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Plan perfecto.

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Blurb

"Nada va a quitarme el dolor que me causaste, pero al menos te veré arrodillado mientras ruegas por mi perdón. La venganza llega al mismo tiempo que la tragedia, pero mis manos no serán las que se ensucien"

Después de planearlo minuciosamente por meses su estrategia, decide que es el momento en el que se terminaría todo.

Nadie se lo esperaba, pero simplemente ese día llegó. Habían secuestrado a la hija de uno de los hombros más poderosos del país.

¿Cual era el límite para saciar la sed de venganza?

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Capítulo 1
Narrador omnisciente Una hermosa mansión, situada en las afueras de Miami era el centro de atención de muchas personas en ese preciso instante. Las nubes negras amenazaban con una fuerte tormenta, pero eso no era nada comparado a lo que sucedería en las próximas horas. Louis Scott, un multimillonario de tan solo 49 años. Aquel viudo codiciado, dueño de la bodega más prestigiosa de la región, se encontraba fumando un habano en su despacho. Con el celular en su oído y una sonrisa en su rostro, él comienza a inspeccionar su alrededor mientras que su viejo amigo le habla al teléfono. —Recién me comuniqué con Jason. La operación fue un éxito. Los comunes pasaron por la aduana y estarán en la ciudad cuando menos por esperes. —Bueno, esa no es una sorpresa para ti —se ríe con arrogancia— ¿Cuando piensas regresar? —Aún no lo sé. Mí querida esposa quiere que pasemos un mes entero en Bora Bora, pero aún no tengo una fecha para decirte ¿Necesitas algo? —Bueno, no. Solo estaba pensando en que si haremos bien en que dejes todo a manos de Jason. —Si, defintivamente. Aunque por supuesto tú estarás supervisándolo. Yo no quiero saber nada de negocios por este tiempo, ni siquiera me conectaré. —Insisto en que esto es una locura, Marco. No puedes irte y dejar todo aquí. —Estoy trabajando en el negocio desde que tengo quince. Ahora que me casé con Dinah creo tener el derecho suficiente para tomarme unas jodidas vacaciones sin querer saber sobre esta mierda —él suspira—. No tienes de qué preocuparte, todos los traslados están arreglados al igual que el dinero ¿Porque no te viene tú por estos meses a la finca? —No puedo, no puedo. Pero manejaré las cosas desde aquí —suspira. —¿Tienes alguna otra pregunta? —dice con diversión—. Me deshago de este teléfono en cuanto suba al avión. En la isla no hay cobertura y al menos que sea algo de vida o muerte, nadie tiene permitido molestarme —le recuerda. —No tengo nada más para decir. Puedo manejarlo, solo espero que tengas una buena luna de miel. —Por supuesto, eso está de más. Cuídate amigo, nos vemos en unas cuantas semanas. —dice antes de colgar el teléfono. Louis debía admitir de que la idea de tener todo bajo su control era un poco inquietante. La mayor parte del negocio la había manejado Marco y él tenía mucha más experiencia con todo esto, pero al menos por un mes él podría hacerlo. ¿No? Alisa el traje y se mira a sí mismo en el reflejo de la caja de seguridad frente a él. Hacia mucho tiempo que no se atrevía a mirarse en esa parte de la casa, las imágenes lo atormentaban demasiado, peor al parecer, en el último tiempo lo estaba superando. ¿Como no hacerlo? ¡Ya han pasado 16 años! Él debía purgar su alma de una vez por todas y estar en paz, o al menos eso era lo que creía merecer. Peina su cabello, le da otra calada al habanl y comienza a subir las estrecha escaleras. El sonido de las llantas al frenar bruscamente sobre el camino de piedras hizo que él pusiera los ojos en blanco al saber lo que se venia a continuación. Su hija Sarah de treinta y dos años, caminaba con los tacones remarcados sobre la cerámica mientras que Louis se acomodaba en su silla, esperando el