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"Es mucho mejor dejarte con la miel entre los labios; así tengo la certeza de que jamás me olvidarás."

S. Jacklyn

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Un trago
- Una margarita, por favor. El barman asiente y se retira. Detrás de mí puedo sentir toda la energía de las personas en la pista de baile, aunque la discoteca estaba muy oscura, sentía toda la "diversión" corriendo por cada rincón; amigos divirtiéndose un fin de semana, chicas buscando llamar la atención, chicos ligando; hay quienes están en la barra ahogando sus penas, otros están relajándose de una semana muy cansada. Y yo, yo, pidiendo una margarita por mi cumpleaños. - Aquí tienes. El barman me entrega la margarita. - Gracias. Tomo la copa y pienso en un brindis, pero no se me ocurre nada. El barman sigue enfrente de mí y parece que no tiene nada mejor que hacer. Sus brazos están estirados a cada lado, y está mirándome fijamente. Inclino un poco la copa. - Por ti y que mañana sea mejor que hoy. Tomo la margarita de un solo trago, lo más rápido que puedo. Él solo se ríe; esperaba que se asustara no que riera. - ¿Qué haces aquí? Su pregunta me toma de sorpresa. - Tomar un trago. Sonríe. - Eso ya lo sé, por si lo olvidabas yo te serví el trago, que por cierto ya te tomaste. A lo que me refiero es que no es muy común que alguien pida una margarita. - ¿Es tan obvio que no encajo? - Mucho más que un cartel con luces fosforescentes. Puse la cara más seria; nos vimos por unos segundos en silencio mientras que todo a nuestro alrededor seguía su curso y luego empezamos a reírnos como si nos conociéramos de toda la vida. - ¿Y bien? ¿Qué haces un sábado por la noche en un lugar como este, sin compañía, y pidiendo una margarita? - Digamos que es el cumpleaños de alguien y quise celebrarlo. - ¿Y dónde está el o la cumpleañera? - Frente a ti. - Pues feliz cumpleaños. ¿Me puedo unir a la diversión? Lo miré, y justo en aquel momento una de las tantas luces dio directamente en su cara. Hasta aquel momento no me había percatado de que era muy guapo, podría decirme que en realidad era modelo y le creería; o podría decirme que en realidad trabajaba en seguridad y le creería. Creo que con aquellos ojos verdes le creería y aceptaría lo que sea. Prácticamente me quería abofetear, estaba en otro mundo, apuesto que me he quedado con la boca abierta y dejando los segundos pasar. - Claro ¿por qué no? Es decir, ¿no tienes que trabajar? - Has sido mi última clienta. Claro, tenías que ser la última, sino no estaría aquí por mucho tiempo. - Entonces, bien. Está bien. Puedes unirte a la "diversión". Levante las manos e hice las comillas con mis dedos. En ese momento me di cuenta de una cosa; él tenía la misión de dejarme babeando, empezó a sonreír y, ¿por qué las luces lo estaban favoreciendo? Lo estaba viendo a detalle. Todo de él, era caliente como el infierno. - Tengo un regalo para ti. ¿Un regalo? Ni siquiera me conocía. - Ahora vuelvo. No te muevas. Como si tuviera algo mejor que hacer. Estaba demorando, así que revisé el celular. Me encontré con dos mensajes de mi compañera de cuarto.   "Hey Alexa, voy a salir esta noche, no regresaré a dormir. Así que cierra bien cuando vayas a dormir. Si necesitas algo, llámame."     "Y por cierto, feliz cumpleaños. ¿Creíste que me olvidaría? Tu regalo está en tu cama, que lo disfrutes. Te ama, Valentina."   Val. Vivíamos en el mismo departamento cerca de la universidad, era más fácil para nosotras pagar la mitad de un alquiler que uno entero; pero ella era más como una hermana mayor para mí. - Aquí tienes. Alce mi mirada y me encontré con Martín, o eso decía su gafete en la parte izquierda de su pecho. Había traído otra bebida, parecía un mojito pero no lo sabía a ciencia cierta; tampoco soy una gran conocedora de las bebidas, por lo que no sabía ni siquiera si lo que me tomé hace un rato era una verdadera margarita. - ¿Qué es eso? - Una bebida, preciosa. Si no fuera por la oscuridad en la discoteca, él me habría visto sonrojada hasta más no poder. "Tierra llamando a Alexa" Empecé a sonreír. - Eso ya lo sé. Me refería a cómo se llama la bebida. - Prueba. - Mi madre dice que no debo aceptar regalos de extraños. Él empezó a reírse. ¡¿Por qué dije eso?! - Y mi madre dice que no debo hablar con