La cena ha llegado, sí. Pero el aroma a especias, salsa y de vino se ha diluido en el aire, reemplazado por algo mucho más intenso. El contacto entre los dos se siente casi eléctrico. Dejo escapar un pequeño jadeo cuando sus labios vuelven a encontrarse, no en un beso suave, sino en un choque hambriento y desesperado. Nuestras lenguas se enredan de inmediato, como si llevamos mucho esperando, cuando en realidad solo fue por la cena. El vino, amargo y dulce a la vez, se mezcla entre nosotros, pero ni siquiera eso importa. Lo único que importa es el calor de su boca, la manera en que los dientes de Eric rozan su labio inferior antes de morderlo con la presión justa, lo suficiente para hacer que un gemido escape de su garganta. Las manos de Eric no se quedan quietas. Una se desliza por mi es

