Ethan, con ceño fruncido, mantenía la mirada fija en el computador, mientras tecleaba redactando el informe que su padre le había pedido. La puerta de su oficina se abrió sin previo llamado, levantó la vista para encontrarse con la elegante figura de su madre, y tras ella, la secretaria con rostro cargado de preocupación. —No te preocupes— dijo viendo a la jóven — puedes retirarte. —Si, señor.— respondió marchándose de inmediato, no era de extrañar, Helen Maxwell, resultaba agradable para muy pocas personas, y menos que aceptable para quienes según ella no poseían su educación y estatus. —Buenos días, madre. —le dijo sin siquiera tomarse la molestia de ponerse de pie. — Toma asiento. —Buen día... Necesito hablar contigo. —¿Y ahora que te ha dicho Susana?—preguntó en tono aburri

