Capitulo uno.
Si tan solo me dejaran viajar en el tiempo y hablar con mi yo del pasado, le diría que no se emocionara tanto cuando la contactaran de la universidad avisándole que había sido aceptada para estudiar allí, ya que sus notas estaban más que aceptables para entrar. Hoy es mi "UPD 2.0" (último primer día) y, ¿por qué 2.0? Porque ya lo festejé el año pasado. Por decisión del gobierno, habrá un ajuste académico y las personas que cursaban el año pasado el último año de secundaria, volverán a cursarlo desgraciadamente. Aunque nos darán el "beneficio" de quitarnos un año de la carrera. Por ejemplo, yo que voy a estudiar medicina, no tendré que hacerlo en seis años, sino en cinco. No tengo idea cómo se manejarán con eso y cómo suponen que yo aprenderé todo lo que perdí de un año.
De solo pensarlo, me estreso. Además, debo tratar de igualar mi promedio del año pasado para que la universidad me siga teniendo en cuenta para poder ingresar. Lo que lloré el año pasado con matemáticas. Odio las matemáticas y este año la tengo de vuelta. Ya quiero llorar. No solo tengo que cursar mi último año de nuevo, sino que también debo seguir yendo con este uniforme. Ojo, no es que no me guste, pero es como que ya está, listo. No lo quiero usar más. Me siento un poco ridícula. Voy a cumplir diecinueve años y voy a seguir usando uniforme, qué horror. Quiero ir a la universidad con ropa cómoda y no con esto, con lo cual paso frío en invierno, porque ni siquiera nos dejan llevar pantalón largo.
Luego de cambiarme y fijarme en el espejo, decido dirigirme a la cocina en donde se encuentra mi madre preparando el desayuno. Mi madre es una persona de unos cincuenta y siete años. Sí, cincuenta y siete. Ella me tuvo a una edad bastante avanzada para lo que se espera que las mujeres queden embarazadas, pero no voy a decir que fue porque mi madre no podía quedar embarazada y que fui buscada porque la realidad es que no. Mi madre era monja y quedó embarazada de un cura. Así que sí, soy producto de un amor prohibido. Mi padre murió unos dos años después de tenerme de un ataque al corazón. Hasta el día de hoy, mi madre sigue sosteniendo que es un castigo de Dios por todo lo que ellos han hecho. Es por eso que cuando le conté que quería ser médica y que era para eso a lo que iba a aplicar, ella simplemente se alegró más de lo habitual, ya que también sostiene que voy a tener la oportunidad de redimirme por los errores cometidos.
¿Y cuáles serán esos errores? Básicamente nacer. No quiero decir que mi madre no me quiera, de eso estoy más que segura, pero cuando dijo eso, sí que me hizo dudar un poco.
-¡Ánimo! Hoy será tu UUD -interrumpe mis pensamientos mi madre poniendo mi té con leche sobre la mesa.
-UPD -la corrijo.
-¿Y qué es el UUD?
-El último, último día.
-Bueno, como sea. Ponle una buena actitud, de seguro te tomarán cosas del año pasado que tú ya sabes.
-¿Sabes lo aburrido que será?
-Sí, pero no tienes opción.
-Qué reconfortantes tus palabras -digo antes de tomar de mi taza.
-Te qui ero contar algo -dice sentándose conmigo en la mesa con su taza.
-Tienes novio -le digo y ella hace una mueca de asco.
-Que Dios no te escuche -exclama y yo río ante su reacción-. Me han aceptado.
-¿Quiénes? -le pregunto.
-Las hermanas.
-¿Te aceptaron para que seas monja de nuevo? Qué raro y qué raras que son las monjas de aho...
-Zoe -me interrumpe- Para hacer misiones, podré acompañarlas y así poder redimirme con el Señor.
-Qué bueno, felicitaciones -le digo un poco insegura-Solo dime, ¿dónde serán estas misiones?
-En los lugares carenciados, iremos a ayudar.
-¿En dónde? -le pregunto al ver cómo comienza a querer esquivar la pregunta.
