Cuando Reinaldo Alejandro cruzaba la entrada de la puerta de la habitación de Charlotte, conocida cariñosamente como "Aurora", en otra parte de la casa, su madre Anna, se había levantado como de costumbre a las cinco de la mañana para leer un poco y luego se dispuso a llamar a su hermana mayor Hortensia quien vivía en Barcelona. Llevaba ya una hora sumida en una conversación por videollamada con su hermana el cual era un ritual matutino que se había convertido en su ancla desde la trágica pérdida de su hija Pilar.
Anna, con un dejo de melancolía en su voz, se desahogó:
―Pues la verdad es que me gustaría que mi hijo encontrase el amor de su vida. Fíjate que ya lleva dos años divorciado y eso de verdad me parte el alma porque sé que es un hombre bueno y muy guapo madre mía. Todo un desperd
