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La chica de la herencia roja (español)

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Blurb

Aixa se ve obligada a darle hospedaje al chico que ama pero que no la corresponde y que solo la utiliza para su beneficio.

Mientras que ella se siente sola a pesar de que tiene a dos padres que la aman, su profesor de Biología, Andrew, comienza a obsesionarse con la joven y varios secretos y misterios sobre su identidad comienzan a revelarse.

¿Te atreves a saber qué ocurre?

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Capítulo 1
(Sígueme en **: Flortomboy) CAPÍTULO 1 Los fuegos artificiales florecían en la noche estrellada de verano. Me quedé observando con admiración, como si los viera por primera vez en mi vida. Observé cómo la gente estaba fascinada, sonriente, de buen humor. Me encantaba, aquel sentimiento, era contagioso, chispeante. Comía mi cono de patatas fritas, con los ojos pegados a aquellos colores que estallaban en el cielo. Lucy, mi amiga, estaba a mi lado, con una sonrisa plantada en sus labios pintados de un rojo vivo. Ella tenía su melena pelirroja recogida con una goma negra, llevaba una sudadera negra pegada a su cuerpo y unos jeans azulado, con unas Vans grises. Me miró, sin dejar de tener aquel entusiasmo. —Esto es asombroso, Aixa. Dios, amo demasiado los fuegos artificiales. —Creo que no sabía eso hasta que vi tu rostro. —le dije, soltando una risa al final de mis palabras. —¿Qué tienes pensado hacer este verano? ¿Te quedaras aquí? —Sí, creo que sí, al menos que me ofrezcan una propuesta que sea de mi interés. —Te ofrecería que vengas a Miami conmigo y mi madre, pero Sam... —Lo sé, Lucy. —la tranquilicé— Y sé qué ambos la pasaran genial, también es tu oportunidad para que tu madre sepa con la clase de chico con el que estás. Verán lo increíble y lo amable que es. Lucy llevaba de novia con Sam hace ya seis meses. Él era su primer novio y ella, al ser hija única, era cómo un tesoro para su madre. Era un momento importante, sus primeras vacaciones juntos, e incluso me sentía igual de entusiasmada por ella. Con Lucy nos conocimos en la escuela hace tres años atrás y no nos separamos desde aquel entonces. —No puede ser. —me dijo, atónita, con la vista en algún punto de la multitud— Él está aquí. —¿Quién? ¿Sam? —¿Eh?¡No, mira! La seguí con la mirada, buscando a aquella persona que Lucy me decía. Hasta que mis ojos lo encontraron a la distancia. Se me detuvo el corazón, dejando automáticamente las patatas fritas que tenía pensado llevar a mi boca. Sentí un raro cosquilleo en la mano, que provocó que soltara el cono y cayera en la arena, derramando todas las patatas fritas. —Maldición. —exclamé. Estaba tan nerviosa que comencé a juntar las patatas nuevamente en el cono, pero ninguna se había salvado ya que todas tenían arena. ¿Qué hacía él aquí? ¿Quería matarme de un infarto? Bueno, estaba en su derecho de venir a la playa a celebrar el comienzo del verano, pero...Dios, no quería verlo. —Tengo la necesidad de irme, pero no quiero hacerlo cada vez que lo veo. También tengo el derecho de estar aquí. —le dije a Lucy, decidida. —Sé qué te es imposible ignorarlo porque lo amas, y demasiado. Pero ya déjalo ir de una vez por todas y consíguete a alguien que te corresponda, maldita sea. —soltó, enojada. —Oh gracias, cómo no se me ha ocurrido antes. —le dije, sarcástica. Él estaba en la orilla junto a sus amigos, riendo y bebiendo algo que no pude distinguir. Deseaba que fuera jugo de naranja, pero mi suposición era poco probable. Tenía dieciséis años, seguramente le gustaba beber alcohol y experimentar con cualquier tipo de bebidas. Lauter sonreía junto a la orilla y