Previo: El día en que dos almas contrarias se conocieron

3103 Words
En el pequeño país de Ecuador: cuna de hermosas maravillas naturales existe un pequeño lugar llamado Quito, el cual solo por ubicarse en la histórica línea ecuatorial que divide el centro del planeta obtuvo semejante nombre; algunos sin embargo tienen su perspectiva de la historia, aunque el país es un terreno tan pequeño y atiborrado de sorpresas incluso tiene entre sus tantos rincones infinidad de historias por contar. Durante años una pareja de amigos comenzó una historia de lo más peculiar en este mismo sitio; digna de ser contada, su romance comenzó como una tierna amistad en la universidad donde ambos estudiaron para ser profesores, ella deseaba enseñar a sus estudiantes el valor de la historia, la filosofía y como la ciudadanía los convertiría en grandes personas para llevar un futuro digno sin menospreciar a los demás, por su parte, él solo tenía un gran amor por la literatura y las historias que apasionaban a todos con sus delicados trazos, su único motivo para ser profesor era el de crear un futuro autor con el cual pudiera deleitarse de sus magníficas obras. Ambas ideas chocaban pero finalizaban en enseñar con gran esmero a sus estudiantes en las materias por las que se habían especializado, del mismo modo sus mentalidades contrariaban en que uno no necesitaba de amigos y tampoco creía que el amor por una mujer fuese necesario, mientras que ella aceptaba todas las diferencias de sus amigos y anhelaba un romance de antaño similar a las novelas y películas que había visualizado desde pequeña. Su amistad, aunque contraria en pensamientos e ideales era mucho más fuerte que la de cualquier otro, dado que se respetaban mutuamente al mismo tiempo que consideraban la importancia de apoyarse para cualquier dificultad que los arremetiera, así continuó hasta que ambos se vieron a las puertas de la vida real, un objetivo claro se daba frente a ellos, una vida laboral que le permitiese la estabilidad financiera, y más adelante, un matrimonio que culminaría entre esta pareja que vislumbraba felicidad en cualquier sitio donde se encontrasen. Tres años de matrimonio perfecto se llevaban frente a esta pareja, pero era demasiado bueno para ser cierto, de hecho, había un secreto en este que pondría de cabeza la vida de ambos. Erick era una persona de lo más sociable y agradable frente a todos quienes lo rodeaban ¡era el perfecto esposo! su alto era de un orgulloso 1.75 cm junto con una musculatura no tan pronunciada que lo convertían en el tipo ideal para cualquier mujer, no había ningún problema o bullicio que demostrara alguna discusión en aquella casa a las afueras de la ciudad, todos los días el hombre salía del dulce hogar y regresaba por las tardes animado, siendo en todo momento alguien que respetaba y jugueteaba cada que se le permitía con su compañera, o eso parecía dado que su personalidad era mucho más fría frente a quienes realmente lo conocían y pues ciertamente solo era Luperca; su amada esposa, quien conocía este lado sombrío y serio que lo hacía ver como alguien diferente a su alter ego animado, su verdadera personalidad se contrastaba en una máscara que mantenía para complacer a su madre y el sueño de esta por que tuviera amigos en los que pudiera confiar, aun así su actuación era tan buena que lograba engatusar a cualquier muchacha que lo rodeara y su aspecto era un punto a su favor, puesto que su rostro angelical resaltaba sus ojos marrones enmarcados por lentes redondos y su cabello lleno de ondas negruzcas, con las que el mismo en ocasiones lidiaba por su rebeldía. El caso era diferente para Luperca o Lupe para sus cercanos: ella era el tipo de persona que mantenía una sonrisa alegre frente a todos y no dejaba que nadie se escapase de su alegría contagiosa, aun cuando alguien se burlase de su nombre ella mantenía una indeleble fuerza con una confianza que casi provocaba irritación entre sus enemigos ¡como si tuviera! Era el tipo de persona que no tendría enemigos, aunque lo buscaran bajo alguna piedra no habría ninguno que se opusiera y su amor por los demás era causa para tener una infinidad de pretendientes que por alguna razón no lograba reconocer, en realidad, era tan distraída en ese aspecto que muchos se rendían al no ser capaces de dar a entender sus verdaderas emociones, y su lacio cabello castaño que se extendía hasta sus hombros se