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Matrimonio Encubierto

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Blurb

MATRIMONIO ENCUBIERTO PART. 1

Bruno, es un implacable mercenario francés que radica en Rusia, se mantiene en el anonimato bajo el nombre de “Tolmiros”. Pero pese a su esfuerzo por no llamar la atención, Rubí, un agente de una organización secreta, lo encuentra e intenta convencerlo a que se una a ellos, pero lo hace a base de un trato que Bruno no puede rechazar. ¿Qué será?

¡Venganza!. Bruno no ha tomado su pistola y se ha volado los sesos solamente para poder completar su venganza. Cinco años antes Bruno lo tenía ¡Todo!, pero de la noche a la mañana todo lo que tenía lo perdió, incluso hasta su nombre, Brandon Durand. Obligado a salir de su país para evitar ser asesinado, se muda a Rusia para vengarse de las personas que destruyeron su vida, pero no ha sido fácil, es por eso que cuando Rubí le demuestra que ella tiene el poder para completar su venganza, sin dudar vende su alma para lograr su cometido.

Pero ninguno de los dos se esperaba que la relación de ellos fuera de perros y gatos, y al mismo tiempo la química y el abrasador deseo que se siente entre ellos cada vez que están discutiendo, es tan palpable y notoria ante el resto, tanto así, que su superior decide enviarlos a una misión en cubierto donde pretenderá ser un amoroso y fogosa pareja de recién casados, porque sabe que ningún agente cumplirá mejor la misión que ellos. Renuentes a obedecer las órdenes, Rubí y Bruno se sumergen en esta misión que los obligará a conocerse mucho más, y descubrir heridas y traumas que removerán sentimientos en ellos y harán de su cabeza un nido de enredos.

Y las cosas se vuelven mucho más agitadas cuando al adentrarse a esta misión comienzan a descubrir pistas que están relacionadas a la causa de que Bruno perdiera todo. Sin dudarlo, este par trabaja en secreto para descubrir quién está detrás de todo. Pero mientras más descubren, aumentan la cantidad de veces que Rubí comienza a sentir una especie de Deja vu que la deja cada vez más inquieta.

