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La Penumbra

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Blurb

Novela de suspenso, sobre las dificultades que enfrenta un hombre a una realidad frágil y subjetiva, al encontrarse en un entorno que parece hasta surreal para consigo mismo.

La noche se vuelve la cuna de los olvidados, donde los temores se hacen realidad y los mayores miedos son los que te hacen temerle a la oscuridad.

La penumbra nos inmersa en la irracionalidad del ser humano ante una situación de peligro, un miedo ha algo que no se ve o no es comprobable su existencia. Aprovechando este desliz mental que tienen como concepto los humanos, sobre a lo que se debe tener y a lo inexplicable o inexistente.

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El frío de la noche
Capítulo I Estando en un parque y sin saber qué hora era, y cuanto mucho lo único que tenía entendido era que ya debía ir a casa, pero no recordaba ni en donde estaba, sé que estaba en un parque, pero ¿En cuál?, en mi ciudad había por lo menos 12 parques, y para mí en ese momento y en la oscuridad de la noche, todos eran iguales o el mismo. Me arme de valor y me puse a caminar en la soledad de la noche, hasta encontrar algún lugar que reconociera, caminaba y seguía tan perdido como al principio, no encontraba el camino a casa. Unos minutos después de caminar arropado por la oscuridad de la noche, vi un callejón que se me hacía familiar, “el callejón del Muerto” –exclamé–, ya sabía que al cruzar ese callejón llegaría a la calle donde vivía, me arme de valor y propuse a pasar por allí, al dar el primer paso en el “callejón del Muerto”, un frío recorrió todo mi cuerpo, y sentí que mis latidos se aceleraban. Mi embriaguez no me permitió ver bien el camino y tropecé al dar el segundo paso. Todo se nubló… Todo se volvió una completa oscuridad que me abrumaba y no encontré alguna luz o farola que me diera, aunque fuese un mínimo rayo de luz. Me hallaba en un lugar donde el frío era constante, pero no tan fuerte, y sentía que una brisa me golpeaba, pero no sabía ni siquiera si estaba en un lugar al aire libre. Al parecer ya no me hallaba en aquel callejón. Creo que mi mente jugaba contra mí mismo y no me dejaba distinguir entre lo real y lo que posiblemente no lo era. Imaginaba ruidos y murmullos y al mismo tiempo un inmenso silencio, sentía que mi realidad se trastornaba y no me dejaba pensar con claridad. Creí volverme loco en ese instante. Ni con todo el valor con el que me había armado, me era suficiente para el terror que me invadía, un frío tenaz que me hacía temblar. Ya no solo temblaba de frío, sino que también de un miedo irracional e inexplicable para mis pensamientos trastornados por los efectos del alcohol. En ese mismo momento me repetía yo mismo en mi mente, que no debía volver a beber de esa manera tan desenfrenada, —acaso estaba loco al beber de esa manera—. Un mormullo escuché tan cerca al odio y volteé de manera tan abrupta, que en el estado en que estaba me hizo irme al piso y ya en el suelo escuché pasos, estos pasos que no sabía de donde provenían, ya que no se lograba ver algo en tal oscuridad. Creí estar aliviado por estos pasos, pero me di cuenta que realmente no había nadie más allí, estaba solo, con frío y con miedo, que no me dejaba incluso levantarme del suelo. Pensé en quedarme allí hasta que amaneciera o que, aunque fuese saliera el primer rayo de sol, para irme a casa, pero mi frío y mi miedo me recordaban que eso era una completa estupidez. Me levanté para seguir hacia casa o por lo menos intentarlo, lo más irónico que pasaba, era que aún me sentía ebrio, ¡realmente fue una noche de tragos loca!, al dar otros pasos me di cuenta que por lo visto iba al lado equivocado, había girado y caído. No sabía si iba en la dirección correcta o me regresaba por dónde había entrado. La oscuridad era mi mayor enemiga en ese momento. Quería volver a casa y me empezaba a desesperar por mi inútil actos de intentar llegar a casa. Me dije a mi mismo que en algún momento debía llegar y pues mejor continuo, caminé y el trayecto se hacía la mayor distancia que había caminado en mi vida, pensé en correr, pero sabía que, si lo hacía, me estamparía de cara contra el piso por no poder mantenerme estable al caminar. Con miedo, pero con más ganas de salir de allí, eso me motivó de una manera tan desenfrenada que no me iba a quedar allí ni, a esperar que amaneciera ni mucho menos a qué algo más pasará y me provocará un cuadro de locura. Avanzaba a paso lento, pero constate, tampoco quería caerme y quedar en ese tenebroso lugar. Caminando en la inmensa oscuridad, y con ganas de correr, la valentía no existía en ese momento en mi ser; cansado, con miedo y frío, sin saber si iba en la dirección correcta. Todo eso me consternaba y después de dar unos cuantos pasos más, simplemente me desplomé contra el piso y perdí el conocimiento, mis pies estaban tan helados que casi ni los sentía, mis fuerzas se habían extinguido en ese instante, en ese lugar, esa fatídica noche después de unos tragos. Lo que me agobiaba ya no era mi temor, sino que mi propia mente se volvió en contra mía y no quiso seguir luchando y decidió dejarme morir en el maldito callejón de los cuentos y leyendas que utilizaban para atemorizar a la cuidad de Malavé. Tan grande que era la ciudad y termine exactamente en ese lugar, que decía estar maldito y yo de pura mala suerte llegue allí. Mis amigos no estaban, hasta cuestione la verdadera amistad que me tenían esos desgraciados, estaba solo y no recordaba cómo había llegado a este sitio, ¿Dónde estaban esos llamados amigos? ¿Por qué no podía seguir? Preguntas que bombardeaban mi mente y trastornaba mi racionalidad, estaban parando a loco, y no solo a loco, sino que pronto sería más de una pésima leyenda que siguiese haciendo al callejón con mote de maldito. El aire me olía a mal, olía a muerte, a mi muerte. Con más ganas de morir que de salir de allí, simplemente me había resignado a quedar allí y esperar mi fatídico momento final. Algo o alguien debía hacer algo para salvarme de mi desgracia. Y fue en mi peor momento que comprendí que debía ser nada más que yo y solamente yo, el que debería salir de allí, por mis fuerzas, por mis ganas, las ganas de vivir que pensaba que ya estaban muertas, cómo yo habría de terminar sino me rendía. Con el pecho sin aire, sin fuerzas en las piernas debía continuar, y volver a vivir. Desplomado en el piso todos estos pensamientos invadieron mi mente y me hicieron pensar más en mí y en todo lo que había hecho con mi vida. El encontrarme en esta situación era triste incluso para mí, solo quería salir y hacer algo mejor conmigo y para con mi familia, sé que Alice no se merecía mis borracheras cada fin de semana y que mi vida era un desastre y yo era el único responsable de todo este horror y mi infierno, era el día a día que yo vivía, haciendo y deshaciendo a todo placer. –En momentos de más desesperación, la mente humana suele actuar de maneras que carecen de tener algún sentido–. Sentí que mi alma se apartaba de mi cuerpo y me dejaría en el frío suelo en una hora dónde las leyendas toman cabida y atormenta a los desolados. Allí en el suelo, escuché unas palabras a mi oído que no logré entender, pensé que habría sido la misma muerte susurrando a mi oído, diciéndome que mi momento de irme había llegado y que esa noche sería la última, mi pecho se había vuelto grande y el corazón sentía que iba a salirme, mis latidos eran como tambores y me respiración se me dificultaba, al grado de sentirme muerto en vida. Ese instante que sientes estar muriendo y ves tu vida pasar por delante de tus ojos eran tan real, supe de inmediato que no estaba allí por casualidad o por mi estado de embriaguez tan fuerte, sino por todo lo que había hecho en mi vida por todo lo malo que había hecho. El diablo había venido a cobrarme cada cosa que había cometido y sabía que mi destino ya estaba escrito y este sería mi final y así lo aceptaría. Alice había sufrido tanto por mi culpa, lo sabía y ya no había vuelta atrás, la maltraté desde ese día que la arranqué de su familia y de su lugar natal a tan poca edad, había hecho con ella cosas terribles y la había golpeado tanto, ya pedirle perdón era inútil. Solo quería que después de mi muerte ella me perdonará por todo lo que la hice sufrir. Creo que ni una lágrima derramaría cuando se enterara que ya había muerto, y que me recordaría con odio y yo entendería que eso es lo único que me merecía. Todo lo que había hecho no habría sido tan legal o correcto, pero mi vida había fue demasiada triste y no me justificaría por mi pasado todo lo que hice y a quienes hice sufrir con mis acciones desenfrenadas. Mi momento había llegado y si me habría dicho que moriría esa misma noche lo habría creído, con una mirada al primer rayo de sol en el horizonte cerré mis ojos y solo exprese “uno más, uno menos da lo mismo” … Sentí una brisa pasar por mi rostro y abrí mis ojos y me encontraba en una sábana inmensa dónde no había nada más que hierva y árboles a mis costados. Me pregunte si esto era una especie de cielo y me levanté para ver el lugar donde estaba y observé un hombre pastando unas ovejas y pensé en preguntarle dónde estaba, y a lo que me acercaba observada que todo se tornaba oscuridad y volví a sentir esa sensación de desespero que había sentido en ese callejón maldito y cuando estuve lo suficientemente cerca y una oscuridad inmensa, le dije -¿Usted sabe dónde estoy?- no me daba respuesta, así que me acerque a un más para decirle de frente ya que el hombre me daba la espalda. Le toque el hombro y cuando lo observé quede completamente petrificado, su rostro estaba caído a pedazos sus ojos colgaban de su cuenca y gusanos comían su cara de adentro hacia fuera, podía ver hasta sus ceses, lo más escalofriante es que aún seguía de pie y que sus ovejas estaban bien y seguía pastando. Volteé a ver las ovejas y seguían en perfecto estado, a lo que devuelvo mi mirada al hombre, ya no estaba y eso me heló la sangre, mis manos temblaban de una manera incontrolable, sentí tanto miedo como en el callejón. Y aún no sabía dónde estaba y porque había llegado allí, castigo divino pensé en ese momento, en mi cabeza rondaban más preguntas que respuestas y no sabría cómo responderlas. Así que, predispuesto a saber la verdad, camine a dónde se dirigían algunas ovejas, si ellas eran alguna señal para mí. Vi que llegaban a un risco en las que se lanzaban y morían al impactar contra el piso, que momento tan macabro, volví a la cruda realidad en un lapso de tiempo tan corto. ¿Por qué lo hacían? Creo que no eran conscientes de lo que hacían. Decidí ir de nuevo a dónde estaba las ovejas y ya no estaban, pero camine en la dirección contraria y logré disipar una especie de pueblo a lo lejos y me dirigiría allí, en busca de respuestas a el montón de preguntas que tenía con respecto a todo lo que estaba pasando. La noche volvió a caer y me dije en mí mismo que esto debe ser algo malo otra vez, pero está vez ya no le tenía miedo a la muerte si no a lo desconocido, pero mis ganas de salir de allí eran aún más grandes, pero debía obtener información de cómo lograría salir. Más que decidido, llegué a la entrada de ese escalofriante pueblo, en la entrada de este colgaban piezas como especie de llaves o piezas de hierro, que, al paso de la brisa, sonaban y se escuchaba como unas campanitas que avisaban la muerte. Vi que no había nadie en las calles y las casas estaban bastante desgastadas, una puerta estaba rechinando y mi piel se erizó, sabía que algo malo estaría por suceder otra vez. Recorriendo las calles de ese lugar solo se veía soledad y desolación. Mi mente ya asociaba una noche fría con miedo y que era el lugar donde los temores de los hombres se hacían tan real que sentías morir en vida. Aún no encontraba respuesta a mis dudas y observé un parque… Me acerqué a ese parque y de repente el clima se tornó hostil y muy pesado, sentía que me observaban. Observé mi alrededor y no se veía nadie en ese lugar, estaba completamente solo… —o eso creía yo—. De reojo logre observar una sombra que había pasado velozmente por uno de los bancos de ese desolado parque. Una sensación de miedo me abrumó, y de momento ya no era solo una sino varias sombras, que veía, creí que era mi imaginación. Pero vi que todas esas sombras se habían colocado en una fila y se dirigían así mí. Yo corrí por una calle y observé que venían detrás de mí, me perseguían esas cosas, aunque yo corría con todas mis fuerzas, ellos venían de una manera muy serena, casi que caminaban sobre el aire. Logre contar unas 8 o 10 sombras, una igual a la otra. Parecían tener capuchas y completamente negras casi que trasparentes. En mi afán de huir, me di por vencido y en un pequeño montículo de arena, me arrodillé y alcé mi mirada al cielo, tenía un yo rojizo en cielo en aquel momento. Esperando que esas sombras me agarraran e hicieran lo que querían hacer conmigo, baje mi cabeza y con la mirada al suelo, cerré mis ojos y espere lo peor. Después de un rato, —no sé cuánto había pasado, mi tiempo ya ni lo entendía—, me di cuenta que no había pasado nada y abrí mis ojos y observé que volvía a estar solo, y las sombras ya no estaban. No sabía que había pasado con esas sombras, pero tampoco me sentía muy aliviado, podrían volver en cualquier momento o peor aún podía parecer algo peor. No me sentía seguro en ese lugar y sabía que debía salir, pero aún no hallaba la manera de lograrlo. No había nadie en ese lugar y solo estaba yo, acechado por algún ente que me quería hacer daño, con tanto miedo no solo por mi vida, si no por las preguntas que me martiriaban la mente, pensando en cómo se habría estado sintiendo Alice, sin saber de mí, capaz estaría hasta aliviada de que ya no estaba haciendo de su vida una total desgracia, peleas a diario por mis borracheras, y por lo terrible que fui como esposo, nunca supe valorar a la mujer que estaba a mi lado, y el recordar que ya no podía reivindicarme era lo que más me atormentaba. Aquel lugar no solo se había vuelto el lugar donde mis temores se habían vuelto realidad, sino que también un sitio donde había estado viviendo una mira retrospectiva de lo que era mi vida antes de toda esa situación tan desesperante, quería volver y enmendar mis errores, pero el hecho de ni por lo menos saber dónde me encontraba, o si ya había muerto, me llenaba de mucha tristeza y si eso era un castigo por todo lo que había hecho en mi vida, por todas a quien le hice tanto daño, pues creo que ya era suficiente para mi alma y para mí espíritu. Mi pecho lo sentía pequeño y mi respiración se volvía más difícil, mis manos estaban heladas y el inmenso terror me inundó al recordar que así me sentí en el callejón del muerto, esto iba a volver a pasar y ahora no sabré donde iré a parar, con estos pensamientos que me agobiaba, me dije a mí mismo que esta vez lucharía por mi vida o por lo que quedaba de ella, no tenía miedo a lo que se presentara. A lo que le tenía verdadero pavor, era a no saber a qué me enfrentaría. ¿Volverían las sombras? —me preguntaba—, estaba dispuesto a combatir y estaba armado de valor, el suficiente para estar tan demente para enfrentar algo que no comprendía mi mente, “es el momento y no me rendiré”, —esta frase me motivaba de una manera inexcusable—, pero me sentía tan confiado en mí mismo y en lo que yo… —un tipo sin nada que perder, luchado por su vida eso si es peligroso—. Al horizonte logre distinguir una de esas sombras y con rabia le grité que me diera la cara y no escondiera de entre la oscuridad. Alcé la voz muy fuertemente para por lo menos intentar espantar esa sombra, sabía que era tan inútil, como mi manera de racionar en ese momento, ya que no era la mejor, pero era lo único que podía hacer, sabía que correr era inservible y que por mucho que me esforzará, me alcanzaría. Me puse en posición como todo un combatiente y esperaba a aquellas sombras, si ese era mi momento daría todo y si mi destino ya estaba escrito, y debía morir ese día, pues lo haría luchando. La sombra estaba con los brazos extendidos y se dirigía hacia mí, esperaba lo peor, pero con el espíritu con la mayor fuerza. De una manera repentina, la sombra se disipó con el aire, y un inmenso silencio rodeó el lugar. Me vi extrañado en ese instante y viendo a los lados, me volví a encontrar nuevamente solo, ¿Qué habría pasado con las sombras que se encaraba contra mí? Y ¿Por qué desapareció de esa manera tan extraña?, volvían preguntas a atormentar mi mente y sin respuesta alguna, ese me hacía sentir más confundido. En ese momento yo dudaba de mi propia existencia y de que si aún seguía vivo o estaba muerto y en una especie de lugar transitorio, donde iban las almas para hacer atormentadas por sus malas acciones en vida, eran teorías que rondaban en mi cabeza y una más descabellada que otra. Sin respuestas a nada, decidí experimentar y ver qué tan real era esto, y por lo menos entender dónde estaba. Caminando por una de las calles, adornada con banderines y panfletos que daban una especie de tributo a un ente sin cara, —este lugar se tornaba aún más misterioso—. En el suelo había una inscripción en una lengua que no entendía, eran como símbolos y garabatos extraños. —¿Qué querrán decir todas estas extrañas inscripciones? —. Seguí caminando y me topé con una iglesia, ya bastante dañada y con ventanas rotas y la puerta a punto de caer, el campanario estaba derrumbado y la cruz colgaba de tal forma que se veía estar de cabeza, quise entrar allí y ver que había dentro de esa arruinada construcción. Una sotana en la entrada fue lo primero que logré ver, al observarla detalladamente, vi que estaba con unas gotas de lo que parecía ser sangre, eso me hizo sentir un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Ya en la iglesia absorbe muy desgastado las bancas de madera estaban echas aserrín por las termitas, y el piso casi roto por todos lados, un púlpito hecho pedazos como si alguien lo había destruido intencionalmente con un hacha, —¿Qué mente tan retorcida, entra a una iglesia y hace tal sacrilegio? —. Algún extremista tocado por el demonio, solo alguien así podía cometer cuya atrocidad. Los ídolos estaban todos hechos más que polvo y la estatua del Jesucristo con la cruz, se hallaba en el piso sin su cabeza. Vi a los ventanales y de ellos emanaba una luz, me pareció muy extraño, ya que afuera estaba todo envuelto en una oscuridad, no había sol en ese lugar y esa luz era la misma que proviene de un rayo de sol de mediodía, topándose con ese ventanal. Un momento extraño, pero para todo lo que había pasado ya no me era tan relevante como con las sombras o ese lugar donde estaba, un sitio donde la normalidad no existía. Caminando entre el suelo roto y en medio de salón, me topé con que al final del estrado había una puerta, me llamó la atención que esa puerta estaba en perfecto estado y hasta esa pintura blanca estaba limpia y muy bien conservada. Me dio curiosidad saber que se podría hallar detrás de esa puerta. La duda me carcomía y me dispuse a averiguarlo. Me acerqué y puse mi mano en la manilla y logré escuchar los latidos de mi corazón, con tal nitidez que pareciera que estuviera mi oreja en mi pecho. Al darle la vuelta a la manilla y abrir así la puerta, me di cuenta que estaba cerrada y con una gran frustración encima le lancé una patada a la puerta y quise derribarla y la golpeé para que cediera, pero la puerta no se caía, ni rompía, —mi ilusión por qué esa puerta fuese la salida de ese maldito lugar, se vio desboronada por en un segundo—. Me arrodillé recostado de la