¿Dónde está Weston?

4061 Words
DOMINIC Las mañanas siempre son difíciles para mí. En primer lugar, son presagios de otro día. Normalmente no me importa “otro día, otro dólar”, pero las mañanas son el umbral de la oportunidad por el que entran sorpresas inesperadas e invitados no deseados. La mayoría de los días tienen un combinación de ambos. No solo eso, las mañanas requieren que sea sociable, lo cual también me molesta. Me toma al menos tres horas prepararme para el publico en general. E incluso entonces, no está garantizado que tenga una buena acogida con mi audiencia. Pero lo peor de las mañanas es que marcan el tono del día. Y si no consigo ese tono justo, bueno…digamos que el resto del día tiende a ser un desastre. Es miércoles a las ocho de la mañana, aproximadamente cuarenta y ocho horas después de haber conocido al supuesto “hermano biológico perdido de hace mucho tiempo”, y estoy rezando para que no haya más sorpresas inesperadas o visitantes no deseados hoy. La luz del sol se filtra a través de las persianas de mi dormitorio, proyectando patrones de ensueño sobre la alfombra gris mientras localizo mis pantalones de trabajo del día, uno de los últimos pares colgados en mi armario. Frunzo el ceño mientras me abrocho los pantalones y me pongo una camisa de vestir. Mi dormitorio es un desastre, porque es mi último refugio en Manhattan. Es más grande que el apartamento que mis hermanos y yo rentábamos en el barrio chino; demonios, este dormitorio es más grande que la mayoría de los apartamentos para principiantes en el mercado. Recojo un montón de ropa sucia; siempre quise mandarla a lavar. Mi cable de teléfono, que había estado desaparecido durante los últimos días, queda al descubierto, y también lo recojo con un gruñido. Odio tanto las mañanas que paso la mayor parte de las noches despierto, evitando la luz del día. Y anoche, había bebido demasiado. Otra vez. Sé que tengo que parar esto, pero es difícil encontrar la motivación para hacerlo. No cuando tengo tanto por que estresarme. Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi pantalón de vestir. Suelto un suspiro, preparándome para lo que sea que esté a punto de comenzar mi día. Por favor, que no sea una explosión. Por favor que no sea otro nuevo pariente perdido. Agarro mi teléfono y miro la pantalla. Elí. No es lo que esperaba. Deslizo el dedo para responder, con la curiosidad apoderándose de mí. –¿Hola? – –Hola, amigo. ¿Cómo estás? – meto el teléfono entre la oreja y el hombro y continúo mi rápida sesión de limpieza de la habitación. Me gusta pensar que no soy un vago, pero este piso no es así. –Voy directo al trabajo. ¿Y tú? – Elí se ríe. –Otro día en el paraíso, ¿verdad? – Había imaginado el paraíso muy diferente a esto. Lo cual es irónico, porque mucha gente ve mi vida desde afuera y probablemente asume que vivo en el paraíso. –Hey escucha– continúa. –No quiero entretenerte. Solo quiero saber cómo esta Vanessa. Quiero asegurarme de que está funcionando para ti– Mi estómago empieza a apretar lentamente. Esto no augura nada bueno para empezar bien el día. –¿Por qué lo preguntas? – Elí suspira. –Bueno, ayer me envió unos mensajes que me hicieron pensar…– Mierda. Me froto la frente, las imágenes del lunes por la noche vuelve a mí. Me había quedado despierto hasta tarde bebiendo el lunes y el martes por la noche precisamente para borrar esas imágenes de mi mente. Ella relajada, y riendo en mi sala, flanqueada por Asher y por Mila, es una imagen a la que no puedo apegarme. Satisface algo demasiado profundo, demasiado íntimo, dentro de mí. Y sé que no debo esperar algo tan hermoso como eso. No con una posible sentencia de prisión sobre mi cabeza. La calidez y la alegría de Vanessa no encajan en mi vida, y necesito que ella entienda el mensaje lo antes posible. –Solo me preocupa que se esté estrellándose y quemándose, ¿sabes? – continua Elí. –O sea, serias honesto conmigo, ¿verdad? No lo endulces porque es mi hermana. Dime la verdad. Necesito saberlo– Me aclaro la garganta, sin saber por dónde empezar. El rendimiento laboral de Vanessa está bien. Es su rendimiento interpersonal lo que necesita mejorar; sobresale demasiado en ese aspecto. –Bueno, ¿Cómo puedo decir esto…? – comienzo. –Oh, Dios. Lo sabía– Elí chasquea la lengua. –Sabes, me preocupaba que esta situación con mamá la afectara. Al estar tan lejos y todo eso, intenta hacerse la dura, de verdad que lo hace, pero sé que ha sido difícil para ella– Parpadeo. Se que su madre había entrado y salido de rehabilitación, pero mis recuerdos son borrosos. Toda mi capacidad cerebral está en uso activo, preocupándome por la investigación de la comisión y por si mi futuro esta arruinado o no. –Lo último que supe… ¿Estaba en rehabilitación? – aventuro. –Si. Lleva ahí casi dos meses. Pronto la liberaran si sigue con el buen trabajo. Esperamos que la instalen en un centro de reinserción social para Acción de Gracias. Pero nadie sabe a dónde irá después de eso. Tabatha quiere que Vanessa regrese a Kentucky y se quede con nuestra madre. Que viva con ella, que la vigile, ¿sabes? Pero con Vanessa estando allá…ha sido un poco tenso– –Quiere Vanessa ir a casa y ayudar? – pregunto con el miedo recorriéndome. –Creo que una parte de ella sí. La parte que todavía quiere a su madre. Tabatha cree que puede convencerla de que vuelva. Pero esas dos se enfadan como nadie. Siempre peleando por dividir la cuenta de la rehabilitación y quien va a pagar la compra una vez que ella salga y toda esa mierda. Yo doy lo que puedo, ¿sabes? Gano buen dinero para mí y los míos. Pero es más difícil para Tabatha. Tiene tres hijos y ese marido irresponsable. Personalmente, creo que solo espera que Vanessa sea la sugar mamá de su propia mama– Elí se ríe. –¿Es eso una cosa? Nunca he oído hablar de ello si lo es– reprimo una sonrisa. Podrías sacarle los chismes y noticias a Elí como si fuera un toallita húmeda. Apenas me cuesta trabajo. Pero ahora se mucho más sobre lo que está sucediendo en la granja Reinhart. Había evitado a propósito sumergirme en ese remolino, porque sé que en cuanto más profundo me sumerja, más difícil será salir del agua. Y las aguas de Vanessa son demasiado cálidas y tentadoras. –Vaya, Elí. Lo siento por todo eso. Pero escucha, puedo decirte una cosa con seguridad. Vanessa está haciendo un gran trabajo. No se está derrumbando– lo digo en serio. Recojo mi último par de pañalones de vestir del suelo y los tiro al cesto de la ropa sucia. Luego enderezo la espalda frente al espejo, observándome. –Es un activo para nuestra empresa. No tengo planes de dejarla ir– Elí exhala un suspiro de alivio. –No tienes idea de lo feliz que he hace escuchar eso– –Ha sido genial– le digo. –De verdad– –¿Solo vigílala por mí? – Su preocupación resuena profundamente. –Necesita un amigo en Nueva York. Por eso me alegro de que te tenga a ti– Mi estómago se aprieta más fuerte, formando el nudo que había estado tratando de evitar al comenzar mi día. Demasiado tarde. Elí nunca sabrá cuan profunda e inquietantemente irónica es esta petición. Dos días después de haberle pedido a Vanessa que no sea mi amiga. Cierro los ojos y niego con la cabeza. –Claro que sí, amigo– le digo. porque yo no soy nada si no soy un salvador. Nos despedimos y miro el espejo por última vez. Llevo mi atuendo de trabajo habitual: zapatos de vestir de Prada, pantalones de vestir de Gucci, camisa