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VOLUNTADES ROBADAS

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intro-logo
Blurb

Jim Scott es un militar del ejército de los Estados Unidos que cae gravemente herido en el campo de batalla condenado a vivir paralítico el resto de sus días en una silla de ruedas.

Por este motivo es seleccionado como sujeto de pruebas en un ensayo médico puntero a través de la empresa tecnológica más importante del planeta.

Sus esperanzas y sus ilusiones se ven truncadas al comprobar que el dispositivo electrónico implantado en su cuerpo para poder volver a caminar no es ni lo esperado ni lo prometido, pero que en cambio le convertiría en el activo más importante de la CIA.

Propiedad Intelectual registrada. Prohibida su copia total o parcial, así como su adaptación.

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PRÓLOGO
Agustín Montero Herrero. Copyright © 2018. All Rights Reserved "Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología en la que nadie sabe nada de estos temas. Esto constituye una fórmula segura para el desastre".  Carl Sagan: astrónomo, astrofísico y divulgador científico estadounidense. La luz diurna prácticamente desapareció dando sus últimos coletazos, concediendo el paso a la fría noche la cual se presentaba oscura y nublada, desapacible y cerrada, como mi mente en aquellos momentos. El motivo fue ni más ni menos que había quedado con unos amigos de mi antiguo trabajo para tomar una cerveza y charlar sobre nuestros temores, alegrías o incluso intimidades que te brindaba la vida. Pasar un placentero rato en buena compañía, intentando olvidar los problemas del día a día y dejando de lado por un momento el estrés de la profesión. Al final pasó lo que suele ocurrir casi siempre en tales casos, la cerveza se convirtió en bastantes. El lamentable estado de embriaguez propició que los sentidos funcionaran con un nivel de actividad tan básico, que lo único logrado fue no caerme y golpearme de bruces contra el suelo. Hacía bastante tiempo que había salido del bar y caminaba en busca de mi coche. ─ ¿Dónde diablos he dejado el coche? Creo que aparcado por allí ─protesté en voz alta, como si un alma piadosa me fuera a escuchar a esas horas de la noche. Instintivamente crucé la calle por la que caminaba completamente distraído y sin mirar demasiado a los lados. Cuando me di cuenta, un camión pasó rozándome pitando como un loco. El conductor de aquel vehículo abrió la ventanilla y comenzó a insultarme muy aireadamente acompañado de gesticulaciones obscenas, pero yo no me digné a mirar y simplemente me limité a proseguir el viacrucis particular como si no hubiese ocurrido nada. A medida que andaba a duras penas por la acera de enfrente, sentí como comenzaba a caer agua por mi cuerpo ─ ¡Vaya hombre! ¡Ahora llueve! Ya decía yo que ese cielo tenía muy mala pinta. Intenté acelerar el paso con el propósito de no mojarme demasiado, pero al mismo tiempo extremando al máximo la prudencia, pues mi estado etílico era importante y por tanto hacía que me convirtiera en una persona notablemente torpe en los movimientos. Distinguía la sombra de mi vehículo al fondo de la calle a medida que me iba acercando. La lluvia continuaba manifestándose cada vez con mayor intensidad; entonces, haciendo verdaderos esfuerzos con los ojos, observé que había otra sombra más con forma de humano al lado del coche, como si alguien estuviera esperando sentado en el capó del motor mi llegada. ─ Hola David Colleman ─dijo una voz que provenía de aquel lugar. ─ ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Por qué me estás esperando ahí sentado bajo la lluvia? La sombra se levantó del capó y comenzó a avanzar hacia mí, muy lentamente y con paso constante. ─ ¿No sabes quién soy? ¿De verdad que no me reconoces? Mi coche se encontraba aparcado al lado de una farola encendida que emitía una luz de baja intensidad; suficiente como para que a pesar de la lluvia, pudiera ver con un poco de nitidez la cara de aquella persona que me estaba reclamando. ─ ¿Harry? ¿Harry Jones? ¿Eres realmente tú? ¿Pero qué coño....? ¿Pero....cómo puedes estar de pie caminando hacia mí si llevas años tetrapléjico en una silla de ruedas? Harry Jones y yo nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Nuestra amistad empezó a forjarse con mayor intensidad a partir de una fiesta multitudinaria de fin de curso de la universidad en la que estudiábamos por aquel entonces. Su novia me presentó a una amiga suya que no tenía ningún compromiso sentimental en aquella época. Para que ellos pudieran estar a solas con mayor intimidad, me la colocaron de manera traicionera sin darme tiempo a protestar. La amiga de su novia se llamaba Annie, o algo así. Recuerdo que se trataba de una mujer de carácter temperamental que te tenía que estar diciendo todo el rato lo que debías hacer y lo que no. Físicamente de estatura baja, pero dotada de bastante atractivo y encanto. Aquella relación no duró mucho tiempo, ya que su intratable genio y mi falta de docilidad generaban gran cantidad de momentos de tensión entre ambos, produciendo infinidad de veces situaciones de conflicto y de estrés. Lo relevante de la historia era que la pasión de Harry Jones fueron las motos. Más concretamente las motos de motocross. Gran deportista de complexión fuerte, pero por el contrario algo limitado intelectualmente. Por ello le costaba mucho ir superando los cursos académicamente hablando. Casi aprendió antes a ir en moto que a andar y ya con los seis años recién cumplidos, participaba en campeonatos de ámbito local obteniendo muy buenos resultados. Su indiscutible y desarrollada habilidad, mezclada con la experiencia adquirida con el paso del tiempo, consiguió que Harry fuera tomando cada vez mayores riesgos. Tal conducta al final resultó ser su total perdición, pero mientras tanto favoreció a que Harry fuera evolucionando y ganando premios hasta conseguir dar el salto definitivo al campeonato mundial de motocross. Un día, cuando ya su edad se acercaba más a los treinta años que a los veinte, participó en una carrera que se realizaba en un circuito cubierto en Alemania con las gradas abarrotadas de público. Harry se jugaba unos puntos críticos para conseguir ser campeón. Imagino que jamás se le olvidará aquel salto que se ubicaba justo delante de la línea de meta. Perseguía al segundo clasificado y en esa última vuelta tenía que adelantarlo a toda costa, sin dudas y con total decisión. Harry no vaciló ni un segundo. El piloto giró su puño de la mano derecha rápidamente con la intención de abrir gas a tope, consiguiendo que la velocidad de la moto se incrementara de tal manera, que cuando llegó a la cúspide del salto humano y máquina salieron volando a una grandísima altura, quedando ambos totalmente a merced de la física. Harry había saltado cientos de miles de veces con una moto de cross desde que era un mocoso en centenares de circuitos. En alguna ocasión se había roto un brazo, o alguna pierna, o varias costillas, pero nada excesivamente grave. Accidentes normales para un piloto de aquella especialidad. Pero esa vez algo falló. El equilibrio, la física.....o igual simplemente fue culpa del destino; porque el destino muchas veces es como es, caprichoso y cruel. Cuando llegó al suelo sonó un fuerte chasquido que hizo enmudecer a todo el estadio. Su cuerpo rebotó violentamente varias veces contra el suelo, saliendo despedido de un lado a otro inerte, sin ningún tipo de control. Harry no notó nada. Según dicen los expertos, fue como si le hubieran apagado el interruptor momentáneamente. Tan solo pudo escuchar durante un breve periodo de tiempo, que para él debió de ser una eternidad, el griterío del público. De una forma casi imperceptible, como cuando estás en una tienda y oyes de fondo el hilo musical sin prestarle atención. Cuando abrió de nuevo los ojos tenía una sensación extraña. No veía nada. Simplemente un destello que le cegaba. A medida que se iban consumiendo los minutos, aquel destello se fue transformando en una luz más definida, hasta que las formas se consiguieron perfilar con mayor definición. Entonces se dio cuenta de que lo que veía era una lámpara. Poco a poco el piloto de motos iba adquiriendo mayor lucidez y comenzó a girar la cabeza a un lado y a otro observando sorprendido y asustado su nuevo entorno. Era consciente de la gravedad de la situación. Veía aparatos, cables y tubos por todos los