charlaba con sus amigos, seguramente pasándola genial. Suspiré, cómo me gustaría que tan sólo me hablara mí. Y no pedía que sea una charla sobre algo en específico, sino que, fuera algo tranquilo, de cualquier cosa. Mi deseo era que simplemente me hablara. —Deberías hablarle tú. Anímate. —me alentó Lucy, como si hubiera leído mis pensamientos. —¡Por supuesto que no! —Entonces espera a que él te hable. —Eso no ocurrirá jamás. —Tú no sabes qué ocurrirá en el futuro. Entonces volví la mirada hacía donde estaba él, pero no lo encontré. Sentí una oleada de tristeza, pero a la vez de alivio. —¡Sam, viniste! La voz de mi amiga, chillando de felicidad, me sacó de mis pensamientos. Sam se acerba a nosotras, con una media sonrisa dedicada a Lucy. Ella se lanzó a sus brazos apenas lo vio, y él la recibió con besos en las mejillas. Aquella imagen me hizo sonreír. Me alegraba que estuvieran tan bien. —Te extrañé horrores, no vuelvas a separarte de mí. —le dijo ella, fingiendo estar enojada. —Pero si nos hemos visto hoy a la tarde, Lucy. —dijo el chico, con los ojos bien abiertos. —Nunca es suficiente. —¿Cómo estás, Aixa? —me saludó él. —Bien, estaba por ir a comprar otro cono de papas fritas. Si tienen hambre puedo traer dos conos más. —Sí, estaría bien. Ambos asintieron. Sam me ofreció dinero, pero yo me negué al instante. —Yo invito. —les sonreí, y me alejé antes de que insistiera en pagar él. Me adentre entre la gente, bajando la colina de arena y así llegar a los puestos de comida rápida. Había delante de mí aproximadamente cinco personas. Me saqué las sandalias para disfrutar la aún cálida arena, enterrando mis pies en ella. Entonces, escuché su risa detrás de mí. Me quedé tiesa, deseando que no fuera él. —¿No saludas, Aixa? Odie entonces Alexander, mi compañero de escuela, por decir eso. Me vi obligada a voltear y saludarlo a él, al resto de sus amigos y a Lauter. Maldita sea. —Hola chicos, ¿cómo están? —mi voz sonó demasiado firme como para que se me notaran los nervios. Eran cinco en total, sólo conocía Alexander y por supuesto a Lauter. Parecía que hubiese contado un chiste, ya que no paraban de evadir risas y para que no lo notara, miraban hacía otro lado. —Bien, nos hemos acercado a ti para decirte que aquel chico —apuntó a un joven que estaba a una distancia no muy lejana de nosotros y que miraba en nuestra dirección— es nuestro amigo y ha preguntado por ti. Da la casualidad que nosotros te conocemos y nos ha pedido tu número de w******p. Me había quedado muda. Miré a Lauter un instante y él se encogió de hombros, como si fuera ajeno al asunto. —Dile que no muerdo y qué él mismo puede venir a pedírmelo. —Es que es muy tímido, Aixa. —dijo, para mí sorpresa, Lauter. Tenía ganas de decirle que estaba enamorada de él y que no me importaba otra persona que no fuera él. —No fue tan tímido cuando les pidió que hablarán conmigo. —Tienes carácter, me gusta. —puso su mano en mí hombro, con una sonrisa cómplice. Le sonreí, sintiendo como mis mejillas se ponían como un tomate. Estábamos hablando y ya había logrado tener contacto físico con él. Debía correr y contárselo a Lucy. O mejor, debía mantener la calma. —Si no sé digna a venir aquí ¿Pueden mostrarme una foto de él? Alexander tomó su celular guardado en su bolsillo de sus pantalones cortos, y abrió su **. Luego, abrió el perfil del chico que quería algo conmigo y me mostró su última foto publicada. —Se llama Finn, tiene diecisiete años y es hermosamente soltero. —me dijo Alexander, deseando que le dijera que sí. Me salí de la fila del puesto de las papas fritas y miré atentamente las fotos de aquel chico. Tenía el cabello n***o al igual que sus ojos, un rostro bonito y parecía alto. También, parecía fanático del gimnasio, ya que la mayoría de sus fotos eran sacadas allí. —Es guapo. —admití. —Lo sabía —soltó Alexander, como si hubiera logrado algo con eso.