Anibal suspiró de satisfacción mientras oprimía a la joven rubia contra él, logrando que cada fibra de su cuerpo despertara y se pusiera en alerta. Melina lo besaba de forma hábil, su boca sabía a vino y su caliente cuerpo oprimido contra el suyo, le ofrecía placer... Una danza de labios y lenguas que poco tardaría en convertirse en una batalla de placer... se separaron en busca de oxígeno, Anibal la miró a los ojos. —Meli... Yo... —¿No quieres?— preguntó dudando. —La pregunta es; ¿tu lo deseas? —Si, lo deseo...—volvió a besarlo con ansias y en poco tiempo la ropa comenzó a caer de los ansiosos cuerpos— llévame a la cama—gimió Melina— es la puerta de la derecha... Anibal se estremeció al llegar a la habitación, ambos batallaban por besarse, las ansiosas manos del hombre maduro recor

