Arispa: El Legado de la Tempestad

"Señora López, una historia de pasión por la transformación espiritual”. Es decir, las palabras del empresario “El c***o” cayeron sobre Dayana como un rayo, desatando un torbellino de pensamientos y preguntas que giraban en una única dirección. ¿decisiones? de como interpretaría la vida este nuevo giro que la incertidumbre flotaban en el aire, como una sombra que anunciaba un cambio eminente. ¿Como lo tomaría esto? Ahora bien, Aunque tenía 39 años, Dayana se enfrentaba a la posibilidad de descubrir visiones atemporales, audaces, ¡e inciertas! Sin embargo, la propuesta que tanto esperaba o más bien que tanto había solicitado, finalmente se presentó. Impulsada por un profundo desacuerdo con su madre “María” y su hermano “Domini”. Con respecto, a las crianzas de sus sobrinos “Sofi y Antoni”. Si otra opción, Dayana solo pudo elegir aceptar”, pero sabía que esa decisión la arrastraría a un nuevo y desconocido territorio. Sumamente, Dayana medito los pros y contra de su decisión. Dado que, no solo implicaba romper con el costumbrismo familiar y enfrentar los problemas de crianza, si no también revivir una dolorosa elección de tres años atrás: Puesto que, cuando sus hermanos la consideraron más apta para cuidar a su madre. Además, de haber rechazado una propuesta de matrimonio, aquella negativa desato rumores que aun resonaban y Dayana temía que esta nueva elección desenterrara viejos fantasma. Mas aún, a pesar de las dudas, Dayana siempre supo que sería ella quien cuidara a sus padres en su vejez. Era una promesa silenciosa, un destino ineludible. Aunque, creía que aún le faltaban algunos años para estar totalmente preparada. Por un lado, el destino se le adelantó y le exigió un “si”. Mejor dicho, que la obligaría a una ciudad de la que se había marchado muy molesta, de lo que había jurado nunca volver. En fin, este es el caso del que dicen que uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz. ¿A donde volverías tú? En vista de, mientras alistaba las maletas, se despidió de quienes convivía, junto con el alfa y omega. Pues, dicha separación significara el comienzo de su destino, su viaje la llevaría a la península de Paraguaná, de dos días de trayectoria hacia la ciudad de la que se fue muy molesta, pero el verdadero temor no era el destino, sino el incierto estado de quien la esperaba. En resumidas cuentas, sentada en el autobús, la preocupación la carcomía: ¿encontraría aún con vida a su madre? ¿llegaría a tiempo las medicinas, tan difíciles de conseguir por la crisis? Bueno, se abraza a la tranquilidad de los recuerdos buscando la calma en medio de la agitación. Pero, una voz interior le susurro que no se rindiera, pero si orar a Dios que todo saldría bien, si saber que el destino le deparaba un encuentro inesperado que cambiaría el curso de su llegada. En pocas palabras, después de innumerables contratiempo y contradicciones y agotador retraso, el autobús llego a las 10:30 p.m. Dayana se bajó abrumada, Pero, la providencia quiso que se topara gracias a Dios con una señora a quien le confió su preocupación. Lo que sucedió después fue un giro del destino que nadie habría anticipado en medio de la noche Salvo que, era muy tarde para encontrar transporte, así que cuando la señora se ofreció a llevarla al hospital. Dayana supo que era una bendición. Sus familiares pasarían por allí para hacer una diligencia. Así mismo, en la entrada del terminal. Puesto que, un coche blanco las esperaba. Pero al acercarse, Dayana descubrió algo sobre los ocupantes del vehículo que añadió una capa más misterio a su ya inusual viaje. Mejor dicho, la señora converso con la conductora quien resulto ser su hija y le hicieron espacio a Dayana en la parte de atrás, entre las muchas cosas que llevaban. Fue así como llegaron al estacionamiento t*****o del hospital. Un final de trayecto que parecía milagroso. Pero al preguntar si veía a su hermana, Dayana no sabía que el verdadero desafío aún estaba por comenzar. En fin, Dayana diviso a su hermana Dela y se bajó, agradeciendo a sus benefactoras. La señora le dijo: "El estado fallido del país está para ayudarse unos con otros" Al saludarse Dela me abrazo con fuerza, y le pregunto ansiosamente "¿trajiste los medicamentos? Igual que, la respuesta, y lo que vieron al revisar el paquete de vidrio, De ahí, que confirmo que la vida de su madre dependía de la rapidez con la que actuaran, vamos rápido que los necesitan con urgencia para estabilizarla. De hecho, subimos las escaleras lo más rápido que pudimos, entregamos la medicación a la enfermera de turno, pero resulto que faltaba otro medicamento que combinado con el que traía haría el proceso deseado, pero aun así lo dejamos a ver que se podía hacer y de repente, un escalofrió me recorrió toda la espalda. No era solo el frio del hospital, si no la sensación que alguien nos observaba de cerca, acechando desde un ricon que no alcanzaba a ver. Por cierto, nos dirigimos a la habitación. No había ni una sola cama vacía, los enfermos llenaban el espacio, en que cada uno con su propio mundo de dolor. Por eso, mi madre estaba al fondo justo a la ventana, en la última cama del lado derecho, en un lugar que de alguna forma parecía la meta de un largo y oscuro camino. Pues, cuando la vi mi corazón se encogió. Seguía despierta, como si me esperara, pero sus ojos estaban vacíos, sin la luz que siempre la había caracterizado. No me reconocía. Fue en ese momento que cuando supe que estaba luchando una batalla silenciosa, y que mi presencia allí era la única conexión con el mundo real. En cualquier caso, me daba esperanza de ganar la batalla contra el tiempo, me invadió el saber que podía acompañarla en su lucha, eso me dio una calma que jamás pensé que tendría. En el centro, me senté a verla y pensar en ese instante, dejé de ser la paciente y me convertí en la cuidadora, un papel que no estaba preparada para asumir, pero que me daría el valor para seguir adelante. Finalmente, mi hermana me entrego la libreta con las instrucciones de la medicación, pero sus anotaciones, en lugar de darme claridad, me llenaron de confusión. Las notas estaban desordenadas, casi imposible de entender, como si el verdadero desafío no fuera la enfermedad de mi madre, si no la clave que me habían dejado. En cuanto, mi hermana se despidió rápidamente dijo que tenía dos días sin descansar, se fue ya que la esperaba su esposo y en sus ojos vi el alivio de dejar la carga atrás. Me quede sola, con la libreta en la mano, preguntándome si realmente estaba lista para descifrar el misterio de los horarios y las dosis. Dicho de otra manera, horas más tarde la enfermera llego, me extraño que empezara la ronda por la cama de mi madre, me pregunto qué medicación tocaba. Ante todo, le explique que recién llegaba y que solo tenía la libreta con las instrucciones. La enfermera busco entre sus propias anotaciones y su reacción fue completamente inesperada. Por último, dijo que ya le habían dejado la medicación. De alguna forma alguien se había adelantado a mí, asegurándose que mi madre recibiera lo que necesitaba, la enfermera saco el medicamento y se lo administro, siguió su camino como si nada hubiera pasado. Yo me quede congelada en la silla, sin entender quién era el misterioso benefactor y porque había ayudado a mi madre en secreto.