Cuando terminaron de comer aquellas deliciosas hamburguesas que a Maxine le supieron a gloria, Lars la llevó a dar un paseo por el malecón. Él se sentía feliz, pues ella caminaba a su lado, con su brazo enrollado al suyo, mientras le contaba las cosas que hacía con su padre cuando iban a ese sitio. Esta vez, mientras recordaba, Maxine no sentía ni dolor, ni tristeza, de hecho se sentía feliz de recordar aquellos momentos que vivió con su padre. Quizá se debía a la presencia de Lars que compartía algún comentario ameno y la animaba, o porque simplemente ya no quería sentir ese terrible dolor. Les sorprendió la noche y ella seguía renuente a regresar a la casa. —Pero tenemos que dormir —le dijo él—. Tú necesitas descansar, Mac and cheese. —Vamos a cualquier otro lugar, menos a la casa —p