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1° Cita a Ciegas
Bruno Desolación, irá, arrebato, despecho, melancolía. Esas son unas de las miles emociones que me invaden a diario, me mantiene prisionero a ellas, me torturan con afán sin contemplar una tregua, y cuando en algún momento del día llego a sentir aunque sea una pizca de felicidad, ya sea por admirar un lindo paisaje, estas me agreden sin piedad, recordándome que no debo sentir ninguna especie de dicha, solo debo sentir dolor. No merezco ser feliz. Debería tomar mi arma y hacer volar mis sesos (En realidad, ya lo intenté), acabar con toda mi agonía y volver a reencontrarme con ellas… pero si lo hago… ¿Quién cobrará venganza? ¿Quién hará valer la justicia por sus muertes?. No pude protegerlas, lo mínimo que puedo hacer es dedicar lo que queda de vida para hacer pagar a quienes me arrebataron lo que yo más amaba. —¡Oye!, sírveme otro, por favor. Mientras me reclamo una y otra vez la razón por la que aún sigo con vida, acostumbro venir a este bar a tomar algún trago de whisky o ron seco, es la única manera de calmar mis demonios, eso y alguna mujer que se ofrezca a pasar alguna noche conmigo, solo eso, ya que soy un discapacitado emocional, amar perdió el significado para mi, la única palabra que existe en mi diccionario es “VENGANZA”. Esa actitud me a convertido en todo un bastardo seductor de mujeres que terminan llorando y pataleando llamándome “hijo de perra”, y para qué negarlo, si se que lo soy, pero como ya lo dije, ¡SOY UN DISCAPACITADO EMOCIONAL! —¡Hola! —escucho la dulce voz de una chica dirigiéndose a mí—, disculpa la demora, es que tuve muchos problemas para salir de la academia. Era una preciosura. Piel dorada como si siempre estuviera bronceada, cabello n***o azabache extremadamente brillante, y unos ojos color esmeralda, jamás había visto ese color de ojo tan peculiar y majestuoso. Era inevitable no sentirse atraído por tanta belleza y más en un país como Rusia, que lo único que encontrabas eran despampanantes rubias de ojos azules. Pero hay un problema, yo no conozco a esta mujer, ella me está hablando como si me conociera, o mejor dicho, como si hubiéramos marcado un encuentro en este lugar. No puedo evitar mirarla extrañado a lo que ella se da cuenta y en su cara comienza a aparecer la vergüenza. —¿Tú no eres Gascón?. —No —me limito a responderle negando con la cabeza—. —¡Oh!, lo siento, qué vergüenza. —Se tapa la cara con las manos y comienza a mirar a los lados mientras que vuelve a tomar sus cosas—. Disculpa, es que tengo una cita a ciegas y hoy iba a conocer a un chico que me dijo que estaba vestido tal cual estás tú... oh por Dios que pena. —No tiene porque sentirse apenada, eso le pasaría a cualquiera. Le digo con un tono dulce para que sus mejillas coloradas perdieran el color, pero el resultado fue todo lo contrario ya que se puso aún más roja. —Gracias, eres un caballero, de eso no tengo dudas. No cariño, no lo soy, hablo así por inercia, para ganar oportunidades de llevar a una mujer a la cama, la cual puedes ser tú si no te vas ahora. —Todos los hombres debemos ser caballerosos, y más con una bella dama. Ella esbozó una suave sonrisa haciendo que mis ojos se fueran a sus labios, eran carnosos en su proporción ideal, ni muy gruesos ni muy delgados, eran perfectos. —Bueno, adiós, sigue disfrutando de tu trago. Solo asentí con la cabeza, y esa hermosa morena hindú marcó su camino, llevando consigo mi mirada, ahí pude admirar toda su retaguardia. Tenía un vestido hasta los talones n***o de manga larga, solo que este tenía un enorme escote en la espalda, que daba para ver a esta por completo. Ni hablar de la abertura trasera de su falda, está comenzaba a partir de la mitad de sus muslo lo que permitía ver sus kilométricas piernas al caminar, y con esos tacones negros más arrebatadora lucia. Mejor ni hablemos de su trasero. Sentí pesar por que se allá ido, era una mujer que no hubiera dudado en llevarla a mi apartamento. Lo siento, pero… soy hombre, no necesitamos sentir amor para desear tener sexo con una mujer. Sigo tomando mi trago como si nada hubiera pasado, pero lo extraordinario sucede a los pocos minutos. —¿Te molesta que tome unos tragos contigo? Ella volvió. Con calma volteo mi mirada y la veo, antes tenía una cola de caballo, ahora tiene su cabello suelto, colgando de un lado de su cuello, si antes se veía llamativa, ahora se veía adictiva. —¿Por qué me molestaría que una dama tan hermosa me acompañase a tomar un trago? Le digo con una sonrisa pícara, a lo cual ella responde de la misma manera, con una sonrisa aún más pícara que la mía. —Pero… ¿Tu cita a ciegas no se molestara que tomes un trago con otro hombre? —No es de caballeros dejar a una dama esperando más de quince minutos, ¿No crees? —Con audacia y sensualidad esa mujer tomó la silla y se sentó cruzando sus piernas, una de ellas rozó mi pantorrilla y fue imposible evitar sentirme extasiado por su roce—. ¿Por qué no hacemos como si tu eres mi cita a ciegas?... un placer, me llamo Maya. Maya me extendió su mano derecha, mientras sostenía su rostro con su otra mano, que afincaba de la