—¿Eso es un sí, Aixa? —Oye, no presiones a la chica. —le dijo Lauter, con un tono de advertencia. —¿Qué intenciones tiene conmigo? —le pregunté a él. —Espero que las mejores o le daré una golpiza. —¿De dónde es? No creo haberlo visto. —Es de la escuela, va a un curso superior al de nosotros. —respondió Alexander. —No sé... —Vamos Aixa, es buen chico. —insistió, Alexander. —No la obligaremos, no seas tonto. Deja que lo piense tranquila. —le dijo Lauter. La verdad es que quería estar con él en vez de estar con aquel tal Finn. —Acepto. Alexander comenzó a festejar, y Lauter no dijo nada, mirando a su amigo con cierto disgusto. Le pase mí número, esperando darle celos al chico que amaba. Pero ¿cómo podría darle celos a alguien que apenas sabía de mí existencia? —Eres grandiosa, Aixa. —me dijo Alexander, antes de marcharse junto a su grupo de amigos. El único momento que guarde después de todo aquello, fue que Lauter había tocado mi hombro, su mano me resultó pesada, pero suave para mi piel. Por suerte pude comprar los tres conos de papas a tiempo, ya que vi a la distancia cómo Sam y Lucy venían hacía mí dirección. —¿Por qué tardaste tanto?—me preguntó ella. —Un tal Finn ha pedido mi número de teléfono y le he dicho que sí. —¡¿Qué?! Te dejo dos minutos solas y ya te estás liando a un muchacho. Esa es mi amiga. —elevó la palma de su mano para que chocáramos los cinco. Pero cuánto lo hicimos, una enorme ola se aproximó hacia un grupo de personas que estaba en la orilla y los arrojó a la arena, sin explicación alguna. Escuché las risas de algunas y exclamaciones de otros. Sam no pudo evitar reír. —Oye, ¿Pero tú no estabas enamorada de Lauter Evans? —me preguntó Sam, volviendo su atención a mí. —Sí pero... No pude terminar de completar lo que iba a decir, ya que vi a Lauter parado en seco detrás de Lucy, estaba viniendo lentamente hacía nosotros, pero ya estaba a una corta distancia. Claramente había oído lo que Sam había dicho, y se notó cómo su rostro había pasado de relajado a sorpresa. Mierda, mierda, mierda. No por Dios, necesitaba que me tragara la tierra. Apenas Lucy se dio cuenta de su presencia, le pegó un manotazo al hombro de su novio. Sam me pidió disculpas en un susurro, pálido. —Venía a decirte que Finn te espera en el puesto de nachos. —me dijo Lauter, con la voz queda. —Graci... No pude ni siquiera terminar de hablarle que ya se había dado vuelta para marcharse. —¡Lauter espera, por favor! —le grité, desesperada para arreglar la metida de pata que había hecho Sam. Jamás tuve tantas ganas de asesinar a alguien. Subí la montaña de arena para lograr alcanzarlo, pero el griterío de la gente y la cantidad de personas que había, no me dejaba verlo con claridad. Mientras más subía, más me agitaba. Demonios. —¡Lauter! —grité, furiosa al ver que no se volteaba. Entonces las bebidas que la mayoría de las personas tenían en sus manos, explotaron sin razón alguna, provocando que me parara en seco. Aturdida y sintiéndome algo confusa por los gritos de espanto de las personas, empecé a subir más deprisa. No encontré a Lauter por ningún lado y las personas no dejaban que continuara mi camino, ya que la mayoría había salido cómo estampida, escapando de algo que no tenía sentido pensar ni creer, cómo si un fenómeno se hubiese ocupado de eso. No me preocupe, lo que más me importaba era encontrar a Lauter. —¡Oye, Axia! —escuché decir a alguien detrás de mí. Aquel chico que había visto en el celular de Alexander, estaba subiendo por la arena para alcanzarme. Tenía una camisa celeste, con palmeras negras, unos pantalones cortos grises y estaba descalzos, con sus sandalias en las manos al igual que yo. Quería decirle que ahora no, que no podía, pero no quería hacerlo esperar más. Él no tenía la culpa de toda aquella situación de mierda. —Oh, hola. —lo saludé, sonrojada y me acerqué a él. Era más alto de lo que creía, tenía los brazos muy marcados y una espalda gigante. Me sonrió, simpático y parecía algo avergonzado. —Si te estoy sofocando, lo siento, no pretendo acosarte. —me dijo rápidamente, con aire de disculpas. No, solamente estás impidiendo que vaya a frenar al amor de mi vida y así explicarle...ni siquiera sabía que iba a explicarle. Seguramente hubiera inventado alguna excusa para que no me vea como una loca que está enamorada de él. —No, no lo haces. Sólo me ha ocurrido algo. —¿Puedo ayudarte? Si quieres te acompaño. —No, está bien. —desistí en buscar a Lauter —¿Quieres beber algo? Finn resultó ser un chico muy interesante, ambos fuimos a un bar frente a la playa donde tomamos daiquiri de frutilla sin alcohol (por supuesto, sino mis padres me matarían). Le había dejado un mensaje a Lucy para que no se preocupara, junto a mi ubicación y con un "no te preocupes por lo de Sam, tarde o temprano Lauter debía saber que lo amaba". Finn entrenaba en el gimnasio, tocaba la guitarra y su música favorita eran las baladas románticas. Me parecía tan perfecto que comenzaba a pensar que era muy irreal aquello. —¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —me preguntó, tras beber un sorbo de su bebida. —Me gusta leer libros, dibujar y sobre todo ir a la playa. —¿Tu asignatura favorita en la escuela? —No tengo una asignatura favorita, la verdad. Es más, no me he puesto a pensar en ello hasta que me lo dijiste. —admití. — Me lo que sí sé es que eres muy tímido. —¿Por qué lo dices? —Mandaste a tu grupo de amigos para pedirles mi número de teléfono. —Evadí mandarte un mensaje porque ese grupo de amigos me ha dicho que no mordías y que podía venir y así, hablarte en persona. —Entonces no eres tan tímido como creí. —le sonreí. Que estuviera enamorada de una persona, no significaba que no pudiera intentar enamorarme de otra e intentar ser feliz por un rato. Tenía que saltar la página de una maldita vez. —Espero no incomodarte, pero...necesito preguntarte algo Finn. —Suéltalo. —¿Qué estás buscando? ¿Un rollo de una noche, una amistad o una relación seria? Por poco vi cómo aquel chico se ahogaba con su bebida y me miraba, sorprendido por mi pregunta. Espero no haber sido muy directa, pero me gustaba las cosas claras y punto. —Lo-lo siento. —se disculpó, nervioso. —Me ha dicho Alexander que tú querías acostarte conmigo. Me levanté de la mesa de un saltó, horrorizada. —¿Qué?¡No! ¿Por qué demonios te dijo eso? —N-no lo sé, sólo me dijo eso. Ambos vimos cómo me mirabas cuando estaba junto a los chicos en la orilla de la playa. —¡A la persona que estaba viendo era a Lauter, no a ti! —me obligué a tranquilizarme, él no tenía la culpa de aquel mal entendido —Lo siento, un gusto en conocerte. Debo irme. —Pero espera, eso no significa que no pueda pasar algo entre nosotros. —insistió, levantándose de la silla. —No, definitivamente no. Busco algo serio, no un rollo de una noche. Hasta luego, Finn. Le di un beso en la mejilla y tomé mi bolso. Me di la vuelta y lo miré, furiosa. —Dile a Alexander que se puede ir a la mierda. —Anotado. —me dijo, algo confuso. Salí del bar, completamente enojada con toda esa situación. Maldito sea él y su grupo de amigos. —¿Aixa? Me paré en seco y me di vuelta al escuchar la voz de Lauter detrás mío. —¿Qué haces aquí? —algo en mi se puso a la defensiva automáticamente. —Le envíe un mensaje a Lucy