Jueves por la noche

1505 Words
JULIAN El jueves por la noche, subo al bar de la azotea del club nocturno donde Emilia sugirió que nos reuniéramos. Llegué temprano, queriendo conseguir una mesa para estar listo para cuando llegue. No es un lugar que frecuente con regularidad, pero he estado aquí una o dos veces a lo largo de los años. Su clientela es en su mayoría veinteañeros solteros que buscan relajarse después de un día de trabajo. Una elegante barra larga de acero inoxidable recorre una de las paredes, con taburetes alineados. En su lugar, elijo una de las mesas altas que se encuentran bajo franjas de luces blancas. El cielo de la tarde se ha oscurecido y el aire nocturno es fresco, pero aún no frío. Esta semana ha pasado a paso de tortuga. Entre el trabajo y ver el interior de un tribunal más veces de las que me gustaría, estoy cansado y nervioso. No ayuda que mi tío llame casi a diario preguntando por las novedades, y que las mujeres esperanzadas sigan acudiendo en masa, siguiéndome a dondequiera que voy. Pero entonces veo a Emilia subiendo las escaleras y mi mal humor desaparece. Es extraño como tiene la capacidad de hacer eso sin decir una sola palabra. Me levanto de la mesa alta y levanto la mano para saludar. Ella me ve y sonríe, una amplia sonrisa que llega a sus ojos, antes de contenerse apretando los labios de nuevo. Pero lo veo, su reacción cruda y honesta hacia mí. –Hola, Julián– dice mientras le acerco la silla. –Hola, cariño. Te ves preciosa esta noche– Su ligero aroma floral me provoca mientras la ayudo a sentarse. Lleva el pelo suelto sobre los hombros, y lleva jeans y una blusa negra lo suficientemente escotada como para dejarme vislumbrar su tentador escote. La camarera pasa por nuestra mesa y Emilia pide un coctel de champán con gas mientras yo pido un gin Tonic. Charlamos un poco hablando de nuestras semanas de trabajo y de Tyler y Ximena, y luego se hace silencio por un minuto. –Así que sé que nos conocemos, pero cuéntame más sobre ti– dice ella. –¿Qué quieres saber? – –Veamos. Eres británico. Te gusta beber té. Antes de que él se casara, tu y Tyler causaban estragos en los ovarios de toda la ciudad– –Cierto, cierto, y joder, si– –Dios, que grosero eres– dice ella con una risita. –Oye tú lo sacaste a colación. Pero si cariño, me gustan las v*****s– Sus mejillas se sonrojan, y me importa un bledo hacerla sonrojar. Hay algo en mí que le gusta sacarla de quicio. De hecho, me encantaría irritarla un poco más. –Por fascinante que sea descubrir que te gusta el agujero entre las piernas de una mujer…– –Puedes decir la palabra, princesa– digo con un risa. Ella pone los ojos en blanco. –Coño. Ahí tienes. ¿Estás feliz– Sonriéndole me recuesto en mi asiento. –Mucho– –Así que dices que estas listo para casarte, pero ¿alguna vez has tenido una relación a largo plazo? – –Si– digo. Pero esa es una historia para otro momento. Emilia no me presiona; simplemente toma otro sorbo de su coctel. –¿quieres tener hijos algún día? – pregunta. Me froto la nuca. Con los hijos viene un cambio de vida total. Y hasta ahora, mi vida ha girado en torno a mí. perseguir mi carrera y los intereses personales que me dan placer. Aunque supongo que cuando me case, eso también tendrá que cambiar. –No estoy seguro. ¿Y tú? – Sonríe. –Si, de hecho. Me gustaría al menos uno. Una pequeña mini yo, alguien que sea mi mejor amiga– Me imagino a Emilia como madre. Sería una de esas madres geniales sin esfuerzo. No una de esas con una gigantesca bolsa de pañales, jeans de mamá y una mirada permanente de preocupación grabada en sus rasgos. Ella lo haría divertido. No tengo ninguna duda al respecto. –No tengo hermanos– continúa. –Así que supongo que me gusta la idea de formar mi propio equipo– se ríe, y me pregunto si el coctel de champán que termino se le ha subido a la cabeza. Le hago una señal a la camarera y le pido otro. –Eso es algo que tú y yo tenemos en común. Hija única– digo, señalándome a mí mismo. Me mira a los ojos y me estudia