WESTON
El agua cae en cascada en mi espalda, provocándome un profundo suspiro. Tan pronto como me levanto de la cama, muy temprano esta mañana, siento frío. Y no hay nada mejor en una fría mañana de invierno que una eterna ducha caliente.
Las primeras horas de la mañana son mías. Siempre lo han sido. Me encanta merodear por mi casa en el amanecer teñido de cobalto, ponerme al día con la lectura, entretenerme con un espresso, el tranquilo lapso de tiempo que le pertenece a nadie más que a mí. Las duchas calientes también son mi tiempo para pensar. ¿Y hoy? Mi mente esta fija en Amelia.
Cierro los ojos con fuerza mientras me enjabono el cabello con champú, una sustancia masculina y sofisticada que realmente disfruto cada vez que la uso. Notas de bergamota y cuero. Me pregunto si a Amelia le gustaría. En realidad, ya sé la respuesta. Estaría encantada. Y todavía puedo imaginar cómo se reiría si la trajera a la ducha para que pruebe el aroma. La forma en que mis manos se deslizarían sobre las hendiduras de su cintura, resbaladizas por el agua. la forma fácil en que se derrumbaría contra mí, nuestros cuerpos serían dos imanes que no pudieran evitar unirse.
Me Rocío agua por la boca y luego como el acondicionador. Lleva una semana trabajando de niñera y yo mismo había establecido reglas. Entonces, ¿Cuándo empezaron las cosas a ser más fáciles?
No sé cómo ser un extraño a su alrededor. Solo sé que como conectar con ella, escucharla, acercarme infinitamente más a ella. Y lo peor de la situación es que presiento que ella también quiere acercarse a mí.
Es solo tu anterior encaprichamiento hablando. Esta comprometida. Has perdido la cabeza>>. la voz sensata de mi conciencia me recrimina.
Frunzo el ceño mientras enjuago el acondicionador y luego tomo el jabón. Notas de vetiver y clavo. Otra cosa que había compartido con Amelia en mi vida anterior. Otro pensamiento que necesito dejar de tener, porque Amelia está comprometida y esa pequeña cintura no es para que yo pueda poner mis manos sobre ella. Ese hermoso cabello oscuro no es mío para tirar de él. Esos labios rosados no son míos para consumirlos cuando quiera, lo que solía ser constantemente.
Mi viaje de espuma de jabón llega entre mis piernas. Gruño al encontrar mi polla casi completamente dura. Le doy un tirón jabonoso, mis bolas se tensan inmediatamente. Otra cosa que Amelia y yo habríamos compartido en una vida futura. No. anterior. No hay futuro con ella. y nunca lo habrá. Y no tengo ni idea de cómo hacer que mi corazón reciba el mensaje.
Dejo que mis ojos se cierren, bombeando mi puño sobre mi polla resbaladiza y jabonosa. Mi mente está llena de imágenes de mi tiempo con Amelia. Esos seis meses de intensas relaciones sexuales, tan puros y crudos que recordar ese momento es una de las pocas cosas que pueden hacerme correr sin falta. Recuerdo lo astuta y sumisa que había sido conmigo, recostada en la tumbona esperando a que me abalanzara sobre ella. El deseo goteaba de sus ojos, los labios de su v****a hinchados incluso antes de que la tocara.
Esa es la otra cosa. Amelia siempre había dicho que yo era el único hombre que podía empujarla hasta casi el orgasmo sin apenas tocarla. Seis años atrás, nuestra química había sido fuera de serie.
Mientras me meto el puño, dando largos tirones desde los testículos hasta la punta, apretando la cabeza de mi pene justo como me gusta, todo lo que puedo ver es a Amelia. La forma en que solía enterrarme en ella hasta que gemía mi nombre, como rebotaba encima de mi hasta que ambos estábamos tan felices que no podíamos hablar.
