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Tu, Yo y el Caos

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Blurb

Luna no buscaba amor. Solo quería paz, después de tanto dolor. Pero el destino la cruzó con él. Frío. Roto. Peligroso.Un chico que no sabía amar.... Pero que aprendió a hacerlo con ella. Él tenía cicatrices que no mostraba. Ella tenía heridas que apenas cerraban.Y aunque todo les decía que huyeran, eligieron quedarse el uno para el otro.A veces , el verdadero amor no viene con flores.Viene con caos, con fuego... y con redención. PORQUE A VECES, PARA SANAR AL MONSTRUO, PRIMERO TIENES QUE ENFRENTARLO.

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Huir no borra las heridas
El sonido del motor era lo único que llenaba el silencio. Luna observaba la línea amarilla de la carretera, fija, interminable, como si marcara el camino hacia un lugar donde el miedo no pudiera alcanzarlas. Pero sabía que eso era mentira. El miedo se había metido en su piel. Lo sentía aún en la respiración. Su madre no hablaba. Tenía su mirada fija clavada al frente, los nudillos blancos de tanto apretar el volante. Las lágrimas ya no caían. Las había agotado la noche anterior, cuando recogieron lo poco que pudieron cargar en sus maletas baratas y huyeron mientras el monstruo dormía con una botella vacía abrazada al pecho. Luna parpadeó lentamente. Le dolía todo. El lado izquierdo de su rostro estaba hinchado, amoratado. Una venda cubría parte de su frente, y sus costillas dolían cada vez que respiraba profundo. Pero lo que más le dolía no era el cuerpo. Era haber escuchado los gritos de su madre. Los golpes. El llanto ahogado detrás de la puerta. Y luego, el silencio. Ese silencio que siempre venía antes de que él entrara a su habitación. ¿Estás bien? Preguntó su madre en un susurro apenas audible. Luna asintió, aunque era mentira. No estaba bien. No lo estaría por mucho tiempo. El recuerdo la golpeó sin piedad. Su padrastro ese hombre que alguna vez prometió cuidarlas. Había perdido el control una vez más. Esa vez no se detuvo. La arrastró por el suelo, la golpeó contra la pared, la dejó tirada en el piso del baño, tosiendo sangre, con el rostro cubierto de lágrimas y la mirada perdida. Si su madre no hubiera llegado a tiempo... Luna no estaría ahí. Eso fue lo que hizo que su madre rompiera. No los gritos. No los insultos. No la veces que despertó con moretones o con los labios partidos. Fue verla a ella, su hija, entre la vida y la muerte. Y entender que si no escapaban esa noche, no saldrían con vida. — Ya falta poco — murmuró su madre. Poco para llegar a la nueva ciudad. Al lugar donde una amiga le había conseguido trabajo en una cafetería y un apartamento pequeño en un barrio tranquilo. Eso hasta que pudieran estar estable y su madre consiguiera trabajo en su área de profesión. Poco para intentar empezar de nuevo. Poco... pero no lo suficiente para calmar el temblor en los dedos de Luna ni el nudo en su estómago. Porque huir no borra las heridas. Solo las cambia de lugar. Se miró en el espejo retrovisor. Los moretones en su cara eran feos, pero lo que más le asustó fue la frialdad en sus propios ojos. Como si ya no quedara nada. Como si una parte de ella se hubiera roto para siempre. Pero estaba viva. Y mientras tuviera aliento, juró que nunca más volvería a permitir que nadie la hiciera sentir pequeña. Nunca más sería una víctima. El cartel apareció al fin. Bienvenidos a Ravenshollow. Un nuevo lugar. Un nuevo intento. Pero el pasado... el pasado no se olvida tan fácil. Y Luna estaba a punto de descubrir que algunos monstruos no solo viven en las casas. También viven dentro. (DESCRIPCIÓN ) Luna Duarte tenía una belleza difícil de ignorar, aunque ella se esforzaba en ocultarla. Su piel era clara, con un tono cálido que parecía iluminarse bajo el sol. Tenía el cabello largo, rizado, de un castaño oscuro que caía en ondas desordenadas por su espalda, a veces suelto, otras veces recogido en moños descuidados que no hacían más que resaltar lo delicado de su rostro. Sus ojos eran grandes, color café, profundos y expresivos. Con una sola mirada podía hacerte sentir como si leyeras una historia triste, de esas que se quedan contigo aunque no quieras. Sus pestañas eran largas, naturales, enmarcando esa mirada que decía más de lo que sus labios solían pronunciar. Tenía un cuerpo hermoso, curvilíneo, con una silueta que fácilmente llamaría la atención... pero que ella insistía en esconder bajo suéteres grandes, chaquetas holgadas y jeans rectos. Luna no buscaba destacar. Al contrario, parecía querer desaparecer entre la multitud. Aun así, su belleza era única, auténtica. Como esas flores que crecen solas en los rincones más oscuros, sin necesidad de luz para florecer. ##

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