batacazo. La mujer rubia camina decidida por el camino brillante del jardín delantero, tocándose con Charly, el hombre de seguridad. —¿Donde está? —pregunta con la mandíbula apretada. —Señorita... —No sé porqué me anuncio, esta casa es mía —gruñe antes de hacer un lado al curpulento hombre. Ella había dejado pasar muchas cosas en estos últimos meses, pero sin dudas este arrebato por parte de su padre no podría soportarlo. ¡Y él la iba a escuchar! Ella entró a la oficina de su padre el tiempo suficiente para encontrarlo sentado sobre sus escritorio, con los pies sobre la madera y terminando de fumar. Ella podría ser una joven muy educada y tolerante, pero él había pasado cualquier tipo de límites ayer por la noche. —¿Cómo te atreves a hacer eso frente a todo el mundo? —lanza sus palabras apenas entra en su campo de visión. El hombre levantó la vista y se quedó mirándola. Incluso le parecía graciosa la manera en la que su hija parecía una pequeña leona protegiendo a su cachorro. —¿Estás hablándome de esa manera? —la reta con la mirada y con su voz tranquila. Él sabía cómo sacar a las personas de sus casillas, lo peor que puedes hacer cuando alguien está buscando una conversación es hablar con calma y parecer desinteresado. —Es de la manera que te mereces después de lo que hiciste —sus manos se aferran al asiento frente a su padre, ella aprieta el cuero n***o debajo para intentar controlar sus impulsos. —Creo que estoy en mí casa ¿No es así? —él suspira cansado—. No tengo ganas de que entres aquí como una desequilibrada e intentes regalarme como a un niño. —¿Cómo te atreviste a tratar a Michelle así? —gruñó molesta —No me hagas perder el tiempo con esas estupideces, Sarah. Michelle no es algo que valga perder mí tiempo. ¿Eso es todo? —¿Te parece una pérdida de tiempo discutir sobre cómo la humillaste ayer por la noche en un restaurante frente a muchas personas? —Solo le dije unas pocas verdades. Ni siquiera le he levantado el tono, ni una sola vez. —¡Ella merece respeto! —¿Respeto? ¿Ella merece respeto? —él se ríe sin gracia—. Ustedes dos me faltaron el respeto cuando se enrollaron en mis narices y en mí propia casa. ¿Que se supone que estaba haciendo? ¿Pagándole a alguien para que salga contigo? —¿Si quiera te escuchas? ¡Que ella haya trabajado aquí no significa que le estés pagando paga estar conmigo! —Oh, no. Por supuesto que cuando comenzó a frecuentar la casa se ha dado cuenta de la fortuna que posees y fue detrás de ti. ¿Que te he dicho sobre eso? ¿Tu relación de mierda con Steffany? —¡Esto no tiene nada que ver con Steffany! ¿Que le sucede a todo el mundo? —Si, tiene que ver todo este asunto. Porque tanto ella como Steffany están buscando nada más ni nada menos que nuestro dinero. ¿O porqué crees que una empleada se fija en su jefe en primer lugar? —Oh cierto, tú eres mejor que ella solo por tener dinero. ¡Que hipócrita eres! —No me hables de esa manera —levanta una ceja para intentar intimidarla, pero fracasa. —¿Sino que? ¿Me sacarás el dinero? ¿Mi puesto en la empresa? —rió con ironía —No me desafíes, tú sin mí dinero no serías absolutamente nadie. ¿O a caso te piensas que esa chica seguirá a tu lado cuando vea que no tienes ni dónde caerte muerta? —¿Tu dinero? —pregunta divertida—. Pruébame —apoya ambas manos sobre su escritorio y se inclina para retarlo con la mirada—. ¿Que es lo que temes con tus amenazas? ¡No tengo dieciocho años! ¡Trabajo tan duro como tu? —¿Trabajas duro como yo? —él se ríe—. Eres graciosa, pero no tengo tiempo hoy. ¿Eso es todo? Sarah no estaba dispuesta a doblegarse ni por un solo minuto. Ella estaba segura de que tenía la razón en ese asunto. Ambos se quedaron mirando a los ojos, ninguno quería bajar la guardia. Louis solo sonrió con orgullo y abrió su mano adelante de su hija, quién le levantaba una ceja tras el gesto. —Dame todas tus tarjetas de crédito, quiero