El medio hermano biológico de Weston

3111 Words
DOMINIC El aire en mi oficina se vuelve sepulcral y estancado mientras los tres nos miramos fijamente, sin decir nada. prácticamente todo nos habíamos caído en nuestras respectivas sillas en el momento que estuvimos tras puertas cerradas. –Dice que es hermano de sangre tuyo– espeta Asher después de una eternidad de miradas, pensamientos y procesamiento. Su mirada se desliza como una roca hacia Weston. La oficina esta tan silenciosa que puedo oír el latido de mi propia cabeza. –Tiene que estar mintiendo– digo. –Literalmente no hay otra opción– Deseo con todas mis fuerzas que esa fuera la verdad. No podemos soportar otra explosión como esta. No cuando la vida tal como lo conocíamos ya se está desmoronando. Un hombre llamado Ivan Hamilton apareció durante nuestra reunión habitual de los lunes y afirma ser el medio hermano biológico de Weston. Ninguna cantidad de burlas, juicios o preguntas pudo disuadirlo. Estaba completamente convencido, lo que solo hace que todo esto sea más extraño. Mas cuajado. Mas incómodo. El silencio desciende una vez más. Los ojos de Weston revolotean entre Asher y yo. –¿Verdad, Weston? – Asher clava la mirada en Weston. Weston se aclara la garganta. Asher no se mueve. Algo en lo profundo de mis entrañas comienza a latir. –Empezaré a investigar– Ni siquiera hace falte decirlo. Tendré un informe completo sobre el hombre en una hora, y entonces podremos empezar a reconstruir los detalles. Pero muchas cosas no cuadran. Ivan había venido desde Kentucky, hasta Nueva York, solo para visitarnos en Hamilton Enterprises e informarnos que era el hermano perdido de Weston. ¿Por qué demonios no había llamado primero? ¿Por qué ahora? ¿Había algo que ver con la investigación? –No sé quién es este tipo– dice Weston finalmente, exhalando profundamente. Pasa las palmas de las manos arriba y abajo por los reposabrazos de su silla. –Nunca lo había visto– –Se parece un poco a ti– reflexiona Asher. –Tal vez está diciendo la verdad– Aprieto los dientes. Había pensado lo mismo, pero no quería admitirlo dela lo lo nte de Weston. Tienen los mismo ojos grises de nuestro padre adoptivo Gary…lo que probablemente es solo una coincidencia. Porque no hay forma de que Weston tenga un hermano biológico secreto. –Parece que tenemos a nuestro primer extorsionador– digo en voz alta, tratando de ahogar los chillidos de ansiedad dentro de mi cabeza. –De todos modos, ya tenemos pendiente uno– Nadie se ríe. No es gracioso. No importa cuál sea la verdad detrás de este tipo, no será gracioso. –Tengo que irme– dice Asher, mirando su reloj. –Avísame que averiguas sobre Ivan ¿de acuerdo? – Nos lanza una mirada oscura a Weston y a mi antes de salir de la oficina. Weston se pone de pie entonces, moviendo la mandíbula de un lado a otro. –Avísame también– señala con la barbilla en mi dirección y desaparece sin decir palabra, la puerta cerrándose suavemente detrás de él. Y entonces solo quedamos yo, yo mismo y el abrumador enjambre de ansiedad. Se me revuelve el estómago al ponerme a trabajar. Cada nuevo giro en mi vida adulta parece diferente, pero todo se siente igual cuando golpea: una nuez acida en el estómago, o a veces en el pecho, que me lleva de vuelta al principio de nuestra trayectoria actual. La noche en que murieron mis padres biológicos. Convertirme en el mayor de los Haynes a la madura edad de ocho años. Yo era quien tenía que descubrir el camino a seguir. Navegar a través de la tormenta. Proteger a Asher y a nuestras hermanas pequeñas Kate y Jessy a toda costa. Aprieto los dientes, desesperado por escapar de la agitación negativa de mi cerebro. A veces siento que nunca me he librado del apuro. ¿Y por qué debería hacerlo? Les había fallado a dos de las personas más importantes de mi vida. Era un niño cuando murieron nuestros padres, pero eso no importa. Eran bebes. Habían tenido algún entendimiento del mundo para entonces, yo era la figura más importante del mundo. Y mi responsabilidad como el mayor había sido cuidar de los demás. Siento una opresión en el pecho como siempre me ocurre cuando voy por ese camino. La aparición de Ivan es un duro empujón a los fracasos de mi pasado, un camino que odio recorrer, pero en el que me encuentro casi todos los días. Necesito pasar al modo de hiperconcentracion, el único escape que conozco además de las drogas y el