DOMINIC
Si hay un mecanismo mejor de afrontamiento que Vanessa, no se cual podría ser.
Todas mis preocupaciones se desvanecieron mientras disfruto de lo que está sucediendo entre nosotros. Claro, estoy rompiendo todas mis malditas reglas, pero no me importa. Ahora no.
¿La investigación de la comisión? Un inconveniente que superaré. ¿Un descubrimiento familiar secreto? Desafortunado pero superable. ¿Todos los desastres desconocidos que me esperan en el futuro? Bueno, tendré que esperar y ver cuando lleguen.
Estoy más entusiasmado con Vanesa que nunca con cualquier rollo. Tal vez es porque nos conocemos prácticamente de toda la vida. Hay una cercanía que no suelo sentir con…nadie. Vanessa me conoce desde la preparatoria, que generalmente es el punto más bajo para los nerds de la informática que crecen en el sur, y de alguna manera todavía estaba enamorada de mi en ese entonces. La mujer se merece una medalla.
Olvídalo. Se merece un festival de sexo interminable que pretendo darle.
Apenas pude dormir anoche, pero no por las razones habituales. El mero recuerdo de su voz mientras se corría por mí fue suficiente para enviarme de nuevo a un mundo de fantasía. Incluso llegué temprano al trabajo; así de jodido me tiene Vanessa.
¿Pero que puedo decir? Me fascinan sus curvas, y siempre lo han hecho.
Está en su escritorio cuando doblo la esquina. Su cristalina mirada verde se dirige hacia mí, con una tímida sonrisa tirando de sus labios mientras me acerco. Para ser sincero, parece un poco deslumbrada. Y yo estoy bien con eso. Tal vez yo también estoy un poco deslumbrado.
Me detengo frente a ella, incapaz de contener mi sonrisa al observar su vestido del día: un vestido granate de cuello barco con volantes en los hombros. La tela parece rígida, lo que presenta una posible complicación logística. Pero está bien, encontraré una solución. Ya quiero besarla hasta dejarla sin aliento, pero eso es estrictamente prohibido donde alguien pueda vernos.
–Buenos días– digo.
–Hola– me mira con aire soñador y nos quedamos así demasiado tiempo, mirándonos a los ojos.
Me paso una mano por el pelo. –¿Dormiste bien? – Todo mi cuerpo palpita con la necesidad de estar a solas con ella en mi oficina. Pero no soy el tipo de neandertal para arrástrala allí. Aunque estoy medio tentado a hacerlo.
–Si, una vez que finalmente me fui a la cama–
–¿Terminaste el portafolio? –
–Casi– Su sonrisa se ensancha. –Lo terminaré esta noche, seguro. ¿Y tú? ¿Dormiste? –
Niego con la cabeza. –No muy bien. Tengo muchas cosas en la cabeza–
–¿Ah, ¿sí? ¿Cómo cuáles? –
–Tendré que decírtelo en mi oficina– le guiño un ojo y un delicioso rubor le sube por el cuello. Quiero morderlo.
–De acuerdo– Me sigue cuando me dirijo a mi oficina. Abro la puerta y encuentro acogedor el espacio fresco y tranquilo. La puerta se cierra con un crujido detrás de nosotros y la tengo pegada a ella un segundo después.
–Eso fue rápido– susurra. Tiene razón. Aún no son las nueve. Pero no hay tiempo que perder. –No lo suficiente rápido para mi gusto–
Me agacho y le doy el beso que había estado deseando desde ayer. Puedo saborear la menta en su aliento y un toque de su café matutino. Nos besamos rápido y furioso, chocando los dientes, mordiéndonos los labios. Tengo más hambre que nunca. Mi polla esta dura y atrapada contra su cadera. Recorro las curvas de su cuerpo a través de su vestido, apretando sus gruesas caderas, su jugoso trasero. Podría comérmela de la cabeza a los pies. Ella gime mientras le follo la boca con mi lengua.
–Dominic– jadea un momento después, agarrándose el pecho agitado.
–Vas a darme un ataque al corazón si sigues besándome así–
–¿Quieres que vaya más despacio? – Acaricio su cuello mientras muevo mi pelvis en un círculo lento contra ella. –Puedo…–
Respira temblorosamente. Luego niega con la cabeza. –No. asumiré el riesgo médico. Si los besos son así de buenos–
Me río durante nuestro beso, agarrando los lados de su rostro mientras nuestras lenguas se encuentran una y otra vez. Ahora que está aquí, en mis brazos, succionando mi cara, algo en lo profundo de mi está satisfecho. En calma, incluso. Tener a Vanessa en mis brazos me parece correcto. Y no quiero dejarla ir.
Cuando nos separamos para tomar aire, su mirada verde parece drogada. Esos labios mordidos por besos serán la estrella de mis videos porno internos durante años. Todo en Vanessa esta hecho de mis mayores fantasías. Ella es la mujer de mis sueños hecha realidad.
Lo que hace aún más difícil mantener mi ritmo. Mantener las cosas bajo control.
–Eres demasiado, Dominic Hamilton–
Tiro de los lados de su vestido, recogiendo lentamente la tela en mis manos mientras se arruga fácilmente, más y más arriba. –¿Entonces estás diciendo que debería ir más despacio? –
–Nooo– pronuncia la vocal, su mirada recorriendo nuestros cuerpos. –¿Qué está pasando aquí? –
–Solo un pequeño estímulo para la moral del equipo– digo, incapaz de ocultar mi sonrisa. –Para empezar bien el día
Levanta una ceja. –¿La moral? –
–Mm-hmm– Tengo la tela de su vestido recogida en su cintura, mis dedos vagando libremente sobre sus caderas expuestas. Su piel se eriza donde la toco. Sus ojos se entrecierran, su respiración se entrecorta cuando mis dedos se enganchan en sus bragas.
–Después de lo que hicimos anoche– digo en voz baja, justo contra su oído, –pensé que debería hacer un seguimiento. Asegurarme de que recibiste el mensaje–
Su garganta se mueve y se aferra a mis brazos.
–Mmm, es una gran idea. Deberías comprobar bien que recibí el mensaje–
Sonrió durante otro beso. Esto no es solo sexy. Es divertido. También es salvaje, ya que una parte de mi todavía me ve como el estudiante de último año y ella como la estudiante de segundo año. Como si Vanessa fuera a venir bailando un vals en cualquier momento.
Pero se siente bien. Y se siente mucho mejor de lo que puedo haber imaginado.
Palmeo la parte delatara de sus bragas, observando como su garganta se mueve, con la mirada pegada a mi cara. Devoro los pequeños detalles sobre ella: el brillo de sus hermosos ojos, las pecas apenas visibles que coronan sus mejillas, los deliciosos labios que puedo besar Durante un año seguido sin cansarme. Es hermosa. Y finalmente, afortunadamente, benditamente, está apoyada contra la puerta de mi maldita oficina como Dios lo había dispuesto.
Paso mi pulgar por la sedosa entrepierna de sus bragas, rozando el apretado c*****o de su clítoris. Ella grita, sus rodillas tiemblan, pero la estabilizo con un beso firme. Mientras nos besamos, deslizo mis dedos bajo la entrepierna empapada de sus bragas, encontrando el epicentro de todo su calor y pasión. Mis dedos encuentran los pliegues resbaladizos de su coño, tan hinchado y listo para mí. Mi cabeza da vueltas, le follo la boca con mi lengua de nuevo mientras exploro el jugoso terreno de su coño, acunando su clítoris entre mis dedos índice y medio mientras muevo mi mano contra su montículo. Ella gime durante el beso, arqueando su cuerpo contra mí.
–¿Te gusta eso? – le susurro apasionadamente al oído. Muerdo su lóbulo mientras ella asiente, empujando su pelvis contra mi mano mientras masajeo su clítoris.
–Tanto– dice con voz tenue, como si estuviera a mil millas de distancia.
Le pellizco el clítoris con fuerza, tan fuerte que vuelve a gritar, y luego hundo mi dedo medio en su coño. Es puro calor y jugo, la combinación más divina. Todo dentro de mí se tensa, queriendo arrancarle el resto de la ropa, follarla ahí mismo, contra mi puerta.
Pero no. Puedo ir despacio. Puedo ir paso a paso. Al menos un poco más de tiempo.
–Oh, Dios mío, Dominic– gime, apretando mis brazos como si fuera la última balsa salvavidas en el océano. Meto y saco mi dedo, meto y saco, añadiendo un segundo dedo, observando las emociones sexys que se extienden por su rostro. Su coño se aprieta contra mis dedos. Puedo decir que está cerca por lo fuerte que respira, por lo fuerte que se mece contra mí. Estoy aún más cerca de decirle al diablo y follarla como claramente ansió.
