JULIAN
Lo que comenzó con una tarde brillante se convirtió en una completa basura. Emilia esta enojada conmigo por intervenir para ayudarla con su deuda, y yo esperaba ser elogiado por ser tan considerado. La gente normalmente me paga trescientos dólares por ahora por hacer eso.
Pasé una noche sin dormir dando vueltas en la cama, dándole vueltas en mi mente, y no se me ocurrió absolutamente nada para resolver este lío. ¿Verla interactuar con mi madre? Emilia encaja como la pieza del rompecabezas que faltaba desde el principio. Pero ahora he jodido las cosas.
Ahora, mientras estoy sentado en mi oficina, sumergiendo una bolsita de té en una taza de agua hirviendo, las cosas con Emilia parecen tan sombrías como siempre. Tengo reuniones todo el día y una cena con un cliente esta noche de la que no puedo escapar, pero esta noche encontrare la manera de hacer que Emilia lo entienda. Tal vez sea hora de decirle lo que realmente siento. La verdad me hará libre.
Presiono el botón del intercomunicador en mi teléfono. –Teri, ¿puedes entrar? –
Mi asiente, Teri, entra en la oficina y se detiene justo frente a mi escritorio. Es directa, y eso me encanta de ella. Y como juega para el equipo contrario, nunca ha habido insinuaciones ni complicaciones extrañas entre nosotros. Es la relación perfecta.
Retiro la bolsita de té y tomo un sorbo de la infusión hirviendo. –¿Te importaría cerrar la puerta? –
Aprieta los labios y corre hacia la puerta para cerrarla. –¿Estoy en problemas? –
–En absoluto. ¿Cuándo has estado en problemas? – Normalmente no soy yo a quién planeamos como salir del apuro.
–Bueno punto– Su sonrisa regresa. –Entonces, ¿Qué pasa? –
–Creo que la he cagado–
Teri suspira y se hunde en el sillón de cuero frente a mi escritorio. - ¿Es el archivo Lavenstein, porque si tengo que arreglar eso una vez más, que Dios me ayude…–
Me río. –No, no es el archivo Lavenstein. Es Emilia–
–¿Esa mujer con la que has estado pasando todo el tiempo? –
Asiento, dándome cuenta de que no he sido tan reservado sobre todo el asunto como pensaba.
–¿Qué hiciste, Romeo? –
–Solo intentaba ayudar–
–¿Qué hiciste? –Ella pregunta, con la voz cada vez más severa.
–Puede que haya tomado los extractos de la tarjeta de crédito de Emilia y los haya consolidado con la ayuda de Brian, del departamento de crédito– digo frotándome la nuca.
–Mierda. Eso es una invasión total de la privacidad, Julián. Tienes razón. La cagaste. Mucho–
–Gracias– murmuro secamente. –Digamos que no te lo agradeció–
–En serio. Tienes que preguntarle a alguien antes de hacer cosas así. ¿Por qué crees que puedo ayudarte? –
–Porque conoces a las mujeres–
Ella inclina la cabeza, pareciendo estar de acuerdo. –¿Has intentado disculparte? –
Lo hice en el coche, ¿no? Pero Emilia estaba tan enfadada que tal vez necesitaba tiempo para calmarse. Repaso nuestra conversación en mi cabeza. existe la posibilidad de que simplemente le preguntara porque estaba enfadada y le dijera que estaba tratando de ayudar. Mierda, tal vez nunca dije las dos palabritas que debería haber dicho. Lo siento.
–¿Sabes? Eso podría funcionar–
Las cejas de Teri se levantan y su boca se abre. –Empieza con eso. avísame como te va–
De alguna manera sé que un mensaje de texto con una disculpa y un emoji de cara triste no será suficiente. Esta es una conversación que debe suceder en persona. Cara a cara.
El resto del día transcurre a paso de tortuga mientras abordo un problema tras otro. Cuando finalmente termino con la cena del cliente, me destroza ver que ya son las diez, demasiado tarde para presentarme sin previo aviso en casa de Emilia. Probablemente este en la cama.
No es que no me gustaría unirme a ella, pero sé que lo mejor es volver a casa y crear un plan para mañana.
EMILIA
–Déjame aclarar esto– dice Anna con las manos en las caderas.
Reclinándome en la silla de mi oficina, le hago un gesto para que siga adelante. El comienzo de un dolor de cabeza se agita en mis sienes y presiono las yemas de los dedos allí, con la esperanza de evitarlo, al menos por unas horas más hasta que llegue a casa.
–Así que estas enojada con Julián porque te comió el coño y luego pago todas tus facturas. Mierda, me casaría con el imbécil mañana–
Dios mío. Cuando lo dice así. Me tapo los ojos con las manos, respiro hondo y termino estallando en carcajadas.
