Casualidades

DOS AÑOS DESPUÉS “La ciudad mágica” un perfecto apodo dado a Miami por sus gloriosas playas y su encantador clima tropical. Miami es un imán para atraer a todo tipo de visitantes, por ello es el sitio ideal para realizar negocios. Todo estaba muy bien organizado para la fiesta, los huéspedes salían de sus habitaciones  en grupos para divertirse, todo indicaba que sería una estupenda noche. Los tragos pasaban en bandejas, uno tras otro para aquellos ansiosos por encontrar aquella forma desenfrenada de disfrutar de la noche, excepto para una sola persona. Su forzada presencia se debía  a la insistencia de su hermano, “vamos, la noche es joven” le dijo y ahora lo había abandonado hace más de media hora para “disfrutar de la noche” con su sexy esposa. Estaba sentado solo en la barra del bar, tomaba una copa observando a los demás disfrutar de la música, el ambiente y de las sexys mujeres. “Solo cinco minutos más” se dijo a sí mismo. Por otro lado, una chica encantadora se abrió paso  entre la multitud, un hermoso vestido corto  y unos zapatos de tacón se entallaban perfectamente a su sexy cuerpo, su cabello castaño caía hasta sus pechos, parecía estar en sus veinticuatro años.  Sofía lo reconoció de inmediato, no podría olvidar aquella mirada penetrante que alteraba de forma brusca los latidos de su corazón, tan rápidos como su seguridad huía de su cuerpo y se mostraba tan estúpidamente débil ante él. Desempeñar el  papel de tonta y ´delicada no era su estilo, mas no estaba en su poder controlarse y solo parecía avanzar hipnotizada por el rostro de aquel hombre. — ¡Evan! –pareció gritar,  ante la emoción de su corazón. El mencionado regresa a mirar con una sonrisa seductora en sus labios, encontrándose con ese hermoso rostro que le recordaba a la única mujer que estaba en su corazón. Aquellos ojos brillaban tal cual unos luceros, ella llena de amor por él y él  lleno de nostalgia por un pasado que jamás volverá. Ella observó, ¡no! disfrutó y analizó aquel  rostro varonil, esos encantadores labios, esas mejillas bien definidas, su nariz tan perfecta y esos negros ojos profundos de largas y rizadas pestañas. Con aquella sonrisa le mostraba el blanco de sus dientes y ese movimiento estaba enloqueciéndola, como nunca antes lo había sentido… “¡Mentira!” Ambos trataban de engañarse a sí mismos, ambos inducidos por el estúpido miedo a enamorarse, ambos con un pasado difícil de superar. Evan, quien solo llevaba dos copas a cuestas pensó estar delirando, no podía volver a cometer el mismo error dos veces. Ella no era Andrea y debía olvidarse de aquel doloroso recuerdo de una maldita vez. “El parecido solo es producto de mi imaginación” se dijo a sí mismo, evitando mirar los ojos de aquella chica mientras sacudía ligeramente su cabeza. Pero como dicen, la carne es débil y él no era más que un simple hombre, con debilidades y necesidades… Mientras bailaban, sus cuerpos eran atraídos cual imán al metal, aquella fuerza magnética era imposible de controlar y aquellos labios se entrelazaron en un profundo y suave beso. Sus corazones parecían salirse y sus cuerpos temblar ante una inmensa necesidad por saciarse uno del otro. Sofía sintió el fuerte agarre de Evan en su  muñeca y mordiendo su  labio inferior agachó la cabeza  como señal de aceptación. Lo siguió por todo el pasadizo hasta su habitación, todo el estruendoso ruido quedaba atrás junto a su escasa dignidad… todo de ella caía ante él. La  puerta de una hermosa suite se abrió, él sin perder ni un segundo en miramientos la jaló para atraerla hasta sus labios e implantarle un beso de esos que te hacen  olvidar hasta de tu nombre. Ella no se negó. Solo contuvo el aliento cuando aquel hombre se quitaba su camisa y le mostraba su cuerpo desnudo “era demasiado bueno para ser verdad”. Sus ojos se iluminaron de pasión, con un deseo desenfrenado por ser suya. Un rostro tan hermoso y ese cuerpo… ella solo suspiró Evan la observaba con cautela, sus encendidas mejillas la hacía ver adorable; y ese gesto inocente en su rostro parecía seducirlo poco a poco...  como negarlo, la castaña tenía un cuerpo espectacular y un rostro encantador. Ella parecía no reconocerlo como alguien importante, Evan siempre mantuvo un bajo perfil público a pesar del crecimiento de su poder financiero, ya no era tan joven, con treinta y seis años debía pensar bien las cosas, actuar con madurez y no como un estúpido y hormonal adolescente. Él había quitado ya toda su ropa y ella no se atrevió a desvestirse frente a él. Se sentía tan tímida y cohibida, solo podía exhalar uno que otro profundo suspiro mientras se deleitaba del sin igual rostro varonil frente a ella. Evan se le acercó y sus ojos se encontraban desatando chispas de pasión, solo una caricia por su cuello fue suficiente para desatar el deseo desenfrenado por tenerla, ese gemido lo despertó como un animal en celo. Sofía cerró los ojos y le entregó su corazón, ¡una verdadera tontería! Ella estaba disfrutando de aquella mágica noche, de aquellas caricias, de esos besos ardientes, del deseo de su cuerpo y la obnubilación total de su cabeza… disfrutaba de aquella sensación que ella misma llamaba “el séptimo cielo” tal como un día le recomendó a su mejor amiga. Ella había encontrado al hombre de sus sueños, al indicado… Sofía se dejó llevar por esas manos mágicas, quería disfrutar de él hasta saciarse porque si a algo temía es al amor y definitivamente ya había caído en esta trampa… Aquella suite permaneció cerrada hasta las seis de la mañana, cuando una mujer con el mismo vestido de  anoche y sin zapatos, salía a escondidas como un ladrón. Solo tenía unas horas más para recoger su ropa y volar de regreso a la ciudad, aquel trabajo había finalizado junto al hermoso recuerdo de esa aventura. Cuando Evan despertó, miró a su lado para encontrar a la castaña pero no pudo  ubicarla con la mirada. Buscó en todo el lugar pero no pudo encontrarla… se tiró sobre la cama pensando que solo se trató de una simple coincidencia de la vida… una simple casualidad — Sofía –susurró y esbozó nuevamente esa estúpida sonrisa de conquistador. Su mente no dejaba de recordar a la muchacha de aquella noche y no lo haría por mucho tiempo. Una ciudad tan grande, millones de personas y ellos se encuentran en el mismo lugar y a la misma hora, una simple casualidad de la vida los pone a prueba nuevamente.