VANESSA
Es lunes por la mañana y me arden los ojos mientras estoy sentada en el metro. Los rasgos oscuros del túnel del metro pasan rápidamente por las ventanas a un ritmo asombroso, demasiado rápido para mi estado sin cafeína. La mayor parte de mi viaje matutino es subterráneo, pero ocasionalmente, cuando el tren sale a tomar aire, veo fragmentos de vida; casas de piedra rojiza y partidas de ajedrez en el parque; grupos de escolares y mochilas cerúleas; mejores amigos con la cabeza echada hacia atrás riendo, cigarrillos apretados entre las yemas de los dedos. Parpadeo rápidamente, tratando de conjurar algo de claridad a las siete de la mañana, pero no llega nada. Es demasiado temprano. El sol brilla demasiado; el hedor es demasiado real. El sonido de las ruedas sobre las vías amenaza con adormecerme de nuevo mientras hacemos clic-clac por Brooklyn, en dirección al Distrito Financiero.
Otra semana comienza en Hamilton Enterprises, lo que significa otra semana de aferrarme con uñas y dientes a mi curso de moda.
Un bostezo escapa de mis labios, sin autorización. Me tapo la boca con una mano. Había pasado cada segundo del sábado y domingo poniéndome al día con mis tareas del curso, preparando cosas para la semana, poniéndome al día con los diseños. Estoy decidida a no atrasarme. Lo que significa que trabajaré cien horas a la semana entre mis dos obligaciones si es necesario. Mientras pueda asistir a mis clases los lunes y los miércoles por la noche sin darle a Dominic ninguna razón para sospechar que no le estoy dedicando cien mil dólares, está bien.
Eso es todo lo que importa. Mi teléfono vibra con notificaciones de r************* . Las había mantenido activas desde que dejé a Liam, porque le encantaba sorprenderme, después de la ruptura, compartiendo fotos vergonzosas con el mundo, como ese “Ups, no quise publicar y etiquetarte en eso” una foto íntima que había compartido con él y solo con él. Incluso años después, siempre estoy en alerta máxima.
Reviso mi muro. Me han etiquetado en una foto del evento de viernes por la noche. Mi corazón se hincha al contemplar la escena. Weston había publicado, una foto espontanea de la enorme fiesta. En la foto, está a mitad de frase, haciendo un gesto hacia Dominic, quien me observa con su característica mirada seria, con sus labios carnosos a la vista. Me derrito por centésima vez al contemplar a ese hombre de hombros anchos con su traje n***o perfecto, su cabello castaño y rubio oscuro peinado hacia atrás en la mezcla de perfecta de formal y lo suficientemente largo para hacerle un puño.
No es que alguna vez la haga un puño en el pelo, por supuesto. Dominic ha dejado muy claro que cualquier cosa más allá de las interacciones de negocios es una ridícula imposibilidad.
Mi mirada se dirige a Asher en la foto que se inclina hacia Mila, rodeado de gente guapa. Entre la hermosa galería y el evento de etiqueta, parece que estoy viviendo un sueño en Nueva York.
La sonrisa que tengo me hace doler las mejillas mientras contemplo la foto. No estoy segura de sí esta es la definición técnica del éxito, pero sin duda es algo. Al menos parezco exitosa, incluso si algunas cosas parecen más perfectas de lo que realmente son. Por ejemplo, esta foto no insinúa el error de patrón que había cometido, que significa que mi vestido se mueve demasiado contra el suelo solo, por un lado, un error total de diseño que no puedo esperar a contárselo a mi profesor.
¿Y la otra cosa que esta foto no insinúa? El hecho de que Dominic me había ignorado a la media hora de mi llegada.
No, no estaba obligado a quedarse a mi lado toda la noche ni a buscar bocadillos deliciosos como los champiñones rellenos ni sostener mi champán mientras comía comida picante. Esas cosas eran justo lo que quería que hiciera mientras fingía que era mi cita, aunque nunca lo pillarían vinculado sentimentalmente con alguien como yo.
