Debemos escapar por el momento. Capítulo 11

518 Words
Maximiliano nos observa en silencio, atento a cada movimiento de los guardias que entran al salón. Uno de ellos se adelanta y anuncia: Todo despejado, Don. En ese instante tomo mi decisión. Nos vamos. Ahora. Todos se giran hacia mí, sorprendidos. No me importa. Me acerco a Mateo, que sigue con lágrimas temblándole en los ojos. Lo tomo suavemente del rostro y me acerco a su oído. Nadie te hará daño, susurro, con un tono más posesivo del que pretendía. Lo que es mío yo lo protejo, el abre los ojos, y sus mejillas se tiñen de rojo. Esa reacción, me enciende el pecho y me arruina la cordura. Sebastián, le digo a mi sobrino, coordina la retirada. Y avísale a Kathia: nos veremos en el búnker. Sin soltar la mano de Mateo, lo llevo conmigo. Caminamos juntos, tensos, no solo por lo que ha pasado hoy… sino por algo más. Algo que se mueve debajo de la piel, silencioso y prohibido, que no debería sentir, pero no puedo detener. Cuando llegamos al estudio, entro primero para asegurarme de que esté vacío, limpio, lo hago pasar. Mateo observa el lugar con curiosidad hasta que se detiene frente a una fotografía. La toma con delicadeza, como si fuera un tesoro. Me acerco y reconozco la imagen: él, de pequeño, abrazando el osito que le regalé. Nuestro “osito”. Cuando percibe mi presencia detrás de él, se gira, sus pupilas dilatadas, el labio atrapado entre los dientes, ese gesto me condena porque me olvido de todo. Lo tomo del rostro y lo beso, un beso urgente, profundo, necesitado él me responde con la misma intensidad, como si también hubiera estado conteniendo esto por demasiado tiempo. Lo sujeto de la espalda baja, acercándolo más, sintiendo cómo su respiración se mezcla con la mía. Cuando al fin nos separamos, ambos jadeamos, mirando lo que acabamos de hacer como si fuera un pecado que ninguno quiere detener. Mateo retrocede, quizás por miedo, quizás por confusión, no le dejo escapar, cierro la puerta detrás de él, atrapándolo entre mi cuerpo y la madera. Me inclino hacia su oído y murmuro: Pensé que te perdería y eso me destruye por dentro. Él traga saliva, temblando tomo su mano y la aprieto contra mi pecho, dejándole sentir mi m*****o golpeando con fuerza, no sabes lo que provocas en mí, osito. Su respiración se acelera, mi control desaparece, cuando deslizo mis manos mi frente cae sobre su espalda, sus dedos rozan mi cuello, mi voz sale rota, sincera: Dime que sientes algo de esto, aunque sea un poco, Mateo cierra los ojos, como si estuviera confesando un crimen. Te deseo susurra y eso es lo que más me aterra. El mundo se detiene. Lo abrazo, fuerte, apoyando mi mentón sobre su cabeza para que no vea el temblor en mis manos. Prohibido. Incorrecto. Irremediable. Y aun así… inevitable. Antes de separarme, dejo escapar la verdad que nadie más conoce: Mateo no es hijo biológico de mi hermano. Pero aunque el mundo arda, él es y siempre será nuestra sangre. Y ahora… también es mi perdición.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD