Mocosa egocéntrica

2250 Words
VANESSA Tareas prioritarias. Tareas de acción. Tareas de cuidado. Tareas personales. Me estoy ahogando en un mar de tareas. Gracias a Dios tengo una tableta, una computadora de escritorio, un teléfono de la empresa y mi teléfono personal. De lo contrario, no habría podido mantenerme a flote con tanto que hacer en el mundo Hamilton. Llego a trabajar muy temprano al día siguiente, ya que nuestra reunión nocturna termino con aproximadamente 127 nuevos asuntos en mi lista de tareas por hacer. Los asuntos prioritarios del 1 al 78 incluyen la rápida planificación y ejecución de un nuevo Baile de Programadores que los hermanos quieren organizar para comenzar a reparar su reputación posterior a la investigación mediante la recaudación de fondos, las donaciones y las transparencia. Es una causa noble, una en la que estoy ansiosa por trabajar, pero la fecha que Asher y Dominic habían elegido para el evento me asusta. Dentro de un mes. No deja mucho margen de error, ni para nada más. De hecho, Dominic ya me había entregado una versión borrador de las invitaciones con las que planean empapelar Manhattan, lo que está pendiente reservar uno de los lugares a los que llamaré hoy, saldría a las ocho de la mañana de mañana. Esto no es solo una velocidad vertiginosa. Esta es una lista de tareas pendientes que se está licuando para la pequeña Vanessa Reinhart. Revoloteo por mi oficina, preparándome para el día. Dominic no llega hasta dentro de al menos media hora, y estoy planeando con que puedo sorprenderlo hoy en cuanto a comida. podríamos llamarlo una tarea de nutrición, ya que pasé una parte del día pensando en lo que podría entrar por su boca. ¿Cómo tal vez mis pezones? Cierro los ojos y niego con la cabeza. No, eso no ayuda en absoluto. No después de lo que paso en su lavandería anoche. O su breve toque en mi espalda baja, lo que había ondeado de humedad directamente a mis bragas. No estoy orgullosa de lo sensible que soy a la cercanía de Dominic. Es vergonzoso. Pero el hombre esencialmente había admitido que había estado enamorado de mi al menos una vez en su vida, lo que fue la luz verde para mi cuerpo comenzara a actuar aún más locamente cuando se trata de él. Si él había estado enamorado de mí una vez, tal vez yo tenga una oportunidad ahora. Vanessa, deja de hacerte la loca. Tiene una novia. Piernas básicamente lo confirmo. Además, que Dominic de diecisiete años estuviera enamorado de ti no equivale a que Dominic de 32 años este ni remotamente interesado en ti>> retumba mi voz de la razón. Suspiro, mirando la puerta cerrada de su oficina. Para empeorar las cosas, lo extraño, lo que es una prueba más de que estoy viviendo en un pantano de amor no correspondido del que necesito ser rescatada inmediatamente. Concéntrate en el trabajo, Vanessa>>.Bien, sino se meterá mis pezones a la boca, se meterá un bagel en la boca. Rápidamente he acumulado una lista de opciones interesantes de entrega a domicilio en el vecindario, y la selección de hoy va a ser un bufet de bagels, completo con una interesante de entrega a domicilio en el vecindario, y la selección de hoy va a ser un bufet de bagels, completo con una interesante variedad de mermeladas, jaleas, quesos cremas y más. Me retuerzo en mi asiento con entusiasmo mientras organizo los detalles, programando la entrega para las diez de la mañana. Esa parece ser la hora en que Dominic realmente cobra vida, lo que parece el mejor momento para sorprenderlo con una bandeja de bagels. Una vez ordenado el desayuno, me pongo a trabajar en mi lista de tareas pendientes. Algunas tareas son fáciles, como verificar la disponibilidad de sus lugares preferidos y la consulta con los abogados de le empresa. Intento resolver todos los que puedo primero, para poder sentirme preliminarmente victoriosa. Como siempre, tengo mi cuaderno de bocetos abierto en mi escritorio, listo para recibir líneas frescas en cualquier diseño en el que estuviera trabajando cada vez que tenga un momento libre. Hoy es una minifalda lo que mi instructor quiere que desarrollemos, aunque algo así apenas cubriría una de mis nalgas. Alrededor de las 9:40, mi teléfono vibra con una llamada entrante. La miro, y se me hace un nudo en el estómago cuando veo el nombre de Tabatha en el identificador de llamada. Considero no contestar. Soy muy hábil en esquivar sus llamadas. Pero no contestar tiene tantos riesgos como contestar. Lo contesto justo antes de que se vaya al buzón de voz. –Hola, Tabatha– –¡Hey! De verdad contestaste– Meto el teléfono entre mi oreja y el hombro, molesta al instante. –¿Qué pasa? – –Solo quiero contarte las últimas novedades– El nudo en mi estómago se convierte en piedra. –¿Espero que sean buenas noticias? – –Mamá salió de rehabilitación. Ahora está en un centro de reinserción social– La noticia me invade de la misma manera que el lodo cubre el fondo del rio. He pasado por esta canción y baile demasiadas veces. Se que es mejor no precipitarme por la emoción. Se que es mejor no esperar lo mejor. –De acuerdo…– –En realidad, es la segunda casa de transición– continúa Tabatha. –Estuvo en una un par de días antes de que descubriéramos que tenía cucarachas– –Oh, Dios– Me muerdo el labio inferior mientras habla. –Si. Desafortunadamente, este nuevo lugar es un poco más caro de lo que habíamos planeado– La piedra del vientre comienza a transformarse lentamente en algo completamente distinto. –¿Sí? – –Necesitamos más dinero para hacer el pago de esta casa de transición– dice Tabatha. –Elí y yo ya hemos colaborado. El resto se debe hoy- Mi corazón empieza a acelerarse, un indicador claro de que nos espera una conversación acalorada. Miro alrededor de la oficina. Hay demasiadas personas en el pasillo para que terminar esta conversación aquí. Giro el pomo de la oficina de Dominic, compruebo que sigue vacía y entro. El persistente aroma de su colonia me tranquiliza al instante. Es un cálido brazo mientras me abro paso a través de las frías y desagradables aguas de esta conversación. Respiro hondo para fortalecerme y continúo. –¿De cuánto estamos hablando? – –Quinientos– Maldigo por lo bajo. –Tabatha– –Vanessa– replica. –Mierda. ¿Cuánto cuesta ese lugar? – pregunto. –Tuvimos que pagar las cuotas del primer y último mes– susurra. –Uno pensaría que estarías dispuesto a apagar cualquier precio por la salud de tu madre– –No es eso– le digo, –Estoy sin dinero, Tabatha. Te envié doscientos hace una semana– –Bien, que era para tu parte habitual de gastos de manutención– dice Tabatha. –Esto es otra cosa. La dejaron ir antes de tiempo en rehabilitación, y en el centro de reinserción social había cucarachas. ¿Crees que yo quería que esto sucediera? – –N-no, yo solo…– tartamudeo, incapaz de expresar rápida y articuladamente. –Tabatha, no lo tengo– –¿Cómo puedes no tenerlo? – exige. –Aprovechas al máximo a cualquiera en esta familia. ¿En qué demonios gastas tu dinero? – –Vivo en una de las ciudades más caras de Estados Unidos– grito. –Mi alquiler es más que todo tu salario. ¿Qué es lo que quieres oír, Tabatha? Pago el alquiler, las facturas de la tarjeta de crédito, las cuotas de las clases. Sin mencionar los materiales del curso. A veces también me gusta comer. Y eso además de pagar la rehabilitación de mamá y todo lo demás– –Oh, buu. Déjate de tonterías, Vanessa– replica Tabatha. –Tu pequeña historia triste sobre los pagos del costo de vida no va a funcionar conmigo. Si crees que todo eso es caro, intenta tener tres hijos. Además, se cuánto ganas– –¿Disculpa? – –Elí me dijo cuanto ganas. ¿Ganas seis cifras y ni siquiera puedes dar quinientos para la mujer que te dio la vida? Eres jodidamente patética– La emoción me aprieta la garganta y aprieto los ojos. Esto no está bien. pero no sé cómo arreglarlo. –No digas eso, Tabatha. Estás siendo una perra– –¿Yo soy la perra? – su risa estridente me provoca ansiedad. –Si, supongo que mantener viva a nuestra madre me califica como una perra– –No seas tan maldita mártir– siseo con los dientes apretados. –Pago mis deudas por esa mujer. Puedes hacer lo que quieras, pero mientras tanto, tienes que esperar hasta mi próximo cheque de pago– –Oh, tu