alcohol. Tomo mis auriculares, pongo el mejor death metal de mi lista de reproducción y me hundo en el modo de ultra productividad. Esa adicción al trabajo es cien por ciento responsable de todo mi éxito en el sector tecnológico. Se cómo sentarme y escribir código durante doce horas seguidas y todo gracias a una necesidad insaciable de apagar la parte obsesiva e irracional de mi cerebro. Esta hay habilidad me será muy útil mientras busco trapos sucios sobre Ivan. Comienzo a recopilar información de inmediato, reuniendo todo lo importante en documento organizado que pueda presentar a mis hermanos a modo de resumen. ¿El dato más interesante? Hamilton solo ha sido su apellido durante el último año. Anterior mente había sido Ivan Keller. Esto ya apesta a una estafa de mala calidad. Un movimiento más allá de la pantalla del ordenador me saca de lo más profundo de mi concentración. Mi puerta está abierta y Vanessa está en el umbral, moviendo la boca, aunque todo lo que puedo oír es el embriagador zumbido de los tambores me quito los auriculares, molesto al instante por volver al mundo real. Aquí abajo, en el implacable pulso del olvido, donde puedo respirar, mierda. Pero aquí arriba no. –Perdón por interrumpir– dice, con las mejillas sonrojándose. –Llamé un par de veces, pero…– –Si. Tenía música a todo volumen– tiro los auriculares sobre el escritorio y reviso la información más reciente en la pantalla. Tengo que concentrarme en eso, porque si miro a Vanessa, un tipo diferente de tensión amenaza con consumirme. La mujer tiene el cuerpo de un reloj de arena con sistema circulatorio. Aparentemente, solo sabe seleccionar vestidos que acentúen cada curva deliciosa. Y no es que intente notarlo; no, simplemente tengo que notarlo. Es la principal directiva de mi cuerpo notar a Vanessa Reinhart. Había sido así desde la preparatoria. Hay algo en la línea de su clavícula, la curva de sus mejillas, el balanceo de sus caderas que me llaman la atención y me obliga a mirar. No puedo dejar de verla, ni siquiera el último detalle de ella. Y no puedo permitirme distraerme, debido a mi realidad actual y a este arreglo actual. Así que necesito mirar la pantalla un poco más. Se acerca a mi escritorio. –¿Te interesan unas donas? – Mi estómago ruge en respuesta, aunque intento mirar desinteresadamente la bandeja que sostiene en sus manos. Donas glaseadas cubiertas con chispas rojas y naranjas, salpican la bandeja plateada. Parpadeo un par de veces, sopesando mi mejor respuesta. Podría despedirla a ella y a su dulce y atenta entrega…o… –¿Qué es esto? – espeto, –Solo una entrega de donas a última hora de la mañana– dice, con el tono más dulce y obvio. Ahora me es imposible apartar la mirada de ella, y todo lo que puedo ver es la mancha roja oscura de sus labios, el patrón n***o y crema que se extiende por sus pechos. Es profesional, elegante, completamente fuera de mis límites. Mis dedos se cierran en un puño debajo del escritorio. –Para que entremos en el espíritu de Acción de Gracias– cuando no respondo se acerca. –Vamos. ¿No quieres una? – Hay una estrategia detrás de sus palabras, aunque no estoy seguro de cual es. Me quedo mirando el glaseado blanco. –Estas eran tus favoritas en la preparatoria– dice, lo que finalmente me derrumba. Me desinflo un poco y asiento. –Si, tomaré una– Mi estómago ruge aún más fuerte esta vez. Normalmente no desayuno. Demonios, a veces ni siquiera almuerzo. No soy muy bueno cuidándome más allá de la cafeína diaria y el ejercicio. La sonrisa que ilumina su rostro trae una sonrisa a mis propios labios. Deja la bandeja en la esquina de mi escritorio y junta las manos. –Genial. Me muero por probar una también. Esta es mi segunda favorita, pero hare una excepción contigo, Dominic. Elige primero– Sonrió, deslizando uno de los anillos gruesos. Ya puedo decir que va a ser increíble, solo por lo esponjoso de la dona, la hendidura en mis dedos. Vanessa tambien toma una y compartimos una sonrisa cómplice. –A la cuenta de tres– dice. –¡Uno…dos…mordisco! – Damos grandes mordiscos al mismo tiempo. Sus ojos se cierran mientras mastica. –Dios mío– gime. –debo haber sido buena para merecer una dona de esta calidad excepcional– Me río mientras devoro la dona. Esto me da en el clavo y luego digo. –Es realmente buena. Gracias por compartir– Se encoge de hombros, enviándome una sonrisa tímida. –¿Cómo no iba a