conocieron en el jardín y desde ese momento su hijo no ha parado de hablar de su mejor amigo.  Jim y Leslie se miraron entre ellos, sonriendo de lado. —¿Qué te regalo amor?—preguntó Leslie, girándose hacía Zack. Zack movía la hoja saltando, antes de darsela a su madre. Leslie apreció el dibujo, eran al parecer dos personitas, tomadas de la mano y a sus costados unos dinosaurios y unas piezas de legos. La mujer sonrió de ternura, para luego mirar a su hijo que tenía sus mejillas enrojecidas y sus ojos brillantes. —Pero que lindo dibujo. ¿Quieres que lo cuelgue en tu pared?—preguntó Leslie, sonriendo. —¡Sí!—contestó Zack euforico. El moreno le saco el dibujo a su madre, para salir corriendo de la cocina, dirigiéndose a su cuarto.