Amina
Viajar con Emiliano es como una ventana a otro mundo. Conozco el poder. Crecí en el mundo de la mafia Morelli y vi como Nero maneja las cosas. Puede atravesar cualquier puerta de la ciudad y hacer que la gente se apresure a satisfacer todas sus demandas. Pero eso es porque todos le temen, observando con esa mirada de escándalo y preocupación en sus ojos. Emiliano Wilder es diferente. La gente quiere servirle.
Todos lo tratan como la realeza, girando la cabeza cuando entra en la habitación. Los hombres lo miran con admiración. Las mujeres lo miran con deseo. Y él no parece notar nada de eso. Desde el jet privado hasta el aeródromo, pasando por el elegante coche que espera en la pista, se mueve en una burbuja de riqueza y privilegio con total confianza. Una burbuja de la que yo también formo parte, ahora.
Siento un temblor de nervios mientras el coche se desliza por el centro de Londres, pero trato de ocultarlo, fingiendo leer una revista. Emiliano apenas me ha hablado en todo el viaje. Ha estado con su portátil, ladrando órdenes en su móvil. Es una especie de alivio, después de cómo fueron las cosas en la isla. La forma en que me besó, me tocó… Todavía lo siento en mi cuerpo, consciente de cada uno de sus movimientos y respiración.
Ahora estoy un territorio. La isla fue solo el principio, un breve vistazo a su vida llena de poder. Ahora…Ahora comienza el verdadero trabajo.
Miro por la ventana del coche a la ciudad desconocida. Nunca he viajado mucho, la ciudad de Nueva York es más que suficiente para mí, pero ahora, me empapo de la arquitectura histórica y edificios nuevos y relucientes, uno al lado del otro en calles arboladas.
El coche reduce la velocidad en un barrio elegante y vislumbro una impresionante casa moderna tras unos muros enormes, aunque no esperaba nada diferente. Grandes ventanales dan a la calle y la estructura tiene un aire nuevo, como si hubiera sido construida en los últimos años. Su exterior de piedra natural es de un color blanco limpio y su diseño moderno encaja perfectamente con un hombre como Emiliano.
El conductor se detiene en un estacionamiento subterráneo debajo de la casa, donde hay una colección de otros coches caros. Aston Martin, Bugatti, Porsche… Tengo debilidad por los coches y los miro con avidez antes de recordar que la inocente Amina no sabría nada de conducir.
Me doy la vuelta mientras Emiliano se dirige al ascensor y subimos en picado. Sigue mirando su teléfono, con aspecto absorto. Bien, quizá tenga un poco más de libertad para curiosear de lo que pensaba si ni siquiera puede mirarme.
Entonces las puertas del ascensor se abren en la planta principal y tengo que cambiar de opinión. Un hombre corpulento con una traje n***o nos espera, junto con una fila de otros empleados. La bestia avanza en cuanto salimos del ascensor, sus ojos están puestos en Emiliano.
—Bienvenido a casa, señor— dice con un marcado acento londinense.
—Leon— Emiliano asiente. —Esta es Amina— La mirada de Leon se dirige a mí y se detiene con curiosidad. —Se quedará conmigo durante un mes—
—Leon es el administrador de la casa— me dice Emiliano. —Está a cargo de mi personal, así que si necesitas algo, puedes preguntarle y él se encargará—
—De acuerdo, gracias— digo, dándole al hombre una pequeña sonrisa. Parece una buena persona para tener a mi lado. Leon me devuelve la mirada impasible.
—Siéntete como en tu casa— Emiliano no espera una respuesta antes de irse por el pasillo hacia lo que parece una oficina. Entra y cierra la puerta firmemente tras él.
—Venga conmigo, señora, y le mostraré su habitación— Leon está esperando.
—Puede llamarme Amina— le digo, pero no esboza una sonrisa, simplemente se dirige a la gran escalera.
Lo sigo, mirando con curiosidad a mi alrededor. Al igual que el exterior, todo aquí es moderno y reluciente. Muebles de alta gama, arte moderno, mucha herrería blanca y negra.
El segundo piso tiene una pasarela abierta tipo loft, lo que me permite ver el vestíbulo y la gran sala de abajo. Sigo a Leon por el pasillo, pasando por hermosas y probablemente invaluables pintura en las paredes a lo largo del camino. Me pregunto si estas también son solo copias.
Leon me lleva a la puerta final, que revela una espaciosa suite con baño, vestidor e incluso un pequeño espacio con gimnasio personal. Está decorada con buen gusto en más tonos de blanco y azul marino, como una especie de suite de hotel.
—Haré que suban tus cosas del coche— dice. —Si quieres ir a algún lado, solo pregunta por Frank. Él es el conductor. Y esto es para ti, para que compres la ropa y las cosas que necesitas— Saca una tarjeta de crédito negra con el nombre de Emiliano.
Lo tomo con calma. —Umm, ¿Cuál es el límite? — pregunto vacilante. —Quiero decir, ¿dijo cuanto podía gastar? —
Leon me mira como si fuera idiota. —El señor Wilder no tiene límites— dice, y tengo que reprimir una sonrisa.
Porque estoy segura de que lo haré por el resto del día.
Compras.
Me llevo a Frank y al Mercedez Benz y voy a las tiendas por el resto del día. No tengo ni idea de que equipaje me espera, así que empiezo desde cero. Y cada personaje necesita el disfraz adecuado.
Me toma un minuto entrar en calor. Sigo buscando atuendos que usaría en la vida real: chaquetas de cuero geniales, botas de combate, ángulos afilados y cortes atrevidos. Pero entonces recuerdo que ya no soy yo. Soy el pequeño gorrión que le va a sacar los ojos a Emiliano. Y necesito verme como tal.
Así que voy a las tiendas de diseñadores en Bond Street. Gucci. St Laurent. Harrods. Compro vestidos y joyas, zapatos y vestidos de noche. Los totales suman tantos ceros que me siento débil, pero pronto me acomodo, y cada libra que gasto se siente como un pequeño “vete a la mierda” para Emiliano.
Es dinero sucio, de todos modos. Podría aprovecharlo al máximo, ¿no?
Para cuando regreso a casa por la noche, estoy agotada, y Leon necesita media docena de viajes para subir todas mis compras a mi habitación. Mi amplio vestidor ahora está lleno hasta el tope. Y apuesto a que Emiliano ni siquiera notara la pequeña abolladura de mis cien mil dólares en mi juerga de compras en la que invirtió su basta fortuna.
Me encantaría sumergirme en un baño caliente, pedir que me subieran algo de comida a mi habitación y acostarme temprano, pero sé que mi trabajo apenas comienza. No puedo encerrarme si voy a descubrir los secretos de Emiliano. Necesito saber más. Y eso significa pasar más tiempo con él.
Bajo las escaleras. La puerta de su oficina está abierta ahora y puedo oír su voz proveniente del interior. Tiene compañía: una mujer está allí con él.
Incapaz de contener mi curiosidad, me acerco un paso más, quedándome justo detrás de la puerta. Puedo ver a Emiliano sentado detrás de su escritorio, y hay una mujer frente a él, inclinada hacia adelante para escuchar una llamada que se reproduce en el altavoz del teléfono celular. Me estiro para ver más de ella. tiene treinta y tantos años, viste ropa informal de negocios, pero cara: pantalones de seda a medida y una blusa de color crema, con muchas joyas de oro llamativas. Su cabello castaño está en un elegante corte Bob, y lleva un lápiz labial atrevido. Sus rasgos son bastantes simples, pero es pulcra y elegantes, y tiene una apariencia segura.
¿Quién es ella para Emiliano?
Hago una rápida evaluación de los dos, observando el espacio entre ellos y la forma en que ambos centran su atención en el teléfono y hay algunos papeles en el escritorio frente a ellos, no el uno al otro. No estoy segura, pero parece una socia, tal vez una amiga, ya que está en su casa. Pero no percibo ninguna tensión s****l en el aire.
Bien. No necesito ninguna competencia por su atención en esa área.
—No me importa si el dueño se muestra reacio. No me rendiré hasta conseguir lo que quiero, y quiero esa compañía— Dice Emiliano, sonando molesto.
—Si llega el momento, tenemos formas de forzar su mano— interviene la mujer frente a Emiliano. —Lo perderá todo, pero es su culpa si no está de acuerdo—
—Primero intentemos el camino fácil— dice la voz del hombre en el altavoz. —Ya sabes como son las cosas en los negocios. A veces un poco de encanto ayuda mucho—
—Tienes veinticuatro horas, luego nos ponemos manos a la obra. Que los abogados preparen los documentos— responde Emiliano, sin parecer convencido. De repente, levanta la vista y me ve aquí de pie. —Hemos terminado aquí. Me pondré en contacto contigo mañana—
Termina la llamada y, para entonces, la mujer también me ha notado. Siento sus ojos fijos en mí, curiosos. Claramente, Emiliano no invita a mujeres a su casa muy a menudo.
—Barbara, ella es Amina— Emiliano hace una breve presentación.
—Barbara Devine trabaja conmigo en Wilder Capital—
—Hola— le envío una gran sonrisa. Ella apenas estira los labios en respuesta.
Emiliano no se da cuenta. Está mirando su teléfono. —Tengo que ir a la reunión de Lawton—
Ella asiente, sacando ya un archivo de su gran maletín de diseño. —Tengo los datos aquí. Los aspectos más destacados estan reunidos en la portada—
Emiliano no le da las gracias; simplemente toma el archivo mientras ambos salen de la oficina. Cierra la puerta tras ellos y me trago mi decepción.
Si ahí es donde está su negocio, voy a querer echar un vistazo.
Emiliano sale y me doy la vuelta, y encuentro a Barbara observándome. Le pongo una gran sonrisa. —¿Quieres algo de beber? — le ofrezco alegremente. —Té helado…no, espera, a los británicos solo les gusta el té caliente, con leche y azúcar—
—Me vendría bien un poco de agua— responde Barbara, todavía con aspecto de querer entenderme. El sentimiento es mutuo.
—¡Genial! — Sonrió radiante y me dirijo a la enorme cocina del chef, con vistas a los jardines traseros. —Ahora, si tan solo pudiera averiguar dónde está el refrigerador…— empiezo, mirando las filas de armarios empotrados a juego.
Barbara no lo duda, va directamente a la fila del medio y la abre para revelar el refrigerador oculto.
—Vaya, gracias— sonrió de nuevo, haciendo de chica americana tonta. —Todavía estoy intentando no perderme aquí—
Me pasa una botella de San Pellegrino, —Estoy segura de que pronto lo aprenderás—
—Entonces, tú y Emiliano deben conocerse bastante bien. —¿Han trabajado juntos durante mucho tiempo? — pregunto, intentando parecer lo más amable posible.
Pero su humor se mantiene tranquilo. —Casi una década. ¿y tú? ¿Lo conoces bien? —
Tan bien como puedo, considerando que estoy obsesionada con destruirlo.
—Nos conocimos hace un par de días— trino, con una pequeña risita. —¡Todo ha sido un torbellino! —
Barbara parece querer poner los ojos en blanco, ¿y por qué no lo haría? Ella es la ejecutiva de negocios de alto poder, y yo solo soy el último adorno de su jefe. —Así es como opera Emiliano. No espera nada— dice, como si yo fuera una niña.
—Estoy empezando a ver— respondo, todavía alegre. —¿Es todo un misterio ese hombre, no crees? —
—Si— Responde Barbara con calma.
Bien, no es exactamente la señorita chismosa, pero no importa. Voy a necesitar aliados para mi misión, y Barbara está bien posicionada como cualquiera para darme información exclusiva sobre Emiliano. Ya sea que lo sepa o no.
—Bueno, no lo entretendré— digo, con una sonrisa. —Estoy segura de que tienes un montón de. Trabajo importante esperando. Estoy muy impresionada— añado. —Emiliano claramente valora tus consejos. Y sabemos, que no tolera ninguna tontería—
Eso la hace parecer un poco cálida. —No, no lo hace. Tiene instintos impecables— añade. —Y es un maestro juzgando el carácter. Nadie puede engañarlo—
¿Es una advertencia?
Finjo que no me doy cuenta. —¿Sabes? ¡Deberíamos almorzar algún día ¿No sería divertido? —
—Encantada— dice Barbara secamente.
—¡Genial! — Aplaudo, entrando en todo este acto de tonta.
—¿Quizás pueda conseguir tu número? —
Me mira. —Haré que mi asistente preparé algo—
—Genial—
La acompaño a la salida y decido vigilarla. Tiene razón en una cosa: Emiliano no soporta a los tontos, lo que significa que después de diez años trabajando en Wilder Capital, Barbara debe ser una fuerza a tener en cuenta.
Podría ser una gran aliada para mi…o una enemiga formidable.
—Señora— la voz de Leon viene directamente detrás de mí, y me doy la vuelta para verlo allí de pie. —El señor Wilder ha hecho reservas para cenar. El conductor estará aquí para recogerla a las siete—
No es una invitación, es una orden.
—Gracias— le digo, solo para que se vaya sin decir una palabra más. Emiliano tiene un grupo muy amable aquí.
Entonces, una cena…
Pienso mucho, preguntándome que atuendo dulce y recatado debería usar esta noche.
Entonces me detengo. He estado a la defensiva desde la noche en que nos conocimos. Reaccionando a sus movimientos, tratando de averiguar su próximo paso.
Abrumada por cada nuevo movimiento de su sutil seducción. Es hora de darle la vuelta a la tortilla y recuperar el control. Esta noche, lo haré jadear detrás de mí. Y demostraré que tengo valor más allá de un simple premio de apuesta.