ondeaba al final de este mientras se dejaba llevar las curvilíneas formas de aquella dama que aunque no era delgada, gustaba de su cuerpo "relleno en los lugares justos", su manera de pensar era de aceptar a todos con sus diferencias, pese a ello sus ilusiones por un amor correspondido eran nulas frente a los chicos que no comprendían su forma de ser, pero extrañamente su esposo ¿lo habría logrado? Finalmente, alguien había conseguido el corazón de aquella dama que inconscientemente era implacable y a la vista de los vecinos ella durante tres años mantuvo una sonrisa en todo momento. El secreto de esta pareja para que sean tan felices y sin ningún percance era para algunos un misterio y uno muy bien guardado, puesto que incluso los matrimonios más largos habían tenido sus discusiones o alguna diferencia, pero ellos no, su secreto pese a tanto era más que sencillo; era un matrimonio falso, es decir que ambos mentían a sus familiares y en aquella reunión familiar no iba a ser la excepción, así pues mantenían el ritmo de sus vidas ajetreadas por el trabajo de docentes al mismo tiempo que una mentira muy bien disfrazada. Era una vista preciosa en la casa de los recién casados: el clima era perfecto para una reunión familiar, la primera donde ambas familias conocían a la pareja que luego de tantos años había permanecido en amistad hasta evolucionar en un bello matrimonio digno de admiración entre los tíos y primos que celebraban con la carne asada dejando un camino de humo hasta el hermoso cielo azulado, la esposa repartía las limonadas para los niños mientras en el patio trasero los hombres charlaban con el recién llamado esposo entre picaras bromas y uno que otro brindis improvisado. Las miradas entre la pareja se daban con disimulo junto con una sonrisa anónima lanzada a la lejanía, las mujeres comentaban entre ellas el hermoso vestido de la novia en ese momento mientras se alegraban porque finalmente estaba viviendo el sueño de casada, los pequeños primos por su parte jugueteaban en el verde patio que aunque no era tan grande era lo suficiente para corretear con una pelota y entre ellos el esposo que se disponía a jugar con ellos mientras era perseguido por la traviesa mirada de su amada que solo veía un tierno joven hacer su acto de buen esposo, el patio se llenaba de alegría en lo que las sillas eran colocadas rodeando la imaginaria cancha de fútbol y la dama recién casada se disponía a mirar como su consorte dirigía las jugadas de los pequeños con el ánimo de un dirigente, pero la delicadeza de un buen profesor. La vista en el juego continuaba animando a los espectadores mientras los demás hombres se le unían al recién casado en su dinámica deportiva, por su parte las esposas comenzaban a lanzar ánimos en lo que la recién casada se relajaba junto con un fresco vaso de limonada, de todas ella solo mantenía una sonrisa y lanzaba uno que otro saludo a su esposo cuando este la buscaba con la mirada, aquella seña era más que suficiente para ellos, ella se sostenía confiada en su victoria mientras que él se animaba por conseguir impresionar a su amada. — Será un gran padre —insinuó la madre de Erick sorprendiendo a la mujer mientras tomaba asiento junto a ella— doy por puesto a que ya llevan planificándolo un tiempo ¿verdad? — ¿Padre, dice? —soltó una pequeña risa nerviosa mientras trataba de controlar un inexplicable calor en sus mejillas —para mi sigue siendo un niño. — No me diga que...aún no han pensado en tener hijos. — En realidad —pausó un momento mientras trataba de hallar una respuesta convincente — ¡olvidé que dejé un pastel en el horno! Ahora vuelvo. Ante la huida rápida de la joven esposa, la mujer solo se extrañó por el tiempo de esposos que llevaban ¡son tres años! Y sin ningún hijo que llenara sus vidas de alegría, pero pronto consideró que quizá su hijo estaba demasiado ocupado con el trabajo para pensar en algo así, tal vez, solo lo están planificando correctamente, con algo de dudas sobre la indecisión de su nuera se sentó y continuó bebiendo de la misma limonada que la joven dejo atrás al escapar. Entre tanto, el partido había finalizado con la victoria del equipo del recién casado quien celebraba victorioso junto con los pequeños en un alegre baile en lo que volvían con sus acompañantes a seguir disfrutando de la reunión, pero este se detuvo en cuanto notó que su esposa no se encontraba y en su lugar estaba su