abotonada que había sido confeccionada a la perfección. Me paso una mano por el pelo, disfrutando de la forma en que se acomoda, despeinado pero perfecto. Mi exterior necesita brillar, porque mi interior se parece mucho a esta habitación. Jodida. Un desastre disfrazado de ordenado. Escondiendo demasiados secretos. Si realmente dejo entrar a Vanessa como amiga, los desenterraré todos y más. Eso no me parece una buena idea. Pero ya descubriré como honrar la petición de Elí y mantener a Vanessa a distancia más tarde. Es demasiado para esta hora temprana. –Supongo que es hora– le digo a mi reflejo. La mejor aproximación a una charla motivadora que tengo estos días. Dejo la habitación atrás, cerrando con llave la puerta de mi desorden secreto, las cuatro computadoras, las diez unidades de respaldo, las botellas y vasos vacíos que cubren mis estantes como un bar saqueado. Me duelen los ojos al parpadear. Cada célula de mi cuerpo ansia un tipo de descanso que no sé cómo obtener. Necesito algo que ni siquiera puedo nombrar. Y todo lo que se hacer es seguir adelante. Mantener el tren en movimiento, de la manera más segura posible. Sin interrupciones. Sin disturbios. Nada nuevo. Porque todo lo demás en mi vida depende de ello. Me abro paso por el pent-house vacío. No he visto a Weston desde la reunión en mi oficina después de que Ivan soltara la bomba familiar el lunes. Asher se había ido temprano con Mila, como siempre. En Hamilton Enterprises, todo esta animado y brillante. Un poco demasiado brillante para mi gusto, para ser honesto. Asiento y fuerzo sonrisas cuando es apropiado. Por supuesto, todos tienen que estar animados y alerta a esta hora del día. Me preparo para ver a Vanessa mientras recorro la suite. No había sido exactamente amable con ella el lunes. ¿Quién sabe que le habría dicho a Elí? Doblo la esquina y su cabello castaño es lo primero que me llama la atención. Esta de espaldas a mí, y sus jugoso trasero es lo segundo que noto. Lleva un vestido ceñido a la cintura que resalta cada deliciosa curva de su cuerpo. Se, sin saberlo, lo celestial que se vería sin ropa: muslos gruesos que me ruegan que me meta entre ellos, pechos que apenas puede contener en sus vestidos y blusas. Mierda. ya estoy medio duro. Este no es un buen comienzo. –Vanessa– Al oír mi voz, se gira, sorprendida. Unos pendientes de perla resaltan sobre su cabello, y su delineador de ojos esta dibujado a la perfección. Mi corazón late con más fuerza en el pecho. –Oh, Dominic. Buenos días. Me asustaste– Miro mi reloj. –Si. Llego un poco tarde hoy– –Está bien. No te juzgo– se aparta el cabello suelto de la cara, mordisqueándose el labio inferior. No vuelve a mirarme a los ojos y, en su lugar, rebusca entre los papeles de su escritorio. Las cosas habían estado raras desde lo que sucedió en la sala de pesas el lunes por la noche. Tensas, incluso. Veo su cuaderno de bocetos abierto cerca del borde, mostrando el diseño básico de un vestido fluido. Es la primera vez que veo su cuaderno desde que la encontré con Mila en el pent-house. Personalmente, tengo curiosidad de ver que hay ahí, pero nunca me permitiré preguntar. Las palabras de Elí vuelven a mi: Necesita un amigo. Pensó que yo sería ese amigo para ella. No puedo llegar al estado de veredero amigo, pero puedo echarle un cable. Puedo relajarme. Tal vez. –¿Todo bien? – pregunta después de que haya estado parado aquí por un momento. –Si. Me estaba dando cuenta de que nunca has usado el mismo vestido dos veces– esta es la versión más diluida y apta para todo público de la verdad que me ronda por dentro, que es que me la follaría durante una semana seguida si pudiera convencerme de que no me