sitios. Rápidamente se percató de que se encontraba en un hospital temiéndose en ese momento lo peor. Intentó levantarse pero no podía, pues de cuello para abajo nada del cuerpo le respondía. Harry trataba por todos los medios de moverse; sin embargo, cualquier esfuerzo era totalmente inútil. Al caerse de la moto, el choque contra el suelo le produjo una lesión medular irreversible. Se fracturó las vértebras a la altura de las cervicales y la médula espinal se seccionó como pura mantequilla. Posteriormente los médicos comentaron que estaban sorprendidos de que Harry siguiera vivo por el tipo de golpe que había sufrido y la fuerza del impacto de su cabeza contra el suelo. Por aquel entonces yo estudiaba un máster en ingeniería robótica y unidades de proceso en la universidad oficial del estado. Al enterarme de la noticia, como es normal fui lo más rápido que pude a visitarle con el propósito de comprobar en primera persona su estado. Según entraba por la puerta del hospital ya tenía la extraña sensación de que la visita no iba a ir bien. Y efectivamente, la visita no fue nada bien. Jamás olvidaré la puesta en escena al llegar a la habitación. Toda aquella infraestructura médica con multitud de tubos y cables conectados al cuerpo de Harry, provocó que me entrara una serie de desagradables escalofríos en mi organismo nada más entrar. Una enfermera joven que intentaba poner rectas sus piernas en la cama procedió a salir de la estancia en cuanto percibió mi presencia. Harry se encontraba mirando hacia el otro lado sin inmutarse de mi llegada, inerte y abstraído. ─ Harry. ¿Qué tal te encuentras? "Absurda pregunta", pensé nada más decirla. Él no contestó. De hecho ni me miró. Continuaba exactamente en la misma posición en la que lo encontré al entrar en la habitación. Completamente abducido. Comencé a dar la vuelta a la cama para poder ver su cara. Su mirada se mantenía perdida observando el infinito, hipnotizado. ─ ¿Harry? Ni me miraba ni tampoco contestaba. Hubiera creído que se encontraba muerto de no ser porque en ese instante una lágrima le recorrió la mejilla. ─ ¡Hola David! Me di la vuelta y vi a su madre que permanecía parada en el umbral de la puerta. Se la veía hecha polvo, destrozada y cansada. Se notaba en su cara que no conciliaba el sueño y que además debía de haber estado llorando ininterrumpidamente por su hijo durante días. ─ ¿Podemos hablar fuera David? ─preguntó muy seria. ─ Claro ─respondí procurando sonreír─. ¿Cómo está Harry? ─ ¿Que cómo está?. Pues mal. La respuesta es que muy mal. El accidente le ha producido una lesión tan grave, que va a ser prácticamente un vegetal el resto de su vida. Solo tiene funciones de cuello para arriba. Ve, oye, escucha y huele pero nada más. Desde los hombros para abajo está totalmente muerto. No puede mover ningún brazo ni ninguna pierna. No siente dolor, no siente frío ni calor. Cuando acabó de darme la información, la mujer se derrumbó y se puso a llorar. Yo ante tal reacción no sabía qué hacer ni tampoco qué decir. ─ ¿Puede hablar? ─pregunté con el propósito de quitar un poco de tensión a la triste situación. ─ Sí puede, pero no quiere. Y te aseguro que pasará mucho tiempo antes de que lo vuelva a hacer. ¡Eso contando con que alguna vez quiera!. Los doctores son muy pesimistas sobre el tema y dicen que hay que darle tiempo para que asimile lo ocurrido. Esta nueva situación será muy dura. Muy dura para toda su familia y sobre todo terrible para él. La madre de Harry me miró y la expresión de tristeza de repente se convirtió en un semblante sombrío. ─ David. Tienes que olvidarte de él. Vete ahora mismo y no vuelvas. No es nada personal hacia ti. Al resto de sus amigos les he dicho exactamente lo mismo. Harry necesita pasar página para poder enfrentarse a la nueva etapa de su vida que ya ha comenzado. Vuestra presencia, lejos de ser una ayuda, es más bien un estorbo y un obstáculo. ¡Te tienes que ir ahora mismo de aquí!. Lo que me estaba diciendo en ese momento su madre me dejó perplejo; sin embargo por otra parte, lo comprendía a la perfección. Harry debía borrar de su mente todo lo referente a su pasado y concentrarse solo en el duro futuro que le esperaba. Un futuro difícil y complejo, repleto de obstáculos de todo tipo con altas probabilidades de fracasar. Le di un beso en la mejilla y empecé a caminar hacia la salida. Estuve tentado en girar la cabeza y mirar por última vez a Harry, porque sabía que jamás le volvería a ver; pero en vez de hacerlo, proseguí mi camino sin más. Y efectivamente a partir de ese momento nunca jamás volví a ver a Harry, hasta hoy en esta oscura y lluviosa calle. ─ ¡La ciencia ha avanzado mucho David Colleman! La ciencia puede hacer cosas increíbles que antes eran impensables. Gracias a ella, algunos podemos volver a sentir y a vivir experiencias que prácticamente estaban olvidadas. Mientras me iba recitando aquellas palabras, Harry caminaba despacio hacia mí, impasible, sin inmutarse de la lluvia que caía empapando su cara y su cuerpo, que por cierto en ese momento se intensificaba por momentos. Yo me sentía fascinado y estupefacto de ver la estampa de un tetrapléjico andando como si nada le hubiese ocurrido. Observé entonces que metía la mano por dentro de la cazadora. Al sacarla de nuevo, un objeto comenzó a emitir un pequeño destello ayudado por la luz de la farola. Era metálico y de forma cilíndrica, con lo que cuando lo pude ver mejor, rápidamente me percaté de que me apuntaba con una pistola de calibre nueve milímetros. Harry Jones no dijo ni una palabra más. Simplemente apretó el gatillo dos veces e inmediatamente después se produjeron un par de detonaciones casi imperceptibles a causa del silenciador acoplado al arma. En ese instante noté dos fuertes latigazos en mi cuerpo, como punzadas secas e intensas. Una en el abdomen y la otra en el lateral del cuello. Sin comprender por qué me estaba sucediendo todo aquello, me desplomé sentado sobre la carrocería del coche, palpando con la mano la parte herida del cuello. El impacto de bala del abdomen sabía que era mortal en el corto plazo. No así la otra, cuyo proyectil me dio de refilón con una perforación que generó una herida aparatosa provocando rápidamente que el suelo mojado de aquella calle se encharcara cada vez más de sangre. Al levantar la mirada con mucha dificultad, observaba la silueta de Harry que me seguía mirando fijamente y apuntando amenazante con el arma. Esta vez pensé que era el final. Un disparo más y todo se acabaría. Pero ese disparo jamás llegó. En vez de recibir lo que esperaba, vi como Harry de repente levantaba el brazo y girándolo colocó el cañón de su arma contra la sien de su propia cabeza. La esperada detonación ocurrió, pero no iba dirigida hacia mí sino hacia él mismo. Al instante de producirse el disparo, su cabeza saltó en pedazos salpicando todo el entorno de sangre. Yo me sentía cansado, muy cansado. La respiración apenas se notaba y me costaba mucho mantener el conocimiento. El asfalto alrededor mío ya no era gris, ni oscuro, sino rojo. Cuando mis ojos estaban a punto de cerrarse y mi aliento era prácticamente inexistente, escuché el ruido de un motor que se acercaba. "Una ambulancia", pensé con esperanza. Pero no. No era la ambulancia. Se trataba de una furgoneta oscura con los cristales tintados que paró sin perder ni un segundo derrapando al lado del cadáver de Harry Jones. Salieron cuatro hombres de traje n***o cuyas caras no llegué en ningún momento a ver con claridad y mucho menos reconocer. Agarraron el cuerpo de Harry y lo introdujeron en aquel inesperado vehículo. Una de las personas se acercó a mí y se quedó observándome durante unos instantes. El tipo corpulento con la cabeza rapada y unas gafas de sol puestas a pesar de la noche, comentó. ─ Operación realizada con éxito. Venga, ¡vámonos de aquí! En un abrir y cerrar de ojos los cuatro hombres volvieron a subir a su furgoneta y se largaron del lugar sin dejar ningún rastro, tan rápido como habían llegado. En ese instante me quedé en aquel lugar completamente solo y con un dolor insoportable. Dicen que en el segundo antes de morir ves tu vida pasar velozmente como si fuera una película. A mí no me ocurrió eso. Yo lo único que vi fue la sangre que no paraba de salir de mi cuerpo tiñendo de rojizo el encharcado asfalto, entretanto la lluvia caía incesante del cielo manifestándose a través de la luz de aquella maldita farola.

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