He dejado todo al azar y este dolor ya me comienza a estorbar.
— ¡Tiene que ser una mentira! — gritó desesperada— ¡Todo esto es tu maldita culpa! — la enfurecida mujer se encamino donde su hermana se hallaba en silencio— ¡Todos nuestros problemas son por tu culpa! Seremos la burla de toda la sociedad ahora, estamos hundidos…
— Por favor hermana…—susurro apenas.
— ¡Dime que haremos ahora! ¡Lo perderemos todo! — aun exaltada se dejo caer sobre un sofá dejando salir por fin las lagrimas de impotencia—, tú tienes que solucionarlo, ya que tú lo provocaste ¿Me entiendes?
— No, no por favor, te prometo que voy a solucionarlo todo, solo tienes que darme tiempo — se acerco para hincarse ante ella con angustia.
— ¡No hay tiempo, Fleur! Vamos a perderlo todo — con una risa burlona se cruzo de brazos—, mas bien lo poco que aun tenemos, si padre estuviera vivo todavía todo esto….
— Te juro que voy a recuperar todo, lo juro — afligida enterró el rostro en el regazo de su hermana.
— Tendrás que tragarte tu orgullo o lo que queda de él — aparto bruscamente a la chica al ponerse de pie—, solo él puede ayudarnos ahora…
Sentencio para salir de la sala de estar, Fleur era un mar de llanto aun de rodillas en el suelo, sabia que su hermana no aceptaría ninguna otra solución, aunque era injusto que toda la culpa recayera en sus hombros, ella no era la mayor, tampoco era la única culpable en todo este asunto, ambas eran las dueñas de las tierras que su padre había poseído en vida, ahora estaban perdidas a medias porque ella sabía perfectamente que hombre fue capaz de comprar los viejos terrenos que su cuñado perdió por su adicción al juego al tener un documento firmado por Fleur que le otorgaba poder de manejo sobre la zona, al haber confiado ciegamente en él al igual que su hermana, pero ella jamás aceptaría su pedazo de culpa.
— Señorita — la voz de una mucama la sacó de sus pensamientos—, ha llegado un recado para usted.
— ¿Recado?
La mujer se acerco para entregarle la nota antes de retirarse de inmediato, con temor la sujeto un momento antes de atreverse a abrirla, tenia una muy mala corazonada al respecto, todos sus temores se afirmaron cuando al despegar la hoja doblada se encontró con su mayor temor materializado.
“Es una pena que nuestro reencuentro se realice bajo estar circunstancias, pero soy un hombre benevolente y estoy dispuesto a negociar contigo, aunque ambos sabemos que no lo mereces, pero, si te interesan las pobres tierras de tu difunto padre, vendrás a verme inmediatamente.
Si eres inteligente, no me harás esperar.
Nathan du Orleans.”
Apretó con gran fuerza la nota entre sus manos, en una ira silenciosa que agobio toda su alma, no era justo que tuviera que ir a rogarle por su herencia y más a él ¿Por qué de todos los hombres tenia que ser él? Ya habían pasado muchos años y aún buscaba la manera de fastidiar su existencia, como si ocurrido tiempo atrás no fuera suficiente para ella, se limpio las lagrimas luego de tirar el papel arrugado a la basura, si iba a tener que encararlo, no lo haría con el rostro lleno de lágrimas, nunca más volvería a darle esa satisfacción pensó antes de ir a su recamara.
Fleur Rousseau era una mujer de 24 años, bailarina de ballet semi profesional que soñaba con estar en la mejor compañía de danza del país, aunque aquel sueño estaba lejos de volverse realidad, con la muerte de su padre, no tuvo mas remedio que abandonar la costosa academia donde realizaba sus estudios en ballet, si bien nunca pudieron considerarse una familia millonaria, habían crecido rodeados de lujos, mismos que ahora volaban por la ventana gracias a la traición de su cuñado, que gracias a su empedernido alcoholismo perdió la vida en una pelea de bar dejando atrás a las dos hermanas Rousseau a su suerte y con deudas que las amenazaban con quitarles todo o mas bien lo poco que les quedaba.
La chica se sentó frente a su tocador, observo su rostro manchado por el llanto, con cuidado comenzó a limpiarlo, se colocaría algo de maquillaje, quería dar la imagen de una mujer fuerte, coloco algo de sombra sobre sus parpados, embelleciendo sus profundos ojos azules, luego pinto sus labios de rojo, dejando su cabello a lo último, era tan n***o como la noche misma, lo dejo suelto, dejando que los largos mechones cayeran sobre sus hombros.
Como vestimenta eligió un vestido n***o, aunque lo despreciara debía usar un luto riguroso por el inútil de su cuñado, era el único hombre en casa, no tenían hermanos varones y la poca sociedad que aun los respetaba esperaba que ese tonto se hiciera cargo de todo, aunque claramente no había sido asi, por lo que ahora no tenia mas remedio que pasar desapercibida como una mujer en luto.
— Preparen el auto para mí, por favor — pidió a una de sus mucamas que afirmo en silencio saliendo a dar aviso al chofer—, Dios mío…solo dame fuerzas — pidió antes de salir de su recamara.
Lo único que sonaba en la casona, eran los tacones de Fleur chocando con el piso de madera, bajo la escalera mientras se echaba un abrigo de piel en los hombros, el chofer abrió para ella la puerta del auto al cual ingreso de inmediato.
— ¿Dónde desea ir hoy, señorita? — pregunto el hombre mayor.
— Llévame a la torre de los du Orleans, por favor.
El viejo chofer poco pudo ocultar su sorpresa ante el pedido de su jefa, mas no objeto emprendiendo la marcha hacia el centro de la ciudad donde se erguía la imponente torre de la familia mas rica del país, los du Orleans, descendientes de una de las grandes casas de la realeza que gobernaba la mayor parte de la ciudad, controlaban y adquirían todo lo que deseaban.
Cuando llegaron al lugar, el estomago de la pelinegra se revolvió, la respiración se agito, hasta sus manos sudaban, miro por el espejo al conductor que en silencio trato de darle ánimos, sabia que aquello no sería nada fácil para su jefa, pero tenía que hacerlo, armándose de un falso valor salió del auto, no dijo nada, se encamino con la cara bien en alto hasta la primera recepción, algunos curiosos voltearon a verla, sabían de quien se trataba.
— Vengo a ver a Nathan — anuncio a la recepcionista.
— El señor du Orleans la espera, siga por favor.
Se encamino a los elevadores, afortunadamente el que llego para ella se encontraba vacío y asi permaneció hasta el piso donde el jefe de la torre se encontraba, justo el ultimo piso, como bien recordaba, el ascenso fue el mas largo de su vida, pero cuando las puertas se abrieron se encontró con la asistente del hombre, que amablemente le indico el camino con su mano, ambas recorrieron el pasillo en silencio.
Entonces se encontró de pie con la puerta donde su verdugo la esperaba, no toco, simplemente entro topándose con él.
Y ahí estaba esperándola, sentado frente a su escritorio con la sonrisa mas malvada que ella pudiera haber imaginado.
Esa era la sonrisa del mismísimo diablo.