No te olvides de Angélica 2 (Alas muertas)

Entonces el cantinero vio que algo pasaba con aquel chico de campera de cuero, ojos decaídos y cigarro en la boca. Ya había bebido dos botellas de cerveza y lo hizo como si fuera agua para aquel que se pierde en el desierto. Aparentaba de unos veinticinco años. Tenía la mirada ruda, confusa pero sobre todo irradiaba la energía suficiente como para prometerte una patada en la cara si te metías con él. El cantinero no pareció sorprenderse, ya que estaba acostumbrado a ver esa clase de chicos que sólo buscaban conflictos o preferían parecer reservados sentándose lo más apartados del resto si era posible. —¿De dónde eres?Nunca te vi por aquí—preguntó el hombre, mientras contaba los billetes de la caja registradora. El joven lo miró tras darle una calada a su cigarro y le escupió el humo en el rostro como respuesta. El viejo tosió y no presentó queja alguna, dejando pasar la situación a regañadientes. —Los chicos como tú no terminan muy bien—soltó, asqueado—. He visto morir a cientos en este bar y si provocas algún tipo de disturbio terminaras igual.  Él no parecía escucharlo, ni siquiera le estaba prestando atención a lo que decía. Su mente estaba ubicada en cierto lugar que nadie podría saber. —No todo aquel que presume estar vivo, lo está.—habló el joven, llevándose el cigarro a los labios. El viejo lo ignoró y siguió atendiendo al resto de los hombres que ya perdían el control de tanto alcohol ingerido. El chico se puso de pie sin antes dejar los billetes sobre la barra y salió de aquel lugar de poca iluminación, música fuerte, humo y sueños muertos que se tapaban con whisky asqueroso. La lluvia castigaba al techo de plástico que hacía un ruido molesto y los desagües estaban desbordados, haciendo que aquel bar de porquería se convirtiera en una isla. La carretera se veía lejana e inalcanzable por la inundación nocturna. Le dio una ultima calada al cigarro antes de tirarlo al suelo y pisarlo con la bota para apagarlo. Sacó de su bolsillo la foto de ella que estaba muy arrugada y rogó, como todos los días de su vida, poder encontrarla.