Tenía que ser una maldita broma. «Sí, definitivamente es una jodida broma o un puto castigo que me da la vida por mis pecados», pensó Renzo, chasqueando la lengua con una mezcla de frustración y rabia Esas palabras eran todas las que quería escuchar saliendo de la boca de su Angelo y justamente tenía que decírselas estando totalmente intoxicada. Algo inconcebible para él, pues por muy pendejo que sonara, quería que las dijera estando totalmente sobria. En sus cinco sentidos. Se vio tan tentado de mandar a la mierda el hecho de que ella estaba borracha y aprovechar su oportunidad. Mierda. Era un jodido mafioso, no un puto príncipe azul de cuento de hadas, que respeta a la dulce princesa. Pero, no. Allí estaba, actuando como el más grande imbécil del maldito mundo, al comportarse como u