¿Pero que espero realmente? Dominic puede ser más frío que la Antártida, un rasgo que no dudo en revelar con el paso del tiempo.
Disfruto de la fantasía surrealista de la foto durante el resto de mi viaje. Para cuando subo el andén y atravieso rápidamente la estación del metro, son las 7:50 am. El momento perfecto. No tengo la cafeína por completo, pero la adrenalina de ver mi primera aparición casi de debutante en las r************* y llegar al trabajo a tiempo después de haberme esclavizado con la moda todo el fin de semana está en un cercano segundo lugar, después de un espresso. ¿Y no estoy simplemente viviendo la vida neoyorquina? No puedo evitar sonreír. Nunca me he sentido tan mareada. Mi vida ha cambiado drásticamente gracias a Dominic. Incluso si nunca presioné esos labios carnosos contra los míos, al menos puedo admirarlo desde lejos durante el resto de mi tiempo en su empresa. Eso tendrá que ser suficiente, al menos hasta que encuentre a otro genio tecnológico introvertido del que me enamore sin ser correspondida.
Mi teléfono vibra con un mensaje entrante mientras entro al reluciente vestíbulo del edificio Hamilton. Reviso mi teléfono con apatía, como lo haría cualquier neoyorquino. Algo común en mi elegante vida, con este elegante trabajo y asistiendo a eventos elegantes.
Pero mi sonrisa flanquea una vez que veo quien me ha enviado un mensaje. Es mi hermana Tabatha. Lo que significa que algo desagradable acecha a la vuelta de la esquina. Se me hace un nudo en el estómago de anticipación.
Tabatha: Vaya. Acabo de ver las fotos de la fiesta de tu salvaje fin de semana en Nueva York.
La sonrisa se desvanece aún más, pesas de plomo en las comisuras de mis labios.
Vanessa: Fue un evento de trabajo. Mayormente aburrido.
Una mentira total. Me había encantado cada momento de esa noche de principio a fin. Pero no puedo dejar que Tabatha sepa que realmente disfruto algo.
Tabatha: ¿Cuánto te pagan?
No quiero responder a la pregunta. Ni siquiera quiero que me la pregunten. Le había contado a Elí sobre mi nuevo salario por pura emoción después de haber empezado, pero él sabe que no debe compartir eso con Tabatha.
Trago saliva con dificultad, guardando mi teléfono en el bolsillo mientras me reoriento. Me había perdido el ascensor subiendo, gracias a Tabatha. Mierda. me dirijo a otra puerta, presionando el botón, mientras más gente se reúne en la sala de espera. Escribo una respuesta mientras los números de un ascensor diferente bajan.
Vanessa: Salario estándar para este tipo de puesto en la ciudad, nada descabellado.
Excepto que pasar de aproximadamente a 22,000 mil dólares al año a seis cifras es una locura. Ni siquiera yo puedo creerlo del todo.
Tabatha: Entonces. ¿Cuánto ganas con los Hamilton? ¿20 dólares la hora o algo así?
No solo se me revuelve el estómago, sino que se sube a un ascensor de alta velocidad al infierno. Gano más del doble. Mi salario medio por hora es una cifra que haría que Tabatha se ahogara. Pero todo en Nueva York hace que la gente normal se ahogue: el tráfico, los salarios, los alquileres altísimos, la gran cantidad de puestos de perros calientes. Tabatha no podría entenderlo. Ni siquiera ha salido del norte de Kentucky.
Ignoro mi teléfono y subo al siguiente ascensor que se abre. Ya son las 8:02. Oficialmente llego tarde. El nerviosismo me retuerce el estómago mientras miro los números ascendentes, escondida detrás de otras diez personas. Cuando las puertas se abren en el nivel de Hamilton Enterprises, camino con determinación hacia mi escritorio en la parte trasera del edificio. Veo a Weston dirigiéndose por el pasillo hacia la sala de conferencias, y el asiente con la cabeza.
