¿Por que no ver a donde va?

3443 Words
VANESSA El viernes, Dominic no estuvo en la oficina. Recibí un mensaje breve de él alrededor de las nueve que simplemente dice. “Trabajando desde casa hoy” Lo que significa que estuvo a treinta pisos por encima de mí, probablemente en pijama, comiendo bagels sobrantes enviados al cielo. Estuve medio tentada para preguntar si podía acompañarlo, pero después de lo que había sucedido la noche anterior en el camino a casa, tambien sé que necesito más tiempo. Como la duración del fin de semana, para ser precisos. Esa es la cantidad exacta de tiempo necesaria, setenta y dos horas, para recuperarme por completo de su cálido y apasionado agarre de muñeca. Solo después de todos estos días separados podré pensar en otras cosas además de sus labios cubriendo varias áreas de mi cuerpo el lunes por la mañana. Incluso había usado su reconfortante abrazo en su oficina como material de masturbación durante el fin de semana. Mi desesperación no tiene límites. Pero hoy lunes recibo el mismo mensaje de Dominic. “Trabajando desde casa hoy”. Esto parece extraño, pero ¿Quién soy yo para decir algo? El hombre se ha ganado el derecho de trabajar desnudo desde su cama si quiere. Simplemente tengo muchas ganas de unirme a él, aunque estoy segura de que la señora Bennett no lo aprobaría. Después de lo que supe que piernas y mi encuentro con Dominic en el coche, es un hecho. Él tiene algo con Hannah, y necesito dejar de lado mis fantasías infantiles. Aunque su crème brûlée sorpresa me había hecho pensar que podríamos casarnos, este no es el caso. La Vanessa de la secundaria necesita acostarse y dormir. Para siempre. Paso la mayor parte del lunes alternando entre el modo de trabajo productivo y la mortificación por ser tan estúpida. Asher se acerca a mi escritorio alrededor de las cuatro y media, con un sobre sellado en la mano. –Hey, Vanessa. ¿podrías hacerme un favor? – -Por supuesto, Asher– –¿Puedes llevar esto al pent-house? – —Claro— tomo el grueso sobre de sus manos. –¿Pero por qué no puedes ir? – Suspira mirando hacia otro lado. –Weston está ahí arriba. Y esto tiene que llegarle a Dominic– Asiento lentamente, comenzando a comprender cuan grave se ha vuelto la ruptura de los hermanos. La inquietud se extiende por mí. Solo sé que los hermanos Hamilton son sólidos. Este nuevo desarrollo se siente antinatural y extraño, como si la ciencia hubiera descubierto repentinamente que la gravedad no es real. –Por supuesto. Ya casi termino por hoy, así que terminaré aquí y luego me ocuparé de esto antes de irme, si te parece bien– –Claro. Y toma, necesitarás esto en el ascensor– Me lanza una tarjeta de acceso con un guiño. –Devuélvemela en otro momento, ¿de acuerdo? – Aprieto la tarjeta de acceso en mi mano, asintiendo. –Gracias, Asher. Te lo agradezco– –Y asegúrate de que Dominic esté bien mientras estás ahí arriba. Ha estado pasando por algo estos últimos días. Creo que podrás sacarlo de ese estado– Bueno, si eso no es a partes iguales críptico e intrigante, no sé qué es. Meto la tarjeta en uno de los bolsillos que había cosido en los pliegues de mi vestido y me apresuro a terminar en mi escritorio. Ahora que tengo luz verde para visitar a Dominic, no quiero demorarme ni un minuto más. No nos hemos visto en casi cuatro días completos, lo cual es demasiado. Todo lo que quiero saber es si Dominic se siente tan desesperado y loco como yo. Quince minutos después, he empacado y me dirijo al ascensor del pent-house como si fuera la dueña del lugar. ¿Ha usado alguna vez la señora Bennett este ascensor? Espero que no. Paso la tarjeta tal como había visto hacer a Dominic, luego presiono el gran botón P. El ascensor se eleva, suave y silencioso, deteniéndose suavemente