La tensión en la casa del Anciano Líder era tan palpable que cortaba el aire como una hoja de obsidiana. Había sobrevivido al juicio, pero la aprobación de la Dama Líder era apenas una tregua, no una victoria. Al salir de aquella cena helada, sentí la necesidad urgente de disolver toda esa formalidad en algo primitivo, algo que solo Aaron podía ofrecerme. En el coche de vuelta a la mansión, el silencio se rompió por la conexión del Vínculo. —Estuviste perfecta —transmitió Aaron, y el pensamiento venía con un arrebato de orgullo y, más importante, con una necesidad cruda que casi me hizo jadear. —Me siento expuesta. Necesito que me recuerdes por qué estoy aquí, Aaron. Necesito tu Marca, no tu armadura —respondí, mi propia voz mental era un susurro urgente. —Mi Luna… —su mano abandon