-Puede ser acá en la ciudad o... afuera -termina diciendo casi murmurando. Me quedo un poco en silencio tratando de procesar la información que me está dando, ya que yo recuerdo que una de mis tías que es monja, suele hacer esos tipos de misiones y muy pocas veces se puede comunicar porque les quitan los celulares y a veces las llevan por semanas a ciertos lugares.
-¿Me dejarás?
-Tú eres grande y se suponía que este año irías a la universidad.
Mi madre vuelve a mirar el reloj por segunda vez.
-¿Hace cuánto lo sabías? -pregunto, notando su incomodidad.
-Varios meses -responde, minimizando cada vez más el tono de su voz. Podría decir que es básicamente un susurro cada vez que me contesta.
Doy un suspiro y trato de buscarle el lado positivo a esto, y decido contestarle de la mejor manera posible porque si ya empiezo de la peor manera la mañana, no sé qué será de mi día.
-No me voy a enojar, solo prométeme que tratarás de mantenerte en contacto lo más que puedas -le digo estirando mi brazo para tomar su mano con la mía. Ella posa su otra mano sobre la mía y sonríe.
-Lo prometo y también dejaré todo en regla cada vez que me tenga que ir -termina diciendo antes de pararse y darme un abrazo.
Después del desayuno, mi madre me lleva al colegio en su auto. Al bajar, veo a mis amigas esperándome fuera del colegio. Sigo sin entender cómo es posible que no solo tengamos que hacer el último año de nuevo, sino que también debemos compartir con personas que literalmente van a estudiar carreras muy opuestas.
-Hola, chicas -digo, tratando de sonar más animada de lo que me siento.
-Hola, Zoe -responde Sofía, que está igual de desencantada que yo.
¿Qué semejanza puedo aprender yo en este año relacionado a mi carrera con mi amiga que va a estudiar filosofía? Sofía estudiará filosofía. Margaret Letras y Nora, bueno, ella viajará por el mundo como mochilera.
Entramos al aula y me siento en mi pupitre, tratando de ponerme al día con mis amigas mientras esperamos al profesor. La puerta se abre y entra un hombre alto, de cabello oscuro y ojos penetrantes. Su presencia imponente se hace notar de inmediato.
-Buenos días, para los que no me conocen soy Álvaro Rossi y seré su nuevo profesor de matemáticas -comienza diciendo y hace una breve pausa al ver a una de mis compañeras charlar con la de al lado. Luego que ella se diera cuenta de la mirada del profesor, se calla y él prosigue-. No solo soy profesor aquí, también estoy dando clases en una cátedra de la facultad de derecho, así que los que seguirán derecho de seguro nos seguiremos viendo -añade y un compañero levanta la mano tratando de llamar su atención y este lo señala para que haga su consulta.
-¿Usted fue el fiscal de la causa de Nova? -le pregunta sobre uno de los casos más importantes de esta ciudad y él asiente.
-¿O sea que no solo es profesor? -le pregunta una de mis compañeras en un tono bastante seductor mientras sostiene una birome en sus labios. Procedo a mirar a mis amigas y, obviamente, fue un error porque al vernos, ninguna podía aguantarse la risa.
-Me recibí de abogado, me hice fiscal y como hobby, por así decirlo, me dedico a la docencia. Haremos, bueno no sé por qué dije "haremos" porque ustedes harán un examen para saber en qué estado se encuentra este curso. Además, las personas que necesiten ayuda, como las que salgan mal en el examen, se las citará en un horario para tratar de ayudarlas.
-¿Será a solas con usted? -vuelve a preguntar mi compañera con aún la birome en su boca.
-Algunas veces sí y otras será en grupo. Tendrán que quedarse un tiempito extra.
-¿Cuándo será el examen? -pregunta Sofi, sin ni siquiera levantar la mano y esperar a que el profesor la señale para que pueda hablar.
-Ahora -contesta serio acercándose al escritorio para sacar un par de hojas. Todos comienzan a murmurar y el profesor vuelve a pararse al frente de la clase en silencio totalmente serio-. No me importa si usan el celular, si me escuchan o no, o si simplemente en mi hora se van al patio porque no les interesa, pero si hay algo que me jode, es que hablen cuando yo lo estoy haciendo o lo estoy por hacer.
-¿Así que podemos irnos cuando queramos?
-El que se perjudica no soy yo. Pueden hacer lo que quieran, después cuando vean sus notas, como diría mi abuela, "a llorar al campito" -contesta antes de empezar a repartir los exámenes.
Ya terminado el maldito examen, que más que examen fue una tortura, hemos decidido ir con las chicas a tomarnos un café ya que Margaret no ha podido desayunar. El ambiente del café es cálido y acogedor, un contraste bienvenido tras la frialdad del aula. Nos acomodamos en una mesa cerca de la ventana, y Margaret comienza a desahogarse sobre sus dramas familiares con Nora, mientras Sofía la escucha atentamente.
-Mi papá volvió a llegar borracho anoche y empezó a gritarle a mamá -solloza Margaret, tratando de mantener la compostura-. No sé cuánto más podemos aguantar esto.
Sofía asiente, mostrando empatía y comprensión en cada palabra de consuelo. Yo decido no intervenir demasiado, sabiendo que Sofía es la mejor para dar consejos en estas situaciones. Además, aunque siempre he apoyado a Margaret y la he dejado quedarse en mi casa cuando las cosas se ponen difíciles, no quiero opinar demasiado sobre su padre violento. A mí y a mi madre nos encanta que se quede con nosotras, ya que solemos estar siempre solas, y su compañía es un alivio.
-Margaret, sabes que siempre puedes venir a mi casa cuando lo necesites -le digo, tratando de ofrecerle un poco de consuelo.
Ella me da una débil sonrisa y asiente, agradecida por el apoyo constante.
Mientras Margaret continúa desahogándose, Nora y yo nos dirigimos al mostrador para pedir nuestras bebidas. La fila es corta, y pronto nos encontramos esperando nuestro turno. Justo delante de nosotras, un niño pequeño, que debe tener unos seis años, se encuentra esperando su pedido junto a su madre. El niño nos mira curioso y de repente dice:
-Mi mami dice que las chicas como tú son unas gol...
Antes de que pueda terminar la frase, la madre del niño lo interrumpe rápidamente, tapándole la boca con la mano.
-¡No, Marcos! -exclama con desesperación- Eso no es cierto, yo no digo eso.
Nora y yo nos miramos incómodas y sorprendidas ante la escena. El niño intenta liberarse del agarre de su madre y continúa hablando, sus palabras apenas audibles:
-Sí lo dices, todo el tiempo dices que papá se acues...
La madre vuelve a taparle la boca, esta vez con más firmeza. Con un tono nervioso y una sonrisa tensa, se dirige a nosotras:
-No lo digo... todo el tiempo -nos aclara como si nosotras fuéramos a decirle algo- Les pido disculpas y para que me crean, les daré el mejor consejo que puedan escuchar: no se casen y nunca le crean a un hombre.
Con esas palabras, la mujer toma a su hijo de la mano y se marcha apresuradamente, sin siquiera despedirse. Nos quedamos allí, perplejas, intentando procesar lo que acabamos de presenciar.
-Eso fue raro -le digo a Nora, todavía sorprendida.
-Ni lo digas -responde ella, sacudiendo la cabeza.
Finalmente, recibimos nuestros pedidos y regresamos a la mesa. Margaret parece haberse calmado un poco, gracias a las palabras reconfortantes de Sofía. Nos sentamos y tratamos de cambiar de tema para levantar el ánimo.
-¿Sabías que Álvaro Rossi también es fiscal? -pregunta Sofía, tratando de distraernos de la tensión- Me lo mencionó un compañero en clase.
-Sí, lo mencionó durante su presentación -respondo- No puedo creer que tengamos un profesor tan calificado.
-Aunque sigue siendo matemáticas -dice Margaret, haciendo una mueca- Espero que este año sea más llevadero.
-O al menos más interesante -añade Nora, riendo- ¿Viste cómo lo miraba Carla? Creo que tendremos competencia para llamar su atención.
Nos reímos todas juntas, disfrutando del momento y tratando de olvidar, al menos por un rato, las preocupaciones y los problemas que cada una enfrenta. Mientras el sol brilla a través de la ventana del café, siento una pequeña chispa de esperanza. Tal vez este año no sea tan malo después de todo.