Una vez en la iglesia, el abad había empezado: “No quiero faltar a la caridad y la confianza hacia el próximo, pero hay algo en esa persona que no me convence: ¿tal vez sea un antifascista huido?”
“Me ha dicho cuando veníamos hacia aquí que era un católico practicante: podría ser un antifascista seguidor de don Luigi Sturzo”,43 había observado el padre Giuseppe.
“Podría ser, pero su palabra de ser creyente no es una prueba: podría ser una persona muy diferente”.
El hermano Francesco había pensado algo peor: “Podría tratarse de un agente fascista provocador, aunque fuera católico: he visto en acción a uno en la Cirenaica, un cabo mayor que tomaba la comunión todos los días pero no tenía piedad: sucedió que un sargento de carrera de mi pelotón, conversando con él, había llamado en broma c