extrañas. Así que ya rompimos las reglas. ¿Qué nos queda? - Sonríe - Te prometo que la bebida no contiene nada malo. Si quieres llama a alguien y dile dónde estás y que si no vuelves a llamar en 15 o 30 minutos te busquen. Te daré mis datos para que se los des en caso te pierdas, empezando porque soy el dueño del bar. Mierda - Mentiroso - No miento, puedes preguntarle a cualquier empleado de este lugar. - Sonríe lo más arrogante posible. Y eso hice. Dicen que se necesitan cinco pruebas para estar más cerca de la verdad, a falta de cinco, fueron diez, todas y cada una de ellas fue un rotundo sí a que Martín era el dueño de este lugar. - ¿Convencida? - Yo... Ehh... Sí. - ¿La tomarás? - ¿Ehh? - Solo pido que tomes un trago, criatura preciosa. Tomé la pajilla que estaba en el vaso y tomé un poco de lo que había. - ¿Y bien? - Mmm... Delicioso. ¿Cómo se llama? Nunca antes había probado esto. Iba a seguir tomando de lo sea que había en aquel vaso, pero a él se le ocurrió la gran idea de agarrar el vaso y llevárselo. - ¡Oye! Estaba tomando eso. - Lo sé. Pero un poco para tu hiel está bien. Levanté mi brazo llamando a otro barman. - Me traes un... Ehh... Un... Vaya error. No sabía el nombre de la bebida, y las carcajadas de Martín no se hicieron de esperar. Suspiré. - Una margarita, por favor. - Claro. En un momento se lo traigo señorita. - No te preocupes Carlos, yo me encargo. Luego de unos minutos, Martín me trajo otra margarita. Al verlo, me di cuenta que se había cambiado. - Te has cambiado. - Y aparte de preciosa, muy observadora. Me sonrojé. - Creí que ya no trabajabas. ¿Por qué has traído la margarita? - Siempre hay excepciones. Y dime ¿Cuál es tu nombre? Yo soy Martín, es todo un placer conocerte. No se lo iba a decir ¿verdad? - Rosa - Rosa... Tus padres no acertaron. - ¿Cómo? - No te ves como una persona que se llama Rosa. - ¿Cuál es la diferencia? - Se dice que las rosas por muy hermosas que sean, si no tienes cuidado, lastiman. En cambio tú, solo seduces. - Tal vez aún no se ven las espinas. - Tal vez. - No me dirás el nombre de lo que me diste de beber ¿verdad? - No, tendrás que darme algo a cambio para darte el nombre. - ¿Y qué quieres? - Aún no lo sé. Después de eso seguimos hablando por horas. Yo terminé tomando unas cinco margaritas y él pidió un whisky pero no lo tomó, dijo que era para hacerme compañía. Cerca de las dos de la madrugada se levantó y me tendió la mano. - Creo que es hora de irse. Al levantarme tropecé y caí en su pecho. Estaba cerca, tan cerca que sentía su respiración y cada palpitar de su corazón; todo parecía estar yendo a la velocidad de la luz, menos nosotros. Levanté mi cara y lo miré, sus pupilas estaban dilatadas y yo solo tenía que estirarme un poco más, así tendría sus labios sobre los míos. Nos estábamos acercando, poco a poco; empecé a aguantar la respiración, era una sublime tortura, podría estar así toda la vida si el resultado sería un beso. Pero... - Creo que has tomado demasiadas margaritas. Vaya manera la suya de arruinar el momento. Su voz estaba ronca y me estaba dando señales muy confusas, ha estado coqueteando conmigo durante toda la noche y ahora que me tiene, me aleja. - Claro. Iré a pagar lo que he consumido. - No te molestes. Considera todo pagado. - Pero... - Considera esto como un regalo de cumpleaños. Martín me condujo hacia el aparcamiento del local. Tiré bruscamente de su brazo y me suelto de su agarre. - Yo no he traído coche no es necesario ir por ahí. - Te llevaré. - Pero ya te he dejado pagar mis bebidas, no es necesario que me lleves. Puedo tomar el autobús a casa. - ¿A las 2 de la madrugada? Prefiero llevarte. - No te molestes. No está tan lejos; puedo ir a pie. Se acercó lentamente, como si fuera un depredador a punto de cazar a su presa. Tomó suavemente mi rostro con una de sus manos y acarició lentamente mis labios. - ¿Sigues teniendo miedo de mí? No te voy a raptar, si es eso lo que te asusta. Su voz se volvió ronca de nuevo. Era como un ronroneo constante para mí; uno que me tentaba mucho a seguirlo a los confines de este mundo. - Está bien. Empezó a moverse lentamente, como si tuviera miedo de que ese hechizo de aletargamiento se rompiera con un movimiento brusco. Me llevó a su auto, abrió la puerta del copiloto e hizo que me sentara; luego él abrocho mi cinturón