ver cómo te la arreglas sin mi. También las llaves de tu auto. —exige. —¿Esto es una broma? —ella arruga las cejas y se ríe sin gracia. —No. Dijiste que trabajabas duro y lo se que más, entonces puedes ser capaz de pagar las tarjetas que te brindé todo este tiempo. Pero por el momento, te las arreglas sin ellas. Sarah no podía esperar otra cosa de él, había tocado su ego. Cuando mencionó el asunto de que trabajaba igual que él sabía que tendría este tipo de reacción. Pero eso no negaba que la las manos comiencen a picarle de la rabia que sentía. —Bien, lo que quieras —gruñe. Ella apoya su bolso contra el escritorio y saca su billetera, quitando cada una de sus tarjetas. Incluso aquella tarjeta negra que se asomaba por el bolsillo derecho de manera tímida. Estaba a punto de tirarle los tantos billetes que también tenía allí, pero entonces se dio cuenta de que eso era completamente suyo. —¿Listo? ¿Ya estás feliz de tu capricho de niño? —¿Capricho de niño? —ríe—. ¿No te parece que estás olvidándote de algo? —¿Ah? —Las llaves de tu auto. ¿No es ese que te compré hace unos pocos meses? Ella estuvo a punto de tirar las llaves con fuerza sobre su pecho, pero debía tranquilizarse. —Tambien lo compraste ¿No? —ella se ríe y deja su celular con fuerza sobre el vidrio de allí. Ella no quiso estar ni un solo segundo más en la casa. Hablar con él sobre cualquier cosa era inútil, nunca daría el brazo a torcer, no importa lo que hiciera. Lo peor de todo era que el clima era una mierda suficiente como para amenazar con hacer caer una tormenta sobre su cabeza en cualquier momento. A unos cuantos metros alejados de la mansión, un hombre de cabello n***o y con una gorra del mismo color, estaba escuchando por su radio como unos minutos antes discutían Sarah y Louis. ¿Como lo hizo? Bueno, al parecer meter un micrófono y algunas cámaras dentro del lugar había sido una tarea fácil cuando el hombre de casa cincuenta se había pasado las últimas noches emborrachándose con su secretaria. La seguridad de la casa cada día era menor, por lo que todo esto no fue más que una burla para ellos, incluso aquel joven se reía de que Louis cada día estaba decayendo más y más. Toma el walkie talkie que está colgado en su cintura justo en el momento en el que ve como Sarah dale echa una furia de allí. ¿La mejor parte? Su seguridad privada estaba fuera de su alcance. —El vino está a punto de ser embotellado —dice a través del radio. —¿Eh? —responde una voz femenina —Las uvas están listas para salir por la cinta —vuelve a hablar. —¿De qué mierda hablas? —Que Sarah está saliendo chicos —gruñe—. Está sola y caminando por el norte. En donde está la arbolada. —Vete de ahí. Ya estamos saliendo. —Y una cosa más —murmura—. Ni te molestes por su celular, ella no trae nada encima. Tan pronto como terminó de decir eso último hizo contacto con la llave en su motocicleta y se largó del lugar apenas tuvo la oportunidad. El hombre solo debía encargarse de anunciar cuando la mujer estaba a mano, eso era lo único que necesitaban saber para que todo el operativo comenzara. La mujer dentro de aquel auto n***o se cómoda el pasamontañas antes de salir. Los otros dos hombres en la parte trasera estaban tan listos cómo ella para iniciar todo esto. Los tres se hicieron una señal de asentimiento para arrancar, por lo que el auto tomó velocidad rápidamente. Mientras tanto Sarah caminaba por aquellas calles húmedas mientras una fina lluvia caía por su cabello. Se asustó cuando escuchó como el sonido de las llantas de una auto frenaba bruscamente frente a ella. Dos tipos vestidos totalmente de n***o y con su rostro cubierto, se bajaron rápidamente y la tomaron de la cintura, tapando su boca para que nadie que estuviera cerca sospechara. El corazón de Sarah comenzó a latir violentamente en cuanto aquellos brazos la arrastraron dentro del vehículo, tapándole