4. ¿Cómo estás?

1771 Words
*** —¿Cómo estas?— pregunto, una pregunta tan buena como cualquier otra, —Estoy bien— dice con las manos en los bolsillos de su abrigo. —¿Tú, cómo estás ?— —Más o menos lo mismo—digo, con toda la indiferencia que puedo. —Buen día, ¿eh?— Es mentira. Cada parte de lo que acabo de decir es mentira . Daniela está en la misma habitación que yo y me siento de mil maneras diferentes, ninguna de las cuales está bien o es indiferente. Pero hace dos años y tres meses llegamos a un acuerdo y, por Dios, lo mantendré. —Está un poco nublado— dice, mirando hacia las ventanas. —Espero que mañana sea mejor. El itinerario de Eva incluye hacernos fotografías afuera— — ¿Eres dama de honor?— pregunto. —Si— dice ella. —La tercera es la vencida, supongo— Hay tantas cosas que quiero decirle. Quiero preguntarle ¿cómo está realmente? Quiero decir que estas bodas son una locura, ¿verdad? Quiero decirle, se que estás preocupada por tu hermana pequeña. —¿Bella ya te está volviendo loca?— es por lo que me decido. Incluso eso probablemente me resute demasiado familiar, pero tengo que decir algo y ya hablamos del tiempo. —La he visto peores— dice. —Supongo que ya le está cogiendo el truco a la planificación de la boda después de las tres últimas — —Cuatro—digo. El silencio de Daniela es expansivo. Total. —No, tienes razón— dice Daniela, su voz repentinamente quebradiza. —Cuatro— —Solo le doy a la mujer lo que le corresponde— digo, levantándome un poco más erguido. Como si me estuviera preparando para una pelea. Daniela simplemente me da una mirada furiosa y luego respira profundamente. —Claro— dice, y mira hacia otro lado. —¿Cómo está tu familia?— Así, sin más, volvemos a terreno seguro. —Está bien— digo. —Mark se casó. Adam se casara este verano. Darren tuvo otro hijo y Charles es...— Me detengo porque en este momento Charles esta con el corazón roto construyendo estanterías en mi sala de estar. Es un profesor de matemáticas y un idiota que tuvo un romance con una alumna que no termino bien, y, por supuesto, yo estoy recogiendo los pedazos. En realidad, su novia me llamó ayer y se supone que debo dejarla entrar a mi casa para que pueda verlo en una hora. Ojalá y no rompan ninguna de mis cosas, ya sea peleando con ellas o teniendo sexo con ellas. Pero nada de eso se considera una pequeña charla, así que simplemente digo: —...Charles está bien. ¿y la tuya?— —Lo de siempre— dice. —Wendy ya esta elaborando estrategias sobre como llevar Bree y Caleb a Harvard, Olive prácticamente dirige la liga junior— Ambos escuchamos la puerta cerrarse y Daniela mira por encima del hombro. Me obligo a relajar los brazos, respiro profundamente y puedo ver sus hombros moverse mientras ella hace lo mismo. Y así se acabo otro encuentro casual. No nos matamos el uno al otro. No quemamos nada. Me sentiré vacio durante la próxima semana, pero eso es todo. —Está bien, Daniela— Llama Bella. —Aún tienes mucho tiempo para peinarte— Treinta minutos después, suena mi teléfono. Ignoro los dos primeros timbres y sigo mirando la pared como si estuviera tratando de hacerle un agujero. Hay mil cosas que todavía necesito hacer hoy y no he empezado ninguna de ellas. He repetido nuestra conversación una y otra vez, aunque casi no había nada, y eso es lo que me mata. Odio que hablemos del clima como si fuéramos extraños, que haya tanto silencio entre nosotros. Que nunca consigo hacerla reír, verla sonreír. A veces pienso que esto es peor que pelear. El teléfono vuelve a sonar. Agarro el auricular y cierro los ojos. —Cervecería Benson, soy Ben— digo, esperando que sea un vendedor telefónico o un número equivocado o algo con lo que en realidad no necesito lidiar. —Oh, gracias a Dios— responde Bella. Mis ojos se abren alarmados. — Estaba empezando a pensar que tal vez te habías ido por el día, y no creo que tenga tu número de teléfono personal— continúa. — No me digas que has cambiado de opinión sobre la orden de la boda otra vez— le digo, y aunque intento sonar alegre, mi voz suena como un peso muerto para mis propios oídos. —No, no, nada de eso— dice. —En realidad estoy llamando para pedir un favor personal— Juro que se me erizan los pelos de la nuca. —¿Y que seria eso, Señora Adams?— digo, obligándome a sonreír a la pared de mi oficina para que ella pueda escucharlo en mi voz. — Bueno, verte hoy me dio una idea— dice, y el tono gentil de su voz de repente se hace un poco más pronunciado. —Verás, la cita de Daniela para la boda de Eva tuvo que cancelar en el último minuto, así que ahora la pobre planea ir sola, y me siento muy mal por eso— Contengo la respiración y tengo la sensación de que acabo de pisar arenas movedizas y estoy bajando lentamente. Ella tenía una cita. —Se que esto es terriblemente de último momento y probablemente sea una gran sorpresa, pero ¿hay alguna posibilidad de que seas la cita de Daniela mañana?