para corroborar si lo que había dicho Sam era cierto. —¿Y? —tenía mucho miedo de lo que me diría. —No quiso responderme. Me dijo que tú me lo dirías y que ella no se metería en esto. —¿Por qué le daría una patada en el culo? —Porque le darías una patada en el culo. —confirmó, con una sonrisa. Nos quedamos en silencio, esperando que alguno de los dos dijesen algo. Estaba tan nerviosa que no sabía qué decir al respecto. —¿Tu casa está muy lejos de aquí? —me preguntó, finalmente. —No, está a solo cuatro calles. Mis padres compraron la casa con intención de que esté muy cerca de la playa. —le conté, aunque no sabía exactamente por qué le decía eso. —Te acompaño si quieres, me imagino que vas hacía allá. —Quería quedarme en la playa aún, pero ya no tengo ganas de nada. —Es por mí ¿verdad? Su pregunte provocó un pequeño puntazo en mi pecho. Quería asentir, decirle que sí pero, a decir verdad, aquello sería un sincericidio si empezaba hablar. —De qué te sirve saberlo. —le contesté. —Buena respuesta. Auch. —Vamos, te acompaño. —me dijo finalmente. Empezamos a caminar, callados. No me atrevía a dirigirle la palabra nuevamente, pero tampoco podía quedarme callada, quedaría extraño. —Estamos en las mismas clases y nunca hablamos, ¿por qué? —me dijo, sonriente. —Supongo que estabas demasiado ocupado con tus amigos y chicas. —¿Chicas? —su tono sonó burlón. —Siempre estás rodeado de chicas. Carajo, seguir por aquel camino la conversación no me convenia. No quería que sonara cómo loca, pero ahora ya era tarde. Ahora él sabía que lo observaba cada vez que podía. —No te voy a negar que siempre hablo con chicas, es verdad. Pero no me interesa por el momento estar con nadie. Una patada en el rostro dolía menos, pensé. —Me parece perfecto. —me limite a decir. —Debes guardarte para mí. Si hubiera tenido un café lo hubiera escupido. Debería haberme pegado con un ladrillo en la cabeza. Dios, por qué dije eso. Lauter se echó a reir a carcajadas. —Me caes bien, Aixa Clark. —me dijo, cuando se calmó un poco. —Y tú a mí, Lauter. Sabe, mi, maldito, apellido. Quería chillar de felicidad. La noche acompañaba aquel momento, y sentía que todas las mariposas empezaban a aletear en mi estómago, diciéndome claramente que aquello sería inolvidable. Jamás creí que se me daría aquella oportunidad. —Y llegamos. —le dije, deteniéndonos frente a mi casa. No quería apartarme de él. Aproveché aquel momento para mirarlo, y así, su imagen me permitiría soñarlo aquella noche. Lauter era un chico alto, de cabello castaño largo y unos hermosos ojos café. Aquella noche llevaba una remera blanca y unos pantalones cortos rojos. —Te veré en la escuela. Un gusto hablar contigo. Y dicho aquello, sus labios viajaron a mi mejilla. —Gracias por acompañarme. —Lucy me dijo que no te dejara sola. —admitió, encogiéndose de hombros. —¿Lucy te pidió que me acompañaras? —Hasta me dejo tu ubicación para encontrarte. No iba a dejarte con el cretino de Finn. —Parecía buen muchacho hasta que me dijo sus intenciones conmigo. —le conté. —¿Qué intenciones tenía contigo? —se alertó. —Alexander le dijo que yo quería acostarme con Finn, porque supuestamente lo estaba mirando demasiado. —me expliqué. Lauter no dijo nada, se quedó allí con cara de serio, analizando lo que yo acababa de decirle. —¿Finn se quiso propasar contigo? —me preguntó, entre dientes. —No, él me ha tratado muy bien. Sólo fue un mal entendido. —Bien, me ocuparé de Alexander luego. —me dijo, con la intención de que me quedara tranquila. —Oye, debo irme. Me caíste bien, Aixa. Te veo en la escuela. Me sonrió, y se marchó, con las manos en los bolsillos y silbando por lo bajo. Yo me quedé allí, observándolo un instante. Tratando de procesar todo