Un cuchillo pasó zumbando a escasos centímetros de su rostro, luego otro y otro. Lucía gritó e intentó retroceder para alejarse del peligro, pero la puerta ya se había cerrado detrás de ella. Se presionó contra la puerta y los miró aterrorizada. —¡Lin, ya basta! —rugió El Diablo desde la silla en la que se encontraba sentado. Lucía lo buscó con la mirada pero no lo encontró, pues se distrajo con una preciosa y sensual rubia que parecía sacada de una de las pasarelas de Victorias Secrets; una de las sensuales modelos que desfilaban en sus pasarelas vestidas con sexys conjuntos de lencería y alas de ángeles en la espalda. Pero esa rubia no era un ángel, ni una modelo, era un demonio vestido de belleza; su brazo marcado desde el hombro hasta la muñeca con descomunales tatuajes que le form