hacerlo? Dime ya que estamos aquí, ¿algo que deba saber de la reunión? – Siento que mi sonrisa se desvanece un poco. –No. Nada urgente– Asiente, lamiéndose una mota de glaseado de la comisura de la boca. No planeo contarle sobre Ivan, aunque parte de mi quiere hacerlo. Vanessa siempre provoca eso en mí. Demonios, probablemente provoca eso en la mayoría de las personas. Es uno de sus talentos naturales. Es tan contagiosamente cálida que puede hacer amigos donde quiera que vaya, sacando a la luz secretos oscuros y profundos del corazón de alguien en cuestión de minutos. Mi meta es permanecer desapegado. Imperturbable. Invulnerable. Mis secretos son lo único que puedo controlar. Vanessa no los va a obtener de mí. –Tengo que volver al trabajo– suelto tomando una servilleta de la bandeja. –Agradezco que hayas traído esto– Incluso yo puedo oír el tono cortante de mi voz. Vanessa baja la barbilla y se queda mirando las donas sin comer en la bandeja. –¿Estás seguro de que no quieres más? – –Estoy bien. Gracias– Se muerde el interior del labio. –¿Te sientes bien? – Aprecio su pregunta casi tanto como me molesta. –Estoy bien. Tenemos que volver al trabajo– En realidad, estoy desesperado por la calidez que trae consigo. Simplemente no puedo soportar desearla. Lo que está pasando exige claridad, desapego. Necesito alejarme de todos. Vanessa recoge la bandeja y me ofrece una pequeña sonrisa antes de regresar a su escritorio, cerrando la puerta tras ella. Solo de nuevo en el silencio de mi oficina, me recuerdo a mí mismo que mantener a Vanessa en el archivo de empleado es lo mejor. Es horrible, pero tiene que hacerse. Vuelvo a sumergirme en la zona de productividad, recopilando más información sobre Ivan Hamilton. Había nacido en Louisville y es seis años menor que Asher. Su certificado de nacimiento menciona a Raina Keller como madre, pero no aparece ningún padre, lo cual es conveniente. Simplemente no tiene sentido que mi padre adoptivo también pueda ser el padre de Ivan. Tiene que ser el caso de alguna muestra de ADN de ascendencia que salió mal. Tal vez Ivan envió su sangre y obtuvo una señal para Gary Hamilton, cuando en realidad es uno de nuestros tíos. ¿Quién lo sabe? Algo así tiene mucho más sentido que mi padre adoptivo realmente dejando a nuestra madre. Simplemente no hay manera de que la hubiera engañado durante nuestra adolescencia. De ninguna manera. Ivan Hamilton también tiene una breve estancia en la cárcel en su expediente, debido a posesión de cocaína. Eso fue hace dos años. ¿Y quién no tiene una noche salvaje con cocaína aquí o allá, con veintitantos años? Nada parece delincuente, aunque todo parece una estafa. Un mensaje de Asher hacia el final de mi jornada laboral me devuelve a la vida real. Asher: ¿Tienes planes para cenar? Mila y yo cenaremos y tomaremos algo arriba esta noche. ¿Te unes? Mis hombros se hunden al ver la hora. Me había comido una dona antes del mediodía, y ahora son casi las cuatro y media. Soy pésimo en esto. Dominic: Puede que aparezca. ¿Qué hay en el menú? Asher: Lo mismo de siempre. Lo que sea más delicioso, decadente y caro. Dominic: Solo quiero unos macarrones con queso. Asher: Dios mío, todavía tienes 15 años, ¿verdad? Dominic: Hazlo elegante si quieres. Asher: Bien. Le diré a Butch que prepare algo elegante de Kraft. Un litro de café, una dona y unos macarrones con queso. Mi entrenador personal se pondrá histérico si se entera de esto. Por suerte, nunca lo sabrá, porque había reducido nuestras visitas al mínimo necesario para mantener una apariencia de un six pack. Bueno la mayoría de los días eran un cuatro-pack. Con el estado de mi mente últimamente, a veces incluso ver a mi entrenador es demasiado agotador mentalmente. Tal vez realmente soy el introvertido furioso que Asher siempre me ha acusado de ser. No importa. Nada importa excepto seguir adelante. Encontrar una manera de calmar el zumbido dentro de mi pecho. Termino todo el trabajo que puedo a las seis de la tarde. Vanessa me envió un mensaje a través de nuestro sistema de mensajería interna: ¡Nos vemos pronto! Eso es extraño. ¿Por qué no ha dicho, hasta mañana? Aunque técnicamente mañana es pronto, al menos comparado con el año que viene. Frunzo el ceño, haciendo clic en otras pantallas. Quiero verla pronto, tanto como quiero verla de todas las maneras posibles, la mayoría de las cuales no están