CAPÍTULO 6 UN FANTASMA EN LA MESA

1002 Words
Sofía retrocede un paso, chocando contra el lavamanos. —¿Cómo sabes el nombre de mi hermana? Nadie la mencionó— cuestiona totalmente alterada. El aire en el baño parece congelarse. Julián se da cuenta de su desliz, o quizás, lo ha hecho a propósito. Se pone de pie, llenando el pequeño espacio con su altura. —Vi las fotos en el pasillo— miente, con una fluidez asombrosa, aunque Sofía sabe que no hay fotos de Lucía en el pasillo —y tu padre lo dijo antes. —Mi padre no mencionó a Lucía— contesta y él la mira. Por un segundo, ella piensa que él va a hacer algo violento; pero entonces, él sonríe de nuevo, una sonrisa encantadora y desarmante. —Debo haberlo escuchado mal, tal vez por el golpe en la cabeza… a veces confundo las cosas— justifica —¿Volvemos a la cena? Me muero de hambre, y creo que tu madre está preocupada por sus alfombras. Pasa junto a ella, rozando su hombro, y abre la puerta, mientras Sofía se queda sola en el baño un momento, mirando el algodón manchado de sangre en la papelera. Su corazón late desbocado porque sabe que él miente, sabe que es peligroso, y sin embargo, se alisa el vestido, respira hondo y sale al pasillo tras él. El comedor ha recuperado su silencio sepulcral, pero ahora hay un cuarto elemento alterando la ecuación. Julián se sienta en el lugar que, en años anteriores, solía ocupar el socio principal de Richard o algún alcalde de turno. Hoy, ese lugar le pertenece al lobo. Eleanor ha hecho traer un servicio limpio, aunque mira el plato de Julián con desconfianza, como si temiera que el invitado fuera a comer con las manos. —El pavo está delicioso, señora Vane— dice el visitante cortando la carne con una precisión quirúrgica, moviendo el cuchillo y el tenedor con una elegancia que sorprende «este hombre debe ser de familia rica, come como alguien que sabe apreciar los placeres caros» piensa Sofía —Tiene un toque de... ¿enebro? Eleanor parpadea, desconcertada por el cumplido técnico. —Sí. Es una receta de mi abuela— responde orgullosa. —La tradición es importante— comenta él, llevándose un trozo a la boca y masticando despacio, mirándola fijamente —mantiene a las familias unidas, ¿no es así? Richard llena su copa de vino hasta el borde. El cristal de Baccarat tintinea nerviosamente contra la botella. —¿A qué se dedica usted, Julián?— pregunta el patriarca, interrumpiendo el momento —no parece ser de por aquí. Su acento es… difícil de ubicar. —Soy especialista en resolución de conflictos —miente el joven con una facilidad pasmosa. Sofía casi se atraganta con su vino. —¿Resolución de conflictos? —repite ella—. Eso suena vago. ¿Es abogado? Julián gira la cabeza hacia ella. La venda en su frente es un recordatorio blanco y crudo de la violencia de la noche, pero su sonrisa es suave. —Algo así. La gente me contrata cuando tiene problemas que no quieren que salgan a la luz. Deudas, secretos, errores del pasado... Yo me encargo de limpiar el desorden— explica y Richard suelta una risa breve y seca. —Un limpiador, vaya, no sabía que había mercado para eso. —Oh, señor Vane, se sorprendería— contesta, bajando el tono de voz —todo el mundo tiene algo que esconder, especialmente la gente con casas tan grandes como esta. Cuanto más grandes son los muros, más grandes son los secretos que protegen— el aire en la mesa se vuelve denso y Eleanor deja sus cubiertos, perdiendo el apetito. —Me parece una conversación muy desagradable para la cena de Nochebuena— dice ella, alisando el mantel invisiblemente arrugado —hablemos de otra cosa. —Tiene razón —concede el visitante y se reclina en la silla, con una copa de vino en la mano, relajado como si fuera el dueño de la casa —hablemos de la familia. Es una casa inmensa para solo tres personas. ¿No se sienten... solos? Sofía siente que se le eriza la piel de la nuca. Aquí viene. —Nos gusta la privacidad —dice Richard, cortante. —Lo entiendo, pero ¿en Navidad?… la Navidad es para los niños, ¿no? —Julián pasea la mirada por la habitación vacía —no veo juguetes, no veo fotos de nietos. ¿Solo es usted, Sofía? ¿Hija única? Es la pregunta trampa la joven lo sabe. Él mencionó a Lucía en el baño. Sabe que existió. Está esperando a ver si la niegan. Es una prueba de moralidad, y sus padres están a punto de reprobarla. Sofía abre la boca para decir algo, cualquier cosa, pero su madre se adelanta. —Sí —dice Eleanor rápidamente —Sofía es nuestra única hija y nuestra única bendición. El silencio que sigue a esa mentira es ensordecedor. Sofía siente un golpe en el pecho, físico y doloroso. A pesar de todo, a pesar del año que ha pasado, escuchar a su madre borrar a Lucía de la existencia con esa frialdad le provoca náuseas, mira a Julián que no parece sorprendido; de hecho, asiente lentamente, como si acabara de confirmar una hipótesis científica y sus ojos se oscurecen. Ya no hay gratitud en ellos, solo un juicio silencioso. —Qué curioso— dice Julián suavemente —podría haber jurado que sentí otra presencia en la casa. Una energía… joven, triste— las palabras son por Richard que golpea la mesa con la palma de la mano, haciendo saltar los cubiertos. —Ya basta, mi esposa le ha dicho que cambie el tema y si va a insultar nuestra hospitalidad con tonterías esotéricas, puede largarse a la tormenta ahora mismo. —Richard, por favor— susurra Eleanor, asustada por el tono de su marido. Julián no se inmuta ante el estallido de Richard, él mantiene una calma de reptil.
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