arruinaría. Sus cejas se levantan. –Wow. ¿Eso es un cumplido? – –Solo una observación. Aunque tus vestidos son maravillosos– >. Se toca el pecho con la mano libre. –Bueno. Dios mío. Gracias. Dominic. Eso podría ser lo más lindo que me hayas dicho desde que empecé a trabajar aquí– Bueno, tal vez sin darme cuenta había sido más imbécil con ella de lo que había planeado. Podría compensarla un poco sin dejarla entrar del todo. –Honestamente, me sorprende que te hayas dado cuenta– continúa. –Por supuesto que me doy cuenta– ¿Cómo podría no darme cuenta de alguien como Vanessa? Prácticamente me había enamorado de ella nada mas verla durante mi segundo año de preparatoria, lo cual había sido incómodo, porque ella estaba en octavo grado. Pero había algo en su rostro, o en su esencia, o…no sé, ¿su maldita alma? Que me hablaba. Siempre lo había hecho. Todavía lo hace. Y tal vez siempre lo hará. –Simplemente no digo todo lo que se me ocurre– añado después de un momento. –El mundo necesita menos conversación. Menos opiniones– Sonríe con suficiencia, su mirada me recorre con aprecio. –Bueno, no me importaría que compartieras tus opiniones un poco más a menudo. Vale la pena escucharlas– –No es nada de eso. Tengo algunas desagradables– –Siempre has sido el más inteligente de la sala, dondequiera que vas. ¿Cómo no podría no querer escuchar tu opinión? – Esto me provoca una sonrisa, una genuina. –Ay, Vanessa. ¿intentas calmar mi corazón reseco y ennegrecido? – Me señala con el dedo. –No me vengas con esas cosas de villano torturado. No hay nada de reseco ni ennegrecido en ti, Dominic. Eres tan blando como el día– Eso me hace reír. –Blando como el día, ¿eh? No estoy seguro de si debería avergonzarme u enorgullecerme de eso– –Siéntete orgullos de ello. Incluso si eres un poco melancólico. Pero los más inteligentes siempre son los más melancólicos– Esto se parece mucho a un asado, en el mejor sentido posible. Mi lengua encuentra el interior de mi mejilla y cruzo los brazos, inclinando la cabeza hacia ella. –Así que soy suave y melancólico. ¿Hay algo más con lo que quieras etiquetarme antes de empezar mi jornada laboral? – me río mientras lo digo, y quiero tomar una foto de la sonrisa que me dedica para nunca olvidar que puede mirarme así. –Creo que es todo por ahora– dice dulcemente. –Para tu información, no soy melancólico. Solo estoy…pensando mucho. Tengo muchas cosas en la cabeza– –Esa es la definición de melancolía, cariño– dice con voz cantarina. La tensión de caer en este dulce intercambio es demasiado grande. Estoy perdido. Tengo que sumergirme de cabeza en esta conversación. –No me llames cariño– le advierto. – Viste mis músculos, ¿verdad? No hay nada dulce en esas armas– Una risa escapa de su boca y se cubre la boca con una mano. Es como en los viejos tiempos. Mi corazón late con fuerza, esperando a ver hasta dónde puede llegar esto. De alguna manera, el espacio se ha reducido entre nosotros y yo estoy más cerca de ella. Quiero más de esto. Lo deseo con todas mis fuerzas. Bromear con Vanessa, ser el blanco de sus dulces indirectas, llenan un vacío de mí que lucho por ignorar a diario. ­–Cuidado, Dominic. Parece que estás intentando ser mi amigo ahora mismo, y eso no está permitido ¿recuerdas?