puerta y bajé la cabeza entre mis rodillas y me sentí tan frustrado, triste y enojado a la vez, todas esas emociones revueltas me hacían sentirme perdido y desorientado, sin esperanzas de lograr salir de allí. Un inmenso dolor me abrumaba y no sabía qué hacer. Estando un momento arrodillado en el piso, supe que debía buscar la manera de abrir esa puerta, y alcé mi mirada en busca de alguna cosa que me ayudara a derribarla, las bancas echas solo polvo no me servían, no había candelabros en esa iglesia, realmente no había nada de hierro realmente, y me levanté, empecé a recorrer la iglesia en búsqueda de algo que sirviese como una especie de palanca, pero aún no encontraba nada. Recordé las llaves que colgaban en la entrada del pueblo, y me fui en búsqueda de ellas, con la esperanza que alguna de ellas sirviera. Me propuse a buscarla y salí de la iglesia y en camino a la entrada de ese pueblo, y me topé con que el parque que estaba al frente ya no estaba y en su lugar había un hospital psiquiátrico y estaba en ruinas, como habría llegado eso allí si antes había un parque, comprendí que en ese lugar no era real, ya que eso no es racional. Me invadió la curiosidad de saber que podía encontrar en ese lugar tan escalofriante, pero debía encontrar las llaves para la puerta que estaba en la iglesia y puse rumbo a la entrada con desespero y corrí para llegar aún más rápido, entre las calles desoladas y entre casas abandonadas, corrieron observado de reojo vi a una persona asomada en una de las ventanas y deje de correr y volteé a ver y en la ventana no había nada, juro a ver visto a un hombre mayor de poco cabello con una chaqueta marrón claro, de pie inmóvil viendo por esa ventana, —¿Acaso habría sido mi imaginación jugando una macabra broma? O ¿Realmente sí estuvo alguien allí y desapareció? —. Decidí continuar y omitir eso y mientras caminaba seguía dándome vueltas en la cabeza esas preguntas, ya finalmente en la entrada del pueblo, allí estaban las llaves, bastante desgastadas y corroídas por el óxido. Ahora debían alcanzarlas ya que colgaban del arco de la entrada. Intente tumbarlas a piedras y eso fue inútil, no podía escalar el arco ya que no tenía por dónde agarrarse. Pensaba si allí se podría hallar alguna escalera o algo en donde subir y alcanzarlas, se hallaban más o menos a unos tres metros del suelo y observando a mi alrededor observe un barril cervecero de madera, y fui a buscarlo y al no tener casi contenido se me hizo muy fácil en rodarlo a debajo del arco, y me subí a él, era bastante viejo aquel barril, pero aún resistía mi peso, algo inestable. Estire mi brazo y logre tomar todas las llaves que estaba allí colgando, sentí que el barril se le estaba rompiendo la madera y al intentar bajar el barril se rompió y caí en una madera clavándose en mi pierna en la parte del músculo peroneo lateral corto, caí al piso sin poder caminar. Con un inmenso dolor y con mi pierna desgarrada esperaba lo peor en ese momento, el barril solo tenía agua y se había derramado perdiéndose, una gran sed me invadía y el agua desperdiciada en la arena. Sentía que otra vez se me desboronaba el mundo a pedazos en mis manos, estaba inválido ahora y debía llegar a la iglesia a probar si alguna de las llaves servía para la puerta, y no me quedaría de otra que llegar cojeando de una pierna, mi pierna derecha estaba dolorida y mi izquierda desgarrada, —exclamé— ¡que más mala suerte me merezco! y con mi un inmenso dolor me levante como pude y me dirigía a la iglesia a como diera lugar y con más ganas que fuerzas, cojeando iba, me caí varias veces no recuerdo que tantas veces pero me levanté en cada una de esas caídas, no me dejarían vencer, ni mucho menos dejarme morir en el piso, mi alma y mi cuerpo no sincronizaban en ese instante pero luchaba por mi vida casi arrastrándome llegue a la entrada de la iglesia y las cerámica rotas me lastimaban al caer al piso, gritado de dolor seguía