Mis abdominales se tensan y me corro, saliendo a chorros a la ducha. El agua caliente elimina la evidencia, y me quedo mirando la pared, con el pecho agitado como si hubiera corrido unos cuantos kilómetros.
Eso tiene que ser suficiente. Porque este es el final del camino cuando se trata de Amelia. Felicidades. Eres oficialmente el espeluznante jefe que se masturba con fantasías sobre la niñera>>.
Y que buen momento, considerando que tengo una cita con la jefa de Amelia más tarde esta mañana para hablar sobre su desempeño.
Termino de enjuagar y cierro el grifo, secándome rápidamente con la toalla. Para cuando me visto, con mis pantalones negros de vestir, camisa gris pizarra abotonada, reloj Versace estándar, zapatos negros de piel de cocodrilo, Emma está despertándose. Entro en el oscuro paraíso de princesa y la encuentro sentada, frotándose los ojos.
–Hola, cariño–
Tiene el caracol de dibujos animados en sus brazos, y en la esquina más alejada hay uno nuevo que había traído al grupo, una lombriz de tierra sonriente. Planeo abastecerla por completo con mascotas exóticas: la colección edición de peluche. Como mínimo, esta será la cosa rara que compartirá con el tío Weston.
–¿Dormiste bien? – extiendo las manos y ella me alcanza. La levanto en mis brazos, su pijama suave y cálido de su pequeña madriguera en la cuna. No responde, solo apoya la cabeza en mi pecho. Me balanceo de un lado a otro un rato, dándole palmaditas suaves en la espalda. Es en momentos como estos en los que me pregunto si alguna vez había tenido a alguien que hiciera esto por ella. ¿Soy yo el primero? ¿Ivan la ama? Odio la cantidad de preguntas que tengo, lo improbable que es que las respuestas lleguen.
Me deslizo hacia la zona principal del apartamento, encontrando todo bañado por los débiles rayos del sol de esta mañana de invierno. Todo se ha vuelto gris, silencioso, neutral. Me muevo lentamente por la cocina, encendiendo la máquina de café espresso, sacando su leche, repasando la rutina matutina que he llegado a apreciar.
Para cuando Emma se despierta lo suficiente como para deslizarse en su silla alta y beber un poco de leche, Amelia está llamando a la puerta. Le doy un golpecito a Emma en la nariz y casi me voy a abrir la puerta, recuerdo la aversión de Emma a que me dirija a la puerta sin ella y la levanto en mis brazos. Abrimos la puerta juntos. Emma aplaude cuando ve a Amelia.
Para ser honesto, yo también lo hubiera hecho si no hubiera dejado claro que Amelia y yo tenemos que tratarnos como si fuéramos extraños. Lleva el pelo en suaves hondas, sus mejillas aún sonrosadas por la fría mañana. Se quita el abrigo blanco y esponjoso, revelando un suéter peludo color musgo.
–Buenos días a los dos– Nos dedica a ambos una cálida sonrisa, pero su mirada se posa en Emma extiende las manos y Emma se inclina hacia adelante.
–Debe haberte extrañado– digo, entregándola.
–Solo estuve fuera por un rato– susurra Amelia, haciéndole cosquillas en el vientre a Emma, lo que provoca una pequeña risita. –Todas las mañanas vuelvo a verte. Estás empezando a darte cuenta– Amelia lleva a Emma a la cocina. Amelia ha optado por unos leggins negros hoy, que resalta cada curva de su trasero y las pantorrillas. Aparto la mirada bruscamente y me dirijo a mi teléfono en la encimera de la cocina.
–Ha empezado a desayunar, pero no ha terminado. Se despertó a una hora normal. Tuvimos una buena mañana juntos… supongo que, en general, no hay mucho que contar–
–Me alegra oír eso– Amelia se balancea de un lado a otro con Emma en brazos, lo que provoca más risas. –Que no haya noticias es buena noticia–
Asiento, metiendo las manos en los bolsillos. –Tengo que irme. Volveré más tarde–
Me dirijo a mi abrigo que cuelga cerca de la puerta principal. Tengo la mano en el pomo de la puerta cuando Amelia me dice: –Gracias por los papeles de ayer–
Me agarro del pomo y me vuelvo para mirarla.
