JULIAN
–¡Elígeme a mi– grita una rubia platino con tacones de aguja entre la multitud.
–¡No, elígeme a mí! Hago mamadas estupendas– una segunda chica me guiña un ojo. También tiene un buen par de melones, pero eso no viene al caso.
Agachándome, me pellizco la parte interior del brazo para asegurarme de que no estoy soñando. Ouch. Definitivamente no estoy soñando.
Acelero el paso hacia las puertas, con la intención de ponerme a salvo de la multitud que me ha estado siguiéndome constantemente.
Desde mi oficina hasta las puertas de mi edificio de apartamentos, han sido implacables desde que se supo la noticia hace cinco días. Mi vida amorosa ha sido pasto de las revistas de chismes y las columnas de página seis durante toda la semana, y estoy maldiciendo al tío Harry por tardar tanto en llegar mientras agacho la cabeza e ignoro la atención.
Después de abrirme paso entre la multitud, entro al aire acondicionado fresco y me aliso la corbata. Nunca antes había visto tantas mujeres con aspecto esperanzado juntas. Los vestidos de noche, los sujetadores push-up y las extensiones de pestañas parecen demasiado para las siete de la mañana, pero ¿Qué se yo? Me siento un poco como el chico de The Bachelor. Pero no hay rosas que regalar, y esta es mi vida no un maldito Realty show.
Solo una vez que se cierran las puertas del ascensor, respiro hondo por primera vez esta mañana. Esto es una locura. UNA LOCURA.
Reviso el mensaje de texto en mi teléfono para comprobar la ubicación de la sala de conferencias y presiono el botón del piso veintidós.
¿Mencioné que esto es una locura?
Cuando se abren las puertas, camino por el pasillo, tratando desesperadamente de mantener una expresión tranquila y neutral. No puedo dejar que nadie sepa que estoy alterado, por cierto. Tal vez después de mi cita de esta mañana, pueda pasar a ver a Romina y alejarme. Nadie sabe cómo calmar los nervios como Romina. Hace esto con las piernas; es un maldito pretzel.
Mierda. necesito limpiar mi imagen. Los polvos rápidos en el baño de hombres de mi oficina ya no van a funcionar. Necesito empezar a pensar como…
Mi mandíbula se contrae al pensarlo y reprimo un escalofrió. Mierda. Un marido.
Una palabra no debería hacerme salir urticaria, pero como uno de los mejores abogados de divorcio de Nueva York, la idea de casarme me asusta muchísimo.
En cualquier caso, Romina es un habito que necesito dejar. Ella fue alguien que llenó el vacío, pero es injusto dejarla vivir en los vapores de la esperanza de que ella y yo podemos ser más. Si la escena exterior es una indicación, necesito ordenar mi vida, y eso no incluye acostarme con mi ex cuando tengo una picazón que necesita ser rascada.
Cuando abro la puerta de la sala de conferencias, veo un rostro familiar e inesperado. La ardiente e igual de inalcanzable Emilia Quinn. Sus despeinadas ondas rubias miel caen justo por debajo de sus hombros, y sus brillantes labios rosados forman una sonrisa cortés.
Cuando el administrador de la fortuna de mi familia, mi tío Harry, dijo que iba a contratar a una experta en relaciones públicas, nunca hubiera imaginado que sería la hermosa Emilia.
Solo porque haya tomado la decisión de hacer esto no significa que tenga que estar feliz por ello. Y lo último que quiero es a la única mujer que nunca podré tener en mi cama supervisando todo.
Es decidida e inteligente, pero, sobre todo, es hermosa, lo cual es una distracción adicional que no necesito, una que podría ser desastrosa en una situación ya de por si peligrosa. También va más allá de mis tonterías.
–¿Qué hace ella aquí? – pregunto mientras me deslizo en la silla junto a mi tío Harry.
El optimismo de Emilia, con los ojos muy abiertos, se desvanece y se muerde el labio inferior.
Mierda. Ahora me siento como un imbécil. Su expresión de desconcierto transmite su confusión y dolor.
Los recuerdos de la última vez que la vi invaden mi cabeza. Fue en la boda de mi mejor amigo Tyler. Ella era la dama de honor; yo era el padrino. Todo sobre esa noche sigue siendo nítido. El ligero aroma floral de su piel cuando nos balanceábamos en la pista de baile durante el habitual de la fiesta de bodas, su sonrisa coqueta y su alegre carcajada femenina cuando dije algo innegablemente británico que la divirtió.
Estaba casi irresistible esa noche con su vestido verde, su cabello recogido en un elegante moño con rizos fragantes que enmarcaban su rostro. compartimos un baile, algunas risas, una copa de champán. Estaba a treinta segundos de rogarle que se fuera a casa conmigo cuando lo vi.
La forma en que se giró, ansiosa por ver a Tyler y Ximena compartir su primer baile nupcial…las lágrimas contenidas que se acumulaban en sus ojos mientras miraba…
La emoción y la fe ciega en su expresión eran innegables. Es una verdadera creyente de los finales felices, esclava de la idea del amor duradero y para siempre. Soy un abogado de divorcios hastiado que puede contarle todas las estadísticas sobre matrimonios y divorcios de los últimos treinta años. También puedo contarte personalmente sobre el dolor duradero que perdura durante años después de la separación.
E incluso tan hastiado como estoy, fue un momento hermoso. Así que la dejé sola y la dejé disfrutarlo.
Conocí un poco de su historia. Recientemente había salido de una mala ruptura y como me negué a destruir aún más su creencia en los hombres, para mí era definitivo. Era encantadora, pero no estaba destinada a ser mía.
Emilia nunca se conformaría con una aventura de una noche con un chico que no tiene ningún interés en el compromiso. Es el tipo de chica que lo querrá todo, y como no soy el hombre indicado para dárselo, no me permití el placer de llevármela a casa esa noche. En lo que a mi respecta, la pequeña, curvilínea y encantadora Emilia se consideraba fuera de mis límites.
Excepto que aquí esta, parpadeando hacia mí, con un aspecto herido.
EMILIA
–¿Qué hace ella aquí? – son las primeras palabras que salen de la boca llena y puchero de Julián mientras se desliza en una silla de cuero con ruedas frente a mí. No puedo evitar estremecerme un poco ante sus palabras.
Julián y yo siempre nos hemos llevado bien, incluso si él es un mujeriego pomposo que es demasiado sexy para su propio bien. Hubo un tiempo en que esperaba en que me invitara a salir, cuando pensé que tal vez buscaba algo más. Bailamos y nos reímos en la boda de nuestros amigos, pero eso fue hace meses.
–Ella es quién te va a salvar el trasero– dice uno de sus asesores.
–Buenos días, sol– le sonrió. Luchando contra el impulso de apartar la mirada de esos ojos verdes, sostengo su mirada, sin querer que sepa cuando me inquieta su presencia. Cruzo las piernas y enderezo la cartera de cuero sobre la elegante mesa de caoba.
Ayer por la tarde, mi jefa y mi mejor amiga, Ximena Johnson, directora ejecutiva de Klein & Jonhson Enterprises, me llamó a su oficina. Un gestor de patrimonios de Londres la había contactado para que hiciera un trabajo de publicidad. No tenía ni idea de que implicaba, solo que involucraba a nuestro amigo Julián. Tenía la sensación de que el apuesto británico iba a ser un gran dolor de cabeza. Es conocido por ser un playboy, algo por lo que tengo poco tiempo o respeto. Pero es increíblemente atractivo. Es decir, hace que las chicas inteligentes actúen de forma estúpida, así que necesito mantener mis defensas en alto y, sobre todo, mis piernas cerradas.
–Entonces, ¿Cuál es el gran proyecto en el que dijiste que estaría trabajando? – Tengo más que un poco de curiosidad por saber en qué se supone que debo ayudar a Harry y Julián–
El administrador de patrimonio, Harry, que también es el tío de Julián, voló desde Londres ayer. Y tiene una expresión en sus rasgos. Pánico absoluto. Julián se estira y cubre un bostezo con la mano.
–Como sabrán, Julián Waltham es el heredero de la fortuna de los Waltham. Su bisabuelo. Duncan Waltham, amasó una considerable riqueza a lo largo de su vida–
Mi mirada se dirige a Julián. ¿Heredero de una fortuna?
Respirando hondo, intento recomponerme. Solo conozco a Julián como un gran mujeriego, un británico sexy y un abogado engreído que no cree en el amor.
–No tenía ni idea– digo sin aliento.
Julián me guiñe un ojo. –Yo tampoco, hasta el domingo por la mañana–
–Su bisabuelo falleció recientemente y, según su testamento, todo debe quedar en manos de Julián una vez que se cumplan unos pocos requisitos estrictos. En realidad, solo uno…–
Al levantar la vista, veo a Julián observándome. Me pregunto si recuerda esa noche con tanto cariño como yo. Distraída, me aclaro la garganta y le hago un gesto a Harry para que continúe.
–Para recibir su herencia, tiene que casarse. Y tenemos seis meses para que eso suceda–
Estudio la expresión de Julián, tratando de entender sus sentimientos al respecto. Su sonrisa es divertida, como si dijera: “¿No es un buen lío en el que nos hemos metido?”
Cruzo las piernas debajo de la mesa. Es abogado, así que gana buen dinero; tal vez no lo necesita. –¿De cuantos millones estamos hablando? –
Harry frunce los labios. –Cincuenta millones de dólares–
Bueno, tacha eso. ¿quién va a decir que no a esa cantidad de dinero? Maldita sea. Sin presión ni nada.
Mi corazón empieza a galopar. –Y quieres que…–
Dejo el resto sin terminar. En serio, ¿Cuál es mi papel en esta locura? Un ataque de pánico inminente acecha bajo mi fachada fría. Si creen que voy a ser yo quién se case con él, están locos.
–¿Supongo que viste el circo mediático y las hordas de mujeres que hay por ahí? – pregunta Harry. –Todas compiten por un pedazo del nuevo soltero millonario–
Mientras asiento, mi mirada se dirige a Julián una vez más. Me pregunto cómo se siente con todo esto, con toda la atención, ¿Se siente como un trozo de carne? Yo sí. Esas mujeres no son más que cazafortunas buscando sacar tajada. Por otra parte, como mujeriego, tal vez le encanta. Tal vez realmente colecciona tangas como trofeos.
–Tu función será gestionar todo este proceso de principio a fin. Elaborará y ejecutar un plan que termine con Julián casado antes de la fecha límite de seis meses– Ah. Eso explica lo que hago aquí.
La sonrisa arrogante de Julián se transforma en una amplia sonrisa. –Tengo que ir al juzgado en una hora. Emilia se encargará de esto–
¿Emilia se encargará de esto? Amigo. ¿Qué demonios? ¿No entiende que esto que estamos discutiendo es su futuro, su esposa?
Soy ejecutiva de relaciones públicas en una de las mejores empresas de marketing y publicidad de la ciudad de Nueva York. No soy la maldita casamentera del millonario. Voy a matar a Ximena.