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Cleo - Esp.

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Relatos cortos para homenajear a mi gatita fallecida. Los escribí durante mi proceso de duelo por ella y me gustaría compartirlos con ustedes.

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Cleo
Era una tarde de verano, me había separado de mi familia para emprender mi propio camino. Estaba buscando a alguien, esperándole, en el frío pasillo de un edificio que se me hacía familiar. No sabía cuánto tiempo pasaría, pero deseaba esperarle, en mi corta vida ya sabía que en este inmenso mundo había alguien para mí. Pasaron las horas, hasta que por fin llegaste. Con un hermoso vestido y algo aturdida, nos miramos y supe de inmediato que eras tú a quien tanto había estado esperando. Te detuviste frente a mí y me acariciaste, no sabes cuánto añoraba sentir tu tacto. Te seguí escaleras arriba, pero luego te perdí de vista. Te llamé un par de veces, pero no volviste. Me senté en el suelo, sabía que estaba en el lugar correcto, ya sólo me quedaba esperar. Pasó una fría noche, la gente me miraba y seguía su camino; yo estaba inmóvil en el mismo lugar donde te perdí, algo dentro de mí decía que volverías por mí en algún momento y deseaba esperar, tenía que esperar. Llegó el amanecer y mi corazón latió emocionado al ver tu rostro frente a mí. Me tomaste entre tus brazos y no pude evitar comenzar a ronronear. Te quería, te había esperado tanto tiempo y ya estaba a tu lado. Me llevaste hasta tu casa y memoricé el camino. Ingresamos en el apartamento y me mostraste cada rincón de él, incluyendo tu habitación. Me diste de comer y pasaste la tarde conmigo, hablándome de tus cosas y dándome un poco de tu amor. Al caer la noche me regresaste al jardín, no importaba, yo esperaría de nuevo y toda una vida si era necesario. Al día siguiente no llegaste y me preocupé, subí hasta tu apartamento y con mis garritas llamé a tu puerta. Tu madre me abrió con una sonrisa y corrí directa a tu habitación pero no estabas. Me senté en tu cama, a esperarte, como siempre. Pasaron las horas y al caer la noche tu madre me regresó al jardín, no pude verte éste día, pero no importaba, yo igual iba a esperarte. Un nuevo amanecer, estaba emocionada y subí un poco más temprano. Tu madre abrió nuevamente la puerta y me dirigí hacia tu habitación, aun despertando me diste los buenos días; no sabes lo importante y especial que fue eso para mí. Y así pasaron los días, hasta que una noche, un grupo de chicos me golpearon y me patearon, me arrojaron piedras y me dejaron adolorida. Estaba sangrando y tenía fiebre, pero quería esperarte, yo sabía que al día siguiente te volvería a ver. La noche me arropó con su frío manto y no pasó mucho tiempo cuando bajaste, tenías preocupación reflejada en tu rostro, ¿por mí?, muchas gracias por rescatarme. Me llevaste a donde un señor para que me examinara y puntualmente me diste unos jarabes extraños que poco a poco calmaron mi malestar. Pasaron los días y no me regresabas al jardín, me colocaste un nombre y me compraste cositas: platitos para mi comida y una cajita para hacer mis necesidades. Me regalaste una cama, pero a ambas nos gustaba dormir juntas. Yo a tu lado, escuchando tu suave respiración y tú abrazándome, entregándome tus sueños. Te vi crecer, ilusionarte y te vi llorar. No sabes lo que me dolía verte llorar, tanto, que no me importaba sentir tus lágrimas empapar mi cuerpo, si eso te hacía sentir mejor, yo siempre estaría allí. Cuando enfermaste, quise cuidar de ti como lo habías hecho conmigo cuando eras tan sólo una niña. Nunca olvidaré que gastabas toda tu mesada en comprarme collares, dulces y hasta ropita que no necesitaba, sólo porque tú decías que yo era una princesa. Tu princesa. Pasaron los años y te convertiste en mujer. No te importó que yo fuese envejeciendo y ya no pudiese jugar contigo como antes. Igual te sentabas conmigo a ver la tv o a escuchar música, me cantabas canciones y me dabas abrazos que me hacían sonar los huesitos, pero que yo adoraba y respondía ronroneando. Me regalaste los mejores años de tu vida y yo a cambio, te di la mía entera. Hoy, los médicos dijeron que tenía una enfermedad incurable y no has hecho más que llorar y culparte por todo. Por favor no llores, no sabes lo agradecida que estoy contigo. Pude haber muerto aquella noche cuando estaba herida de no ser por ti. Pude haber pasado más frío, hambre, me pudieron envenenar o atropellar; pero llegaste tú y me rescataste. Aunque tu padre no quería mascotas me conservaste y te lo agradezco. No te sientas mal por mi futuro, sé que me amas como yo a ti. No te sientas triste cuando yo no esté, sé que me extrañarás cuando regreses a casa y no salga a recibirte pero vamos, sonríe. Sonríe porque me diste una vida que no cualquiera tiene la dicha de vivir. Mis últimos meses a tu lado los atesoraré como cada instante que pasamos juntas, y los marcaré a fuego lento en mi memoria. Sé que tú también lo harás. Pero por favor no llores, no quiero verte sufrir por mi partida. Ya estoy vieja y un poco cansada, pero el mejor regalo que me diste, fue permitirme vivir a tu lado. No te culpes por lo que sucedió, sé que no lo hiciste por mal; siempre trataste de que fuese sana, incluso dejabas de comprarte cosas por mantenerme bien. Por eso, cada vez que me coges entre tus brazos, sintiéndome flaquita y huesuda, no puedo hacer más que demostrarte que te amo con mi casi inaudible ronroneo. Por favor no llores, que en el preciso momento en el que deba partir, estaré esperando por ti al otro lado del arcoíris. Como lo hice en un principio y como lo haré… siempre.

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