–Buenos días, Weston– grito. –Llego tarde hoy, no se lo digas a mi jefe, ¿de acuerdo? –
Esboza una sonrisa. –El también llega tarde. Que coincidencia–
Sus palabras insinúan algo que solo desearía que fuera cierto: que ambos llegamos tarde por culpa del otro. Pero eso no es cierto, y nunca lo será. No cuando Dominic me mantiene a distancia y tiene a Hannah, de pómulos perfectos, entre bastidores. Había planeado donde había estado esa noche en la recaudación de fondos, pero desapareció antes de que pudiera indagar siquiera un poco. Lo que parece una confirmación de que había tenido prisa por reunirse con ella en algún lugar.
En mi escritorio, respiro hondo y me purifico mientras dejo mi bolso y observo la zona tranquila. La puerta de Dominic está cerrada, aunque tal vez ya está en la sala de conferencias. El aire se siente fresco e inspirador dentro de Hamilton Enterprises, de alguna manera, aunque tal vez eso es solo una extensión de lo que siento por los hermanos.
Desde el primer día, siempre parecieron destinados a la grandeza, poseyendo una esencia de otro mundo. Claro, podría haber sido mi impenitente enamoramiento de colegiala lo que les otorga algo de ese estatus de celebridad, pero la verdad es evidente. Todos estos años después, ellos son los que están en la cima del mundo. Nadie más en la escuela Lincoln, nadie en Oakville había llegado ni la mitad de lejos. Y por lo que puedo ver, Dominic vive y respira ayudando a la gente, incluyendo soñadores perdidos como yo.
Respiro hondo otra vez. No más soñar despierta con Dominic. Es hora de trabajar.
Tabatha: ¿Olvidaste como enviar mensajes de texto?
Miro mi teléfono con el ceño fruncido. No más de esta conversación con mi hermana tampoco. Al menos no durante horas de trabajo. desempaco mi almuerzo, mi bolsa de artículos esenciales, mis cuadernos de dibujo para el tiempo libre y pongo todo en su lugar, lo que también incluye el teléfono en el cajón de mi escritorio. Pero antes de esconderlo, envío una respuesta rápida.
Vanessa: En el trabajo ahora, no puedo hablar.
Tabatha: Debes ganar mucho si puedes permitirte vestidos nuevos y demás.
Vanessa: Yo no compré ese vestido.
Tabatha: Entonces vas a dejar que mamá se pudra, ¿eh?
Mis ojos se cierran, la culpa tomando una insidiosa vuelta dentro de mí. Nuestra madre está en rehabilitación por tercera vez. La tercera es la vencida, había prometido. Tabatha espera que este esperando en la salida, con los brazos abiertos y una sonrisa lista. Porque según ella, y la mayor parte de mi familia, mi lugar legitimo está en Kentucky. Con mi familia. Como la hija menor, sin hijos ni marido, es mi deber recoger los pedazos de la vida de mi madre sin falta, sin quejarme. Tabatha odia que me haya mudado a Nueva York.
Demasiado para guardar mi teléfono en el trabajo.
Vanessa: No se está pudriendo. Está recibiendo la ayuda que necesita.
Tabatha: ¿Y dónde está tu dinero de este mes?
Vanessa: Ya te lo envié.
Tabatha: Si ganas 20 dólares por hora, deberías de pagar más. Esta mierda no es barata. También tienes tres hijos que criar, ¿o solo soy yo?
Se me llenan los ojos de lágrimas, nublando la visión. Siempre es el mismo ciclo. Quiero salir, pero no encuentro la salida.
Vanessa: Enviare lo que pueda después de mi próximo sueldo.
Tabatha: Estoy bastante segura de que la mujer que te dió la vida necesita tu ayuda más que tu ropa. Actúa bien, Vanessa.