madre con un rostro un tanto serio. — ¿Minerva, sabes en donde está Lupe? —cuestionó el joven en lo que movía su cabeza tratando de encontrar a su esposa—. La madre de Erick era una mujer de carácter y una templanza inquebrantable ante cualquiera que dudara de su honor como mujer, como tal se hacía respetar pese a sus tantos años de viudez como la señora que era y de ese mismo modo educó a su hijo para que fuera el mejor ejemplo para cualquiera que lo conociera, un buen hombre que reflejara la nobleza y alegría que mantuvo su padre durante su tiempo con vida antes de despedirse tras un accidente automovilístico que traumatizó a la señora hasta dejarla con el miedo de que su propio hijo saboreara la misma soledad que ella experimentó, definitivamente el hombre había heredado aquel carácter frívolo pero gentil hacia otros. — Dijo que debía ir a ver un pastel, tu esposa es bastante distraída —respondió la mujer mientras su hijo se incomodaba por el comentario que soltó— me pregunto si no olvidará dejar la estufa encendida con mi hijo en casa. — Descuida, yo puedo ayudarla —lanzó una mirada irritada que rápidamente enmudeció a su madre— por algo soy su esposo. El joven se fue de inmediato mientras su madre solo podía recuperar el aliento ante una cara tan estremecedora que jamás en su vida había visto, la primera vez que vio a su hijo molesto fue cuando alguien la insultó a ella, de pronto su memoria revivió aquel momento en que la mirada de su hijo era agresiva y su tono de voz antes alegre se trastornaba en un grave profundo que envolvía en un temor a quienes lo escuchasen, sus ojos se redondearon al reconocer esa misma mirada ahora, y una ligera sonrisa se deslizó en el rostro de la mujer al ver que el niño que tanto la defendió ahora era un hombre que estaba dispuesto a pelear por alguien más que su madre. La esposa por otro lado, estaba en la cocina tratando de quitar el molde ardiente y dejando solo una masa esponjosa que soltaba un pequeño vapor dulce por sus poros, el pastel estaba listo pese a que no era tan buena en la creación de postres, de nuevo su mirada estaba animada ante el resultado de su esmero mientras se dirigía al refrigerador por la cubierta del pastel, continuaba colocando los últimos decorados cuando su mano chocó con el molde caliente dejando caer la paleta al mismo tiempo que un quejido se oyó salir de sus labios, de pronto su mano se tornó de un moretón rosa como resultado justo cuando su esposo llegaba en su auxilio tras oír las dificultades de su compañera. — ¿Qué paso, Lupe, estás bien? —cuestionó el joven mientras revisaba su mano— solo está un poco enrojecida, pero será mejor tratarla. — No es necesario, Erick, estoy bien —sonrió ocultando la sensación de ardor que le había generado aquella herida— no es nada, solo debo ponerle un poco de agua. — Eso es peor —soltó la mano de la mujer y se dirigió al baño de invitados por un botiquín— quédate quieta buscaré la pomada contra las quemaduras. — No es tan grave. — indicó mientras recogía la paleta y la colocaba en el lavaplatos. Erick le colocó la pomada y acto seguido vendó la mano de la mujer en lo que preguntaba el motivo por el cual había dejado de ver el partido, pero al enterarse de lo acontecido entre su esposa y su madre se estremeció el punto de sentir un ardor recorrer su cuerpo como si de pronto la presión en su pecho esparciera un calor intenso, su cara comenzaba a enrojecerse y un pequeño tic en su ojo tintineaba en lo que devolvía su mirada a la dama que estaba del mismo modo. — ¿Un hijo? —cuestionó con la voz temblorosa mientras sus labios esbozaban una mueca— bueno...son tres años. — ¿Crees que lo dijo por qué sospeche algo? — No lo creo, ella no es tan intuitiva —se relajó dejando un suspiro profundo— ¿Qué le respondiste? — No sabía que decir —sujetó su mano vendada y la presionó contra si— escapé con lo del pastel. Tenía miedo de que nos descubriera si decía algo. — Está bien, Lupe, mírame —sujetó a la mujer de ambos brazos y la estrechó en un tierno abrazo para consolarla— no nos descubrirá ¿sí? Todos piensan que nos amamos. Mientras este abrazo continuaba por segundos, la mente de ambos parecía discernirse entre pensamientos que solo ellos podían escuchar, por un lado, la preocupación de Luperca por que la descubrieran se disipaba en lo que su propia mente parecía cobrar palabras para sí mismo, como si su propia voz interior cobrara