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¡SI! Señorita

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Blurb

Antonio es hijo de panaderos, aunque su infancia y adolescencia la vivió feliz junto a sus padres, los problemas le siguen cuando se entera que sus papás tienen la casa y la panadería, que les ha costado años en ganarse su buena fama, hipotecadas y no solo eso, que deben varios meses y que el banco está a punto de apropiarse de todo. Un día, lee en el periódico que Sarah Mclean, la heredera de la más importante compañía farmacéutica, se encuentra en la ciudad, y cree que puede sacarle un buen monto de dinero, pero lo que no sabe es que Sahara no es lo que los periódicos dicen de ella.

A pesar de la mala fama que arrastra desde la época de su adolescencia, y su debilidad por la bebida y las drogas, lo que no sabe la gente de ella es que no es nada tonta y sabe reconocer a los farsantes con solo verles la cara. Cuando Antonio se cruza en su camino exigiéndole que le pague una indemnización lo que hará es darle una buena lección. Lo que no sabe es que poco a poco se irá enamorando de él.

Ambos acabarán recibiendo lo que no esperaban del otro. ¿El amor será más fuerte que sus intereses personales?

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1.
1. Hace un par de semanas atrás… Cuando eres joven todos te dicen en algún momento: “Estudia, que de grande podrás ser alguien” y vos te esfuerzas y cuando pasa el tiempo y vez que has cumplido con las expectativas que tenían tus padres, la sociedad y todo el que te ve crecer, ellos te dicen: “Debes enfocarte en lo que quieras y verás llegar las oportunidades” Y acá me tienen hoy, repartiendo pizzas a tiempo completo. No, no señora, no es que me ande quejando, es que la realidad es otra. Toda la vida me esforcé para ser el mejor de los hijos, el alumno ejemplar, siempre sacaba sobresalientes pero lo que no te dicen nadie es que si no tienes plata no llegarás muy lejos, nadie te dice que no basta con sacarse buenas notas, que no es suficiente con tener habilidad o vocación, no sirve de nada que le eches ganas, porque a menos que seas un superdotado y te ganes una beca en la mejor universidad no llegarás a nada. No soy un superdotado ni mucho menos, ese no es mi caso, yo solo soy un chico normal que tiene el sueño de construir barcos porque si he tenido un sueño en esta vida es el de pilotar en mi propio barco, llevar a mis padres a dar un paseo en el mar, bajo los rayos del sol en Bahía Blanca, en el día de su aniversario. No creo que sea mucho pedir en la vida… Una mañana, muy temprano mamá entró a mi dormitorio, y me dijo entre sollozos que no podían pagarme más las mensualidades de la universidad. No era algo que yo esperara, aunque sabía, por sus comentarios que a ratos llegaba a escuchar que andaban atrasados con los pagos de las cuotas mensuales, pero no pensaba que fuera tan grave el problema, así que con toda la calma del mundo le dije: “tranquila mamá, yo me haré cargo” A la semana, con un pequeño préstamo que saqué a mi nombre, me hice de una moto usada y me puse de repartidor a medio tiempo en Brunos. Todo lo que ganaba más las propinas que me dejaban los clientes, lo reunía para pagar mi mensualidad y parte del préstamo de la moto. Me esforzaba por tener derecho a cumplir mis sueños como todo el mundo hace. Hasta que, un día, en el que caí fuertemente resfriado y tenía treinta y ocho de fiebre me tuve que quedar en la cama. Es por eso que llegué a enterarme de lo que sucedía en casa bajo mis propias narices y que, por andar metido de lleno en mis metas, no tenía ni la menor idea que ocurría. Ese día mis padres se olvidaron que estaba en casa y se pusieron a discutir libremente. —No puedo más… —soltó mi padre con tono lúgubre y desesperado. Mientras mi mamá se secaba las lágrimas de los ojos. —Tranquilo, este mes no ha sido bueno, pero ya estamos en vísperas de fin de año, habrá más venta… —mamá siempre trataba de subirle el ánimo, aun así, por su tono sabía que pensaba igual que él. —No lo creo…—dijo papá—. Cada año es peor que el anterior… ¿Todavía no entiendes que no llegamos a cubrir ni una cuota? —Dijo abatido. Aunque siempre se mostraba sereno, y todo controlado, en ese momento yo no lo reconocía, parecía un ser tan débil y cansado. No parecía el admirable don Ernesto. En ese momento, llevado por la curiosidad entré y me hice ver. —Hijo… —¿Qué es lo que sucede? —les pregunté de una. Mi mamá miró a mi padre, y él bajó la mirada. —Es momento de que te enteres… —soltó él, con los ánimos por el piso. —No es nada hijo —dijo mamá—, vuelve a la cama, que andas descalzo y el suelo está helado… —era su intento por evitarme el mal sabor de la noticia, pero yo quería saber de qué hablaban. No recordaba que alguna vez los viera de esa forma, aunque siempre tenían sus preocupaciones, en ese momento el ambiente era más pesimista que de costumbre, y tenía que saber. Yo era ya un adulto como ellos y merecía estar al tanto. —¿Qué sucede papá? —le insistí a mi papá, que no tenía pelos en la lengua, pero mi mamá trataba de que no me dijera ni una sola palabra. —Anton tiene que saberlo… —mi papá le dijo a mamá, y ella comenzó a lagrimear de nuevo. Yo estaba ansioso y molesto. No me gustaba verla en ese estado. ¿Qué era lo que la tenía en ese estado? —Ya díganlo. ¿Qué sucede mamá? No te pongas mal… —para ese momento ya comenzaba a preocuparme, a pensar cosas malas. Tenía que saber lo que ocurría—. Papá, dime... ¿Qué pasa? Mi papá, en silencio me pasó un fólder lleno de papeles. Los revisé con apuro. —Es del banco —se me adelantó él. Hace cinco años que pagaban la hipoteca de la casa y por la crisis del país, hace dos tuvieron que poner en hipoteca la panadería, para pagar la de la casa, y ahora, el ingreso de la panadería no daba para pagar ni uno ni el otro. —Iré a hablar para que nos re financien la deuda… —les dije. —No hace falta, ya lo hicimos hace tres meses. Dijeron que ya no podían hacer nada más para facilitarnos las cuotas… Todo era tan ridículamente triste y real. Tan real que entendía sus miedos. Cuando sacaron el préstamo, el costo del dólar estaba a uno por uno, eso quería decir que el dólar costaba un peso, pero con los años el dólar comenzó a subir su costo y de repente ya no era uno por uno, sino tres por uno, y la deuda envés de reducirse se incrementaba alarmantemente. Mis padres tuvieron la mala idea de hipotecar la casa para zanjar esa diferencia monetaria, quien sea que les metió eso en la cabeza ha debido hacerlo con malas intenciones. Mis padres siempre pecaron de ingenuos, se creían que las personas eran como ellos, leales y trabajadores, sobre todo honrados pero la realidad es otra. Estaba muy molesto con todo lo que pasaba en mi casa. ¡El fruto de años de sus vidas! De un arduo trabajo iban a pasar a manos del banco. ¡Y ni qué decir de mi casa! Corría el mismo riesgo, la íbamos a perder. Mi papá estaba al borde del colapso, y por más palabras alentadoras que le dijera mi mamá, no iba a cambiar nada, hasta que uno de nosotros hiciera algo. Y ese, debería ser yo…

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