sancionadas ni permitidas por la fortaleza de ladrillo de mi corazón. Pero no habrá socialización. Nada de dulzura. No puedo permitirme dejarla entrar ni un ápice. Compartir donas en mi oficina ya es una pendiente resbaladiza, incluso si ella no lo sabe. Añado una hora extra de trabajo, solo para terminar algunas cosas y recuperar mi nivel. Para cuando termino, sé que la cena probablemente estará casi lista arriba. Y así lo prefiero. Trabajar. Trabajar un poco más. Trabajar un poco más. Socializar y comer lo necesario. Y luego desaparecer en mi habitación para planificar más, cavilar y, finalmente, beber para poder aquietar los pensamientos lo suficiente como para dormir. Enjuagar y repetir. Todos los días. Me elevo en el ascensor privado entre nuestra suite de oficinas y el pent-house. Cuando las puertas plateadas se abren, el clamor de voces es lo primero que me recibe. Las cebollas chisporrotean en la estufa, el estallido del aceite me llevan de vuelta a uno de esos momentos prístinos de la infancia, cuando todo parece un rompecabezas con todas sus piezas correctamente alineadas. Algo en lo profundo de mi se afloja al percibir los olores de la cocina y las agudas carcajadas de Asher desde la otra habitación. –Bienvenido a casa, Dominic– retumba Butch mientras camina por la cocina. –Tienes unos macarrones con queso buenísimos en camino– Una olla burbujea con agua cerca. Le sonrió. –Gracias, Butch. Los necesito hoy– –Comida reconfortante, ¿eh? – Asiento. Necesito consuelo de un par de maneras deferentes, según mis cálculos. Una risa femenina flota en el aire, haciendo que mis antebrazos hormigueen mientras me dirijo a la conversación que no suena como Mila. Se quién es incluso antes de doblar la esquina hacia la gran sala. Se me cae el alma a los pies. Tiene que ser Vanessa. Reconocería esa risa, ese tono dulce, en cualquier lugar. Tal vez solo me estoy reprimiendo tanto que la estoy evocando de la nada. –¡Dominic! – La voz de Asher resuena por la habitación, y levanta las manos para darme la bienvenida. El y Mila están en un sofá de cuero…y Vanessa está en el otro. Las luces de riel de arriba la iluminan con total claridad, pero ella también brilla con algo de otro mundo. Su cabello castaño claro brilla, su sonrisa fácil me sobresalta. Me mira como si yo fuera la persona exacta que había estado esperando, el cuarto perfecto para completar el equipo. La calidez se fusiona con la familiaridad seguida de la ardiente chispa del deseo. Todo en esta mujer actúa como un imán para mí. Mierda. –Hola, chicos– digo con voz apagada, dejando mi maletín en el sillón más cercano. Zero esta acurrucado en una cama para perros en la esquina. Levanta la cabeza brevemente y luego se acomoda en su cómodo lugar. Meto mis manos en los bolsillos repentinamente inseguro de cómo manejar la situación. Quiero desesperadamente tratar a Vanessa como la vieja amiga que es, y posiblemente mucho más. Pero no puedo. Yo mismo he trazado la línea en la arena. –¿Dónde está Weston? – –Ni idea– dice Asher frunciendo el ceño, dejando caer las manos. –Pero la cena esta casi lista, y sabemos que Buthc va a arrasar– –Invite a Vanessa a que me mostrara algunos de sus diseños– dice Mila, señalan do a la mesa de café, donde hay un gran cuaderno de bocetos abierto. –Genial– digo, desconcertado por la tormenta que me espera al otro lado de ese comentario. Señalo con la cabeza hacia la cocina. –Voy a ver cómo está la cena– El rostro de Vanessa se ensombrece ligeramente, algo que intento con todas mis fuerzas no notar. Giro la cabeza hacia Mila, que tiene una sonrisa fija. –Butch lo tiene– dice Asher, señalando con la mano en dirección a la cocina. –Sírvete una copa. Quédate un rato– hace una pausa, enviando una mirada con un matiz que suelo ver en él. Una orden. –Vamos– Nos miramos fijamente durante un par de segundos, pero bien podría haber sido una hora. Se lo que está haciendo tanto como él quiere que Vanessa y yo estemos juntos en la misma habitación, como una versión adulta de un ligue de preparatoria. Pero Asher estará decepcionado. Por muy linda, cálida y atractiva que sea Vanessa, no hay espacio dentro de mi para alguien como ella. Y como mi secretaria, hay aún menos espacio para mi statu quo habitual de una vez y ya está o de vez en cuando. Entonces, ¿Qué me queda? Tengo que irme.
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