vida; de pronto ella estaba más relajada pensando en que durante tres años había sido la esposa perfecta para el hombre perfecto, su mejor amigo. Por otro lado, Erick fruncía el ceño pensando en miles de sentimientos encontrados hacía la que fingía ser su esposa para complacer a su madre "desde hace un año que estoy enamorado de ti" pensó mientras sus ojos volvían en sí y se alejaban de ella con la excusa de repartir el pastel a los invitados, ya más calmado reflexionó en lo que pensó mientras su mirada perseguía a su amiga y una sensación de presión invadía incomprensiblemente su pecho como si algo dentro de él estuviera por estallar. Al atardecer la reunión había finalizado y cada quien volvía a su casa, entre despedidas y abrazos ambos esposos quedaron a merced del silencio, nuevamente volvían a ser los amigos que habían actuado de pareja feliz, es eso ¡solo amigos! Un par de personas completamente distintas que llegaron a una decisión difícil, la de fingir un matrimonio en lo que hallan a su ser especial. Desde que se conocieron aquella vez habían fingido ser la pareja del otro principalmente para ayudar a Erick con las múltiples pretendientes femeninas que arrasaban e incluso peleaban entre sí por conseguir algo de aquel joven que por dentro solo podía sentir miedo ante seres tan salvajes y extraños para su comprensión, sin embargo, a la única que podía entender era su mejor amiga sabiendo que ella lo aceptaba de alguna forma tanto su personalidad sociable al mismo tiempo de su fría realidad. Los patios al fin estaban vacíos y la pareja recogía los restos de la reunión realizada, no era mucho trámite, ya que como buenos anfitriones se habían asegurado de que no fueran más de 10 personas entre niños, primos, tíos y los padres de ambos, por el lado del esposo estaba la madre y un tío con su esposa y dos hijos, por el lado de la esposa en cambio estaban tres tías, dos padres, un hermano mayor y cuatro primos, una gran familia a la cual ambos amaban pero no lo suficiente como para hacerles saber la verdad que ellos resguardaban como si se tratase de un delito. Las vajillas volvieron a su puesto establecido en la cocina y los restos del carbón se vieron recogidos al igual que el patio limpiado en menos de un santiamén, era obvio después de todo entre ellos había una coordinación casi perfecta cuando se trataba de las tareas del hogar, mientras ella se encargaba de la cocina él se veía responsable de las habitaciones y el patio, pero incluso cuando intercambiaban estas tareas su trabajo era diligente, debía serlo después de todo necesitaban desocuparse lo más pronto posible para dedicarse a planificaciones, exámenes, registro de calificaciones, entre otras más, por suerte para ellos se encontraban en pleno agosto, vacaciones para los estudiantes, y tiempo de calidad para ambos docentes que después de un largo tiempo podían disfrutar el atardecer acompañados por tazas de té y un trozo de pastel que sobró de la reunión. La noche llegaba luego del rojo atardecer que deslumbraba por la ventana del segundo piso de la casa, un bello hogar color perla que deslumbraba con sus techos de teja roja y el costado de su estructura crecían una hermosa enredadera con bellas flores amarillas, las ventanas por dentro estaban enmarcadas en madera y con cortinas de seda que dejaba traspasar los pequeños luceros del atardecer sobre la sala del primer piso y otros rayos ingresaban de la ventana de la cocina haciendo brillar los pequeños cristales de agua que reflejaban el trabajo de limpieza finalizado con gran éxito, mientras que su altura de dos pisos finalizaba en una habitación con dos escritorios para que puedan trabajar y una habitación con una cama que se dividía en dos secciones para los compañeros de cuarto, dentro de este había una puerta que daba paso a un gran balcón adornado por un barandal de piedra moldeada para admirar el atardecer en una pequeña mesa para dos a la cual solo tenía acceso ambos esposos, o, mejor dicho, el lugar secreto de dos mejores amigos que se conocieron desde la universidad y ahora mientras bebían té reflexionaban sobre la pregunta ¿hasta cuándo podremos sostener esa mentira? Una pregunta que iba no solo para la farsa del casamiento, sino que en el caso de Erick iba también dirigido a unos sentimientos desconcertantes que no podría soportar por mucho más.
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