Sus palabras llegan con la firmeza de un hachazo, y meto el teléfono en un cajón de mi escritorio, con la barbilla temblando. Se me escapa una lágrima y la seco antes de que nadie pueda ver, o incluso sentir, que estoy llorando en mi escritorio.
Respiro temblorosamente, mirando la pantalla de mi ordenador, pero sin ver nada. No es justo. Nada de esto se siente justo. Pero las palabras de Tabatha hacen que la culpa vuelva a apoderarse de mí, una avalancha agridulce de miedos y dudas. ¿Quién soy yo para merecer esta vida? ¿Qué derecho tiene intentar hacerlo mejor, a hacer algo nuevo, cuando el resto de mi familia lo pasa tan mal?
Tal vez sus palabras son solo un recordatorio para que dejé atrás esta tonta fantasía y volver a donde me necesitan. Nueva York no me necesita. Pero Kentucky sí.
Puedo sentir el ceño fruncido permanente en mi cara mientras reviso mi bandeja de entrada. Todo lo que puedo hacer es perderme en mi lista de tareas pendientes. Como mínimo, necesito ganarme este trabajo de seis cifras, y tengo la intención de al menos ganar el dinero que yo, y mi familia requieren.
Espero hasta que puedo ver más allá de las lágrimas una vez más, y luego me pongo a trabajar respondiendo correos electrónicos, revisando citas, investigando clientes. A las nueve y media, Dominic sigue sin decir ni pío. Es entonces cuando recuerdo revisar su calendario, uf, la ansiedad siempre descarrila mi sentido común, y me doy cuenta de que esta en una reunión hasta las diez con sus hermanos y Alan.
Cuando las tareas administrativas no logran contener las lágrimas, me aparto de mi escritorio y camino por el pasillo. No estoy completamente segur de adonde voy, solo sé que necesito ir a algún lugar. Al pasar por la puerta vierta de la sala de descanso, veo una cabeza de cabello oscuro y brillante. Mila Cargill. La absolutamente maravillosa novia de Asher, a quien conocí y de quien me enamoré el viernes por la noche.
La miro a través de la puerta, preguntándome si nuestra amabilidad de la recaudación de fondos se trasladaría a la oficina. Había mencionado estar en la ciudad esporádicamente desde su posición privilegiada en los Hamptons, lo que me hace pensar que se trata de una visita social que de una autentica aparición laboral.
–¡Hola, Mila! – Mi voz suena extrañamente alegre. Los puntos geniales que había acumulado por hacer mi propio vestido se desvanecen en el aire entre nosotros mientras se gira lentamente, con los ojos muy abiertos.
–¡Vanessa! —
Uf. Al menos recuerda mi nombre. Mila se acerca a mí, sus brazos extendidos. Me toma un momento darme cuenta de que está buscando un abrazo. Me abalanzo hacia adelante y nos abrazamos como si fuéramos antiguas amigas. Mi corazón late con fuerza mientras su perfume afrutado me inunda.
–Qué bueno verte– digo efusivamente.
–Tu también– Da un paso atrás, mirándome de arriba abajo. –Dime, ¿es esta otra de tus creaciones? –
Me trago lo último de mi tristeza por el sentimiento de culpa de Tabatha y miro mi vestido, alisándolo por delante. Es un diseño sencillo de corte A en crema y n***o que había hecho a principios del curso.
–Claro que sí. Uno de mis favoritos. No lo diseñé para usar en el trabajo, pero parece que sirve para el trabajo– Reviso su atuendo entonces, notando, los colores llamativos y el diseño en bloques. Se me ocurren al menos algunos diseños propios que podrían gustarle en ese estilo. –Todavía estoy radiante por esa fiesta. Nunca había estado en nada parecido–
–Hay muchas en esta ciudad– dice Mila con ironía. –Pero pueden ser un buen momento en la compañía adecuada. Y creo que tú tienes la compañía adecuada–
Me río, pero mí risa se apaga rápidamente. –Es genial trabajar con viejos amigos. Aunque Dominic es…ya sabes…–
La curiosidad frunce el ceño y cierro la boca con fuerza. Mierda. Había estado buscando una charla trivial y en cambio aterricé cerca de la charla de mierda.
