La luz del candelabro, hacen que las sombras se extiendan por el techo.
Richard, cubierto de polvo y con la respiración entrecortada, niega con la cabeza.
—No tengo nada más, te juro que no sé dónde está. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a matarnos?— cuestiona al borde de la desesperación.
—Aún no— responde serio y con la mirada endurecida —pero ustedes van a sentir el frío que sintió Lucía.
Julián hace un gesto con la navaja hacia el pasillo, en ningún momento ha dejado de apuntar al hombre.
—Vamos a subir a la suite de Lucía— dice con sarcasmo.
Eleanor profiere un gemido, llevándose las manos a la boca.
—¡No! ¡Esa habitación está sellada! ¡Nadie entra ahí!
—Es Nochebuena, Eleanor, la familia debe estar reunida en el sitio donde más se la necesita— dice Julián para luego mirar a Sofía —tú conoces el camino. Anda.
La chica obedece de inmediato, como un acto de sumisión al poder que el ex novio de su hermana ejerce, pero también un deseo de ver ese lugar de nuevo. Ella siempre se preguntó si la sangre había teñido las juntas de los azulejos para siempre.
Suben las escaleras y el silencio de la casa amplifica el crujido de la madera bajo sus pies. Richard y Eleanor van lentos, arrastrando los pasos. Julián los sigue de cerca, usando el candelabro como faro en la oscuridad.
La habitación de Lucía está en el ala oeste y cuando llegan, Sofía se detiene ante la puerta de roble blanco, impecable, con su corazón latiendo de tristeza y remordimiento. Se cuestiona su ella no será igual a sus padres, su deber de hermana mayor era velar por la más pequeña, pero prefirió mirar a un lado.
—Eleanor, la llave— ordena Julián y la mujer saca un pequeño llavero de oro de su bolsillo. Sus dedos tiemblan tanto que Richard debe tomar la llave y abrir él mismo.
El aire dentro de la habitación es denso, frío, pesado, totalmente diferente al resto de la mansión; como si la felicidad hubiera sido succionada y reemplazada por el vacío. Pese a que ha pasado un año, la habitación sigue siendo un santuario: la cama está hecha, el escritorio ordenado, las cortinas corridas. Todo un perfecto monumento a la negación.
—El cuarto de una chica perfecta — susurra Julián, mirando alrededor.
—Era nuestra hija, la amábamos— comenta la madre temblando.
—Si la hubiesen amado, la habrían escuchado— Julián camina hacia el baño privado, entra, y la luz de la vela revela un espacio de mármol blanco y dorado, tan frío como una cripta.
Sus ojos se va a la bañera, es grande, ovalada, impecablemente limpia, demasiado limpia.
—La bañera— habla el invasor tratando que contener las emociones— este es el lugar, el sitio donde mi prometida decidió que la presión de ser una Vane, la mentira de su vida, era peor que el dolor físico.
Richard se apoya en el marco de la puerta, incapaz de entrar.
—Se cortó las venas con una de las navajas de su colección de arte. —Julián se arrodilla junto a la bañera, pasando un dedo por el borde de la porcelana tu rostro vuelve a endurecerse —¿Cómo lo cubrieron?, ¿realmente la encontraron ustedes? ¿o la mucama?
Eleanor rompe a llorar, sollozando con la garganta abierta.
—¡Yo la encontré! ¡Yo! ¡Había… había tanta agua… tan roja!, era como un animal desangrándose, Richard.
La confesión de Eleanor es real, brutal y Sofía la mira, sintiendo una punzada de piedad que rápidamente se convierte en resentimiento.
—¿Y por qué no hablaste de eso en el funeral, madre?— cuestiona, pero no obtiene respuesta.
—Y la sacaron de aquí.— dice Julián, volviéndose hacia Richard rearmando con palabras la escena — La sacaron antes de que viniera la policía, limpiaron la bañera, borraron la sangre. ¿Y por qué, Richard? ¿Por qué se molestaron en limpiar una escena de suicidio si no tenían nada que ocultar?
—Para protegerla— responde en un murmullo Richard, con la voz rota —para proteger su reputación.
De pronto, el verdugo de los Vane mete la mano en el bolsillo de su pantalón y comienza a escucharse la voz de Lucía en sonido amplificado:
“—No Julián, no puedes venir, cerraron las rejas y han puesto la cerca perimetral —" escucharla nuevamente es más de lo que Eleanor puede soportar, el miedo la consume, como si estuviera presenciando un llamado de ultratumba.
“—Mi papá dice que tiene amigos en la comisaría y te harán desaparecer si te vuelves a acercar a mí —” .
—¡BASTA! — grita Richard, no porque le duele oir nuevamente la voz de su hija muerta, si no porque su imagen está siendo pisoteada.
—¡NO!— grita Julián con el rostro transformado por la rabia, ha reproducido esa conversación infinidades de veces por un año y el sentimiento en el mismo —¡SIGUE ESCUCHANDO MALDITO BASTARDO!, QUE NO FUE PARA PROTEGER SU IMAGEN, SI NO LA TUYA.
Sofia respira irregularmente, la voz de su hermana se escucha como la de una persona torturada, al borde de la desesperación.
“—...acabo de ver a mamá guardando las llaves del sótano, sé que quieren bajarme ahí otra vez...—" La respiración se escucha irregular, todos los Vane tienen la piel erizada. “Me han quitado los zapatos— se escucha un sollozo ahogado “—Julián, si algo me pasa, si está noche se acaba el mundo, recuerda que no estoy loca... ellos me hacen esto... Gracias por creerme, eres el único que me cree. Feliz navidad mi amor.”
La voz de Lucía queda flotando en el aire, como una acusación de ultratumba. Los padres se limitan a respirar, mientras que Sofía, siente que el mundo gira. ¿La enfermedad de Lucía era una mentira total, o una exageración?, ¿cómo fueron sus padres capaz de eso?