Triana Navarro El probador estaba lleno de luz blanca, esa luz despiadada que no perdona ni una ojera ni una lonjita. Me miré al espejo girando un poco la cadera, acomodando con cuidado el vestido azul petróleo que Vale me había pasado por debajo de la cortina con un: "Este grita Triana, nena, póntelo ya." Era precioso. Elegante pero no tan formal. El escote en forma de corazón con tirantes delgados, el corte justo en la cintura y la tela con un ligero brillo satinado que caía como cascada hasta las rodillas… me sentía como una versión empoderada y moderna de Cenicienta. Una que ya no necesitaba un hada madrina, sino una buena amiga, un café fuerte y una razón para no golpear a su ex. Salí del probador dando una vuelta de pasarela improvisada. —¡Guau! —exclamó Vale con ojos brillosos m

