Edward movió el chorro de la ducha para que Jemma se rociara los hombros y la espalda. Colocó las lociones en el suelo para facilitar la penetración de sus dedos en su ano. Su mano izquierda se dirigió a su coño. Introdujo dos dedos en su canal vaginal y buscó la zona áspera en la parte superior de su forro. Su pulgar estaba sobre su clítoris y lo jugueteaba suavemente. Jemma gritó: "Más fuerte, por favor, sabes que me gusta más fuerte". "Jemma, ¿alguna vez te he decepcionado? ¿Alguna vez te he dejado colgando al borde y no te he ayudado a cruzar el precipicio hacia tu orgasmo?" —No, Edward, tú siempre me has cuidado de maravilla. Te llevaré de viaje a una montaña muy alta. Una subida lenta y dolorosa, donde cada respiración requiere una profunda concentración, y cuando finalmente lleg