— Siento un deja vu tan fuerte que tengo que cerrar los ojos, porque conozco esta sensación. No de Bella, pero estuve aquí, hice esto, estuve al otro lado del teléfono cuando Daniela de repente necesitaba compañia masculina. Se siente familiar, como si me hubieran dado un puñetazo donde ya estoy mallugado. Todavía tengo que morderme el interior del labio para no decir que si.—¿Mañana?— me hago eco. —Se que esto es muy repentino, pero el hombre con el que pretendía ir fue llamado por asuntos familiares— confirma Bella. —Su ceremonia es a las cinco en punto en Pinehall Manor, y después habrá una recepción por supuesto.— Ella tenía una cita. No debería sentirse como cualquier cosa, pero se siente como una traición. Tengo que luchar contra la tentación de decir que si. Quiero aparecer ahí solo para ver la cara de Daniela, pelear con ella porque se siente mejor que nada. Y luego tengo el impulso opuesto. Quiero aparecer y hacerla perder la cabeza y robársela a quienquiera que sea con quién esté saliendo, aunque solo sea por una noche. Mi corazón late en el espacio vacío de la línea telefónica. —¿Ben?— —Lo siento, todavía estoy aquí—digo. Me aclaro la garganta. —Me temo que tengo un compromiso previo— digo. Bella suspira al otro lado de la línea. — Bueno, de todos modos fue un placer hablar contigo— dice. — Y, Ben, ¿podrías hacerme un pequeños favor?— —¿Esté va a ser sobre cerveza?— —En absoluto— dice, riendo. —¿Pero te importaría no mencionarle esto a Daniela? Si ella supiera que intenté encontrarle una cita podría enojarse conmigo— —No hay problema— digo, y finalmente recuerdo mis modales. — Y lamento no poder ayudarla, pero agradezco la invitación señora Adams— Intercambiamos algunas declaraciones más amables y finalmente colgamos. Estoy sudando a pesar de la estación, mis palmas. Están húmedas como si acabara de escapar del peligro, mi corazon late tan fuerte que tenía miedo que ella pudiera oirlo. —¿Qué invitación?— dice una voz desde la puerta de mi oficina, y doy un salto. —¿Me estás tomando el pelo?— digo, pasando una mano por mi cabello. —¿Qué diablos estás haciendo? ¿Escuchas toda mi mierda?— —Solo si suena interesante— dice Mark, que parece demasiado cómodo en la puerta de mi oficina, apoyado contra el marco como si fuera suyo. —No fue nada— le digo, agarrando algunos papeles de mi escritorio y colocándolos frente a mi, luego pretendo examinarlos como si fueran la Piedra Rosetta y recientemente llegué de la tumba del faraón. Como era de esperar, no capta la indirecta. —¿Necesitas algo?— pregunto todavía sin mirarlo. —No— dice, y no se va. Golpeo un lápiz en mi escritorio, descanso mi cabeza en una mano, y considero mis opciones. Tengo cuatro hermanos. Mark es el segundo mayor. Soy el segundo más joven. Darren está en el medio; el mayor es Adam, a quién le encantan los árboles y acampar, y el más joven es Charles, a quién le encanan las matemáticas y también acampar. La verdad es que a todos nos gusta acampar, aunque admito que a mi es el que menos le gusta. No importa dormir en una tienda de campaña en el suelo, pero ¿qué tiene de malo una cama? De todos modos, los cuatro son los idiotas más entrometidos que jamás hayan existido. Quizás algunas familias comprendan el concepto de guardarse la información para uno mismo; la mía parece que no. En cuanto a la invitación, eso me da dos opciones en lo que Mark se refiere: decírselo y sacárselo de encima por ahora, seguramente estableciendo algún interrogatorio adicional en el futuro, o rechazarlo y no sacarlo nunca de mi oficina. —Bella Adams me invitó a la boda de su hija Eva— digo. —No pensé que ir fuera una buena idea, así que lo rechace— Mark guarda silencio. Está en silencio durante demasiado tiempo y no me gusta. —Llegaré al fondo de esto más tarde— dice finalmente. —¿Dónde están tus disyuntores?— Cierro los ojos por un momento. —¿Por qué ?— —Porque boté un disyuntor— dice, como si lo estuviera explicando a un niño de cuatro años. En retrospectiva, supongo que fue una pregunta tonta. —¿Haciendo qué ?— —No te preocupes por eso— —Por favor no quemes mi cervecería— le digo, poniéndome de pie.—Vamos. ¿Qué hiciste? ¿Tenemos suficientes extintores para esta noche?— —Estamos bien— dice con tono tranquilizador. —Ni siquiera empiezo a preocuparme hasta que las llamas alcanzan un metro de altura— Cuando paso junto a el y cruzo la puerta, le lanzo una mirada "hoy no". El simplemente me sonríe.
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