– Frunce los labios, desafiándome con la mirada. –¿A menos que hayas cambiado de opinión? – No tengo oportunidad de responder. Alan se acerca entonces, con aspecto muy confundido. Frunce el ceño mientras nos mira como si nos hubiera pillado sacrificando vírgenes a plena luz del día. –Bueno. Hola– dice con disgusto. Me alejo de su escritorio; el velo de nuestro sueño se derrumba a nuestro alrededor, como un fantasma que abandona la sábana. Estábamos a un paso de tomarnos de la mano y salir corriendo a besarnos bajo las gradas del estadio de futbol. Habíamos ido demasiado lejos. Y ahora que habíamos retrocedido ante ese calor, el aire de la oficina se siente especialmente frío, como si me hubieran despojado de toda una capa de ropa. Pero necesito ignorar eso, porque Alan me ha salvado, me había permitido ver que necesito mantenerme concentrado en mis prioridades, que no incluyen perderme en bromas de ensueño con una modelo pin-up de talla grande como Vanessa. Este es mi propio maldito lugar de trabajo. ¿Qué demonios me pasa? –¿Qué pasa Alan? – cruzo los brazos sobre el pecho, tratando de despejar la neblina. Me digo a mí mismo que no nos había visto coqueteando, porque no habíamos estado coqueteando. Solo habíamos estado hablando. Como dos humanos suelen hacer. –No puedo encontrar a Weston– dice con un suspiro, agarrando algunos archivos contra su pecho con un movimiento de cadera. –Se perdió su cita de las ocho de la mañana conmigo, y necesito que firme estos contratos. He estado llamando, pero solo me sale el buzón de voz. Esto es muy raro en el– Parpadeo un par de veces, estrujándome el cerebro en busca de respuestas. –No lo he visto desde después de la reunión del lunes. ¿no ha respondido a tus llamadas? – –Ni una sola– dice Alan. –Y lo intenté unas quince veces– –Mierda. De acuerdo– me paso una mano por el pelo, pensando en los próximos pasos. –Déjame investigar un poco. Te haré saber lo que encuentre, ¿de acuerdo? Alan me dedica una sonrisa forzada. –Esperaba que me dijeras la palabra mágica: investigar. Gracias, Dominic– regresa por el pasillo. Vanessa había vuelto a mordisquearse el labio inferior. –¿Necesitas que haga algo? – ofrece. –No, lo tengo. Pero te avisaré si lo necesito– me retiro a mi oficina, cerrando la puerta detrás de mí. El aire fresco fue un reinicio muy necesario mientras lidio con los sentimientos contradictorios de Alan interrumpiéndome a mí y a Vanessa, y el hecho de que yo había tenido esa conversación con Vanessa en primer lugar. Solo había querido tirarle un hueso y terminé entregándole todo mi ser. ¿Por qué hace que sea tan fácil olvidar mi determinación de resistirme a sus encantos? Suelto un suspiro y me siento en mi silla sacando mi teléfono. Llamo a Weston con el altavoz mientras enciendo mi portátil. Pasa al buzón de voz después de diez timbres. Intento llamar de nuevo inmediatamente, el mismo resultado. No responderá pronto. Llamo a Asher. Contesta al segundo timbre. –¿Has tenido noticias de Weston hoy? – pregunto mientras paso las pantallas de mi ordenador, buscando mi rastreador GPS. No lo uso a menos que sea absolutamente necesario. Puedo rastrear a cualquiera en cualquier momento basándome en su teléfono móvil. Mis hermanos lo saben y no tienen ningún problema. Ninguno de nosotros tiene nada que ocultar. –No– dice Asher. –Me pareció raro que no viniera a cenar el lunes por la noche, pero supuse que estaba en su apartamento de Tribecca. Y ahora que lo pienso, tampoco contestó mi mensaje ayer– –Alan acaba de decir que se perdió su cita de las ocho– Asher gime. –Entonces, ¿Qué estamos viendo aquí? ¿Un secuestro para añadir a la lista? ¿La vida no ha sido lo suficientemente emocionante últimamente? Lo juro por Dios, si Weston fue secuestrado…– –No ha sido secuestrado– digo con una risa. –Acabo de ponerlo en el rastreador. ¿Quieres adivinar donde esta? – –¿Dirimiendo en un banco en Central Park? – –Porque es muy propio de Weston Hamilton– replico. –No, imbécil. Esta en un apartamento muy específico en Harlem– –Ohhh– Asher sabe bien como yo lo que ese apartamento en Harlem representa para Weston. Lo mismo que Hannah representa