Delirios humanos

Nicholas, por favor... Nunca en su vida Carolina Echeverría se había sentido de esa forma y mucho menos por un muchacho menor que ella que además era su alumno, en ese momento debería estar apartándolo, rechazándolo, avergonzándose por tocarlo tan desinhibida por sentir aquella torrente pasión que nunca había experimentado con otros amantes, pero en todo lo que podía concentrarse era en él. En sus manos recorriéndola, llenándola, en el caliente cuerpo fibroso que yacía sobre el suyo suave. Él no se detuvo, siguió besando su delicado cuello a la vez que sus manos traviesas sostenían y amasaban sus pechos, descarado esa era la palabra que definía completamente a Nicholas LeBlanc y aunque Carolina no lo dijera le encantaba. Nicholas nunca se daría por vencido con ella, ahí la tenía justo como la quería, rogando por él desvergonzadamente. Él solo soltó una risa ronca para después hacer algo que a Carolina la dejaría deseosa, se dio cuenta de su comportamiento procaz y sus mejillas enrojecieron, sabía que estaba perdiéndose en él, algo que no quería en definitiva. — ¡Deja de hacer eso! Trató de gritarle sin embargo lo que consiguió fue que saliera de su boca como si le suplicara, entonces se odio por ser tan débil, golpeó repetidas veces la espalda desnuda del chico que mordía su oreja, pero él no hizo más que sonreír de lado. —Esto es tan inmoral, no puedo hacer esto... ¡Tú eres tan indecente! —Dijo roja de vergüenza. —Oh, cariño sabes que te gusta. ¡Y vaya que lo hacía! Sin embargo no se lo diría nunca, ni siquiera si su vida dependía de ello. —Basta... —dijo gimiendo. Nicholas al fin había conseguido a su compañera, y no iba a dejarla ir como Carolina creía, de eso se aseguraría.