NARRA NOAH Cuando llego a la empresa, vacilo. Siento nervios de entrar a la oficina y tener que estar tan cerca de él, con todo lo que está pasando. Sin embargo, mentalmente me doy dos fuertes cachetadas que me quiten lo cobarde y lo idiota. «No eres una maldita cobarde que va a huir de los problemas y de un imbécil como Kai —me regaño—. Vas a pararte ahí, frente a él, y vas a tratarlo como mierda, tal y como lo hacías cuando lo conociste en Hawaii» El timbre del ascensor me saca de mis cavilaciones, inspiro profundamente y, cuando las compuertas del ascensor se abren en el último piso del edificio, salgo hacia el pasillo y camino hacia la oficina. —Buenos días, señorita Spencer —saluda Gisselle, desde su escritorio, cuando llego a la puerta de la oficina. —Buenos días —respondo,