para mí. Un respiro autorizado y bien merecido de los estresores de la vida diaria. La aventura intermitente de Weston aparentemente vuelve a ser intermitente. –Aún así– continúa Asher. –Estoy molesto. Se supone que deberíamos estar lidiando con esta maldita mierda de Ivan Hamilton, no haciendo el tonto para ir a echar un polvo– –Deja que el hombre se acueste con alguien– digo. –Siempre eres el primero en ir a por eso. ¿Weston no puede hacer lo mismo? – –Bien, bien– se queja Asher. ­–Es el mejor alivio del estrés. Es la única manera en que me mantengo cuerdo ahora, para ser honesto– –Bien por ti– digo en el mejor tono de reprimenda que puedo reunir. –No me vengas con esa actitud– replica Asher. –Para ser honesto, parece que necesitas ese alivio para el estrés más que nadie. ¿No esta Vanessa disponible para ese tipo de cosas? – Gimo, pasándome las manos por la cara. –Eso es tan jodidamente inapropiado, amigo– –¿Al menos lo has pensado? – –Por supuesto que lo he pensado– siseo, agarrando el teléfono y quitándole el altavoz. Se que las paredes de mi oficina son gruesas, pero no me arriesgaré. –Estabas tan obsesionado con ella durante la preparatoria– dice Asher riendo. –Pensé que seducirla sería lo primero que harías. Incluso antes de la entrevista– Siento una opresión en el pecho. –Está en nuestra maldita nomina, Asher. Ahora ni siquiera la consideraría. Esta en una categoría completamente diferente– Deseo con todas mis fuerzas que esto sea cierto. Tal vez repetírselo a Asher lo haga realidad. Pero pienso en Vanessa todas las noches, especialmente ahora que tengo conocimiento de primera mano de lo implacablemente sexy que se ha puesto. Puedo crear odas dedicadas a su cambiante colección de vestidos o a la constelación de pecas en sus mejillas. El solo recuerdo de su dulce risa mientras me critica por ser suave y melancólico envía un espiral de calor a través de mí. Ni siquiera quiero admitir cuantas veces me he imaginado subiendo uno de esos vestidos, especialmente el n***o de encaje de la recaudación de fondos a la que asistimos, y encontrando ese dulce calor entre sus piernas. Me he excitado con el recuerdo de su imagen más veces de las que quiero mencionar desde que empezó aquí. Por eso necesito asegurarme de que esa línea entre nosotros se mantenga firme. Puedo cruzar la línea si bajo la guardia, aunque sea un ápice. –Crees que está en categoría diferente– dice Asher. –Pero no lo está. Veo como la miras. Estás tan enamorado como siempre– Me burlo. –No importa. Incluso si estuviera enamorado, nunca haría nada– –¿Ni siquiera si entra desnuda a tu oficina ahora mismo? – Hago una pausa. Le haría tantas cosas a esa mujer si entrara desnuda a mi oficina. Pero necesito ser más fuerte que eso. Mas inteligente. Un rollo con Vanessa nunca sería posible. Sé por Elí que había salido con su último novio durante casi seis años. Y antes de él, con otro novio de larga duración. Ella no es una mujer de corto plazo. Y eso es todo para lo que tengo tiempo. En lo que a mí respecta, Vanessa es una señal de alto con piernas. –Me aseguraría de que supiera que no debería deambular desnuda por la oficina– respondo. –En cualquier forma que tome ese mensaje– Asher se ríe. –Claro. Te dejare actuar como un piadoso. Pero ambos sabemos la verdad. Eres tan sucio como se puede ser, Dominic– Sonrió mientras me reprende antes de colgar. Al dejar caer mi teléfono en el escritorio, aparece un nuevo mensaje. Es de Weston. Las dos palabras que me devuelven la mirada hacen que mi estómago se revuelva. Y si hay algún tono establecido para la mañana, este mensaje lo hace añicos Weston: necesitamos hablar.
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