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La tarde del 16 de abril se me había tornado muy aburrida. Mis días siempre eran así, ¿a quién voy a engañar? A mí misma... Eso sería muy contradictorio después de reflexionarlo dos veces.
Mi mamá se acercó a mi cuarto y tocó la puerta para preguntar si quería unas galletas de jengibre que había preparado hace un rato para la merienda de las 3:15 p.m.
—No, gracias, mamá. Voy a salir —dije mientras me vestía con una blusa azul, un pantalón azul claro y unas botas marrones con tres centímetros de tacón que me había regalado mi padrino.
—Martina, está bien. De casualidad, ¿te vas a encontrar con alguien?
—No, mamá. Solo voy a salir a tomar sol, supongo —soy una persona de pocos amigos; casi nunca salgo de mi hogar.
—Okey —dijo mi madre con la voz apagada—. Te espero en la sala para comentarte algo que me dijo tu padre.
Otra vez con lo de mi papá... Siempre era lo mismo, sus discusiones estúpidas. A veces me preocupaba pensar que fuera más madura que ellos dos juntos. Se habían separado hace 11 años y aún discutían por asuntos que ni lógica ya tenían, según mi subjetividad. Pero, según ellos, sí.
—Claro, mamá. Termino de arreglarme y bajo —dije un poco a la defensiva. Ya me imaginaba lo que me iba a decir...
Cuando terminé de peinar mi cabello castaño y de maquillarme un poco para que no se notaran mis ojeras, bajé corriendo las escaleras de mi casa. Me vi en el espejo de la sala donde me esperaba mi mamá. Me observé unos segundos, me veía bien; llevaba el pelo suelto con unas trenzas a los lados y mi rostro se notaba un poco cansado, pero con el maquillaje se disimulaba bastante.
Escuché la voz de mi mamá.
—Martina, tu padre me dijo que te querías ir a vivir con él después de terminar el instituto. Le dije que me parecía una idea terrible; ese hombre no sabe cuidar a nadie —dijo terminando la frase con un rostro inquietante que me causaba mucho desagrado—. Tú, por tu propia cuenta, no te sabes defender ni hacer cosas básicas.
—Lo sé, mamá... Yo no me quiero ir en realidad con él. Es para que me deje tranquila, sabes lo agobiante que es papá —dije un poco molesta, ya había conversado esto unas cuatro veces con mi mamá en esta semana—. Además, es solo si no quedo para estudiar medicina y seguro quedaré...
Mi papá era bastante estresante con el tema de mi futuro; sabía que le importaba mucho... pero ya me estaba cansando con el tema. Realmente no sé qué quiero hacer con mi vida.
—Está bien, hija, hablamos luego. Veo que estás un poco apurada —dijo mientras me daba mi pote de agua para llevar—. Hasta luego, te quiero.
—Yo igual —dije mientras salía de la puerta de mi casa y la luz del sol rozaba mi piel clara.
Era una tarde soleada y tediosa, por eso quise salir de mi casa y no tener que lidiar toda una tarde con mi mamá.
Caminé hasta el parque más cercano para estar tranquila con mis pensamientos. Revisé mi bolso y decidí sentarme en un banco en el parque a comer el pan de atún que me había preparado. Dándole el primer mordisco, sentí la suave textura del pan integral con la compañía del atún, que estaba muy bien aliñado; me quedó delicioso.
De lejos pude ver a mi amiga Eva. Estaba hablando con alguien y decidí ir a saludarla. La conocía desde segundo año de bachillerato; es bastante tratable pero también muy callada, algo que me incomoda cuando intento conversar con alguien.
Caminé disimuladamente, para que no creyera que estaba eufórica por verla, y guardé mi pan de atún sin terminar en mi mochila.
—Hola, Martina —dijo Eva, con una sonrisa en su rostro. Qué bueno que me saludó ella primero; no me gusta ser la primera en saludar—. ¿Cómo estás?
—Hola, Eva. Bien, ¿y tú? —dije con mis dedos entrelazados, como suelo acostumbrar.
—Bien. ¿Y qué haces por aquí? Te presento a mi novio, se llama Manuel —dijo Eva mientras Manuel estrechaba su mano conmigo. Era un chico lindo, con ojos claros, piel cálida, una nariz perfilada y pequeña.
—Hola, Martina. Es todo un gusto conocerte; eres muy linda —dijo con amabilidad, a lo cual sonreí con un poco de vergüenza en mi rostro.
—Gracias, un gusto también para mí. Bueno, los dejo solos, solo pasaba para saludar a Eva, ya que tenía tiempo que no la veía —dije con la voz más cálida posible.
—Claro, tenemos tiempo que no hablamos, Martina... Y no, tranquila, está bien. Me gustó verte —dijo Eva con sutileza, dando a entender que quería estar sola con Manuel.
Siendo sincera, no somos muy amigas; solo vamos a la misma clase y también a la misma iglesia. Tenemos cierta cercanía y gustos en común, pero somos bastante diferentes en nuestras personalidades. Fui a su fiesta de 16 años y tenemos varios recuerdos juntas.
—Bueno, adiós —dije mientras daba media vuelta para irme a seguir caminando por el parque sola.
—Martina —me llama Manuel—, ¿por qué no vienes con nosotros y pasas un rato diferente? Vamos a quedar con unos amigos. Tal vez un chico puede ser de tu agrado —dijo mientras Eva se le quedó mirando con la expresión de "lo acabaste de arruinar".
Sabía que a Eva no le gustaba la idea y a mí tampoco, pero no sé por qué dije...
—Claro, me parece genial.
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Sabía que era una mala idea; socializando no soy muy buena que digamos. Pero eso no significa que no me guste charlar. Además, Manuel es muy agradable y un rato diferente no me vendría mal...
Eva ya no podía corregir a Manuel para que no me llevara con ellos, porque sería grosero e incómodo, y a ella no le gusta hacerme sentir mal.
Mientras caminábamos hacia el coche, los noté muy callados a los dos, algo así como si sobrara en esa situación. No le di muchas vueltas a ese pensamiento y solo seguí caminando, mirando mis botas en cada paso que daba.
—Martina, seguro te gustará a dónde vamos. Es un lugar para pasar un buen momento —dijo Manuel mientras se subía al coche y encendía el auto.
Eva sabía que tenía pocos amigos, pero ya la veía más relajada. Me subí al auto; era una camioneta negra, nueva, su olor lo delataba. Me senté y me puse cómoda.
—Oye, ¿tienes novio o algo así? —preguntó Manuel con tono vacilante. Me quedé un momento callada y me ruboricé—. Si es algo personal, no tienes que contarme.
—No, para nada. No, no tengo novio —dije con vergüenza, seguro pensará que soy nerd o algo así...
—Ah, ok. Pero ya diste tu primer beso, ¿verdad? —dijo Manuel con los ojos clavados en la carretera mientras conducía.
—Manuel, no seas tan indiscreto —dijo Eva mientras le daba un codazo para que se callara o simplemente no siguiera con la conversación.
—No, tranquila. No, aún no he dado mi primer beso —susurré más para mí misma que para Eva y Manuel.
—¿Y no te gustaría? —Cada vez que Manuel decía algo, me ponía más colorada, y eso que solo estamos hablando de un beso.
—Claro, cuando conozca a la persona indicada —respondí.