Aprieto la palma de mi mano contra su montículo mientras la follo con los dedos, capturando sus labios en otro profundo beso de lengua. Hay mucho más que explorar en el cuerpo de Vanessa, pero por ahora, solo quiero darle una pequeña muestra de lo que está por venir. Para que sepa lo mucho que vamos a divertirnos, ahora que he enviado ese límite empleado/jefe al infierno.
Su cabeza golpea la puerta mientras se arquea hacia mí, con los ojos cerrados.
–Ohhhh, Domiii-niiiic– aprieta el puño de mi camisa mientras su coño se aprieta alrededor de mis dedos. Un gemido largo y estremecedor escapa de ella, su pelvis se sacude. Puedo ver el orgasmo recorriéndola, desgarrando sus bonitos rasgos en una expresión atrapada entre el éxtasis y el dolor.
Cuando finalmente vuelve a la realidad, sus ojos parecen drogados. –Bienvenida de nuevo– digo, y le doy un beso más en los labios
Parpadea perezosamente, la sonrisa más satisfecha se dibuja en sus labios. Quiero ver mucho mas de esa mirada.
–Eres increíble– susurra.
–¿Lo soy? Apenas has experimentado una fracción de lo que planeo hacerte–
Se ríe suavemente. –Nunca me había corrido así antes-
Parpadeo para contener mi sorpresa, recordándome a mí mismo que su ex era Liam Fox. Nunca había sido el crayón más atento de la caja, lo que estoy seguro se traduce en decepción cuando se trata de pequeños detalles como el placer de una mujer.
–¿En serio? ¿Ningún hombre te ha hecho llegar ahí así? – acaricio su cuello con la nariz, dejando suaves besos a lo largo de su clavícula.
Ella niega con la cabella, con un ligero rubor tiñendo su mejilla. –En realidad, ningún hombre me ha hecho llegar, punto–
Esta vez no puedo contener mi sorpresa. Me aparto para mirarla a los ojos. –¿En serio? –
Ella ríe tímidamente. –Entonces, tú ganas el premio, Dominic Hamilton. Y tuvo lugar en la oficina de mi jefe. incluso durante el horario laboral–
Sonrió, sumergiéndome de nuevo en ese dulce rincón de su cuello que ya he llegado a preferir.
–¿Qué es mejor que cobrar y correrse al mismo tiempo? Ese es mi lema, al menos–
Inclina el cuello mientras mis besos descienden. Sus manos se aventuran hacia adentro, entre nuestros cuerpos, viajando para encontrar mi gruesa erección atrapada contra su cadera.
–¿Pero ¿qué hay de ti? – pregunta.
–Tengo algunas ideas de lo que podríamos hacer–. Tiro del lóbulo de su oreja con los dientes.
Ella asiente, con la mirada llena de dudas. Abre la boca para hablar, pero no sale nada. Puedo sentir que algo está esperando allí, compitiendo por tiempo en el aire.
–¿Qué pasa? – pregunto.
Baja la mirada y empieza a morderse el labio. –N-no es nada, yo…–
–Claramente tienes algo en mente–
Pasa un dedo por la parte delantera de mi camisa, trazando el contorno de cada botón antes de pasar al siguiente. –N-no sé como decirlo, supongo. Tengo un poco de miedo de, eh, sonar como una…mojigata–
Sonrió con suficiencia, mis manos recorriendo la extensión expuesta de sus caderas. –Acabo de follarte con los dedos contra mi puerta. No eres una mojigata–
Parpadea rápidamente, escrudiñando mi rostro, cuando hablo, su voz sale como un susurro. –No creo que podamos tener sexo–
Al principio, las palabras no tienen sentido. Inclino la cabeza, intentando entender lo que me dice. –¿Qué? –
–Yo-yo-yo simplemente no creo que pueda– suelta.