treinta pisos mas arriba. Las puertas se abren y un par de voces masculinas me alcanzan. La ansiedad me invade y aprieto el sobre contra mi pecho. Aunque Asher me había pedido que hiciera esto, no significa que Dominic me esté esperando. Identifico el retumbar de la voz de Weston. Las ruedas del equipaje hacen clic sobre el suelo de baldosas. Dejo mis bolsas de trabajo cerca de la puerta del ascensor y me adentro en el pent-house, siguiendo el sonido de la conversación. Un momento después, encuentro a Weston y Dominic de pie en extremos opuestos de la sala. Weston tiene dos maletas con ruedas a su lado. Y Dominic, con una camisa sin mangas y pantalones cortos, parece que carga con el peso del mundo. La mirada de Dominic se vuelve hacia mí y algo dentro de él se derrumba. Puedo verlo. Aprieta los ojos, se pasa las manos por la cara y se aparta de mí. Weston lo mira; la sonrisa que me dirige es solo un destello en su rostro. –Hola, Vanessa– -Weston, me alegro de verte de nuevo– Doy un paso adelante, escondiendo el sobre tras mi espalda. –¿Vas a algún sitio? – –Tomándome un tiempo– dice simplemente. Luego asiente hacia la puerta principal. –Sera mejor que me vaya, o perderé mi vuelo– –¿Puedo preguntar adónde vas? – –A Bali– dice. –Los veo luego– Weston se dirige a la puerta principal; las ruedas de su equipaje hacen un clic-clac sobre el suelo. Dominic gira la cabeza lentamente. –Hola, Dominic. Cuanto tiempo sin verte– Me deslizo hacia él, algo en lo profundo de mi se siente mejor ahora que estoy tan cerca, como si la última pieza de un rompecabezas hubiera encajado en su lugar. –¿Todo bien? – Niega con la cabeza, evitando mi mirada. –No lo sé– Dejo el sobre, evaluando su postura. Sus hombros parecen tensos, como si hubiera estado en modo de eres total desde nuestra cena del jueves pasado por la noche. –Estás tan tenso– murmuro, extiendo la mano hacia él. Tan pronto como mi mano hace contacto con el calor que se filtra a través de su camisa, me doy cuenta de mi error. Pero a pesar de mi corazón palpitante y la humedad en mis bragas, no puedo detenerlo. Paso la mano por la parte superior de su espalda. –¿Quieres un masaje? – Dominic se gira hacia mí de frente, con toda la fuerza de su masculinidad bañándome. Normalmente viste trajes a medida y camisa de vestir, pero ahora es en cada centímetro el musculoso chico de campo del que me había enamorado durante la preparatoria. Sus bíceps se abultan, liberados de las ataduras de sus camisas de vestir. El aroma de su colonia me impacta más fuerte hoy, o tal vez solo es la intensidad de su mirada. Algo es diferente hoy. Muy diferente. –¿De verdad crees que sea una buena idea? – se acerca a mí, algo en su tono suena peligroso. Salvaje. Parece cernirse sobre mí, devorándome con su mirada, su energía, sus intenciones. Pero tengo que estar imaginándolo. Claro, habíamos cruzado algún tipo de limite esa noche en su lavandería. Pero no había ido más lejos, porque tiene a la señora Bennett esperándolo. -Creo que sería una gran idea para ti– digo, el nerviosismo me empuja a balbucear. –Te ves muy tenso, así que aflojar esos hombros probablemente contribuiría a tu bienestar general. Además, fallaste dos días a la oficina, así que algo debe estar mal– Me aparto un cabello suelto de la cara mientras continúo. –Hablando de eso, ¿Por qué no estuviste el viernes? Estaba preocupada por ti– –Porque tengo que mantearme alejado de ti, Vanessa– dice, tomando mi mano. La recoge suavemente, girándola con la palma hacia arriba. –Cuanto más cerca estoy de ti, más difícil es convencerme de no hacerte una proposición. Y realmente no quiero proponer a alguien de mi nómina. Aunque he querido proponértelo desde que tenía diecisiete años– Parpadeo un