PRÓLOGO
En la ciudad portuaria de Valencia, se llevaba a cabo una reunión entre dos hombres de unos 60 años que se habían conocido en los primeros años de la escuela primaria. Ambos de clase media trabajadora pero al llegar a la universidad éstos eligieron caminos distintos, acrecentando la brecha económica y social entre ellos.
Carlos decidió dedicarse al mundo de las leyes, convirtiéndose así en un abogado de renombre.
Por otro lado, Roberto siempre fue un amante de la biología y la genética, por lo que su vida se basó en trabajar en un laboratorio, lugar que amaba.
Estos amigos estuvieron por años separados hasta que por las malas finanzas de Roberto y secretos que eran mejor que siguieran en la oscuridad, Carlos decidió retomar la amistad con su viejo amigo. Pero nada es gratis en esta vida, suele decirse que debemos desconfiar de estos buenos samaritanos que aparecen de la nada a querer solucionar nuestros problemas económicos. Por lo general siempre hay alguna intención detrás, esta no sería la excepción.
Roberto tenía una hija mayor, Mérida, la cual decidió seguir los pasos académicos de su padre, muy a pesar de lo que opinaba su madre, quien hubiese preferido una carrera relacionada con las ciencias económicas o turismo. Carla, su madre, siempre quiso lo mejor para su hija, que sea una mujer feliz, independiente, con muchas oportunidades en la vida. Si bien no estaba de acuerdo con su carrera universitaria, siempre la acompañó a lo largo de sus estudios, pero en el fondo de su corazón sabía que tendría una vida llena de complicaciones, en un mundo donde los hombres ganan más terreno que las mujeres, a las cuales sólo se las considera ayudantes de laboratorio, sufriendo en su gran mayoría de bropropiating, siendo esta la apropiación de la idea de una mujer por un hombre, algo muy común en el ámbito científico. Teniendo una actitud completamente distinta con su hijo mejor Luis, quién si se dedicó a la administración de empresas.
Mérida siempre fue una fiel defensora de los derechos de las mujeres. No creía en ese pensamiento retrógrado acerca de qué carreras eran aptas para mujercitas y cuáles no. Era una mujer de carácter fuerte, que sabía qué quería y no paraba hasta conseguirlo. Algunos la llamaban ilusa o "feminazi", otros consideraban que era una mujer fuerte y empoderada. La realidad es que ella tan solo quería que todos tuvieran las mismas posibilidades sin distinción de género.
Roberto siempre estuvo junto a su hija, compartiendo sus conocimientos, ayudándola a mostrarle como valerse por si misma. Ella era su confidente, le contaba los problemas matrimoniales, sus problemas financieros, sus dudas acerca sus investigaciones. Su relación siempre fue motivo de celos para su hermano menor, que a medida que ambos iban creciendo, también iba creciendo este sentimiento hacia ella.
Lamentablemente, Mérida tuvo que parar sus estudios por problemas de salud, algo orgánico y todos creerían que sería solo un año como mucho, pero nadie imaginó que esto desembocaría en una terrible depresión que la acompañó algunos años más, pausando así sus estudios.
Su madre y su hermano nunca la abandonaron, fueron su sostén en todo momento, a diferencia de su padre que se distanció de ella durante esos años porque consideraba que las enfermedades mentales eran de débiles.
Finalmente Mérida pudo volver a tomar las riendas de su vida y retomar sus estudios, pero notaba que las cosas en su familia ya no eran las mismas y nadie quería explicarle qué estaba sucediendo. No obstante, ella siguió confiando en su padre a ciegas, sabía que tendría sus motivos y pronto se los contaría.