barra. Yo alterné mi mirada de su mano a su rostro por unos segundos antes de tomarla con mucha delicadeza y en vez de estrellarla la acerque a mis labios y le di tres besos suaves recorriendo sus delicadas manos. —El placer es mío, llámame Bruno. —Ella me sonrió—. ¿Y qué te llevó a venir aquí por una cita a ciegas? —La verdad, ni yo tengo idea, mis amigas me decían a diario que debía conocer a alguien, lucharon tanto hasta que accedí a verme con un amigo de una de ellas, pero como veras. —Miró la hora en su reloj—. El muy zoquete no se presentó. —No tiene idea del error colosal que acaba de cometer. —¿Tú crees?. —Nos reímos con jocosidad—. En fin, vine aquí por presión social, la verdad hace mucho tiempo que no salgo a tomar un trago, y por algún motivo no quiero irme y ya, quiero… quiero tomar un trago ¿Sabes? —Te entiendo perfectamente. ¡Amigo!, un trago para la dama por favor… ¿Quieres un Martini? —No, me gustaría en su lugar un “Diplomático”. —¡Vaya!, no eres una simple dama, eres una todo terreno —lo admito, me sorprende ver a una mujer tan fina como ella pidiendo un ron—, ya escuchaste a la dama, un ron Diplomático, por favor. —¿Y tú?... ¿Qué te llevó a estar aquí, solitario, tomando un whisky? —Digamos que es una costumbre en mí venir aquí a beber, es mi rincón para meditar y pensar en muchas cosas. —Cosas que te inquietan —no lo preguntó, ella… ella lo afirmó, y dio en el clavo—... Cosas que te perturban, y que un vaso de alcohol consigue calmar a todas las voces de tu cabeza. —¿Qué acaso eres psíquica o qué? Ella río con gracia. Dios su sonrisa es hermosa. —Soy psicóloga y doy clases en la Universidad del Sur. —Con qué psicóloga, eh. Crees que pudieras tratar de arreglar mi mente —su risa se hizo más espontánea—, aunque creo que en tu intento de analizarme, tu serás la que necesite… que digo psicólogo, un psiquiatra. Ambos nos reímos por lo que digo, pero alguien que debió haber llegado hace tiempo apareció para interrumpir nuestras risas. —¿Maya? Literalmente ese hombre estaba vestido como yo, eso me basto para descifrar que ese bastardo era la cita a ciegas de Maya. —¿Quién me busca? Respondió Maya con sequedad. —Soy yo, Gascón, el amigo de Emma. —Ah, ¿El hombre que debía haber llegado hace más de cuarenta y cinco minutos? La voz de Maya era bastante áspera, eso evidenciaba que no estaba nada contenta. —Si, lo siento, tuve un inconveniente y no pude llegar a tiempo, y mi teléfono murió, es por eso que no pude avisarte. —Entiendo, pero… es una pena . —Ella volvió a verme para seguir hablando—. Estoy ocupada con mi cita a ciegas, no creo que vaya a platicar contigo. Ella no me quitaba la mirada y yo la mantuve, no podía dejar de mirar esos ojos esmeralda, que ahora que los veía bien, transmitían un sin fin de emociones. Gascón también me miró y después volvió a mirarla. —¿Es en serio?. ¡Ja!, vine hasta aquí para conocerte y tú te vas a beber con otro… Mira, Emma me pidió casi que rogando que viniera a conocerte, diciendo que eras un buen partido, pero es evidente que estaba super equivocada, no eres más que una cualquiera. ¡OH NO AMIGO!, ¡NO DIJISTES ESO EN MI PRESENCIA!. Sin dudarlo, y antes de que él pudiera reaccionar, mi puño ya había impactado contra su nariz, partiéndosela. Este cayó estrepitosamente en el suelo quejándose del dolor. Maya pego un grito del susto y tapó su boca con sus manos —Vuelves a decir algo así de una mujer en mi presencia y créeme que hasta ese día vivirás. —Pero qué co… ¡¿Qué rayos te sucede?! El tipo se levantó con rapidez e intentó devolverme el golpe pero yo le esquive, y en su lugar sostuve su mano para aplicarle una llave que terminó plasmando su patético rostro en la barra donde estábamos bebiendo, el sonido fue tan fuerte que creo que partió la superficie. Lo dejé en una posición que podía ver el rostro horrorizado de Maya, mientras que yo tenía inmovilizado sus brazos ejerciendo una presión que se perfectamente que lo está matando del dolor, y yo determino que tanto dolor sentirá, perfecto para hacer que alguien quiera decir lo que tu quieras. —¡Pídele disculpas ahora!. Él trata de zafarse pero no puede, incluso llega a ver a Maya con odio, lo que me hace actuar, aprieto mi agarre infringiendo más dolor aún. —¡Pídele disculpas si no quieres que te disloque el brazo infeliz! Soltó un grito de dolor como si fuera una jevita, pero aún así no hablaba, aumenté mi agarre y soltó otro grito. —¡Bruno para!, le vas a dislocar el brazo… no vale la pena. —No Maya, tú eres una dama y no voy a permitir que una basura te llame como lo hizo, ¿No vas a pedir disculpas?... ok, despídete de tus brazos. Justo cuando iba a dar el último golpe, el muy cobarde comenzó a rogar. —¡Perdona!, ¡Lo siento!, no debí llamarte así, no lo volveré hacer, perdón. Con una risa satírica lo solté y él pudo respirar por unos segundos, pero una vez más, los cobardes son idiotas, y este intentó darme otro golpe que esquivé pero esta vez lo tome por el cuello y le apliqué otra llave lanzándolo por los aires para que cayera con su peso al piso, se podía escuchar los gritos de los espectadores, pero no me importaba, justo cuando me