sin quedarme en el piso, mi determinación era inamovible y ni mucho menos inquebrantable. Ya frente a la puerta, probé las llaves oxidadas en la puerta y solo una entro al darle la vuelta para abrirla, por el óxido y lo desgastada que estaba, la llave se partió dentro de la manilla. Mi frustración fue tan grande que rompí en llanto y ya quería morirme allí mismo. Empecé a golpear desenfrenadamente la puerta para que cayera, pero mis esfuerzos eran inútiles, mi estado de dolor y desespero me hizo que me tirara con todo el peso de mi cuerpo y la puerta se astilló y me di cuenta que podía tumbarla si me volvía a tirarme sobre ella, en el segundo intento, tome impulso y corría cojeando, pero con el suficiente ánimo para seguir luchando, al darle el golpe la madera se había fisurado y era el momento de un buen golpe. Tome más impulso esta vez y me balancee hacia la puerta, como si de un toro salvaje que enviaste a su opresor, y al chocar con la puerta sentí que mi brazo se salió de su lugar, y me di cuenta que me había dislocado el hombro, y la puerta habían caído, en fin, con una pierna desgarrada y un brazo dislocado, por fin había logrado entrar por esa puerta. No fue nada fácil poder llegar allí, pero lo había logrado. Al estar ya dentro, vi que había unas escaleras que conducían hacia la parte de abajo, y me topé con que algunos escalones estaban tan dañados que debía saltarlos para pasarlos, y me dispuse a bajar las escaleras y descubrir a donde se dirigían, y bajando y saltando, escalones con mis dolores. Resbalé en un escalón y sentí que el golpe había llegado al hueso de mi pierna desgarrada, grité de dolor y me quedé allí un instante mientras pasaba ese dolor. Me levanté y continúe bajando, llegue a una especie de catacumbas, había muchos huesos en las paredes fue una escena desagradable Al estar en ese lugar me sentí algo incómodo, quise salir de ahí, pero sabía que por todo lo que había pasado, eso era una completa estupidez y no debía. Continúe caminando por el pasillo de esas catacumbas. Logre observar a cuatro personas colgada de las manos y de espalda hace mí, un escalofrío me inundó, sentía estar muy atemorizado. Me acerqué muy lentamente mientras cojeaba de mi pierna y agarrando mi hombro dislocado y al ver ese montón de huesos que se encontraba, así que decidí agarrar un fémur y usarlo de bastón para poder caminar por este pasillo y acercándome a los cuerpos, distinguí que era una mujer y tres hombres. Muy tembloroso vi al primer hombre, estaba irreconocible, su rostro se lo habían arrancado y su pecho abierto de par en par, estaba degollado sus brazos, y sus piernas completamente rotas y de punta a punta, sus vísceras colgaban y caían al suelo, sus órganos parecían estar triturados y cercenados, como si un perro había comido de adentro hacia afuera y con sus costillas rotas. La sensación de vomitar me vino y vomité sobre todo ese charco de sangre y vísceras del hombre, fue tan asqueroso ese momento. Gusanos recorrían todo el suelo y salían de entre el cuerpo del hombre, que allí yacía, moscas posaban en el rostro del tipo, y entraba por un orificio y salían por otro, se había vuelto el criadero de un montón de moscas y gusanos que recorrían las entrañas de aquel pobre diablo, —¿Cómo habría llegado allí y quién le habría echo tal atrocidad? —. No pareciera que un humano habría sido capaz de hacer tal escena tan horrorosa, pareciera que un animal salvaje lo hubiera hecho, pero la estar colgado y degollado tal manera, solo la mano de un hombre, algún trastornado mental, un psicópata serial o algún criminal demasiado despiadado pudo haber cometido algo así. En el cuerpo del hombre estaba un tatuaje en el pecho que estaba abierto, una serpiente enrollada en un jabalí, ese tatuaje me era muy familiar, y recuerdo haberlo visto antes en alguien antes, pero no lograba recordar a quien fue.

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