rápidamente los ojos y sacándola de aquel lugar. Dejando solo el polvo de la calle y la pequeña luz titilando de la cámara de seguridad. Él se encontraba aún en su despacho, arreglando unos asuntos de trabajo y escuchó su teléfono, mostrando un número privado que intentaba comunicarse con él. —Tanto tiempo, señor Scott —él reconoció al instante la voz rasposa al otro lado de la línea— ¿Recuerda cuando lo llamé hace unos meses diciéndole que si no soltaba a mi hermano iba a tomar medidas más drásticas? —¿Porque mierda te atreves a amenazarme? ¡El idiota de tu hermano está preso porque es un maldito asesino! —Usted sabe que es completamente inocente. No tengo idea de a quien está encubriendo, pero le aseguro que se arrepentirá de no haber utilizado su poder como juez para liberar a Alexander. —¿Usted piensa que con amenazas mediocres va a intimidarme? —dice divertido—. Buenas noches, señor. Sin esperar una respuesta cortó la llamada y dejó su celular a un lado, tenía demasiados problemas como para estar lidiando con un idiota que solo intentaba jugar con su mente. No, no era la primera vez que recibía una llamada de ese hombre, pero todas las otras veces se había alterado tanto que casi termina en el hospital por un poco de estrés. Ellos nunca habían hecho nada, ni siquiera podía asegurar de que sean tan astutos como para ser los culpables de el robo de dos millones de dólares que le hicieron hace un tiempo. Pero Marco prometió que se encargaría de ese asunto, así que no estaba preocupado. Aquel auto que llevaba tanto a Sarah como a las otras tres personas, había llegado rápidamente al muelle. El plan era simple y eficaz, ellos tenían todo liberado para que nadie viera su presencia por allí. Una pequeña lancha los estabas esperando, tenían que sacar a Sarah cuanto antes del lugar. Sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que Louis pusiera a toda la policía para buscar a su hija. Con la mordaza y los ojos tapados, el asunto fue rápido. La mujer cooperó en no revelarse, no le quedaba otra opción que obedecer y esperar a que todo esto termine. —Vayan ustedes dos, tengo que deshacerme del auto y fijarme como está el segundo operativo. —Nos vemos en la isla —murmura la mujer. —Cuidate —dice antes de darle una palmada en el hombro e irse rápidamente. —Que disfrutes el viaje, princesa —dice la mujer mientras sienta a Sarah en la lancha. Y mientras el motor se encendía y ellos comenzaban a viajar hacia su destino, las cosas en la mansión estaban en calma. Louis estaba tranquilo, organizando su trabajo mientras pensaba en ir a la bodega por el resto del día. Minutos después mientras tomaba un vaso de whisky y planeaba llamar a su hija para hacer las pases, un mensaje en su correo electrónico lo dejó sin aliento. Abriendo la casilla, descubrió que se trataba de una foto que le habían enviado, no contenía ningún asunto, ni siquiera una sola letra. Reconoció al instante a su hija. Sarah estaba atada a una silla, con los ojos cerrados y su cuerpo cubierto de sangre, mientras que su ropa se encontraba rasgada y en la mejilla tenía una herida sumamente profunda. ¿De qué mierda se trataba todo esto? Se notaba que había sido brutalmente golpeada y eso provocó que un escalofrío recorriera por su espalda. Sus piernas temblaron en cuanto decidió pararse de su silla para buscar rápidamente a su seguridad. No podía seguir mirando esa imagen o se desmayaría. Porque ese no era el primer cuerpo golpeado y ensangrentado que había visto, pero era su hija, su pequeña. —¡Charles! ¡Charles ven aquí! Intentaba mantenerse de pie mientras que se sostenía del escritorio. Él debía ser fuerte, pero para eso, recuperaría el ritmo cardíaco. El hombre de seguridad apareció unos segundos después, los gritos desesperados de Louis lo pusieron en alerta. —¿Ha visto a Sarah? ¿Sigue en la casa? —dijo desesperadamente —No señor, ha salido hace unos cuantos minutos. —¿A donde se ha ido? ¿Sacó su auto? —preguntó olvidando por completo la última discusión. —No señor, ha ido a pie. No dijo a dónde se dirigía. Solo sé que se ha ido tan molesta colo ha llegado. —Prepara un auto, debemos salir en este momento. —ordena con su voz temblorosa. Dio un largo suspiro antes de buscar la botella de whisky que había allí y tomar de la misma, unos cuantos sorbos para tomar valor. Llamó a todos los contactos para que rápidamente comenzaran a buscar a su hija por toda la ciudad, necesitaba saber que ella estaba a salvo y todavía tenía la esperanza de que aquella foto sólo fuera un maldito photoshop. Las patrullas ya estaban en la calle, cada comisaría de cada maldito lugar de Miami, estaban atentos a lo que pudiera pasar. Lo único que podía hacer por su parte era conducir hacia el sitio más seguro en donde se pueda encontrar su pequeña. La casa de su novia. En ese momento no le importó tener que rogarle a Michelle que le diera información, incluso él podría acceder a pedirle unas disculpas por la noche anterior si es que ella estaba bien y todo esto había sido un susto. La lluvia estaba arruinando por completo su perfecto traje n***o, pero eso no pareció importarle en cuanto tuvo que esperar a que la puerta fuese abierta, dejando ver a una Michelle sorprendida, ya que a la única persona que esperaba era a Sarah. —¿Sarah está aquí? —Señor Scott, no puede venir a mi casa... —Olvida toda la mierda de ayer, si querés te pido disculpas ¿Sabes? —él no actuaba realmente ingresado—. ¿Donde está Sarah? ¿Vino a tu casa? —¿Que es lo que sucede? —Michelle lo miró con el ceño fruncido—. Ella iba a venir, la estoy esperando. La mujer nota como el padre de su novia se pone bastante alterado ante la declaración. Ella rápidamente se da cuenta de que algo está sucediendo, pero necesita respuestas y no a un hombre lamentándose en su entrada. —¿A qué hora iba a venir? —¿Que está pasando Señor Scott? —¿A qué hora Michelle? —su tono era autoritario, estaba desesperado. —A las siete, pero... —¡Oh mierda! —se tomó el cabello intentando calmar su ataque de ira. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo. Tantos años siendo juez y jamás pensó que su trabajo pudiera interferir. Aunque había dejado su cargo para dedicarse solamente a la empresa que era de su esposa, los problemas sobre la justicia estaban alterando su vida personal. Su celular sonó en medio de desesperación y en cuanto lo sacó, supo que las cosas solo podían empeorar. Ahora se trataba de nada más ni nada menos que un vídeo. Respiró profundo y tecleó la pantalla de su celular para que se reproduzca. Sarah apareció en el medio del vídeo, su cara se veía triste, su maquillaje se había corrido completamente debido a sus lágrimas y podía ver cómo la sangre brotaba de su cabeza. —Papá, por favor ayúdame. No sé lo que estos hombres quieren, pero dale lo que te piden. La voz de su hija se oía rota, sus lágrimas no paraban de salir y su cuerpo temblaba con cada palabra que salía de su boca. Habían sido los quince segundos más horribles de su vida. Michelle escuchó el video atentamente y en cuando terminó, cayó al suelo llorando mientras se tomaba la cabeza. Louis intentó mantener su imagen y le indicó al chófer su próximo destino, estaba seguro de que no dejaría las cosas así. —¿A donde va? —intenta preguntar Michelle, pero él se fue sin decir adiós. —Señor, no sé si sea buena idea entrar. Charly estaba al tanto de quién podría ser el que estaba detrás de esto. El hombre era de suficiente confianza como para que Louis le cuente la verdadera razón por la que estaba buscando a su hija. —En mí opinión, Callen no está haciendo esto solo. Si usted se atreve a entrar a verlo y comete una locura, me temo que las cosas saldrán mal. Louis observa a su hombre de confianza, pensando