como si se tratara del acto más cuidadoso que haya hecho en su vida. - Gracias. Se lo dije mientras abrochaba mi cinturón. - De nada. Martín miraba de mis ojos a mis labios y viceversa; sentí el olor de su perfume, y desde ahora me consideraba una adicta, era un olor que podría oler por semanas y no cansarme. Él empezó a acercarse, mi respiración se ralentizó y mis palpitaciones aumentaron a cien por minuto. Pero en el último segundo se detuvo y retrocedió. Martín al retroceder se golpeó la cabeza con la parte superior del auto. - ¡¿Te encuentras bien?! - Sí. Sí. Solo ha sido un pequeño golpe. Lo miraba con cierta preocupación, que tal si le seguía doliendo y sólo estaba haciéndose el fuerte; no sería el único, yo estaba aguantado gritarle por torturarme de esta manera. - Hey - ¿Mmm? - Estoy bien - Como usted diga señor.  Y nos empezamos a reír, era muy fácil pasar el rato con él, nada era artificial, solo éramos dos almas en este mundo divirtiéndonos con lo que había. Éramos cómo amigos de toda la vida. Al cabo de unos segundos, encendió el auto. - Y bien ¿a dónde te llevo? - ¿Conoces el parque "Los árboles perennes"? - No. Pero me puedes indicar dónde está. Aunque el clima era frío, el ambiente entre nosotros era cálido y algo tenso, quería hablar acerca del "casi beso", pero ¿Qué dicen por ahí? "puedes parecer desesperada"; quería mandar a pasear a todo eso que me enseñaron acerca de ser una "dama", pero no podía, simplemente porque a veces sí ocurre, porque a veces sí te dicen "desesperada" por querer aclarar algo que ronda en tu cabeza solo para quitarte el sueño. - ¿Cuántos años tienes? - 23 - ¿Eso es cierto? - Hay algunos datos que puedo darte. ¿Y tú, cuántos años tienes? - 32 - Capicúa - ¿Cómo? - Se lee igual de izquierda a derecha y viceversa. Ya sabes, si unes nuestros números como 2332 o 3223, los lees de derecha a izquierda o viceversa y resultan ser el mismo número. - Solo si se unen pueden ser especiales. Aunque las calles estaban vacías, él se detuvo junto al semáforo en rojo; luego me dio aquella mirada de ensueño, dejándome sin aliento y sin sentido. - Tal vez nosotros seamos lo mismo juntos. - ¿Qué? - Como los números – Él tomó mi mano – Podríamos ser especiales. Me quedé callada, pensando en todo lo que implicaban sus palabras. Mi silencio hizo que el momento se volviera incómodo; él soltó mi mano y continúo conduciendo. - Así que te gustan los números. Aquel fue su intento de sacarnos de aquel ambiente tenso. No era una pregunta, pero quería contarle todo; no quería tener reservas con él. Aun así, no lo conocía y no sabía si confiar en él; pero sí no doy algo, qué puedo recibir. - Estudio matemática. - No es muy común. - Sonaba como un buen plan, nunca me niego a un buen plan. - ¿Y yo sueno como un buen plan? - Espero que sí. Sin darme cuenta ya habíamos llegado al parque. - ¿De aquí a dónde? - Aquí está bien. Gracias. - No esperas que te deje aquí, todo está oscuro. Ya había abierto la puerta y estaba a punto de salir; pero Martín agarró mi muñeca y tiro de mí para que me volviera a sentar, luego cerró la puerta y puso el seguro para niños. - No te dejaré salir hasta que me digas dónde vives o te llevaré a mi casa. - Martín, sabes que no puedes hacer eso. - No me obligues preciosa. Esa palabra, "preciosa", hizo que un foco se encendiera dentro de mí. Desabroche mi cinturón y me acerqué a él; lo miré fijamente a los ojos, dejándole saber lo que han significado todas sus señales confusas. - Me has torturado toda la noche, tentándome y alejándome. - Susurré - Has estado jugando conmigo al gato y al ratón; pero ha llegado el momento, si tu no das el primer paso, lo daré yo. Y lo besé; rápido para que no se diera cuenta de qué lo golpeó, ese fue el momento en que desactive el seguro para niños. - Un poco para tu hiel está bien. Dejándolo con ansias de más y recordándole lo que me dijo cuando quise seguir tomando mi trago. Abrí la puerta y salí corriendo antes de que pudiera atraparme; el apartamento donde vivía junto a Valentina estaba lo suficientemente cerca para mí y lo suficientemente lejos para que él no me encontrara tan fácil. Cuando llegué al departamento me empecé a reír, no sabía si Martín me siguió o no, pero ésta ha sido la mejor noche en mucho tiempo.

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