No creo que sea buena idea

2249 Words
EMILIA Normalmente no soy de las que acostumbra a la presión de grupo, pero en este caso, me derrumbé más rápido que una galleta a la hora de la merienda. Cuando Anna y Ximena me preguntaron anoche sobre concertar una cita para Julián, al principio me burlé de la idea, pero la pila de hojas impresas en mi escritorio me ha estado llamando. Hojeo la pila de nuevo. Rostros sonrientes de mujeres esperanzadas me devuelven la mirada, cada una con el deseo secreto de convertirse en la señora Waltham. Quiero meterlas en el fondo de un cajón, o mejor en la papelera de reciclaje, pero en su lugar selecciono una al azar de la pila. Meredith Amell. Tiene el pelo largo y oscuro que le cae como una cortina elegante por la espalda, y una apariencia regia y elegante. Es guapa como una reina de belleza. Echando un vistazo a su perfil, descubro que es una exnadadora de competencia, actualmente profesora en una escuela de educación especial y que trabaja como voluntaria en su tiempo libre en un refugio de animales. No. es un pase difícil. Dejo su perfil a un lado. Puede que esté dispuesta a emparejarlo, pero no con alguien que sea absolutamente perfecta. Tomo otras tres hojas de la pila y las rechazo las tres. Una dulce niñera a la que le encanta el futbol americano. Una chef apasionada por el servicio público. Una gimnasta que visita a su abuela enferma todos los domingos después de la iglesia. Levanto otra y me trago una maldición. Una tentadora de ojos marrones con tetas enormes. ¡Mierda! Esas cosas son magnificas. Avergüenzan a mis copas B. Julián no necesita verlas. Es muy poco probable que eso suceda cuando tiro su foto directamente a la basura. Mierda. ¿Qué pasa con todas estas señoritas perfectas? Molesta, agarro una más. Renne Greene. Rubia. Alegre. Una estudiante universitaria, de apenas veintiún años. Pongo los ojos en blanco. Bien eso funcionará. Ella es linda, así que no sospechará nada. no es como si pudiera enviarlo con alguien fea. Pero también dudo que tengan algo en común. Le envió un mensaje a Julián para preguntarle si está libre este fin de semana, y una vez que confirma que sí, lo preparo todo. Renne está libre para tomar algo mañana en la noche. Confirmo la hora y el lugar con ella, y luego envío otro mensaje a Julián. Emilia: Te he concertado una cita para mañana. Te encontrarás con Renne a las ocho en el Bar Lucky. Espero una respuesta. Una parte de mi quiere oírlo quejarse de la idea, para poder felicitarme por este pequeño experimento, sintiéndome contenta de que prefiera pasar su tiempo conmigo. Pero cuando no llega un mensaje, temo que quizás esto sea lo que ha estado esperando todo este tiempo. Este es mi trabajo, lo que se supone que debo estar haciendo. Julián obviamente se da cuenta de eso, y es hora de que yo también lo haga. Anna tenía razón desde el principio. Con el corazón apesadumbrado, vuelvo al trabajo, con la intención de apartar todo este asunto de Julián de mi cabeza. Horas más tarde, estoy perdida en el trabajo cuando un grito de la oficina de al lado me llama la atención. –¿Qué fue eso? – le pregunto a Anna. –Ni idea. Vamos– Me levanto de mi silla y la sigo. Normalmente, no soy de las que chismea en la oficina, pero me vendría bien un poco de distracción de mi día mediocre. Al lado de nuestra oficina compartida hay un espacio abierto con seis escritorios para un equipo de diseñadores gráficos. Si bien no tiene oficinas individuales, el espacio es luminoso y abierto, y a menudo se utiliza como un espacio de reunión común para aquellos que esperan enterarse de los últimos chismes de la oficina. –¿Qué está pasando? – pregunta Anna mientras nos acercamos. Al detenerme cerca de la estación de trabajo donde estan todos reunidos, veo una foto de Julián en la pantalla de la computadora. Parece ser un artículo sensacionalista. Se me revuelve el estómago. –Solo lo último sobre la última obsesión del sitio de chismes: Julián Waltham. Se rumorea que está involucrado en una aventura secreta, lo que podría poner en peligro todo el asunto del matrimonio y la herencia– –¿Q-que quieres decir? – pregunta Anna por mí, ya que de repente me he quedado sin palabras. Apoyándome en el borde del escritorio, obligo a mi mirada a apartarla de la pantalla y bajarla hacia un diseñador, que aparentemente tiene toda la información exclusiva. –Cuéntalo Rocky– le digo. Y lo hace. –Hay fotos de él y una mujer besándose en un pasillo– Se desplaza por la página web y la veo en todo su esplendor. La musculosa figura de Julián envuelta alrededor de una pelirroja con sus bocas fusionadas. ¡Imbécil! Algo dentro de mi pecho me duele y me siento mareada. Parpadeo, pero la imagen permanece. –Mierda– Me aparto del escritorio y me alejo, completamente disgustada. Esto no solo podría poner en peligro nuestra relación laboral y el dinero en juego, sino que, más que eso, confiaba en él, creía en él, pensé que habíamos hecho una conexión especial. Tal vez como amigos; tal vez como algo más. Anna me sigue de vuelta a nuestra oficina. –¿Estás bien? – pregunta, cerrando la puerta detrás de nosotros. Siento nauseas mientras me dejo caer en la silla de mi oficina. –Una mujer se presentó diciendo que pasó la noche con él recientemente. ¿Cómo crees que estoy? – Anna suspira suavemente, sentándose en la silla frente a mí. –Tal vez sea lo mejor. Es decir, todo este proyecto es una locura. Muy del siglo XIX, la idea de un matrimonio concertado. ¿y luego con las cosas complicándose entre ustedes dos? Esa fue una receta para el desastre desde el principio. Lo vez, ¿verdad?– Nunca imaginé que Julián y yo tendríamos una conexión así. Por supuesto, creo que es atractivo; incluso una monja ciega podría verlo. Pensé que tal vez habría una insinuación leve, algo de coqueteo, pero nunca tuve en cuenta la atracción más profunda que arde bajo la superficie. Una razón más para concertarle una cita este fin de semana. Es hora de seguir adelante, y seguir con el plan original nunca ha sonado mejor. Casar a Julián con éxito y luego cobrar mi bonificación. –Solo estoy enojada porque me mintió– me quejo. –Amen, hermana– dice Anna, asintiendo. Tratando de sumergirme en el trabajo, empiezo a revisar la campaña en la que Anna pasó gran parte de esta semana trabajando. Realmente ha sido una bendición. Me ha ayudado con mi carga de trabajo desde que empezó la semana pasada, y todos los días, puntualmente a las dos, baja corriendo a la cafetería de abajo y regresa con dos cafés con leche helados. Creo que esa es, sin duda, mi parte favorita. –Creo que nos merecemos un capricho especial hoy– anuncia Anna, levantándose de su escritorio a las dos menos diez. –De acuerdo– Hoy ha sido una tontería. –¿En qué estás pensando? – Levanta su bolso del respaldo de la silla y me guiña un ojo. –Es una sorpresa y vuelvo en diez– Me río para mis adentros y la veo irse. Estoy escribiendo, perdida en mi trabajo, cuando solo unos minutos después oigo pasos afuera de la puerta de mi oficina. Por un segundo, pienso que es Anna, que tal vez se le olvidó su billetera. Pero eso no está bien, porque la vi agarrar su bolso. Cuando levanto la vista, se me corta la respiración es. Es Julián. Vestido con un par de jeans oscuros y una impecable camisa blanca abotonada con un abrigo de tweed gris, es tan deliciosamente británico que me duele el pecho. Lleva el pelo recogido en la parte delantera y luce una barba insipente. Se ve devastadoramente guapo, y ese simple hecho me enfurece. No puedo dejar que mi cuerpo reaccione al suyo. Concéntrate Emilia. Continúo escribiendo el resumen en el que estaba trabajando, intentando no dejar que su colonia masculina y picante me descarrile por completo. –¿Necesitas algo? – Se desliza en la silla de invitados frente a mi escritorio. –¿Estás bien? – Su tono es inusualmente hueco. Distraída, abandono mi correo electrónico para y cruzo las manos. –Estoy…Simplemente genial. ¿Por qué lo preguntas? – Traga saliva, con la manzana de Adán subiendo y bajando por su garganta, y se inclina hasta adelante, agarrándose al borde de mi escritorio. –Porque mi nombre está saliendo en todos los tabloides diciendo que he estado saliendo con otra mujer, y luego recibo un mensaje tuyo diciendo que me has concertado una cita– Inclino la cabeza hacia un lado, aliviando algo de la presión que se acumula en la base de mi cuello. Puedo sentir un dolor de cabeza terrible. Así que recibió mi mensaje, pero en lugar de responderlo como un ser humano normal, decidió confortarme en persona. –Solo intento hacer mi trabajo, Julián. Y ahora tengo un circo mediático que limpiar, además, gracias a tus… indiscreciones– –Por el amor de Dios Emilia, eso es lo que vine a decirte. Esa historia es inventada– Dejo escapar una risa aguda y sin humor. –¡Tienen fotos tuyas con ella! – Mi voz suena salvaje, herida. Julián se pone de pie y cierra la puerta de mi oficina, aparentemente sin querer que nadie escuche nuestra conversación. Incluso si estoy enojada con él, agradezco el gesto. No necesito que mis vecinos de oficina que me oigan perder el control, que sepan lo involucrada emocionalmente que me he vuelto con mi trabajo. Respirando hondo, intento controlar mi reacción ante su aparición aquí. Julián rodea mi escritorio y se inclina para mirarme de frente. Mi boca se seca en el segundo que sus profundos ojos verde se posan en los míos. –¿Podrías escucharme, por favor? – suplica. – No te he mentido, y si algo has entendido de mí, es que nunca lo haré– –Soy toda oídos. Me encantaría oírte explicar cuando tuviste el tiempo para salir con una mujer entre invitarme a salir el sábado por la noche y luego a pasar toda la noche del miércoles contigo también. Tienes un apetito bastante voraz. Te subestime– –La historia es una mierda. Esas fotos son de mi ex y yo de hace meses– Hago una pausa, mirándolo fijamente, tratando de entender cómo puedo volver a confiar en él. Estoy mucho más involucrada de lo que debería, en algo que me supera. Lo más inteligente seria reducir mis perdidas y seguir adelante. –Mira la maldita foto Emilia– Saca una copia impresa doblada de la historia de su bolsillo trasero y la apuñala con su dedo. –Llevamos camisetas. ¿De verdad crees que es reciente? – Dios, tiene razón. Soy ejecutiva de relaciones públicas, y si algo he aprendido trabajando en este campo, es a no creer en la prensa sensacionalista. Por la forma en que los medios pueden manipular esas historias, a menudo solo te quedas con una pizca de verdad. Es otoño en Nueva York. Definitivamente no es tiempo de camisetas. Respiro hondo y niego con la cabeza. –¿Es tu ex? – –Romina, si– La imagen mental de ellos besándose esta grabada en mi cerebro. Encogiéndome de hombros, intento quitármela de encima, pero es inútil. Dios mío, ¿Cuándo se volvió esto tan complicado? –Lo siento– dice. –¿Estás bien? – Asiento, luchando conmigo misma para dejarlo pasar. –Estaré bien– –De verdad tengo que hacer esto, ¿no? – pregunta con una sonrisa. –¿Casarte? Solo si tú quieres – El tic en su mandíbula que me dice que la idea es extraña. Deja la silla al lado de mi escritorio y regresa al asiento frente a mí. –¿Estás bien? – pregunta de nuevo. –¿Qué quieres decir? – –Quería ver como estabas. Quería venir en persona. Necesitaba ver tus ojos, asegurarme de que me creías– –Te creo. Nada de eso cambia el hecho de que todavía tienes que ir a esa cita– Se pasa los dedos por la parte delantera del pelo. –Mierda– Dejo escapar un profundo suspiro. No hay forma de escapar de la realidad de nuestra situación. Cada uno tiene un papel de desempeñar, un trabajo que hacer. –Es una buena chica. Ve y diviértete– Hace un ruido de frustración y se pone de pie. –Iré, con una condición– –Te escucho – me levanto para pararme frente a él. Aunque llevo tacones, todavía me domina. –Después de la cita, te verás conmigo…– –No creo que sea buena idea– le digo, interrumpiéndolo. –Para informar y hablar de cómo ha ido– continúa. Mordiéndome el labio, debato el mérito de su sugerencia. En realidad, es una idea bastante decente. –Bien. Llámame después– Me besa el dorso de la mano y desaparece. Anna regresa momentos después con un pastelito de chocolate con una montaña de glaseado batido, pero he notado que tengo un nudo en el estómago y he perdido el apetito.
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