–¿Es que? –
–Un genio tan serio– suelto, añadiendo una pequeña risa que espero no suene forzada, o loca, o ambas cosas. –Se fue tan rápido que no tuve la oportunidad de ver cómo es fuera de la oficina– Dios, espero no sonar remotamente normal y como una exadolescente que había estado enamorada y no correspondida de ese hombre durante unos quince años. –Sabes cuando estamos aquí, todo es trabajo–
Mila asiente con simpatía. –Es cierto. A veces ronda esta oficina como un fantasma–
–Pero está bien. Es un genio tan asombroso que no necesita perder el tiempo charlando o saliendo conmigo después de todos estos años, ¿sabes? – Estoy divagando ahora, desesperada por hacerle entender lo mucho que no me quejo de mi jefe literal. –Además, estoy segura de que tiene las manos ocupadas entre el negocio, todo su trabajo filantrópico y la investigación, sin mencionar a su novia…–
La curiosidad de su rostro se hace mas profunda. –¿Novia? –
–Si, esa morena que lo visitaba el día de mi entrevista– digo. –No recuerdo su nombre, pero ya sabes, estan juntos–
Mila arquea las cejas y asiente, mirando hacia la puerta de la sala de conferencias. –Vaya. Eso es nuevo. No creo haberlo conocido poniendo una etiqueta alas cosas con nadie–
Cuanto más cabe este agujero, más difícil será salir. Necesito callarme. Pero también necesito ser elegante. –Bueno, parece que ha estado muy estresado desde que empecé–
Mila exhala un suspiro y asiente con gravedad.
–Definitivamente es un efecto de la investigación–
Alan había hecho un excelente trabajo al ponerme al día con cada sórdido detalle de la investigación de la Comisión, y no es de extrañar que Dominic este estresado. –Solo quiero hacer algo para animarlo, para que se relaje un poco. ¿Tienes alguna sugerencia? –
Inclina la cabeza de un lado a otro mientras piensa. –Esa es una dulce pregunta. Ojalá tuviera una mejor respuesta para ti. Honestamente, creo que lo que más le gustaría a Dominic es una botella de whisky y que lo dejen solo en su habitación–
Me río, aunque lo último que quiero hacer es dejarlo solo. Simplemente no sé como hacer que quiera estar conmigo. Y se supone que no debo intentarlo. Así que esto termina con esto.
–Sigue igual que cuando era adolescente– digo. –Excepto por el whisky–
Mila se ríe, su mirada baila sobre mi vestido de nuevo. –Sabes, este vestido me recuerda. Me encanta el que usaste el viernes. A mi también me interesaría uno así, de verdad. ¿Alguna vez aceptas pedidos personalizados? –
Mi boca se abre, sin saber si quiero centrarme primero en mi emoción o en mi gratitud. Así que, en lugar de cualquiera de las dos, no sale nada en absoluto excepto un pequeño chillido.
Mila se ríe. –¿Eso fue un sí? –
–Nunca me habían pedido pedidos personalizados– digo con dificultad. De hecho, es una mentira. Mi mejor amiga de la preparatoria, Joane, me había pedido un pedido personalizado una vez, pero eso fue antes de que supiera que demonios estaba haciendo, y me quería lo suficiente como para usar la camiseta sin mangas que le había hecho, aunque pareciera una bolsa de basura.
–Bueno, me encantaría ser tu primera clienta– dice con dulzura. Y lo dice en serio, me doy cuenta. Mila es el tipo de mujer que solo había visto en revistas y televisión. Ese tipo de belleza clásicamente hermosa, recatada y correcta. Pero de cerca, es magnética. Cálida y agradable, la conocida más hermosa que probablemente tendré en mi vida.
Que mis diseños se vean en una mujer como ella sería un sueño hecho realidad.
–También tengo muchos diseños– digo.
–Cuadernos y cuadernos llenos de ellos. Solo he hecho realidad unos pocos hasta ahora, pero probablemente podría darte un vestido diferente de la semana para el resto de tu vida si todos se hicieran realidad–
Los ojos de Mila se iluminan y me agarra la muñeca. –¿Puedo verlos? –
–¿Mis cuadernos? – El chillido ha vuelto.
–Si. Me encantaría ver tu proceso de diseño. Tienes un verdadero talento, Vanessa. Es obvio para cualquiera con un par de ojos–
Se me hace un nudo en la garganta y aparto la mirada. El talento no significa mucho en mi familia. Pero el ánimo de Mila es muy necesario, un trago de agua fría después de vagar por el desierto que ha sido mi vida hogareña durante la última década o menos.
Aún así, me da miedo creerlo. Puede que haya encontrado el coraje para obtener mi certificación, pero eso no significa que vaya a lograr algo con ello. Solo significa que tengo la valentía de empezar algo. Empezar no tiene nada que ver con terminar, ni siquiera con tener éxito.
Pero tal vez empezar tiene que ser suficiente por ahora. Podre pensar en el resto más tarde.
–Bueno, supongo que podría mostrarte…– Mis palabra se convierten en murmullos.
Sus ojos se iluminan. –¿Podrías traerlos al pent-house esta noche? Podríamos verlo todo, cenar algo, relajarnos. ¿Qué te parece? –
Mi boca se abre sin que salgan palabras. Esta es la versión platónica de Netflix and Chill para chicas. Algo así como cuadernos y vino. Pero en realidad, veo esto como es: una oportunidad de hacer una amiga. Es muy difícil de conocer gente, lo cual es ridículo considerando la cantidad de gente que vive en esta ciudad. Pero Mila quiere ver mis diseños, y quiere hacerlo en un lugar al que Dominic llama hogar. ¿Cómo puedo decir que no?
Sería un honor– suelto.
–¡Oh, esto es excelente! – Mila me aprieta la muñeca de nuevo, con los ojos brillantes. –Sinceramente, no puedo esperar. Tengo el presentimiento de que me va a gustar lo que veré–
Mi boca se mueve inútilmente mientras proceso el comentario. Una virtual desconocida cree en mi más que una sola alma en mi familia. ¿Cómo tiene sentido esto?
Como si fuera una señal, la voz sarcástica de mi hermana mayor resuena en mi cabeza, las palabra que me había dicho el día antes de venirme a Nueva York: “Esto es una estupidez, Vanessa. Lo verás pronto”
Pero no podía quedarme aquí sentada mucho tiempo. La puerta de la sala de conferencias al otro lado del pasillo se abre. El primero en salir es Asher, con el rostro demacrado y los labios en una fina línea. Corre furioso por el pasillo sin siquiera mirarnos.
–Oh, oh– murmura Mila. –Será mejor que vaya a ver qué pasa–
Asiento, observándola mientras se aleja flotando tras él. Dominic sale de la sala de conferencias a continuación, seguido por un hombre al que nunca había visto antes, y luego Weston. Alan viene directo hacia mi desde la sala de conferencias con la boca torcida hacia abajo.
–Vanessa- comienza, el tono de su voz no deja lugar a confusión. –Necesitas prestarle especial atención a Dominic hoy. Los hermanos recibieron noticias difíciles así que se atenta–
Se me seca la boca. No puedo imaginar que otras noticias les podrían estar esperando. –¿Quién es? – Alan levanta un dedo y niega con la cabeza, lo que hace que mi estómago se revuelva hasta los dedos de los pies. –Ahora no. Dominic te pondrá al día cuando esté listo–