par de veces, dejando que el significado de sus palabras penetra en mí. Y luego otra vez. Y luego otra vez. Traza líneas perezosas en mi palma, observándome con la intensidad más deliciosamente desestabilizadora. –Ummmmm– comienzo como si tuviera algo que decir a continuación. –Dime que no debería– dice, acercándose aún más. Mis dedos rozan su pecho y el empuja su pulgar sobre mi palma. –Dime que no debería, y no lo haré– –No puedo decírtelo– susurro, con la voz casi pegada a mi garganta. –Pero tú mismo lo dijiste, no puedes proponerle a alguien de tu nomina– parpadeo rápidamente, tratando de ver, pensar o funcionar en absoluto con el tan cerca de mí. No parece posible seguir viviendo en un mundo donde el calor de Dominic no me envuelva, donde su piel no toque la mía. –Quiero decir, eso es lo que quieres, ¿verdad? – –Pasado. Quería– gruñe, acercándome más a él. Sus manos se deslizan sobre la parte superior de mi trasero, aplastándome contra él. Mis ojos se cierran cuando la dura extensión de su pecho contra mis pechos. Oh, Dios mío. Se siente mejor que lo que jamás había imaginado estar presionada contra él. –Quiero decir, incluso si ambos quisiéramos follarnos hasta perder el sentido, no podemos, ¿verdad? – No sé de dónde saco el aliento para hablar. Se agacha, su aliento golpeando el lóbulo de mi oreja. Un millón de punzadas de placer se deslizan bajo mi piel, y casi muero perfectamente feliz en este momento. –Dime tú– susurra contra mi oído. –Bien– susurro, olvidando por completo porque todo esto es una mala idea. Hannah parpadea en el fondo de mi mente de repente, recordándome. Dominic ya está tomado. Y yo no tengo intención de meterme en el desastre de otra persona. –Entonces debería irme– digo, con la voz apenas funcionando. –¿A dónde vas? – Dominic lame la punta del lóbulo de mi oreja y me desplomo contra él. –Es uh…yo…um…– ¿Es su pene lo que siento presionando contra mi cadera? Mi corazón se acelera tanto que pienso que me desmayaré. Esta es cada fantasía hecha realidad y algo más. Todavía no es mí. Ni lo será cuando la neblina se despeje. –¿Sí? – Dominic me acaricia la mejilla con la nariz e inclino la cabeza para que pueda hacerlo de nuevo, con más libertad, posiblemente para la eternidad. –La…como se llama? – –La…clase…Mis ojos se cierran cuando su barba incipiente me roza la mejilla. Aprieto las piernas. –La clase en la que estoy o lo que sea– –¿Oh, tu curso de moda? – –Mm-hmm– Dominic rebusca entre los pliegues de mi vestido, levantando la parte delantera. Luego lo envuelve con el puño y tira, sujetándome contra él. Mis bragas están empapadas. –¿Estás fuera de horario? – Su voz es sexo y garra. Asiento con impotencia. –Entonces no hay ningún problema de empleador-empleado. Solo dame media hora. Inspeccionaré personalmente este vestido de pies a cabeza para tu clase, luego te llevaré a donde necesites ir– Aprieta su puño aún más fuerte en la tela de mi vestido. –¿Ahora puedo besarte, mierda? – Todo el aire de mi en un suspiro, y asiento, sucumbiendo a mi destino. Soy incapaz de detener lo que sea que este sucediendo. No quiero que se detenga, a juzgar por el rio que fluye entre mis piernas. Tal vez podría probar solo esto. Solo esta muestra. Me ocupare de lo que venga después, incluyendo el desastre de Hannah. –Por favor– grazno. Dominic se abalanza contra mí, capturando mis labios en un beso que congela el tiempo. Todo lo demás a nuestro alrededor deja de existir, el mundo mismo se detiene en seco cuando finalmente descubro lo suaves y perfectos que son sus labios. Gimo, sintiendo las rodillas temblorosas. Aprieta su agarre en mi vestido, lanzándose para otro beso, su lengua presionando mis labios. Abro la boca para recibirlo, y nuestras lenguas se