–¡No puedes decir esas cosas, Anna! –
Se encoge de hombros. –¿Qué? No voy a expresarlo todo de forma políticamente correcta como lo hiciste tú y decir que me dió placer con la boca. Llamemos al pan, pan. Se comió esa v****a. Ahora la pregunta es: ¿Lo hizo bien? –
–¿Cómo si eso lo perdonara todo? –
Pone los ojos en blanco. –Si, porque ayudar con tus facturas es un crimen–
–Él fue…– Mierda, no puedo mentirle. –El mejor que he tenido–
Ella levanta el puño en el aire. –¡Lo sabía! –
Enderezo mi postura, respiro hondo. –Dejando eso de lado, fue una invasión total de mi privacidad, Anna. El último chico con el que estuve me jodio. Matthew no tenía limites, no entendía que meterse en mis asuntos personales era un no-no, y ahora parece que Julián tampoco–
Se burla. –Esto es totalmente diferente. Emilia. Matthew no tramaba nada bueno. Tienes que ver la motivación e intención de Julián. Tenía buenas intenciones–
–Tal vez– cruzo los brazos sobre el pecho. –Todo esto se está volviendo muy complicado entre nosotros, y esto es solo una cosa más. No sé cómo sentirme. Y para aclarar, no pago mis facturas, las consolidó–
Ella asiente, dándome una sonrisa seria. –Lo entiendo. Entonces, ¿Qué vas a hacer? –
–Quiere hablar conmigo esta noche– Me envió un mensaje de texto a primera hora de la mañana y acepté.
–¿Estás bien? – pregunta Anna, su expresión ha cambiado a una de preocupación.
La verdad es que no lo estoy. –No sé qué estoy haciendo, Anna, y tengo miedo–
Ella asiente. –Se lo que tenemos que hacer…–
–¿Qué? – pregunto.
Su mirada se desvía hacia el suelo. –No te va a gustar esto, pero creo que es lo mejor–
JULIAN
Después de un largo día de trabajo, ya son más de las ocho cuando salgo de la oficina.
Le envió un mensaje de texto a Emilia antes para asegurarme de que estuviera libre para pasar por su casa esta noche. Le dije que necesitábamos hablar y acepto. Ahora estoy en la puerta de su edificio, esperando a que me dejen entrar.
Finalmente, la puerta hace clic, la abro y tomo la estrecha escalera hasta el sexto piso. Cuando abre la puerta, esta descalza con un moño desordenado en la cabeza y un cárdigan de lana sobre sus hombros y con una enorme copa de vino tinto en una mano.
–Hola–
–¿Puedo pasar? –
–Claro– dice, dando un paso atrás.
No puedo evitar sentir que algo entre nosotros ha cambiado. Me lleva a la sala, pero en lugar de invitarme a unirme a ella o preguntarme si quiero una copa de vino, simplemente se queda allí parada con una mano en la cadera.
–Yo, eh…– Me froto la nuca y bajo la mirada hacia mis zapatos. –Vine aquí a disculparme– Mi mirada se levanta para encontrarse con la suya, y lo que veo mirándome en una resolución gélida. –Me doy cuenta de que lo que hice cruzó la línea. No tenía derecho a intervenir así, pero quiero que sepas que solo intentaba ayudar–
Suelta un suspiro agudo. –Lo sé. Es decir, estaba enojada al principio, pero racionalmente, entiendo lo que intentabas hacer–
–Lo siento de verdad– Extiendo la mano y le toco el hombro.
–Esa deuda es una fuente de vergüenza. Mi ex, él… ¿sabes qué? no importa, ahora es mi responsabilidad. Es lo que es, y probablemente me hayas salvado el pellejo al hacerlo–
Me encojo de hombros. –Te ahorrara miles a la larga, pero debería haber preguntado primero–
–Te perdono– dice, y esas son las palabras más dulces que jamás había oído.
Emilia hace girar el vino en su copa, mirando la ola de líquido rojo. –Tengo algo que decirte también. He adelantado el evento–
–¿Lo adelantaste? –
Ella asiente. –Este sábado–
–¿Cómo dentro de dos días? –
–Si– La mirada en sus ojos es triste, como si hubiera decidido que no puede seguir haciendo esto conmigo
–Ya veo–
Pensé que tenía más tiempo, pero parece que casi se ha acabado. Quería decirle esta noche que quería terminar mi búsqueda de una esposa, quería decirle a la mierda, vamos a cancelar todo el asunto. Me ocuparé de Harry, encontraré algo para mi madre, pero lo que no puedo hacer es seguir viviendo así. Pero las palabra se me atascan en la garganta y se quedan ahí. Por alguna razón no puedo decirlo.
El estado de ánimo a nuestro alrededor cambia, se vuelve más urgente, y la mirada que me dirige está llena de curiosidad y anhelo. Cómo si estuviera esperando a que diga las palabras que no puedo decir. A la mierda todo.
–Podemos repasar todos los detalles mañana después del trabajo– sugiere.
–De acuerdo. ¿Quedamos para cenar en algún lugar?–
–Suena bien–
Me siento como un completo fraude porque todavía estamos buscando a mi esposa, mientras que yo lo único que quiero es a Emilia.
Estoy seguro de que esto es lo único que no debes hacer: enamorarte de tu casamentera. Pero ya es demasiado tarde.
–Mañana entonces– Levanto su mano hacia mi boca y le doy un beso en el dorso. Entonces me veo salir, con el corazón en la garganta. Dándome bofetadas internas por no poder decir las palabras correctas. Soy un completo fraude.