próximo cheque de pago, ¿eh? – La risa de Tabatha esta vez destila sarcasmo. –Ojalá pudiera decirles a mis hijos que esperen para comer hasta el próximo cheque de pago. ¿No sería mucho más fácil? Estás nadando en dinero, Vanessa, ¿y tienes las agallas de decirme que espere? Entiende, mocosa egocéntrica. No me extraña que mamá empezara a consumir drogas cuando solo quedaban ustedes dos en casa. Yo tampoco habría podido soportar esa mierda– La línea se corta y me quedo mirando el teléfono a través de un velo de lágrimas. Me doy la vuelta y jadeo. Dominic está en la puerta, con la preocupación grabada en sus rasgos. –¿Está todo bien, Vanessa? – pregunta. Algo en sus anchos hombros, las líneas familiares de su rostro o la forma en que me mira como si quisiera abrazarme este es el golpe final a mi auto control. Sea lo que sea, las lágrimas rompen la barrera. Me cubro la cara con las manos. –Estoy bien– digo, con un sollozo en el pecho. Los brazos de Dominic me rodean, envolviéndome en sus grueso y delicioso abrazo cálido. Me fundo con el sin siquiera pensarlo, agarrando mi muñeca por detrás de su espalda y acurrucándome en el lugar más perfecto y seguro contra su pecho. Las lágrimas se desvanecen al instante, pero no tengo intención de moverme. Nunca. –¿Quieres hablar de ello? – Su voz profunda retumba más cerca de mi oído que nunca. Se me pone la piel de gallina por todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Tiene que darse cuenta. Niego con la cabeza. Y luego lo pienso mejor y asiento. Su cuerpo se estremece de risa. ¿Entonces, es un sí y un no? – Todavía no puedo hablar. No cuando estoy enterrada en su abrazo perfecto, envuelta en el almizcle amaderado de su aroma. Mi corazón late con fuerza por razones completamente diferentes ahora, y sé que mi periodo de gracia en este abrazo está expirando rápidamente. Respiro hondo, separándome de el de un tirón, aunque cada célula de mi cuerpo quiere quedarse allí. –Lo siento mucho– susurro, secándome los ojos. –No quería llorar– –Está bien– Se encoge de hombros. –Solo estamos pasando el testigo de los momentos intensos de la vida. Hoy es tu día. Ayer fue el mío– –Tabatha me acaba de decir que mi madre empezó a consumir drogas por el estrés de vivir con una mocosa egoísta como yo– digo en voz baja, bajando la mirada al suelo. –Estaba enojada porque no puedo enviarle quinientos dólares para el final del día. Mi madre tuvo que ingresar inesperadamente a un nuevo centro de reinserción social por razones, y…– Extiendo las manos a los costados. –Y aquí estamos, como siempre. Dando vueltas en torno a la adicción de mi madre. Siempre me hace sentir que todo es culpa mía. Pero sigo enviando dinero, aunque en el fondo no quiero que mi madre vea ni un centavo de mi dinero después de lo que tuve que vivir con ella– Las lágrimas vuelven a presionar mis ojos y me froto la frente. –Buenos días, por cierto- añado con una risa. –Perdón por haber estado aquí. simplemente no quería que nadie escuchara mi conversación– –No te preocupes. Lo que necesites es tuyo– se apoya en el borde de su escritorio. ¿pero qué pasa si lo que necesito es a ti?>> Lo miro y me pregunto si puede ver la pregunta en mi corazón. –Gracias, Dominic. No has sido más que generoso, y te prometo que me ha cambiado la vida– –Tabatha siempre ha sido una perra, ¿verdad? – –Por decirlo suavemente– Dominic se acerca a mí, agarrándome los brazos. Busca mi mirada. –De ninguna manera fuiste la causa de la adicción de tu madre– Asiento, perdiéndome en su mirada azulada. –Gracias. Ella lo dice porque sabe que me duele– Eso ni siquiera ha sido lo peor que me ha dicho. Que Tabatha me llame mocosa egocéntrica ha sido lo peor. Porque sabe lo que había pasado bajo el techo de mi madre. Sabe cuál de los ex de mi madre había forzado sus deseos en mí, y la forma en que yo le rogaba que las cosas cambiaran. Pero no. La adolescente bienhechora era la mocosa egocéntrica, la que había obligado al adulto a consumir drogas. Claro. Todo el asunto me hace hervir la sangre.
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