PRÓLOGO
La tormenta rugía con furia aquella noche, como si el cielo mismo lamentara la traición que estaba a punto de sellarse. En los pasillos vacíos del castillo, el estruendo de los truenos ahogaba los susurros de una mujer que sostenía entre sus brazos a una recién nacida. La luz temblorosa de las antorchas iluminaba su rostro, desbordado por el dolor y la resolución, mientras sus pasos resonaban apresurados hacia una habitación oculta en lo más profundo del castillo.
“No sabes lo que has hecho, pequeña,” murmuró la mujer, mirando a la bebé con una mezcla de dolor y frialdad. Con un suspiro, entregó a la niña a las manos de dos hombres que esperaban en la penumbra.
El primero, un hombre de mirada cruel, la tomó con firmeza, pero fue la voz de la mujer lo que cortó el aire.
—Llévensela. Y asegúrense de que desaparezca para siempre. La corona no debe caer en sus manos.
La mujer, no miró atrás. Sabía lo que estaba sacrificando, pero no había otra opción. Las intrigas del reino, los viejos pactos de poder y las amenazas al trono habían hecho de su hija una carga demasiado grande para sostener. Alina, la niña nacida para reinar, sería borrada del mapa, y nadie, ni siquiera su propio destino, sabría lo que había sido de ella.
Uno de los hombres asintió, y sin decir palabra, tomó a la bebé y desapareció en las sombras. La mujer se quedó allí, con la sensación de que todo lo que amaba había sido arrancada de su vida, dejándola vacía.
En el instante en que los ecos de sus pasos se desvanecieron, una figura emergió de las sombras.
—¿Estás segura de esto? —preguntó, su voz cargada de pesadumbre.
—No hay otra opción —respondió Myrra, sin vacilar—. Es la única forma de que suceda... aunque no como lo esperaba.
Fuera del castillo, la tormenta amainó, como si el cielo mismo hubiera perdido su furia. La niña, la hija legítima de un reino perdido, se desvaneció en la oscuridad, llevándose consigo la última chispa de esperanza. Una niña olvidada, cuyo nombre nunca sería recordado.
Pero los secretos, aunque escondidos en lo más profundo, tarde o temprano saldrán a la luz. Y cuando eso suceda, nadie estará preparado para afrontar lo que se avecina.