–No fue un problema. Espero que sean útiles– La garganta de Amelia se contrae.
–Yo también lo espero. Simplemente no estoy segura de estar…hecha para esto–
Bajo la mirada al suelo. Se que ella está hecha para esto, pero una charla cae en el extremo demasiado íntimo del espectro. –Bueno…solo tú puedes determinar eso–
Ella asiente y abro la puerta de un tirón, saliendo al pasillo antes de poder añadir nada. Mi cabeza da vueltas con conflictos y preguntas durante el viaje a Las niñeras de Aurora. Una parte de mi sabe que sacar a Amelia de mi casa es la única manera de evitar el problema de sentirme localmente atraído por ella. Pero el progreso que ha hecho con Emma en este corto tiempo es espectacular. Sin mencionar un alivio. Necesito a Amelia tanto como la necesito fuera de mi vida.
Dentro de Las niñeras de Aurora, Doris me da la bienvenida con su familiar sonrisa empalagosa y su charla relajada. En su oficina, me ofrece café, que acepto por principios y cortesía, aunque todavía siento el entusiasmo de mi espresso matutino. Mientras me acomodo en el sillón frente a su escritorio, el mismo lugar donde Amelia había entrado por primera vez con el aspecto de un ciervo encandilado, no pierde tiempo en ponerse manos a la obra.
–No quiero hacerle perder el tiempo señor Hamilton. Así que cuénteme. ¿Cómo le ha ido a Amelia con Emma? –
Doy un sorbo a mi café para evitar soltar “jodidamente increíble”. Una vez que dejo la taza, digo: –Ha ido bien. Han conectado. Es…genial, en realidad–
Doris se lleva las manos al pecho. –Sabía que encajaría bien–
–Ella es…– Una flor delicada de la que no puedes alejarte. Un ángel disfrazado. La mujer de tus sueños, comprometida con alguien más>>.
–Maravillosa–
–Excelente. Excelente– Doris sonríe mientras se lleva su taza de café a los labios y toma un sorbo. –Supongo que le gustaría continuar con esta colocación, ¿no? –
Me aclaro lo garganta, recordando la sesión de ducha de esta mañana. Continuar con esta colocación significaría mucho mas de ese ritual matutino. Pero no puedo cambiarle la niñera a Emma ahora. No después de este progreso que tanto me costó conseguir. –Creo que es la mejor opción para Emma. Veo mucho potencial en su relación. Definitivamente empezó con buen pie–
–Genial– Doris se vuelve hacia su ordenador, el teclado repiqueteando mientras escribe una nota rápida. Cuando se vuelve hacia mí, su sonrisa se desvanece ligeramente. –Estoy más que feliz de continuar la asignación de Amelia con tu familia. Pero hay algo que me gustaría compartir contigo. Esto es un poco…anormal, debo admitirlo. No suelo hablar de cosas de esta naturaleza con los clientes, pero dado a su estatus VIP, pensé que podrías agradecer el aviso–
Parpadeo un par de veces, dejando que sus palabras se arremolinen en mi interior. –De acuerdo. Escuchémoslo–
La sonrisa de Doris ha desaparecido por completo y se inclina hacia adelante, entrelazando los dedos. –Me he dado cuenta de que el tiempo de Amelia en la agencia es limitado. Todavía no he recibido su notificación formal, pero está claro que la próxima boda de Amelia podría significar que renunciara. Se que está buscando una solución a largo plazo, por eso menciono esto. Dado que Amelia puede no ser la mejor opción a largo plazo, dadas sus circunstancias personales, tal vez queramos considerar otras opciones–