le iba a ir encima, Maya me haló por el brazo. —¡PARA! —su voz era temblorosa, de hecho sentía como sus manos temblaban—... Para, por favor. Me pidió casi que en susurros, es ahí que decido voltear a verla, y su rostro estaba lleno de lágrimas, sus ojos me suplicaban para que pare, estaba asustada y no de este infeliz, estaba asustada por mi. Miró una vez más a Gascón que sigue en el piso quejándose del dolor. —Está bien, lo siento. —La miro a ella nuevamente y tomo su mano—. Vámonos. Ella solo asintió, tomamos nuestras cosas, pagué por los tragos que no terminamos consumiendo, y sin dejar de tomar su mano salimos del bar. No sé por cuánto tiempo caminamos tomados de la mano, pero eso no me molestaba para nada, sus manos eran suaves y cálidas, perfectas para el frío infernal de Rusia. —¿Quieres comer algo? Le digo para calmar los humos. —Me encantaría —me dijo esbozando una sonrisa—. Después de caminar un poco llegamos a un puesto de comida callejera que Maya me recomendó. Me pareció curioso, ya que en mis planes estaba llevarla a un lugar más exclusivo ya que su vestimenta lo ameritaba, su vestido era de una tela sencilla pero eso no quitaba lo elegante que se veía, pero al verla tan emocionada comiendo de su Shashlik me di cuenta que era una mujer muy sencilla. No pude evitar quedarme viéndola mientras ella se comía toda esa carne como si no hubiera comido todo él día, pero ella como que podía leer mis pensamientos. —Disculpa, es que hoy no pude almorzar y… moría de hambre —me dijo entre risas—. —No te veía por eso. —Ah no, ¿Entonces porque te me quedabas viendo? —Porque te ves hermosa. Maya se atraganto salvajemente apenas me escucho, le pase un vaso de agua mientras le daba unas palmaditas en la espalda. —¿En serio te parece hermoso verme tragar como una cerda hambrienta? — se río con sarcasmo—, estoy considerando seriamente atenderte en mi consultorio, sí que estás trastornado. Ambos nos reímos, pero quise aprovecharme de su comentario. —Pues, ya te comprometiste, así que debes darme tu número para poder marcar mi próxima consulta. Maya vio mi teléfono por unos segundos hasta que lo tomó y guardó su número y me lo devolvió con una sonrisa cargada de complicidad. —Te estaré esperando ansiosa. Yo no pude evitar devolverle la sonrisa, está mujer es fascinante, sin lugar a dudas quería llevarla a mi apartamento y si que lo voy hacer. El resto de la noche la pasamos caminando por las calles de Moscú. Me contó que tiene seis años trabajando en esa universidad, dando clases de varias materias para los estudiantes de Psicología, además también ejerce su profesión como psicóloga, en un pequeño consultorio, solo que pasa más tiempo dando clases que atendiendo a pacientes. Ella es de la India (Era evidente por sus rasgos), pero tiene más de veinticinco años que se mudo a Rusia, a los diez años, por lo que tiene treinta y cinco años, dos años menos que yo. Pero, espera… porque tengo que escuchar toda su historia, yo no soy de escuchar la vida de las mujeres para poder llevarlas a la cama, ¡No!, en realidad ellas prácticamente se ofrecen a mí, pero no entiendo por qué estoy tan interesado en su vida, en su historia, como si fuera algo que me alegra. Estoy complicando las cosas, las mujeres son muy emocionales e ingenuas, si la sigo escuchando como narra su biografía con una mirada de idiota, va a creer que estoy enamorado de ella y hay es donde vendrá a mi a reclamarme porque sencillamente me desapareceré después de acostarme con ella. En resumen, me recordará como un malparido rompe corazones en vez de una buena noche de sexo y ya. Debo parar las cosas aquí, todavía estoy a tiempo. —Maya… —¡Dios santo mira la hora!, lo siento Bruno, pero ya debo irme, mañana tengo un seminario. —¡Oh!, claro entiendo, vamos te acompaño hasta tu casa. —No, tranquilo, no es necesario, tomaré un taxi, me divertí mucho hoy Bruno, gracias por darle su merecido a ese idiota. Me dijo con brillo en sus ojos. Dios, ya se enamoró. —No hay nada que agradecer, yo también me divertí mucho, fue una noche diferente a las que estoy acostumbrado, y con relación a tu cita a ciegas, la próxima que se te acerque le partiré las piernas para que no vuelva a caminar. Maya río con dulzura y aún con su sonrisa en su rostro me dijo. —Gracias, de verdad que lo agradezco. Con sus hermosos tacones negros da dos pasos hacia mi y alzándose en las puntas de sus pies me dio un beso en la mejilla, pero en realidad la comisura de nuestros labios llegaron a rozar, pero el golpe matador fue cuando alejó sus labios de mi, ya que con intención rosamos la mitad de nuestros labrios, y con ojos cristalizados me dijo. —Dulces sueños Bruno, estaré esperando tu llamada. Y de la forma más coqueta, me guiñó el ojo, dando así una vuelta para marcar su camino hacia un taxi que de inmediato se detuvo. Y ahí estaba yo, hipnotizado como si esa fuera la primera vez que rozaba los labios de una mujer, solo que ella hizo que mi cuerpo se electrificara de una manera que nunca había sentido, y aunque me duela aceptar, ni con “Ella”... llegué a sentir esa corriente.

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