enredan. Dominic afloja su puño y empuja su mano hacia arriba sobre la curva de mi cadera. Por la parte de mis pechos. Dejando un rastro permanente de piel de gallina dondequiera que me toca, su mano se detiene debajo de la pesada curva de mi pecho izquierdo. Mis pezones se endurecen bajo su potente toque. Dominic tiene hambre. Y se lo que quiere. Aprieta mi pecho con la fuerza suficiente para hacerme gemir, y luego su mano serpentea por mi pecho hasta que se planta en la base de mi cuello. Me arraigo allí, como si me controlara, las yemas de sus dedos clavándose en la suavidad de mi cuello. Cuando rompe el beso, parece drogado. Ido. Completamente perdido en la pasión. Justo como imagino que debo verme. –Besas bien– dice, con una sonrisa en los labios. –Tú…ni siquiera sabes…lo bueno que eres– Hablar sigue siendo duro. Necesitamos seguir besándonos. Engancha su brazo alrededor de mi espalda, más partes de nuestro cuerpo se tocan, lo que significa que se me pone la piel de gallina. Estar encerrada en su abrazo se siente tan bien, tan divino, que ni siquiera puedo comprenderlo. Mi cerebro hace corto circuito tratando de darle sentido a todo. –Perdimos mucho tiempo– dice, agachándose para otro beso. Pero esta vez, es suave. Un beso suave. Uno que me hace ponerme de puntillas buscando más. –Siempre supe que besarías como un sueño- murmuro. Mi cuerpo suspira de alivio cuando me bendice con otro beso profundo con lengua. Su agarre alrededor de mi nuca se tensa y mi centro se enrosca como una espiral. –Ven a mi habitación– gruñe entre besos. Sus labios se deslizan desde mi boca por mi mejilla, de vuelta al lóbulo de mi oreja. La mano que ha plantado en la base de mi cuello se desliza hacia la parte delantera de mi pecho, bajando lentamente sobre mi escote. Su cálido toque se siente sanador. Una piedra caliente con propiedades medicinales. Todo mi centro palpita, deseando más de este toque. Mas de él. Pero su petición es importante. Solo he tenido sexo con dos hombres en mi vida. Dominic fácil puede ser el tercero. Pero no si yo soy la otra mujer. La claridad da pequeños pasos a través de mí, apagando algunas de las brasas de nuestra sesión de besos. Pero solo por un momento. Una vez que las yemas de los dedos Dominic se deslizan por debajo de la tela de mi vestido y se deslizan hacia el borde de mi sostén, toda la razón sale volando por la ventana de nuevo. El hombre está a solo unos segundos de ahuecar mi pecho, y no hay nada que quiera más en esta vida. –Nunca has visto mi habitación– continuo, su lengua rozando el lóbulo de mi oreja de nuevo. –El recorrido está incompleto– Sus dedos se hunden más profundamente, su dedo meñique acercándose a mi areola. Mis ojos se cierran. Si esto es el cielo, ¿Qué será ir hasta el final? Podría morir de verdad. La puerta principal se abre de repente, un movimiento que apenas noto alrededor de los hombros cuadrado de Dominic. Jadeo, alejándome de él. La frustración se siente como un balde de agua vertida sobre nuestro apasionado romance. Dominic se gira para mirar la puerta principal. La voz de Weston resuena un momento después. –No te preocupes por mí, solo olvidé algunas cosas– dice, sus pasos arrastrando el suelo de baldosas mientras mete su equipaje de vuelta a la casa. me alejo aún mas de Dominic y me siento en el sillón más cercano, cubriéndome la cara con las manos. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué has hecho?>> Dominic no se molesta en responder a Weston, quien se apresura a travesar la sala y desaparece en las profundidades de la casa. Dominic ve irse a su hermano y se aclara la garganta, ajustándose sus pantalones cortos de gimnasio. Es entonces cuando noto la gruesa cresta de su excitación. Mi boca se abre y le echo otro glorioso vistazo antes de enterrar la cara entre las manos. a punto de acostarte con un hombre que ya tiene pareja, Vanessa Reinhart. ¿Qué te ha hecho Nueva York?