–¿O sea, que no quieres? – signos de interrogación se amontonan sobre signos de interrogación. ¿Había malinterpretado completamente la situación? –Porque estoy bastante seguro de que físicamente todo está bien ahí abajo–
Suelta una pequeña risa y traga saliva con dificultad. –Físicamente, me encantaría tener sexo contigo, Dominic. No me malinterpretes. Solo he estado soñando con ello prácticamente toda mi vida. Pero si lo hago… ¿Cómo puedo decir esto? No soy una chica que solo se divierte. Soy una chica que se enamora. Y si tenemos sexo…–
No necesita terminar la frase para saber lo que hay del otro lado. la decepción me invade al absorber sus rasgos, la ansiedad que se refleja en su rostro, la forma en que lucha por sostener mi mirada.
–No me odies– susurra, frunciendo el ceño mientras me observa. –Quiero hacerlo, pero me aterroriza lo que pasará si lo hacemos. Porque ya se…–
–No te odio– le digo, acariciándole el pelo, queriendo aliviar la ansiedad que la recorre.
–Y tampoco quiero que las cosas sean raras– continúa.
–Entiendo lo que dices. No será raro. Podemos divertirnos de muchas otras maneras que no involucren esa magia, ese místico acto delicioso de follar hasta volvernos locos–
Su pecho se estremece de risa, y parte de la tensión se disuelve.
–Bueno, gracias–
–Además tal vez cambies de opinión. Y si lo haces, sabes dónde encontrarme–
La verdad es que el bárbaro en mi esta alborotado, dando golpes y exigiendo saber cuándo podrá follar con Vanessa como es debido. Pero yo jugaré según sus reglas. Si ella no quiere sexo, yo no se lo daré… mientras le recuerdo constantemente lo jodidamente increíble que puede ser el sexo conmigo.
Pero tiene razón en estar a la defensiva. Porque no hay manera de que pueda darle lo que busca. Si el sexo significa que ella sentirá algo, entonces necesito verme salir de ahí. Excepto que no puedo separarme de ella. incluso cuando probablemente es el mejor camino para todos los involucrados.
–Tal vez cambies de opinión- dice, dándome un golpecito en el pecho.
–¿Sobre simplemente divertirme? –
–Si. ¿Alguna vez has pensado en tener novia? –
Sonrió con suficiencia. Odio esta línea de preguntas casi tanto como odio que la gente actúe de forma tan tonta sobre lo que el director de tecnología podría hacer en su negocio como el nuestro. Todo se reduce al hecho de que la gente no entiende quien soy ni como opero.
No soy como la mayoría de la gente. Lo he aceptado. Soy una persona introvertida que necesita death metal y soledad para funcionar. Asher no se equivoca en eso. Y yo no creo en la configuración familiar tradicional.
Tuve una vez una familia tradicional, y me la arrebataron sin previo aviso, sin ninguna razón. Un extraño accidente automovilístico en Nochebuena dejó a cuatro niños huérfanos y los metió en el sistema de acogida. Tuve la suerte de encontrar una familia estable y tradicional por segunda vez con los Hamilton…y ahora eso también está en proceso de desmoronarse.
Acercarme a una familia tradicional solo significa un desastre. Lo sé en la medula. Después de perder a Jessy y a Kate, no merezco una familia estable y duradera. No cuando mis dos hermanas pequeñas ni siquiera habían podido esperar lo mismo. Yo había sido su hermano mayor, su luz guía… y mira adonde las había llevado.
La culpa no me desgarra tanto como hierve constantemente en el fondo, infundiendo mi vida diaria como incienso con aroma a fracaso. Los romances genuinos no son una opción. No con lo mucho que me exige el negocio. No con esta investigación pendiendo sobre mi cabeza. No cuando les había fallado a las dos chicas más cercanas a mí. No cuando hay un patrón constante de cosas muy malas después de cualquier cosa remotamente buena en mi vida. Tengo un millón y una razones por las que el romance no está en mi mazo de cartas personal. Pero ella no necesita saber todo eso.
–La lista de razones por las que necesito mantener las cosas casuales solo te aburrirán– le digo. –Y, además, no eres mi terapeuta. Y si lo fueras, no podríamos salir de todos modos–
Su sonrisa se suaviza. –¿Ni siquiera algún día? –
–Vanessa, no es para mí. Yo respeto tus limites, tu respetas los míos. Así es como funciona, ¿verdad? –
Su sonrisa se hunde hasta que deja de ser una sonrisa. –Tienes razón–
–Entonces, todo está bien– Me inclino hacia adelante, terminando la conversación con un beso.
Porque lo está…siempre y cuando nos apeguemos a los límites que cada uno necesita.