cuidadosamente. La idea de la familia es algo que aprecio mucho, y hay un sentimiento dentro de mí que se calienta al oírla decir que quiere formar una familia. Cuando mi propia familia feliz se separó, prácticamente abandoné todo interés en la idea, pero estoy empezando a darme cuenta de que, con la persona adecuada a tu lado, todo es posible. La mirada de Emilia se dirige a la pista de baile, que entre semana no se usa, pero un grupo de chicas con vestidos de coctel cortos se quedan cerca del borde. No les he prestado atención, pero ha sido difícil ignorar el hecho de que siguen mirando en nuestra dirección. –Se preguntan que hace un hombre como tú con una chica como yo– dice Emilia, con una voz inusualmente suave. –¿Qué quieres decir con eso? – Si se va a menospreciar, tendré algo que decir al respecto. Se encoge de hombros. –Está bien. No me molesta. Eres atractivo y están interesadas. Así de simple– Agarra su bebida fresca, vaciándola lentamente, y tengo la sensación de que esta avergonzada. –A la mierda con eso– Me pongo de pie. –Vámonos– EMILIA Estoy con Julián en el bar de la azotea donde sugerí que nos viéramos esta noche. Y aunque intento ignorarlo, no puedo fingir que las mujeres que lo miran con lujuria no existen. Es alto, deliciosamente atractivo, y su imponente presencia, junto con su acento británico, lo convierten en un imán para las mujeres. Eso es un hecho. Simplemente no esperaba que me molestara. Soy su casamentera. Él y yo no estamos aquí en una cita. –¿A dónde vamos? – –Fuera de aquí– es todo lo que dice Me agarra la mano y, al pasar, es imposible ignorar al grupo de chicas que me miran con una mirada asesina. Su agarre en mi mano es fuerte, seguro, como si no planeara soltarme pronto. Cuando nos detenemos en la calle con coches y taxis pasando a toda velocidad, Julián todavía no me ha soltado la mano. –No dejes que esas chicas te molesten- su tono es inusualmente suave. Niego con la cabeza. –Soy una chica grande, Julián. Puedo soportar la verdad. Honestamente, estoy bien– –Puede que no te des cuenta de esto, cariño, pero una vez quise enrollarme contigo– Da un paso adelante y mi corazón da un vuelco. Sin saber qué hacer con esta información, me muerdo el labio. –Y ya no– pongo mis manos en mis caderas y lo observo. Se mete las manos en el pelo, con aspecto ansioso, pero inseguro. –Te inclinaría sobre este cubo de basura si me dejaras– Ante esto, me aparto de risa. No solo llama cubo de basura a un bote de basura, lo cual es adorable, sino que sugiere que tengamos sexo en la acera. Pero sobre todo estoy sonriendo porque este hombre sexy, seguro de sí mismo y deliciosos acaba de decirme que me encuentra atractiva. Y más que eso, el vino a mi rescate. En mi experiencia, eso ya no es algo que hagan los hombres de hoy en día. El año pasado, cuando una camarera malhumorada se equivocó con mi pedido dos veces y luego sugirió que era difícil de complacer, Matthew solo se rió. Tengo la sensación de que Julián habría salido en mi defensa, tal vez incluso habría salido furioso del restaurante sin dar propina solo para demostrar su punto. Matthew se comió su sándwich de ensalada de atún mientras yo estaba de mal humor, esperando a que me volvieran hacer mi comida. El imbécil ni siquiera me ofreció de sus papas fritas y mucho menos de su sándwich. Idiota. Julián me guiñe un ojo coqueto y me doy cuenta de que todavía no he respondido a su oferta de sexo público. –Por muy divertido que suene tener sexo en el bote de basura, creo que paso– le doy un codazo en las costillas y se ríe. –Bueno, Vamos– Me toma de la mano de nuevo y me arrastra calle abajo. Caminamos un buen rato, pasando por pequeñas panaderías, restaurantes familiares y tintorerías mientras la ciudad bulle a nuestro alrededor. Hablamos de la familia, de la vida y de nuestras metas para el futuro, y me doy cuenta de lo mucho que he estado extrañando la conversación reflexiva entre un hombre y una mujer.
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