en qué él podría tener razón. Ese hombre estaba en la cárcel, no podía hacer mucho desde allí adentro si no tenía cómplices. —¿Y qué hago? Pide consejos, pero todo es inútil. Su teléfono celular comenzara a sonar de nuevo en su bolsillo derecho. Él sabe que probablemente se trate del mismo hombre, pero cuando atiende la llamada, se da cuenta que es el mismísimo Alexander quien le marca. —¿Todo está bien por allí? —pregunta con burla. —¿Dónde mierda está mi hija? —gruñó contra el aparato. —No se de que me hablas —respondió tranquilamente— ¿Como no vas a saber dónde está ella? Louis estaba perdiendo la paciencia, sabía que estos momentos eran determinantes para todo. —No voy a volver a repetirlo pedazo de mierda. Dime dónde está mi hija, porque te juro que con chasquear dos dedos, puedo hacer que no quede nada de ti. Absolutamente nada. Alexander omitió un sonido con su garganta, ignorando el hecho de que el juez más importante de todo el país lo estaba amenazando directamente con matarlo. —¿Seguirás con toda esa mierda o ya has dejado de medir tu pene? —¡No estoy jugando contigo! ¡Imbécil! —¿Y me escuchas con ganas de jugar? ¡Está llamada es puto negocio! —¿Que es lo que quieres? ¿Más dinero? —¡Di la verdad y saca la causa que está contra mí! —el turno de reír fue de Louis, eso incluso fue gracioso en un momento como ese. —Nunca. Tienes que pudrirte en la cárcel, hijo de puta. De todas maneras ¿Cuántos años llevas ahí? ¿Quince? ¿Dieciséis? —Y no lo sé, dime tu ¿Hace cuánto murió Esmeralda? —¡No te atrevas a nombrarla! —Si, que gracioso —suspira—. La verdad es que me importa una mierda lo que quieras o lo que pienses, me aburrí de hablar contigo. Revisa tu correo. Esto estaba siendo una pesadilla. Y no hay nada más que le gustara a Louis que entrar finalmente a la prisión que tenía frente a su auto y meterle un tiro en medio de la frente. ¿Eso le traería consecuencias? ¡Por supuesto que judicialmente no! ¡Él era Louis Scott! Solo tuvo que esperar unos pocos minutos para que el correo le llegará por fin. Su impulso nuevamente lo llevó a abrir el vídeo que le había llegado y cuando creyó que las cosas no podían salir peores, Sarah volvió a aparecer en la pantalla. Esta vez tenía sus ojos vendados y su boca tapada con pedazo de tela. Una mano apareció en escena, acompañada de un pequeño cuchillo del que sabía que no era solo para la decoración. Acercó aquel objeto hasta el cuello de su hija y con la punta del mismo, comenzó a cortar lentamente la piel del cuello mientras que escuchaba de fondo los gemidos de dolor de Sarah, quién se veía realmente desesperada. —Solo tienes 24 malditas horas. Fue lo último que escuchó antes de que el vídeo terminara, dejándolo con el corazón en la boca y sus lágrimas a punto de salir. —¿Señor Louis? —preguntó Charles detrás suyo— ¿Quiere que le pida a Jane que libere a Alexander? No hubo respuestas de parte de Louis, el hombre simplemente se inclinó sobre el asiento y abrió la guantera del auto, sacando su arma. Él comprobó que tuviera balas y le quitó el seguro, poniendo la mano sobre la puerta, dispuesto a salir del auto. —No, señor. —Charly lo toma del brazo y a la misma vez pone el seguro en la puerta para que no baje—. Es una locura, la vida de Sarah está en juego. —¡Abre la puta puerta! —Señor, piense. —¿Y que quieres que haga? ¿Eh? ¡Es una locura hacer lo que me pide! —¿Y sigue sonando una locura cuando eso lo llevará la libertad de su hija? Charly intentaba que el hombre entrara en razón, él sabía que tan impulsivo era a la hora de tomar decisiones. Está bien que él nunca podría decidir nada sobre Louis, pero al menos lo intentaría por la mujer. Él la había visto crecer desde que era un pequeño bebé, indirectamente también le afectaba y tenía que si Louis hacia algo, ella pudiera terminar lastimada. —No tengo otra salida. —Si tiene otra salida. Robbinson está en el operativo para saber dónde está ella, tiene a su disposición a todas las cámaras de seguridad de la ciudad. —Eso no importa. Esto nunca acabará, es solo un inicio. —Y estaremos preparados para enfrentarlo, pero bajar y meterle un tiro será solo un error. —¡Un error sería sacarlo de la cárcel! —gruñe con furia—. Y no me importa si estás adentro o afuera, esto es lo que haré. Charly cierra los ojos por unos minutos, no de esperaba que él tomara esa decisión. —Yo lo haré —murmura. —¿Que? ¡No! —¡Tiene que estar en su casa para estar a salvo! ¡Váyase de una vez! —Charly, te juro que si no haces lo que te digo, date por muerto. —Hablaré con la seguridad, solo vaya a casa. Como menciono antes, Charly no puede ir por encima de la decisiones de su jefe, por lo que está prácticamente obligado a hacerlo. Tomo el arma entre sus manos y miró a su jefe por última vez mientras bajaba. Tomó una respiración profunda antes de poner el arma en su cinturón. Charly se había encargado muchas cosas a lo largo de los años, tantas que ni siquiera las recordaba. Y no es que a él le temblara el pulso al tener que encargarse de Alexander sino que sabía que eso repercutirá en Sarah. ¿Su única esperanza? Que Robbinson llegue a su paradero antes de que los hombres de Alexander sepan sobre su muerte. Entonces él estaría dispuesto a ir por su cuenta para salvarla. —Déjame entrar, Fio. Él guardia de confianza lo deja pasar como siempre. No era una sorpresa que ellos tuvieran acceso libre a la cárcel. Cuando la puerta se cierra detrás de él, el chirrido de las llantas de escucha desde el estacionamiento. Los pasillos se vuelven eternos, los guardias se van de su camino mientras pasa. La celda de Alexander queda tan lejos que el hombre prácticamente está aislado de todos, esa idea había sido de Louis. El hombre estuvo solo durante dieciséis años, solo salía a un pequeño patio y luego se quedaba todo el día haciendo ejercicio, ni siquiera veía a los otros presos. —¿Seguro? —pregunta el último guardia antes de abrirle la puerta. —Si. Vete de aquí. El hombre alto le deja la puerta abierta y se retira antes de que alguien lo vea. Charly se prepara y decide entrar. Le cuesta adaptarse, la habitación está en penumbras ya que el sol está yéndonse. Sus instintos se ponen en alerta cuando no lo ve por ninguna parte. Corre hacia el interruptor que encuentra en el pasillo y cuando las luces se encienden confirma lo que ya sabía. Alexander no estaba ahí. Había un enorme hueco en la pared que dejaba la vista hacia otro patio de la prisión. —¡Jonatan! ¡Callen no está! Él guardia entra desesperado, confirmando que el hombre efectivamente no está allí. Da el alerta por la radio, pero Charly ya sabe la situación. Alexander se había adelantado. Él se aseguró a salir antes del secuestro de Sarah, él sabía que era hombre muerto si lo encontraba. —¿Como es posible que un preso se escape? ¡Inútiles de mierda! —comienza a gritar— ¡Lo encuentran ahora o Scott les mete un tiro a cada uno! La noticia llegó tan rápido a los oídos de Louis que la mansión estaban en llamas. Si su temperamento era mano, ahora más que nunca sabía que todo esto estaba a punto de explotar. Charly no tenía nada más que hacer, por lo que tomó un taxi de vuelta a la mansión. Las próximas horas serían claves, ellos tenían que proteger el lugar y esperar un milagro con respecto a Sarah. El teléfono suena, Louis lo busca desesperado. —¿En serio creíste que me quedaría para me mates? ¿Como fuiste capaz de dar la orden siquieran? —¿¡Que quieres? —Nada. Demostré que no eres más que una rata asquerosa. Ni siquiera te importó que tu hija estuviera en el medio. —No, esc.... —¡No estuve adentro tantos años como para recibir un discurso de mierda! —suspira—. Tu mierda ha terminado, vete despidiendo de todo.

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