lo que había ocurrido, estaba tan pero tan feliz. La puerta de mi casa se abrió y la luz se prendió. Mi padre salió en su bata de tono piel y me miró, demasiado serio. Detecté que estaba enojado, al instante que lo vi. —¿Estás son horas de llegar? ¡Pasan de las diez! —me dijo, echando chispas por los ojos. —Lo siento, se me ha hecho tarde. —me excusé, tras rodar los ojos. —¿Quién era aquel chico? Tú no sueles tener amigos hombres. —Richard déjala en paz, qué te importa a ti su vida privada. —mi otro padre había salido, con su bata de tono azul. Tenía dos padres: Richard y Albert. Ambos me habían adoptado cuando era muy pequeña. Ambos deseaban ser padres y gracias a Dios pudieron realizar aquel sueño conmigo. —¿Qué me importa? ¡Pero si es nuestra hija, Albert! ¿Cómo no va a importarme? —soltó Richard, enojado con ambos. —Lauter Evans me acompañó a casa. Tiré esa bomba en el rostro de mis padres cuando me dejaron ingresar a la sala. Cerraron la puerta. Mi padre Albert pegó un gritillo de la nada y mi padre Richard me miró, extrañado. —¿Qué? —mi padre Albert se sentó en el sofá, se cruzó de piernas y me miró cómo si estuviese relatando la mejor historia de mi vida—¿Cómo hiciste para que eso pasara? —preguntó, estallando de emoción. Les conté lo que había ocurrido con todo lujo de detalles, no omití nada que no recordase. Finalmente, mi padre Richard quedó igual de emocionado, sentado junto a mi otro padre. —Creo que finalmente se dará que seamos amigos. —les dije, parada en el medio de la sala. —Yo creo que sí. Oh Dios, no puedo creerlo. —dijo Albert, sonriente y mirando a mi otro padre para ver su reacción. —Tómatelo con calma, Aixa. Sólo te ha acompañado a casa. —me dijo, encogiéndose de hombros. —Pero que haya hecho eso es un gran avance. Me habló y reímos. Esto es perfecto. —Ve a dormir. Ya es muy tarde. Saludé a ambos y me dirigí a mi habitación, sintiendo cómo la felicidad me invadía por aquella noche. Mi deseo por acercarme a ese alguien que amaba, era una sensación hermosa. Me sentía tan pero tan bien. Aquella noche soñé con él. A la mañana siguiente, el ringtone de mi teléfono no paraba de sonar. Hasta el punto de que me desesperé porque estaba asustada. Qué demonios pasaba. Entonces leí el mensaje de w******p que me había enviado Lucy: «Aixa ve el video por favor. Qué demonios. Ojalá sea una broma ¿¿¿Cómo lo hiciste??? Sería loco pensar que hayas provocado eso. Tu video está en todos lados. ¡AMIGA DESPIERTA POR FAVOR! » Su mensaje me dejó desconcertada. ¿A qué video se refería? Entonces abrí el link que me decía. Maldición, Alguien había grabado el momento exacto en donde yo le gritaba a Lauter para que regresara a hablar conmigo. Pero, cuando lancé ese grito, explotaron la bebida de todos los que estaban a mi alrededor en la playa. Fruncí el entrecejo, era inútil pensar que yo... nah, estaban enloqueciendo al pensar que eso lo había provocado. Lo que más me sorprendía era que ese video ya estaba en Youtube y en la mayoría de las r************* que utilizaba. Carajo...mi video ya estaba en todas las r************* . Sorpresivamente, Lucy me mandó otro mensaje: «Alexander está internado, alguien lo atacó anoche. »,  .... Hola, soy Florencia Tom, escritora de este libro y quiero agradecerte por quedarte enganchada con este capitulo. No te olvides por favor de darle un corazoncito y compartir esta historia con aquella persona que quiera sentir lo mismo que tú con esta historia!¿Quieres continuar leyendo esta historia?¡Desliza hacía abajo y continua disfrutando de esta historia!¡No olvides visitar mi perfil y encontrar nuevos libros escritos por mí!¡Beso grande, te quiero!   

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