>> la voz en mi cabeza me reprende. –Vamos– Dominic ofrece su mano, señalando con la cabeza hacia el otro extremo de la casa. –Vámonos– –Dominic, no puedo– Mi voz sale temblorosa y débil, sin duda una combinación de la excitación casi fatal que bombea por mis venas, combinada con el estrés de una aventura de una noche con mi jefe, que ya tiene pareja. –¿Estás bromeando? Estas con alguien– –Vanessa…– empieza, con el rostro arrugado. –No importa lo perfecto, esculpido o sorprendentemente posesivo que seas- digo señalando con la mano el paquete completo que es. –No me importa que definitivamente sea el mejor sexo de mi vida. No que no haya mucho con que compararlo, créeme. Así que digamos que ganas por defecto y nos ahorramos la molestia de convertirme en la otra mujer– Sus hombros se hunden. –No es así– –Eso es lo que dicen todos los mujeriegos– espeto. Su mirada se oscurece y se cruza de brazos. –No estoy siendo mujeriego. Pero tú y yo sabemos que hay algo aquí. ¿Por qué no ver a dónde va? – Presiono un dedo en el centro de mi frente, sintiendo que puedo estallar en cualquier momento. El problema de ver a donde van las cosas es que nuestros puntos finales son diferentes. Él quiere que conduzca al dormitorio. Y yo quiero que conduzca a la eternidad. Y dado el tiempo que conozco a este hombre, lo mucho que había sentido algo por él a lo largo de mi vida, no hay ninguna posibilidad de que no me enamore. En realidad, mejor olvídate de eso. Ya estoy enamorada. Demonios. La comprensión se extiende por mi como orina en un arroyo frío. Amo a Dominic Hamilton, y jugar con él solo me destrozará a largo plazo. –No tengo la energía para ver a donde va– digo finalmente, atreviéndome a mirarlo a los ojos. –No me malinterpretes. Quiero ver adónde va. Pero tampoco quiero ver a donde va– Se irgue con una risa sin humor. –Eso no es nada confuso– –Tienes que entenderlo– digo, bajando la voz mientras Weston sale del pasillo. Murmura algo para sí mismo y luego desaparece de nuevo dentro de la casa. –Tienes un problema aquí con Hannah. Y yo soy alérgica a las situaciones– Su boca forma una línea y me mira fijamente. Puedo ver como giran las ruedas. La neblina de excitación se desvanece. La claridad calculadora vuelve a su mirad azul. –Si tienes razón– Su voz suena plana y asiente, mirando por encima de mi hombro. El silencio cae entre nosotros. Trago saliva con dificultad, dándome cuenta de que necesito irme o faltar a mi palabra y besar a este hombre hasta que salga el sol. –Me voy– digo, más como una prueba. Me alejo unos pasos, observando a Dominic con atención. Comprobando si se abalanzará sobre mí de nuevo. O tal vez vuelva a hundir sus dedos en mi cuello. Se me pone la piel de gallina, pero no pasa nada. Se queda mirándome con las manos en las caderas, a una distancia desafiante. –Tu sobre esta ahí– digo, señalando. Luego me señalo a mí misma. –Mi vestido y yo nos vamos– Una sonrisa se dibuja en sus labios. –Adiós, Vanesa– Saludo con la mano. Y luego salgo corriendo. Necesito ser inteligente. Ser inteligente significa mantenerme alejada de situaciones complicadas con novias activas. Ser inteligente significa mantener un perfil bajo, hacer mi trabajo y obtener mi certificado de moda. Eso es lo que vine a hacer. Nada bueno puede salir de enamorarme, o de acostarme con un hombre comprometido. Como ya había fracasado en uno de esos frentes, necesito mantenerme firme en el otro. No importa lo difícil que sea decir que no a esos labios perfectos y besables.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD